sábado

Lema orante semanal

CONVICCIÓN, CONTROL, CONFIDENCIAL

21 de diciembre de 2009

Podría decirse que la CONVICCIÓN es aquel estado en el que todos los elementos que integran una situación, están ordenados, están consensuados, están en un mismo sentido.
Pareciera que en la convicción, el ser se hubiera vencido a sí mismo en torno a disquisiciones que no cuadraban, para alinearse en un mismo –o hacia una misma- dirección.
Si cada uno repasa sus convicciones, probablemente descubra que no son tantas como pudiera parecer en una primera ocasión. Y segundo, que son frágiles. En el sentido –la fragilidad- de que cuando tienen que ponerse a testimoniar, cuando tienen que mostrarse esas convicciones, tienen dificultades para hacerlo, pero del propio sujeto. Quizás mantiene su convicción muy en lo mental, pero a la hora de verbalizar, sentimentalizar o actuar, la convicción desaparece, no se muestra.


Este pequeño hecho, trastoca nuestras historias. Sí, porque en la medida en que la convicción de cada uno alcanza esa inestabilidad por la presión, por las dificultades, por las crisis, por lo que sea… la muestra que da el ser de sus convicciones, no se parece mucho a la real que tiene en su mente o en su imaginación, con lo cual –con lo cual- nos comportamos y nos interrelacionamos con comportamientos sin convicción, con expresiones sin convicción. Se crea así una interrelación francamente virtual, a la que difícilmente se puede uno referenciar, porque se bambolea continuamente la convicción de cada ser.
-Pero, ¿tú no tenías convicciones religiosas?
-Bueno… sí, pero… no.
-Sí, pero no.

Por otra parte, la convicción es esa posición que el ser adquiere, que le da su unicidad, a la vez le sitúa en la totalidad, le hace único. Le diferencia de su entorno. Y, a la vez, en la “buena” convicción –permitamos ese apéndice-, respeta, por su autopresencia, la presencia de los demás: No obliga, no impone, no maneja, no manda… expone.
Cuando la convicción alcanza esa posición, entonces sí estamos en la vereda de la verdad. Solamente en la vereda. Pero ya estamos en esa situación en la que no hay temor a la fragilidad, no hay preocupación por crisis, no hay miedos por lo que se es y por lo que se dice y por lo que se hace. En cuyo aspecto, podemos sentirnos con un cierto aire de liberación.
Puede ser un buen momento –el trascurrir de esta semana- para vivenciar, para entrar en la visión personal y en la percepción de los otros, de cuales convicciones son las que… o en las que estamos, realmente, actuando; con las que realmente operamos con nuestro entorno. Si son las que nos definen como una individualidad, como un hecho insólito, o si las convicciones son más bien las que marca la cultura, el poder, el manejo, la manipulación, etc.

Quizás sea también –culminando la convicción- un momento adecuado para preguntarse y observarse acerca de la convicción en lo espiritual, en lo Creador, en lo Sagrado, en lo Divino… pónganle el nombre que quieran.
¿Cuál es el grado de convicción hacia esa relación? ¿Hacia esa referencia?
Y más aún ahora -con lo cual se ve que es el tiempo propicio- en el que, de una forma o de otra, se nos impone una convicción de religión. ¿Será el momento de dar una respuesta, un testimonio a esa imposición? ¿Se acepta como tal y, en consecuencia, se practica? ¿O, por el contrario, se analiza, se evalúa y se busca la personal posición ante eso?
Es claro que una cultura actual dominante nos impone sus ritos, sus llamadas “fiestas”, y otras “golosinas” más. Es tan evidente que, con tan sólo salir en cualquier calle y ver las luces… ya. Y detrás de cada bombillita, y detrás de cada adorno, viene todo lo demás: Consumo, traiciones –no tradiciones, traiciones-, obediencias sin sentido… En vez de una zanahoria delante del conejo para que corra a por ella, un trozo de turrón.

Es el carnaval religioso más parecido al carnaval pagano, lo que pasa es que con otros elementos.
Cabría preguntarse: ¿Tenemos realmente derecho a preguntarnos si estamos conviccionados con todo eso, y tenemos que recurrir a ello –incluso a las rebajas, claro, que es la parte culminante-, o no tenemos derecho? ¿O es una barbaridad replantear esa situación? ¿No somos dignos? ¿Estamos obligados por el yugo de Dios a volver a casa por Navidad? ¿Y si no tenemos casa? ¿Qué hacemos los que no tenemos ya padres ni madres? ¿A dónde coño vamos a ir? ¿Dónde nos vamos a comer el turrón?
A lo mejor, no tenemos derecho a preguntarnos. Y seguir pasivamente, que lo que se hace, se haga. Para que el comercio, la industria, etc., etc., siga su consumo humano.
Y si es así, pues no es difícil darse cuenta de que se está CONTROLADO.
-¿Controlado?
-Sí, controlado.
-Pues yo no noto nada.
-Claro, es que cuando te controlan, normalmente procuran que no lo notes… no notas al controlador detrás de la oreja mirándote, ¿verdad?
¿Por qué el estado se molesta en sacar una página entera para incitarnos a sacar el nuevo carnet de identidad? Por ejemplo.
-Porque tiene un microchip maravilloso que nos introduce en el mundo de la cibernética y en el internet, y a partir de él, podemos hacer miles de cosas…
-¿Qué cosas? ¿Qué miles de cosas?

Sin duda, si somos honestos –honestos, ¡eh!-, en el análisis del control, las novelas de ciencia ficción se han quedado, hoy, antiguas.
Lo que ocurre es que se van haciendo todos los procesos de forma que se muestran como un chupa chup. Entonces, como es dulce, se chupa. Y después de chupar la primera vez, pues chupas la segunda. Y te conviertes en un chupa-dor. Y no miras más, ¿no?, no te das cuenta de que te va a subir el azúcar, que te va a destrozar los dientes… no sé, las cosas que puede producir el chupa chup, o la coca-cola.
Que, por cierto, la oración lo permite: Una anécdota curiosa, ¿no? (Acento catalán) Como ustedes saben, sólo existe últimamente un club de futbol, que es algo más que un club, que es el “Barsa”. Antes sólo existía el Real Madrid, pero ahora… ahora… como los dioses: ahora existe uno, ahora existe otro. Y ya que hemos nombrado el chupa chup, le han preguntado, “diu”, al entrenador del Barça: “¿Qué hacéis para ganar tanto? Que lo habéis ganado todo. No ha habido nadie que haya ganado tanto ¡eh!” –Esto interesa incluso a los que no les importa para nada el deporte ¿eh?, atención. O sea, que no se descuiden-.
Dice: “Hemos introducido una serie de cambios, ché, significativos. Aparte del entrenamiento, hemos introducido unos cambios… Uno sobre todo ¡eh!, qué… vamos, que creemos que es el éxito” –dice Pep Guardiola, futuro presidente de Estados Unidos o algo…-
Pues sí, ché, ha dicho que se prohibió -y nadie del equipo toma- Coca-Cola. Fíjate tú. Porque antes, pues lo lógico ¿no?, que el jugador, el joven, pues… “¡No puedes tomar Coca-Cola, hombre!” ¿Será que Pep Guardiola sabe la fórmula? Pero nos ha llamado la atención ¡eh!, qué curioso, ¿no? ¿Será eso? Desde luego, debe de contribuir ¡eh!
Bien, el caso es que… en ningún cumpleaños de cualquier niño occidental faltará la Coke… light, sin light…, con light…. Bueno, da igual. Y eso, a lo mejor no es control ¿verdad?, pero es el refresco que más… no que más, sino que siempre, desde que existe, se ha vendido más en el mundo –he dicho “el mundo”-.
Sistemas de control creo que podemos encontrar… en nuestro entorno, permanentemente. Desde los más simples hasta los más complejos.
Y el sentido orante, el ser un orante en convicción… ¿nos hace –preguntamos- nos hace descubrir que nuestra referencia, nuestra relación, nuestra imbricación con lo Divino no es control? ¿Es posible que la actitud orante del ser… conlleve el darnos cuenta en qué medida nos controlan y en qué medida controlamos?

Porque el gran éxito del control, no es el control mismo; es desarrollar en el controlado, las ganas, el deseo y la dedicación de controlar… aunque sea al hámster que tiene en casa. Dice:
-Éste está bajo mi control. Si yo no le doy comida, se muere.
-Es verdad ¡eh!, qué poderoso eres ¿eh?
Podría decirse: “El hombre está controlado, ¿Quién lo descontrolará? El descontrolador que lo descontrole, buen descontrolador será”.
Dejándose ser evanescente ante la Creación, nos damos cuenta de que todos los procesos creativos, imaginativos, idealistas, visuales, astronómicos… están plenos de “fuera de control”. Están en ese –que así lo denominan los científicos, los astrofísicos- en ese caos… pero que funciona, es. Y nosotros, empeñados en controlar desde el momento de la salida del sol –que, según el gobierno, saldrá a una hora o a otra-, por supuesto la productividad, la salud, la enfermedad… Y resulta que habitamos -¡habitamos!- en un Universo sin control.
Entonces, ¡porca miseria!, ¿de dónde hemos sacado esa manía de controlar TODO?
De la envidia.
Sí, se ha interpretado que ese descontrol es el control más controlador del mundo. Y ahí se fueron erigiendo dioses, religiones… y nos fueron controlando de una forma o de otra.
Y esa semilla Divina, -que hasta… hasta la frase la empleó Barak Obama Hussein en la cumbre de Copenhage- que lleva todo ser, se… se autoproclamó Dios. Y además de tener cada uno su visión particular de lo Divino, ¡ejerce! como divino. Entonces tiene que controlar el mundo, porque parte de la idea religiosa –falsa- de que existe un Dios poderoso y plenipotenciario y “sustantivario” e infinitamente y no sé qué… ¿verdad?, que controla todo. Que contó tus pelos antes de nacer, que tiene contadas tus respiraciones, y cuando te llegue la hora, te cogerá de los pelos –por eso se llama “la pelona”- y te llevará… y te llevará ¡vaya usted a saber dónde! Según unos, a un paraíso; según otros, a unas fiestas, unas bacanales; según otros… Todos lo tratan de poner bonito…

¿Y si nos llevan para leernos la cartilla? (Comienza con acento catalán) Diu, vaya sorpresa ¿eh? Tantos años siendo bueno, y resulta que cuando te llevan, te dicen que eres idiota, que si no te has dado cuenta lo bien que viven los malos, ¡hombre! ”Yo te mandé para que vivieras bien, no para que vivieras fatal.”
Podemos tener cualquier versión, sin duda… ¿o tampoco está permitido?
Sí, puede ser, puede ser, puede ser. Ahora que… estamos de… de fiesta. ¿Verdad? Puede ser, puede ser, puede ser que… que sea un buen momento, aprovechando la fiesta, para ver cómo nos controla el mazapán, nos controla el regalo de la empresa, nos controla la cena de compañeros… -fíjate si habrá días para cenar ¿eh?-, nos controlan los juguetes –millones, cientos, miles de millones-.
Puede ser un buen momento para darse cuenta de que, cuando estamos inmersos en lo orante y en lo Divino, no hay control; uno pierde el control. ¡No quiero control! No quiero controlar, ni que me controlen. Eso no significa que voy a arrasar, a destrozar… Nos han, también, metido en la cabeza que algo que no está controlado es algo peligroso, dañino.
¿Los amantes controlan sus besos?
¿El dolor por una enfermedad se controla...? ¿O… o se vive como….?
¿Se controla la partida… de seres cercanos que están en otras dimensiones?
¿Cómo se controla todo eso? ¿No hay suficientes elementos de descontrol como para darnos cuenta de que estamos en un universo sin control? ¡Es que no hace falta el control! No hace falta.
Y nos han educado sistemáticamente en que nos controlemos, una y otra vez. Y no hemos podido ni gritar, ni llorar ni saltar… porque siempre que se nos ocurría alguna cosa gratificante, estaba prohibido ¡coño!, no era el momento. “Hay que controlarse, hay que controlarse, hay que controlarse”. Y claro, a base de controlarte, te haces una persona controlada, controlado, controlador, y lo mejor que puedes hacer es dedicarte a los aviones, de controlador de esos, para evitar que se den un golpe.
La Creación, un proceso creativo no se puede controlar, no se debe controlar. Y cuando esa fuerza de convicción está vibrando en lo sutil, en lo expandido, no necesitamos ejercitar ningún acto de voluntad. Nos dejamos llevar por los sonidos, las fantasías, las palabras…

CONFIDENCIAL. Sí, hay… hay una parte. Quizás en la frase hay una parte que no sea la más adecuada… Hay un estado vibracional en nuestra ánima que es confidencial. Sí, que lo compartimos con muy pocas situaciones, personas, animales o cosas. Que no es exactamente un secreto. ¿Cómo describir, así, abiertamente, una experiencia que para nosotros ha sido conmovedora, y que tenía un halo diferente a lo humano? Difícil. Queda en lo confidente. Y de lo confidente, cultivamos esa semilla confidencial para, realmente, establecer confidencias entre unos y otros. Y recalar en lo más cristalino, en lo más claro, en lo más divino que cada ser haya experimentado, sentido o vivido.
¡Podemos ser confidentes unos con otros!, de la experiencia de sentirnos amados, cuidados, zarandeados, incomprendidos… Pero sabiendo que todo eso proviene de… de nuestra naturaleza, que expresamente es una muestra creadora. No importa bajo qué teoría.
Confidentes de lo más bondadoso que hayamos vivido.
Y, en la medida en que abrimos nuestro baúl de confidencias, y los demás participan en ello -y, obviamente, va a ser confidencial, no va a ser una conferencia-, en esa medida, nuestra opción de relacionarnos, de convivir –que cada vez se hace más difícil-, se abre al compartir, puesto que conozco confidencias tuyas, y tú, mías. Nuestra ánimas se han enrocado, como en el juego del ajedrez, sean cortas o largas. Nuestras almas enrocadas ya han dado un salto ¡divino! en nuestro estar, porque lo confidencial ha sido compartido, sin miedo, sin preocupación.
Que, ciertamente, se puede pensar, claro, en la convivencia actual eso puede salir mal… Sí, claro, puede salir fatal… Y das una confidencia y a los diez minutos lo sabe media Francia… Pongo Francia porque está relativamente cerca…
Sí, puede salir mal, claro que sí. Pero… ¿Y cuando sale bien? ¿Apostamos por la bondad, apostamos por lo bueno por conocer, o apostamos reiteradamente por la desconfianza, la retracción, las verdades a medias, o lo “más vale lo malo conocido”? ¿Vamos a seguir apostando por eso? O apostando –aún a costa del descalabro-, nos abrimos en esas confidencias.
Quizás también sea una semana confidencial.
Incluso esas pequeñas confidencias que, aunque desde nuestra inocencia creemos que la Creación no las sabe, compartirlas en el silencio orante.

Puede ser, ahora, momentos oportunos para nuestras convicciones, el análisis de los controles, y nuestras confidencias.
Quizás así, sintamos la liberación en lo Divino, más cerca; la intimidad hacia Él, más evidente; el sentido hacia Lo Eterno, más claro.
Y, de una manera conjuntada con otros, sentir el suave aroma del Todo, sin dejar de reafirmarse el Todo que es cada uno.

Ámen.