miércoles

Lema orante semanal

ENCAJAR.
5 de abril de 2010


Al menos tres aspectos expresan el “encajar”. Por un lado, la capacidad para absorber acontecimientos, sucesos, hechos. Por otra parte, el ser como una cuña que como pieza de puzzle, encaja en la expresión global de lo que se quiere decir. Y por otra parte, el aspecto de “ir en cajas”; ser como cajas, como las “little boxes” que cantaba el recordado Pete Seeger: “Hay cajitas, bellas cajitas. Las hay de color azul, unas blancas y otras negras, pero todas son cajitas.”
Se dice también que es un “gran encajador” aquel boxeador que recibe muchos golpes y, a pesar de eso, no se cae; no se marea; no se deteriora… ¡Es un gran encajador!
El “encajar” supone una gran dosis de absorción, de absorber y de incorporar situaciones que a veces, no son las más apetecidas; situaciones a las que nos lleva nuestro estilo de vida. Encajar dolores, accidentes, traumatismos, desgracias, dramas…
No resulta fácil. Hay que hacer nuevos espacios… y, probablemente,renunciar a otros.
Igualmente, encajar en nuevas sociedades, en otros ambientes, en otras culturas, supone un esfuerzo; una dedicación; un aprendizaje; un estudio y, a veces, una renuncia –explícita o implícita– a actitudes o actividades que uno tenía.
Igualmente, a veces encajamos en una labor, y nos sentimos a gusto y disfrutamos con ella, pero otras veces no encajamos.
El jefe tiene la cabeza cuadrada y uno es redondo. Por más que se quiera meter la bola en el cajón, no entra.



Como se puede suponer, todo encaje forzado rompe; rompe el plano general. Como si estuviéramos filmando una película y sale un romano con reloj. Es un encaje muy forzado. Es un detalle que no… No estaba previsto que los romanos tuvieran relojes. Hombre, luego se te pasa y… Dice: “Bueno, ha sido un despiste del director”. Pero te deja una lesión en la retina importante. Como cuando se dice: “esto aquí no pega ni con cola, ¿no?”
Pareciera que, en general, la trama de la vida estuviera configurada por diferentes formaciones en las que encajan determinadas piezas, con determinado símbolo o imagen o configuración, y otras no.
Evidentemente, como podemos deducir, los modelos culturales y sociales no andan con muchos miramientos. Todos tienen que encajar aquí o todos tienen que encajar allí. ¡Te guste o no te guste! ¡Te parezca bien, te parezca mal! Y la mayoría de las actividades están ocupadas por personas que muy probablemente no les guste; no se sientan identificadas con esa labor, con esa función. Están desencajadas.
“Desencajadas”, ese término que se emplea cuando se observa que la faz de una persona no tiene el tono, el color, la sintonía de la mirada, del gesto… Y solemos decir: “tienes la cara desencajada”… Síntoma de sufrimiento, de enfermedad, de dolor, de pena, de desdicha, de desgracia… Como si, efectivamente, se tuviera un encaje preciso y, fuera de eso, se notara que no estamos en nuestro sitio.


No hemos dicho –pero por supuesto hay que tenerlo en cuenta– los famosos “encajes”. O sea, el “encaje de bolillos”, por ejemplo, ¿no? Muchos a lo mejor no saben lo que es un encaje de bolillos, pero es un tipo de entramado, de encajes, que se hacen con unas maderas que están atadas al extremo unos hilos, y según se vayan moviendo esos bolillos –¿verdad?–, pues se va haciendo encaje. Los encajes que eran tan usados en otra época para adornar cuellos y faldas y… Bueno, todavía se hacen encajes. Sin duda, una laboriosa actividad del hilo o de cualquier otra sustancia que fuera plegable.
Y, curiosamente, cuando contemplamos un encaje: un mantel de encaje –por ejemplo–, unas servilletas con encajes, si se fijan, es una serie de hilos o trozos de algún material que se pliega; se adapta. Y que, cruzado con uno, cruzado con otro, estirado de una manera, doblado de otra, nos da una imagen; nos da una sensación.
¿Querrá decir esto que nosotros somos los hilos de un gran encaje? ¿Y que nos llevan agarrados de una lanzadera para ir tramando un hermoso tapiz o alfombra, en base a encajar colores, texturas...?
¿Hasta qué punto no somos… –“hasta qué punto no somos” – un producto que tiene capacidad para encajarse en cualquier realidad?
Y en cambio, con frecuencia, el ser se vuelve rígido y duro, y adopta una posición, y y solo ésa es la que le atrae; solo ésa es en la que dice sentirse propio y adecuado.
¿Estará hecho el mundo de moldes diferentes y diversos, uno para cada uno, para que uno encaje perfectamente?
Probablemente, nuestra capacidad de encajar en las vicisitudes de la vida, sea muy compleja y muy capaz. En cambio, las culturas en las que se desarrolla la humanidad, no permiten –por sus racismos, sus radicalismos, sus xenofobias– que uno pueda encajar en diferentes situaciones, diferentes acontecimientos.


La intransigencia es, con frecuencia, el acontecimiento más rígido que impide el encajar con determinadas situaciones; el impedir entender el “no hay mal que por bien no venga”, y ese rebrote de tensión, de violencia, que se sucede cada vez que hay una adaptación forzada o forzosa, un encaje, una renuncia, ¡un plegarse!, ¡un hacerse flexible!
Quizás el equilibrio consista en encajar de tal forma que no se pierda el punto de identidad que caracteriza a cada uno, pudiendo encajar una multitud de circunstancias y acontecimientos sin perder ese carácter.
¿Cuáles son los planes de la Creación para nuestros encajes?
¿Por dónde nos van a llevar y en qué circunstancias nos van a colocar?
¿Vamos a ser buenos encajadores… o traumáticos encajadores? ¿Coleccionistas de traumas que justifiquen nuestras permanentes desgracias?... ¿O buenos encajadores, que relatan historias como parte más de su devenir y de su búsqueda?... Hay diferencias, ¿eh?
Todo parece indicar, en los instintivos e intuiciones a propósito de la Creación, que… –“todo parece indicar”– que tenemos que ser encajadores. ¡Que hemos sido creados para encajar! Y así, irnos limando; perfilando; rebajando; acomodando.
Encajadores de muy diversas realidades. Y que, en la medida en que sabemos encajar, somos permanentes; ¡supervivientes!; ¡peregrinos del vivir! Y que, en la medida en que no encajamos, somos obstáculo; somos dificultad; somos problema; somos bultos que entorpecen; somos fracaso; somos quietud; somos esqueleto. Sobreviven los adaptados, los pleomorfizados, los plegados, los modulados, los sintonizados… encajadores todos.
Consecuentemente, podríamos decir que debemos amueblar nuestro mentalismo, nuestro animismo, nuestro espiritualismo, a procesos de adaptación; a encajes finos; si no queremos estar continuamente chocando, tropezando, incordiando, molestando, estropeando, destruyendo.


Con la actitud de encaje, sabemos esperar. Con la actitud de encaje, sabemos contemplar. Con la actitud de encaje, sabemos aguardar. Con la actitud de encaje, sabemos precisar. Con la actitud de encaje, nuestro hacer es ¡vital! Con la actitud de encaje, nuestra capacidad es creativa. Con la actitud de encaje, nuestro desarrollo es paulatino. Con la actitud de encaje, podemos innovar.
En cambio, si somos cajones de medida, solo cabremos en una determinada cajonera; no valdremos para otra medida que no sea ésa.
Inmersos en la trama de Dios, Éste nos coloca en muy diferentes moldes, precisamente para moldearnos; para que aprendamos a encajar en la profunda sabiduría del misterio; para que podamos evolucionar, cambiar, con la suficiente frecuencia, y darnos cuenta de la grandeza en la que estamos inmersos: ¡Un despliegue de moldes que nos aguardan para amplificar nuestras perspectivas!
A veces, aparentemente podemos escoger. En realidad no es cierto.


Hay algo que más nos tira, nos llama… Es el plan previsto.
En la medida en que nos dejamos plegar y nos amoldamos y nos adaptamos a las nuevas medidas, descubrimos nuevas facultades, nuevas habilidades, y somos capaces de crear lo que en otras condiciones no hubiera sido posible.
En la medida en que nos quedamos, nos retraemos y nos circunscribimos a lo que nos han obligado por parte de los hombres –que es ”lo que debe de ser”, “lo que hay que hacer”, esos dogmas y leyes, esos moldes de acero–, en esa medida que nos quedemos, definitivamente nos quedamos. ¡Reproduciremos las mismas características! Y los hijos de los hijos de los hijos serán un molde exacto de los anteriores.
Y así se desolará el planeta. Así es como sabemos que las especies fueron desapareciendo. Así es como, negándose a las nuevas perspectivas, el ser se fue incomodando e incomodando y, siendo incapaz ya de adaptarse, no quedó más remedio que desapareciera.
Hoy, que los moldes establecidos, preestablecidos, ordenados y clasificados nos llaman, hoy tenemos que esquivarlos; que evitar caer en el prototipo. Moverse entre moldes, para moldearse y encajarse… entre rendijas, entre rincones, entre oblicuos y conspicuos, entre bastidores, ¡para adentrarnos en la trama de la vida!
Lo establecido ya se ve lo que da de sí, ya se sabe a dónde lleva.
No estamos en vida para recorrer un camino conocido. Estamos en vida para recorrer un camino desconocido.
Estamos para… no cumplir el refrán de “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Estamos para conocer lo bueno, lo bondadoso, aunque sea un misterio… ¡Desconocido!...
La fuerza de nuestra naturaleza nos acompaña hacia ese sentido. Pero cierto es que las fuerzas que lo reciben –establecidas, arraigadas y pertrechadas– son poderosas. Pero no hay que temerlas. ¡Ni enfrentarse con ellas! Hay que seguir como si no estuvieran. Y cuando nos obstaculicen, rodearlas; esquivarlas; aguardar y seguir. Sabiendo nadar y guardar la ropa.
¡La trama de la vida nos apoya! ¡La trama de la vida nos apoya!, mientras que la oferta del ¡drama!... de la vida nos lo imponen.

Recuérdenlo bien: La trama nos apoya, el drama nos impone.


Ámen.
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