viernes

Lema orante semanal

EXPLORAR.
18 de octubre de 2010

Como habitantes de este Universo –uno entre infinitos-, inevitablemente, el acontecimiento insólito de vivir se convierte en una exploración continua.
Dada la magnitud de las proporciones, las criaturas vivientes se ejercitan en su desarrollo, explorando su capacidad, sus recursos, su entorno, sus posibilidades.
Es una historia comprobable, cómo la especie humanidad exploró su planeta –o mejor sería decir: el planeta que le recibe- y se adentró por múltiples vericuetos hasta, por ejemplo, llegar, en el siglo XXI de esta era, a poder decir que ha explorado prácticamente todo el espacio propio en donde habita.
¡A grandes rasgos!
Indudablemente, a la vez que eso se realiza, no se conforma, obviamente –en ese potencial explorador inevitable- con su hábitat, sino que busca otros hábitats, fuera “de”, e indaga su universo más cercano –satélites, planetas-…, aún en edad pre-escolar, pero con perspectivas interesantes.
Y también, a la vez que explora su hábitat –evaluable por los sentidos y la tecnología que puede desarrollar-, al explorar, se descubre como una entidad cargada de potencias.
¡Sí! La potencia intuitiva, la potencia previsora, la potencia visionaria, la potencia clarividente, la potencialidad creativa, la potencialidad regeneradora, la potencialidad ilimitada.
Quizás empezó sumando y restando, en su exploración, pero ahora descubre que es una potencia.
Y este detalle, este tercer detalle del explorador, está como potencia en todos los seres. La capacidad de expandirse en su territorio, la capacidad de salir de su territorio, depende de tecnologías, recursos, medios… Pero, las potencialidades exploradoras de la propia entidad del ser, requieren adiestramiento, disciplina, perseverancia, disposición, servicialidad, entusiasmo, ¡humor!
Explorar las potencialidades es algo más que una investigación.
Es todo un momento mágico, en el que se abren los baúles de millones de años de viajes, de reposos, de transformaciones, de mutaciones.
Quizás, para seguir explorando, se precise todo ese caudal, ¡que no ha pasado en balde!
¡Ay!... Cierto, cierto es que, a pesar de ser cada ser una potencia, muchos se declaran ¡impotentes! O ¡insolentes! O ¡solventes!
 ¡Impotentes! ¡Insolventes! ¡Insolentes!
Con lo cual, dejan de explorar. Sitúan en su realidad –¡en “su” realidad!-, creada por ellos mismos, impotentes ante las dificultades, los acontecimientos cotidianos, sus gustos, sus quereres, sus placeres.
Han recolectado todas las imposibilidades, y las han mezclado, convirtiendo su camino en un sendero de clavos.
Otros se declaran insolentes y desafían cualquier situación, para tratar de imponer su opción. Piensan que la vida se ha quedado ahí: en su domicilio, en su calle, en su vanidad…
Se hacen insolentes ante las potencialidades que se muestran, se enseñan, se dicen, ¡se escuchan! E, insolentes, tratan de destruir. Incluso llegan a destruirse, para despertar en el entorno caridad mal entendida, y que así todo se vuelva a su gusto.
Hace tiempo que la Creación no contempla la posibilidad de adaptarse al gusto de alguien.
Este pequeño detalle es importante tenerlo en cuenta. Cierto es que,
la Creación, con frecuencia se colapsa –¡sí!- en una confabulación, para hacer posible una potencia exploradora. Pero… ¿que se modifique al gusto de un consumidor? ¡No!
Si es usted del grupo de los insolentes, recuerde este detalle.
Para no olvidarlo, lo mejor es recordar una frase muy simple:
“El mundo fue antes que yo”. Así no hay problema…“¿Y qué dijo? ¿Y qué…?”
¡No! “¡Antes que yo”… ya estaba!
¡No me diga! ¿Sí?
Y ya, se acomodaron, y empezaron… ¡y vamos!, es que van… ¡que no paran! ¡Y me da la sensación de que no van a parar por mí!... ¡No sé por qué!
O sea, más que la sensación, es que veo que no paran, por más que grito, lloro, pataleo, protesto… Es más, parece que cuanto más reniego, más se alejan…
La insolencia, sin duda –que es prácticamente convertirse en sol, ignorando que el sol es el que es, como sol- no es la mejor potencia.
La insolvencia, declararse insolvente, potencialmente, es un proceso que aburre. ¡Sí!, aburrido: “¡No puedo!, ¡no puedo!, ¡no puedo!... ¡No puedo!, ¡no puedo!, ¡no puedo!”
¡Pero nadie ha pedido que seas poder!
Como poder –como “poder”-, el ser humano es ridículo. ¡Sí! Hace el ridículo, como poder. ¿Qué clase de poder?
Entonces, plantearse “si se puede o no se puede” es… ¡patético! Eso: ¡de un patíbulo! ¡No!
¡Interesante apreciación!
No se puede usted declarar insolvente, pero no puede poder, poderse, apoderarse, del poder del poder.
Ese poder del poder, de los poderes del poder, sólo se expresa –y es falso, pero se expresa- entre impotentes, insolventes e insolentes. Entre ese trío.
Indudablemente, son posibilidades dentro de las infinitas opciones, pero son justamente las que no desarrollan las potencias.
¿Que por qué están ahí? Tienen que estar ahí para que el ser se dé cuenta, por alusiones, por –si prefieren- comparaciones, de que hay otras opciones.
¡Sí! Es cierto que, pensando un poco, podría decirse que el planeta está, entonces, lleno de impotentes, insolentes e ¡insolventes!
¡SÍ!...
Porque no han sido lo suficientemente atrevidos como para explorar, aunque tienen ese germen ahí, activo. Y, al no ser exploradores, no han modificado sus parámetros iniciales, de sus peregrinajes, de imaginaciones, de fantasías, de ideas, de proyectos…
¡Ah! Se quedaron en los fracasos acumulados. En lo fallos ocurridos.
Civilizaciones enteras lloraron por otras –las que les precedieron- y apenas si introdujeron variables de potencialidades reales, propias de cada ser.
Se dejaron llevar por la insolencia, la insolvencia y la impotencia, y se crearon incapaces:
“Incapaz de…” “Incapaz de…
Y unos a otros se acusaron de incapaces. Mutilaron sus opciones. Mutilaron su capacidad replicativa en imprevisibles posibilidades… ¡De amores! ¡De sensuales emociones! ¡De imprevisiones! ¡De visiones!
¡Ah, pero…! Pero…
Ahora, el “pero” –como ayuda- nos revela orantemente que somos potencia.
Y que, en la medida en que el ser se afina, sabe estar y está en la onda y en la vibración de lo Creativo, de lo Creador; y es cuando explora, y explora, y modifica los parámetros de medición; de evaluación.
Es así como Dios se deja encontrar.
Y en ese sentido orante, el que explora, ¡implora!
“Implorar” como actitud de respeto; de admiración; de fascinación.
Sabiéndose en la nimiedad del ser, se reconoce cada uno como heredero de
la Creación.
Príncipe
s y princesas del gran Amor.
Ese que está por explorar. Ese en el que hay que zambullirse y explorar.
Ese que se quiere apartar. Ese que se quiere cambiar o quitar; pero ése que es… ¡El que es!
Aaaamén.
***