RECHAZO, ATADURAS, ABANDONO
25 de julio de 2011
Y en este caminar de ahora, el rechazo, las ataduras y… los abandonos, constituyen acontecimientos habituales. Probablemente sean una expresión más de la… ¡guerra!, la violencia instaurada como mecanismo de comunicación.
Rechazar cualquier situación es… ¡fácil! ¡Sí! Porque cualquier situación tiene algún elemento que no coincide, no concuerda… no está ‘en la onda de’, “no me acaba de gustar”, “sí, pero no…” Entonces, se puede rechazar… ¡todo!
De hecho, hay posturas que, de entrada –de entrada-, para empezar a hablar, lo rechazo. ¡De lo que sea!
Quizás se deban –esas actitudes- a “jarturas” –con “hache”-. “Jarturas” es como estar harto. Cada uno, parece ser –parecer ser- que tiene un límite de aguante… de circunstancias incómodas. Entonces, cuando llega a cierta hartura, cualquier cosa que se eche en un vaso que rebosa –da lo mismo que sea el néctar de los dioses, que agua contaminada- se va a rebosar. No se valora; no se valúa. Y la capacidad del vaso pues se ve rebosada, y hay un rechazo a cualquier nuevo elemento –sea de lo que sea, ¿eh?-.
Rechazar cualquier situación es… ¡fácil! ¡Sí! Porque cualquier situación tiene algún elemento que no coincide, no concuerda… no está ‘en la onda de’, “no me acaba de gustar”, “sí, pero no…” Entonces, se puede rechazar… ¡todo!
De hecho, hay posturas que, de entrada –de entrada-, para empezar a hablar, lo rechazo. ¡De lo que sea!
Quizás se deban –esas actitudes- a “jarturas” –con “hache”-. “Jarturas” es como estar harto. Cada uno, parece ser –parecer ser- que tiene un límite de aguante… de circunstancias incómodas. Entonces, cuando llega a cierta hartura, cualquier cosa que se eche en un vaso que rebosa –da lo mismo que sea el néctar de los dioses, que agua contaminada- se va a rebosar. No se valora; no se valúa. Y la capacidad del vaso pues se ve rebosada, y hay un rechazo a cualquier nuevo elemento –sea de lo que sea, ¿eh?-.
El rechazo, como ocurre con… –para que se entienda mejor- con un trasplante, ¿no? Uno es muy suyo con su sistema inmune –¿verdad?- y no admite –así, de entrada- otro órgano. Entonces, tiene que tomar medicación antirrechazo para aceptar. Pero, de entrada, hay un rechazo.
Pues bien, parece ser –puede ser- que cada ser –con sus esquemas, sus genomas, sus particularidades- así, por principio, para definirse, tenga que rechazar a los demás; a lo demás.
Es una buena coartada; pero, en el sentido orante, no es la mejor respuesta.
Pues bien, parece ser –puede ser- que cada ser –con sus esquemas, sus genomas, sus particularidades- así, por principio, para definirse, tenga que rechazar a los demás; a lo demás.
Es una buena coartada; pero, en el sentido orante, no es la mejor respuesta.
El rechazo se constituye como… una actitud de “no escucha”, de “no comprensión”, de una defensa a ultranza de la esquematización del entorno –¡y de uno mismo!- que cada ser se elabora.
Los mecanismos que hacen posible la permanencia, la supervivencia, son adaptativos; no, de rechazo.
En una actitud permanente de rechazo, sólo quedan cadáveres.
En una actitud permanente de rechazo, sólo quedan cadáveres.
Quizás, en el fondo del rechazo, haya ataduras…
¡Ay!...
Probablemente, todos los elementos de vida sean ¡salvajes! Es decir, no estén diseñados para estar ¡atados!, no estén diseñados para estar ¡sujetos!, no estén diseñados para estar ¡domesticados!, no estén diseñados para ser manejados…
Y ocurre que, cuando el hombre –como especie- inicia la domesticación, enseguida se da cuenta de que lo más atractivo a domesticar es ¡otro hombre! –como especie-.
Y decimos “lo más atractivo” porque es lo más difícil y complejo: “atar”… “atarse”…
Luego, quieres desatarte y no puedes. Luego, no es fácil desatarse. Y luego…
-Y si te desatas… ¿where’re you going to?” –¿Adónde vas, si te has acostumbrado a estar atado?-.
¡Ay!...
Probablemente, todos los elementos de vida sean ¡salvajes! Es decir, no estén diseñados para estar ¡atados!, no estén diseñados para estar ¡sujetos!, no estén diseñados para estar ¡domesticados!, no estén diseñados para ser manejados…
Y ocurre que, cuando el hombre –como especie- inicia la domesticación, enseguida se da cuenta de que lo más atractivo a domesticar es ¡otro hombre! –como especie-.
Y decimos “lo más atractivo” porque es lo más difícil y complejo: “atar”… “atarse”…
Luego, quieres desatarte y no puedes. Luego, no es fácil desatarse. Y luego…
-Y si te desatas… ¿where’re you going to?” –¿Adónde vas, si te has acostumbrado a estar atado?-.
Las “ataduras”, por una parte, ¡se rechazan visceralmente!, pero por otra, resultan… ¡cómodas! ¡Sí!, porque tu espacio vital se reduce, y el conocimiento de ese espacio vital se hace… ¡grande!
Por otra parte, probablemente, ¡el mundo! –el mundo como universo- ¡asusta! ¿A quién no le podría asustar, ver tantas estrellas a punto de caerse? –porque están a punto de caerse, lo que pasa es que nuestra ignorancia nos hace estar seguros; pero, pero, pero… ¡en cualquier momento, se caen!-. Y tal y como vemos, pues, ¡hombre!, ¡se van a caer aquí!
Luego, la razón y la lógica nos dicen –y la astrofísica- “que no, que aunque se caiga alguna, pues se caerá por ahí. No, no… ¡no va a caerse aquí!... ¡Hace falta tener mala suerte!, ¿eh?”
Luego, la razón y la lógica nos dicen –y la astrofísica- “que no, que aunque se caiga alguna, pues se caerá por ahí. No, no… ¡no va a caerse aquí!... ¡Hace falta tener mala suerte!, ¿eh?”
Ante eso, pues a veces se prefiere la comodidad del establo, la comodidad de la caseta, la comodidad de “el hogar”, la comodidad de… el ejército, la comodidad del jefe, la comodidad… O sea, ciertas ataduras que favorezcan un cierto nivel de “masoquismo sensual”.
De hecho, en las películas… –y la gente-… hablan de “las ataduras ¡del sexo!”, ¿no? Entonces, la gente se ata en la cama y cosas así.
¡Esas son ya imágenes que tenemos incorporadas como normales! A mí todavía no me convencen, por eso prefiero tirar un colchón al suelo. Así es difícil que te aten. Pero parece ser que es muy… “requetéquetá”.
O sea, que vuelven a estar de moda los cabezales de las camas.
De hecho, en las películas… –y la gente-… hablan de “las ataduras ¡del sexo!”, ¿no? Entonces, la gente se ata en la cama y cosas así.
¡Esas son ya imágenes que tenemos incorporadas como normales! A mí todavía no me convencen, por eso prefiero tirar un colchón al suelo. Así es difícil que te aten. Pero parece ser que es muy… “requetéquetá”.
O sea, que vuelven a estar de moda los cabezales de las camas.
“Ataduras”…
Ataduras, no solamente sexuales, nacionales, territoriales… –¡tá!-, sino ataduras todavía más profundas, como religiosas, espirituales, culturales, costumbristas…
Y una “atadita” por aquí, y otra “atadita” por aquí, y “Hoy te ato el dedo meñique”. “Mañana te ato un cachito de lengua”. “Pasado…”
¡Eso debe de ser terrible: que te aten la lengua! Sobre todo para algunos. Te atan la lengua, y bueno… ¡te has ‘muelto’!
Pero sí. Hay una afición, una afición mundial –y al ser mundial, también nacional- a que uno trate de atar al otro:
-Yo te ato por aquí, y tú me atas por allí, ¿vale?
-Vale.
Ataduras, no solamente sexuales, nacionales, territoriales… –¡tá!-, sino ataduras todavía más profundas, como religiosas, espirituales, culturales, costumbristas…
Y una “atadita” por aquí, y otra “atadita” por aquí, y “Hoy te ato el dedo meñique”. “Mañana te ato un cachito de lengua”. “Pasado…”
¡Eso debe de ser terrible: que te aten la lengua! Sobre todo para algunos. Te atan la lengua, y bueno… ¡te has ‘muelto’!
Pero sí. Hay una afición, una afición mundial –y al ser mundial, también nacional- a que uno trate de atar al otro:
-Yo te ato por aquí, y tú me atas por allí, ¿vale?
-Vale.
“Yo te ato al pie de la cama, tú me atas al pie de la puerta”. “Yo te ato para que no salgas”. “Yo te ato para que no pienses”. “Yo te ato para que no entres en la cocina”. “Yo te ato para que no salgas con el perro”. “Yo te ato para que saques la basura”. “Yo te ato para que acumules basura”. “Yo te ato….”
¡Uuuuuu! Sería interesante, muy interesante, escribir algo sobre “Ataduras, tropezones y caídas”. ¡Interesante! Como aquí hay tanto escritor… –algunos, famosos- podrían escribir: “Ataduras, tropezones y caídas, a propósito del comportamiento humano”. Y veríamos que las ataduras, tropezones y caídas, en la República de Irlanda del Norte, son muy parecidas a las de la República Dominicana. Y veríamos que las ataduras, las caídas y los tropezones, son muy parecidos en India y en Badajoz. “Badajoz” es una región de España. ¡Aunque parezca mentira!, Badajoz también existe; como Teruel, Palencia, Zamora…
¡Quizás! –también ‘quizás’- como consecuencia de las “ataduras” –y otros factores; pero así, para seguir la secuencia- se produzcan abandonos.
¡Ah!... “Abandono”.
Todos los días cientos –¡cientos!-, ¡miles!... de niños, son abandonados. ¡Por ejemplo! Los abandonas porque no puedes con ellos, porque lloran mucho, porque ¡son feos!, porque no tienes para darles de comer, porque te los roban…
¡No! Si te los roban, no los has abandonado. Pero tú lo abandonas de tal forma… para que te lo roben. Y dices:
-¿Dónde roban los niños?
-Aquí.
-Voy a dejarlo aquí.
Eso es relativamente frecuente. Y luego figura como que te han robado… “No. Yo lo he abandonado”.
Esto se conoce ya desde tiempos bíblicos, cuando Abraham abandonó a su esclava; porque la mujer oficial se enfadó con ella, y entonces la abandonó “a su suerte” en el desierto. De ahí surgieron luego los ismaelitas, que ¡vaya la que liaron!
¡Pero bueno!, el caso es que… se conocen abandonos famosos como ése, pero siempre ha existido esa posibilidad. Dice: “Abandónalo”. “Abandona, abandona, abandona”.
¡Ah!... “Abandono”.
Todos los días cientos –¡cientos!-, ¡miles!... de niños, son abandonados. ¡Por ejemplo! Los abandonas porque no puedes con ellos, porque lloran mucho, porque ¡son feos!, porque no tienes para darles de comer, porque te los roban…
¡No! Si te los roban, no los has abandonado. Pero tú lo abandonas de tal forma… para que te lo roben. Y dices:
-¿Dónde roban los niños?
-Aquí.
-Voy a dejarlo aquí.
Eso es relativamente frecuente. Y luego figura como que te han robado… “No. Yo lo he abandonado”.
Esto se conoce ya desde tiempos bíblicos, cuando Abraham abandonó a su esclava; porque la mujer oficial se enfadó con ella, y entonces la abandonó “a su suerte” en el desierto. De ahí surgieron luego los ismaelitas, que ¡vaya la que liaron!
¡Pero bueno!, el caso es que… se conocen abandonos famosos como ése, pero siempre ha existido esa posibilidad. Dice: “Abandónalo”. “Abandona, abandona, abandona”.
Las personas se suelen abandonar en su cuido, en su higiene, en su “estar”… ¡Se abandonan! Y cuando ves a alguien que se abandona así, un poco o mucho, pues dices:
-Pa’ mí que esto no es…
¡No! No es.
No. No es propio, abandonar. Se confunde ‘abandonar’ con ‘seleccionar’, con ‘elegir’…
El abandono constituye como una sensación de fracaso; como una sensación de incapacidad; como una sensación de impotencia…
-Todo lo que he avanzado lo dono a la caridad –aban/dono-. Dono. Dono mi “aban”, mi avance, mis abalorios… Los dono.
-¿A quién?
-No sé. Al primer perro que pase. A la primera alimañaza que vuele.
Abandono.
-Pa’ mí que esto no es…
¡No! No es.
No. No es propio, abandonar. Se confunde ‘abandonar’ con ‘seleccionar’, con ‘elegir’…
El abandono constituye como una sensación de fracaso; como una sensación de incapacidad; como una sensación de impotencia…
-Todo lo que he avanzado lo dono a la caridad –aban/dono-. Dono. Dono mi “aban”, mi avance, mis abalorios… Los dono.
-¿A quién?
-No sé. Al primer perro que pase. A la primera alimañaza que vuele.
Abandono.
Las condiciones que se han creado para que se den los acontecimientos vitales, no nos han abandonado. Están ahí.
Las condiciones para que se dé el proceso de la vida, no nos han atado. No; sino que nos han brindado opciones, posibilidades…
¡Las infinitas variables en las que se desarrolla la vida!, no se han creado a base de rechazos, sino a base de necesidad: “Necesito tal color”, “necesito tal aleta”, “necesito tal habilidad para poder estar allí o poder marchar allá…”
“Y… y tengo recursos propios, y alianzas, y adaptaciones que me facilitan. ¡Me puedo –incluso- hasta descomponer en mis elementos, y volverme a rehacer!...”.
No hay rechazo. No hay ataduras. No hay abandonos.
Las condiciones para que se dé el proceso de la vida, no nos han atado. No; sino que nos han brindado opciones, posibilidades…
¡Las infinitas variables en las que se desarrolla la vida!, no se han creado a base de rechazos, sino a base de necesidad: “Necesito tal color”, “necesito tal aleta”, “necesito tal habilidad para poder estar allí o poder marchar allá…”
“Y… y tengo recursos propios, y alianzas, y adaptaciones que me facilitan. ¡Me puedo –incluso- hasta descomponer en mis elementos, y volverme a rehacer!...”.
No hay rechazo. No hay ataduras. No hay abandonos.
Si en la esencia no existe esa posición, ¿cómo es que el hombre la ejercita¡tanto!?
Muy fácil. Fíjense bien:
Si yo contemplo un amanecer, un atardecer, o una noche estrellada –por poner un ejemplo muy simple-; si contemplo un amanecer y sus colores, siempre seré incapaz de reproducir esos colores. ¡Siempre! ¡Porque están cambiando cada milésima de segundo!, ¡¡y no los puedo atrapar!! Menos aún, todo lo que rodea a ese amanecer o a ese atardecer, de cantos de pájaros, sonidos, agua que corre…
¿Cómo, cómo…? ¡Me desborda!…
Tanto me desborda que, simplemente, de estar flotando en un río caudaloso, probablemente me ahogue. No… no tengo recursos. Tan sólo en tierra firme yyyyyy…. Yyyyyy depende de dónde.
Se ha necesitado una laboriosa acción para que el hombre sobreviva y sea una especie ¡viable! Y no se ha hecho en base a rechazos, a ataduras y a abandonos. ¡No! Pero tiene su sentido que, ante ¡lo inmenso!, ¡lo inabordable!, el hombre “acote”. Es decir, cree una reserva; limite lo ilimitable.
¡Porque el universo no se puede limitar! Pero el hombre, ante esa inmensidad, limita, se limita… “En el norte, con la calle 13; en el sur, con la 26; al este, con la 88; y al oeste, con la 92. ¡Y ahí se acabó el mundo, compadre! ¡Ahí monto el hipódromo! ¡Ahí pongo el zoológico! ¡Ahí pongo el parque! ¡Ahí pongo el colegio! ¡Ahí pongo la fábrica! ¡Ahí pongo la iglesia! ¡Ahí pongo el cementerio! ¡Y, colorín colorado, este universo se ha acabado!”
“¡Voilá! Y conozco la calle que conduce al cementerio, y conozco la calle que conduce al… –¡ay, se me había olvidado el hospital!- al hospital –¡ay, se me había olvidado el palacio de los deportes!-, conozco el palacio de los deportes… Entonces, todo el mundo feliz: no tiene colesterol, está bien tratado, puede ser bien enterrado… ¿Y… y qué mas? ¿Qué más necesitas? Un hospital bien dotado; ejercicio para mantenerte… ¡y ya! Bueno, habrá huerta y esas cosas, pero…; algún cerdito, algún marranito para comerse de vez en cuando…; un poquito de río, un cachito de río –no mucho-; un poquito de mar –no mucho-, ¡y ya!… ¿Para qué más, pues? Lo demás… ¡Uy, lo demás! ¡Vaya usted a saber qué hay ahí fuera, después del límite! ¡Uy! Puede haber… ¡yo qué sé! ¡No, no, no! Yo estoy aquí muy a gusto. Entre el cementerio y el hospital, me manejo muy bien”.
Muy fácil. Fíjense bien:
Si yo contemplo un amanecer, un atardecer, o una noche estrellada –por poner un ejemplo muy simple-; si contemplo un amanecer y sus colores, siempre seré incapaz de reproducir esos colores. ¡Siempre! ¡Porque están cambiando cada milésima de segundo!, ¡¡y no los puedo atrapar!! Menos aún, todo lo que rodea a ese amanecer o a ese atardecer, de cantos de pájaros, sonidos, agua que corre…
¿Cómo, cómo…? ¡Me desborda!…
Tanto me desborda que, simplemente, de estar flotando en un río caudaloso, probablemente me ahogue. No… no tengo recursos. Tan sólo en tierra firme yyyyyy…. Yyyyyy depende de dónde.
Se ha necesitado una laboriosa acción para que el hombre sobreviva y sea una especie ¡viable! Y no se ha hecho en base a rechazos, a ataduras y a abandonos. ¡No! Pero tiene su sentido que, ante ¡lo inmenso!, ¡lo inabordable!, el hombre “acote”. Es decir, cree una reserva; limite lo ilimitable.
¡Porque el universo no se puede limitar! Pero el hombre, ante esa inmensidad, limita, se limita… “En el norte, con la calle 13; en el sur, con la 26; al este, con la 88; y al oeste, con la 92. ¡Y ahí se acabó el mundo, compadre! ¡Ahí monto el hipódromo! ¡Ahí pongo el zoológico! ¡Ahí pongo el parque! ¡Ahí pongo el colegio! ¡Ahí pongo la fábrica! ¡Ahí pongo la iglesia! ¡Ahí pongo el cementerio! ¡Y, colorín colorado, este universo se ha acabado!”
“¡Voilá! Y conozco la calle que conduce al cementerio, y conozco la calle que conduce al… –¡ay, se me había olvidado el hospital!- al hospital –¡ay, se me había olvidado el palacio de los deportes!-, conozco el palacio de los deportes… Entonces, todo el mundo feliz: no tiene colesterol, está bien tratado, puede ser bien enterrado… ¿Y… y qué mas? ¿Qué más necesitas? Un hospital bien dotado; ejercicio para mantenerte… ¡y ya! Bueno, habrá huerta y esas cosas, pero…; algún cerdito, algún marranito para comerse de vez en cuando…; un poquito de río, un cachito de río –no mucho-; un poquito de mar –no mucho-, ¡y ya!… ¿Para qué más, pues? Lo demás… ¡Uy, lo demás! ¡Vaya usted a saber qué hay ahí fuera, después del límite! ¡Uy! Puede haber… ¡yo qué sé! ¡No, no, no! Yo estoy aquí muy a gusto. Entre el cementerio y el hospital, me manejo muy bien”.
Claro. Y bajo ese secuestro del universo, se tienen que producir ataduras,rechazos –rechazo de todo lo que no sea ese encuadre-, y abandonos –abandono todo lo que no sea ese núcleo fundamental-.
Es probable que todo esto se dé como una fase del desarrollo de la especie, y estemos orando en torno al rechazo, las ataduras y el abandono, y dentro de un milenio, pues oremos sobre: “¿Os acordáis de aquello de los rechazos? Ya… no. Ya no se ejerce. Y fue una fase que se pasó, como el complejo de Edipo, el de Electra o el complejo de… de Tin-tin –una nueva película que va a hacer Spielberg-. “Tin-Tin” –un personaje de cómic-.
Resulta entonces, que, bajo esa justificación –por eso hay que tener cuidado con esa interpretación- bajo esa justificación –¡ay!- damos por inevitable que debo rechazar, damos por inevitable que me tengo que atar –y, por supuesto, atar a otros-, y damos como inevitable que el abandono es imprescindible.
“Abandono mis ideales, abandono a mis amigos, ¡me abandonan mis amigos!, me abandonan mis amantes, ¡abandono a mis amados!”… y etc., etc., etc.
Resulta entonces, que, bajo esa justificación –por eso hay que tener cuidado con esa interpretación- bajo esa justificación –¡ay!- damos por inevitable que debo rechazar, damos por inevitable que me tengo que atar –y, por supuesto, atar a otros-, y damos como inevitable que el abandono es imprescindible.
“Abandono mis ideales, abandono a mis amigos, ¡me abandonan mis amigos!, me abandonan mis amantes, ¡abandono a mis amados!”… y etc., etc., etc.
¿Desatamos un poco, a ver qué ocurre?
¿Abandonamos un poco menos, a ver qué pasa?
¿Rechazamos en menor cuantía, y comprobamos a ver qué ocurre?
¿Y si quitamos algún límite por el norte o por el este, y dejamos que entre el aire, a ver qué… qué acontece?
¿Abandonamos un poco menos, a ver qué pasa?
¿Rechazamos en menor cuantía, y comprobamos a ver qué ocurre?
¿Y si quitamos algún límite por el norte o por el este, y dejamos que entre el aire, a ver qué… qué acontece?
Debemos recomponer la arquitectura mental: que no sea tan rígida como el hormigón o el hierro; qué sea un poco más… ¡flexible!, como la pluma o el bambú.
Nos aguardan… mundos ilimitados, con innumerables… ¡sucesos! Rechazarlos es negarse a existir.
Nuestro cuerpo… no fue hecho para tener… grilletes; ¡nudos!…
Fue hecho para articularse –“articularse”- ¡con todo lo que le rodea! Y, él mismo, ser una articulación hacia… lo desconocido.
Nuestro cuerpo… no fue hecho para tener… grilletes; ¡nudos!…
Fue hecho para articularse –“articularse”- ¡con todo lo que le rodea! Y, él mismo, ser una articulación hacia… lo desconocido.
No… ¡no nos abandonaron ahí, y nos dejaron tirados en cualquier lugar! El transcurrir infinito de la vida hizo su pausa en este lugar del universo, en un viaje de eternidades.
No es, nuestra naturaleza, de abandono; es ¡de aspiración!; de abrazo cada vez más inmenso…
Como una oración, que no nos abandona, ¡que no nos rechaza!, ¡que no nos ata!, sino que ¡nos muestra!, ¡nos llama!, ¡nos reclama!, ¡nos alienta!, nos… ¡inspira!
No es, nuestra naturaleza, de abandono; es ¡de aspiración!; de abrazo cada vez más inmenso…
Como una oración, que no nos abandona, ¡que no nos rechaza!, ¡que no nos ata!, sino que ¡nos muestra!, ¡nos llama!, ¡nos reclama!, ¡nos alienta!, nos… ¡inspira!
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