Llaman a recoger otra cosecha
11 de noviembre de 2024
Cuando el agua se hace terror, y la sequía, drama, quizás el ser deba reconocerse en su indolencia de atención, de alerta y –si es preciso- de alarma.
Repetidos errores empujan a horrores, lamentos y desesperos.
Y los hay que aprovechan la coyuntura para sacar beneficios, para desahogar su envidia… o justificar esa tímida respuesta de advertencia.
Sí. Un acontecer luctuoso, cercano, no nos debe obnubilar y dejar de ver lo lejano.
Ocurren… ocurren desordenados afanes por dominar, controlar y decir que se sabe.
La Llamada Orante nos conduce, a través de cercanas conmociones, a despertar a aparentes lejanas perturbaciones.
La Llamada Orante nos sitúa en la universalidad en donde estamos… Y aprovecha cualquier circunstancia para reclamar nuestra posición, nuestra disposición, nuestra actitud, puesto que, más íntimo y cercano, transcurren situaciones similares, parecidas, pero están tan “a mano” que resultan ser normales.
Y es así que, recogiendo lo cercano, analizamos lo íntimo y le damos… correlato, le añadimos intuición, alerta, alarma…; no vaya a ser que todo lo que ocurre cerca o lejos, ya esté ocurriendo en nosotros, en nuestra intimidad. Y por la falta de atención, por una indecisa honestidad y por una mentira piadosa –la peor de todas-, se llegue a guardarse de sí mismo –no se sabe en qué guarida- celebrando que no ha ocurrido… ni lo cercano ni lo lejano, pero en realidad está ocurriendo.
Nada está desconectado. Todo está íntimamente ligado. La escucha de la trascendencia de lo cercano y lo lejano, en su equivalente en “lo íntimo”, nos hace descubrir otra consciencia, nos hace abrirnos a otras realidades: esas otras realidades que reclaman nuestra anuencia, nuestra resolución, nuestra posición sin miedo, con la frescura decisión de no haber tenido que guerrear conmigo, y haber sido capaz de sintonizar con lo desconocido: eso que me mantiene y me sostiene, me anima y me conmueve.
“He de estar ¡presto!... a la misteriosa alianza de la vida para conmigo”, debe expresar cada ser. Y mostrarse defendido… por algo más que su razón, su lógica, sino defendido por su pasión, su decidida ilusión y entrega hacia lo desconocido.
Sí, quizás nos reclamen por poco rentables, nos reclamen por… poco normales; incluso seamos el punto de mira por lo que pueda ocurrir.
Es curioso: los que con el misterio no están de acuerdo, con lo desconocido no están dispuestos a abrirse, se sienten protectores y avalistas de nuestras historias.
¡Increíble!
¡Suplantan nuestros sentidos!... Se erigen en vanguardia de una guardia ya derrotada.
Sí. Dan por bueno aquello que dice que “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”.
Y así la amenaza, la advertencia, el aviso… se vuelven virulentos y reclaman autoridad.
“Autor soy –me he de decir, y decir sin miedo- de elegir el camino de la irrealidad. Ese que me lleva a sentirme amado y amar; ese que me hace ilusionar; ese que me ‘desborra’ del tiempo, y me instala en el instante, pero nunca para. Siempre nomadeando y peregrinando hacia la eterna irrealidad. Esa que no garantiza renta ni beneficio. Esa que no nos va a dar premios. Esa que nos va a hacer creer en imposibles, regodearse de milagros, asombrarse de los imprevistos, y hacernos ser arte permanente de belleza y demostración evidente de con-tun-dencia.
“Loco y desvariado”, podré ser señalado, mas no daré explicaciones ni razones para la defensa. Sería entrar en el combate inútil al que ya se ha derrotado. Él solo, ellos mismos se han ganado”.
Nos llaman a “seguridades”, nuestras razones, nuestros saberes, suplantando las verdaderas dimensiones de nuestra presencia.
Y así el ser va renunciando a sus fantasías, a sus imaginaciones, y se hace sierra dentada de beneficios, pérdidas, ganancias… y de un recorrer de vida basado en sentirse “centro” y buscar una hegemonía.
El aplauso del ejercicio de la valía, ¡que esfuerzo tan baldío!: en cuanto llega el tiempo, se destruye lo conseguido.
Riadas de explicaciones se darán, cada vez que el ser opte por trascender, por fantasear, por creativizar su vivir, por hacerse enamorado del gusto, el olfato, la visión, la audición, la caricia…
Es momento… –siempre es momento, pero en algún instante hay una atención especial- es momento para recoger la cosecha de lo intangible, de lo no rentable, de lo absurdo, de lo raro, de lo inadecuado, de lo inservible, de lo inútil.
Es momento de recoger esa cosecha, para desprenderse de esa cáscara, de esa costra que se ha ido instaurando mientras nos educaban, nos enseñaban…; nos domesticaban, nos controlaban, nos inducían…
Nos amaestraban, para que obedeciéramos al látigo de la voz, de la ley, del orden, de la renta.
Todo “por nuestro bien”.
Y atrás quedaban las alucinadas fantasías. Atrás quedaban los muñecos de papel. Atrás, muy atrás, quedaban las miradas enloquecidas, esas que nos hacen temblar, nos hacen perder –¡ay!, sin haber ganado-… nos hacen perder lo cuerdo y lo pactado.
Esas que nos hacen desobedecer al domador, a la domadora, a los domadores.
Esas que nos hacen intentar abrir la jaula en la que se está.
Esa que nos incita a desobedecer, en el espectáculo, al domador: padre, madre, amigo, jefe…
Toda una ristra de domesticadores, que pretenden sistemáticamente que nos convirtamos también en domadores.
Mas el hombre de fe, el ser de fantasía, ese que cree… y se recrea y se hace creativo, ese que busca en donde no hay, para que aparezca lo que no se esperaba… ¡Ay!...
Y cabe preguntarse –cuando aparecen las dudas sobre la inutilidad de la posesión-, cabe preguntarse: “¿De qué sirvió tanta doma sobre mi hacer, mi actuar y mi dedicación? ¿De qué sirvió tanta norma?”.
Sí. Me convirtieron en horma –la norma-, y no permitieron que mis manos crecieran, ni mis pies se ensancharan, ni mis caminares se perdieran.
Sí. Llaman a recoger otra cosecha: la que no está hecha; la que nos ilumina; la que nos hace sentirnos “siempre posibles”.
Esa cosecha de liberación que nos permite contemplar la demolición, como expresión inevitable de la vanidad, la soberbia, la suplantación, el poder y… la obsesiva violencia.
Es perentorio empezar la recolección… Recuperar aquellos dibujos perdidos en la esquina del papel. Recoger aquella letra fuera de la línea obligada… Y soñar. Soñar en ese despertar, en el que todo lo lógico y lo sensato no tiene lugar.
¡Y no es un desafío!, no es un enfrentarse; es, por fin, declararse habitante de la Eternidad.
No puedo ser un despojo de un domador. No puedo ser una piltrafa de las costumbres, las normas, las leyes, la moral, las religiones y ¡tantos prejuicios!
No puedo ser el amedrentado que se asusta por el grito, ¡por la orden o el mando de otro!... que se erige en purista, en supremo domador.
Habrá que cerrar las funciones del circo, para abrirse a las circunstancias de lo imprevisto.
Desde los mundos sin materia, reclaman nuestro testimonio.
Desde los mundos del Misterio, nos llaman para que seamos claridad… e imperturbables ante los razonables propósitos que el hábil domesticador emplea con el premio del dulce, con el premio de la palmadita, con el premio de saber que la estricta obediencia es nuestro mejor camino. Obediencia a otros. Obediencia a lo que ya está establecido. Hay que justificar el fracaso, como sea.
Y dispararán sobre ideales, amores, afectos y entrañas sensitivas, aunque no tengan ¡nada que ofrecer de ternura!, en sus vidas.
“Aunque no tengan nada que ofrecer de ternura de sus vidas”.
¿Qué órdenes dan los intrusos domadores que ni por un instante han soñado con ser transparentes? ¡Transparentes!
Sí, ellos también fueron domesticados. Y se hicieron, generación tras generación, ¡más fuertes!
Pero cuando se enfrentan a la transparencia de la convicción de ideales, las voces, los gritos y las amenazas no funcionan. Es más, incrementan la convicción de la fe y la esperanza.
Sí. Es así como se cosecha en el testimonio cotidiano: en saber dar la respuesta de no ser domesticado; de haberse salido del circo… y rogar por el domador.
Con el sentido del sentir… de esa emoción incontenible que nos subyuga y nos hace poetas de instantes, se logra un caminar y un ir… de la sorpresa permanente de ese descubrirse inmortalmente presente.
Amen.
***
They call to gather another harvest
2024-11-11
When water becomes terror, and drought, drama, perhaps the being should recognize itself in its indolence of attention, of alertness and –if necessary- of alarm.
Repeated errors lead to horrors, laments and despair.
And there are those who take advantage of the situation to profit from it, to vent their envy… or to justify that timid warning response.
Yes. A mournful event, close by, should not cloud our vision and blind us to the distant.
They happen… there are disordered efforts to dominate, control and to claim that one knows.
The Prayerful Call leads us, through nearby shocks, to awaken to apparent distant disturbances.
The Prayerful call places us in the universality where we are… And it takes advantage of any circumstance to claim our position, our disposition, our attitude, since, more intimate and closer, similar situations occur, but they are so “at hand” that they turn out to be normal.
And so, gathering what is close, we analyse what is intimate and we give it… correlate, we add intuition, alertness, alarm…; lest everything that happens near or far, is already happening in us, in our intimacy. And due to lack of attention, due to indecisive honesty and due to a white lie –the worst of all-, we end up hiding from ourselves –we don’t know in what lair- celebrating that it hasn’t happened… neither what is near nor what is far, but in reality, it is happening.
Nothing is disconnected. Everything is intimately linked. Listening to the transcendence of what is near and far, in its equivalent of “the intimate”, makes us discover another consciousness, makes us open ourselves to other realities: those other realities that demand our consent, our resolution, our fearless position, with the fresh decision of not having had to fight with myself, and having been able to tune in with the unknown: that which maintains and sustains me, animates and moves me.
“I must be ready!... for the mysterious alliance of life with me,” every being must express. And show itself defended… by something more than its reason, its logic, but defended by its passion, its determined illusion and dedication to the unknown.
Yes, perhaps we may be called out for not being profitable; we may be called out for being… not very normal; we may even be the focus of attention for what may happen.
It is curious: those who do not agree with the mystery, with the unknown, are not willing to open up, they feel they are protectors and guarantors of our stories.
Unbelievable!
They supplant our senses!... They set themselves up in the vanguard of an already defeated guard.
Yes. They take for granted the saying that goes “better the devil you know”.
And so, the threat, the warning, the advice… become virulent and claim authority.
“I am the author –I must say to myself, and say it without fear- of choosing the path of unreality. That which leads me to feel loved and to love; that which makes me excited; that which ‘erases’ me from time, and installs me in the instant, but never stops. Always nomadic and pilgrimage towards eternal unreality. That which does not guarantee income or profit. That which will not give us prizes. That which will make us believe in the impossible, rejoice in miracles, be amazed by the unexpected, and make us a permanent art of beauty and evident demonstration of de-cisive-ness.
“Crazy and deranged”, I may be called, but I will not give explanations or reasons for defending myself. It would be to enter into a useless battle with someone who has already been defeated. He, along they, have won themselves”.
They call us to “securities”, our reasons, our knowledge, supplanting the true dimensions of our presence.
And so, the being gives up its fantasies, its imaginations, and becomes a jagged saw of profit, losses, gains… and a journey through life based on feeling “centre” and seeking hegemony.
The applause of the exercise of worth, what a futile effort!: as soon as the time comes, what has been achieved is destroyed.
Many explanations, will be given, every time the being chooses to transcend, to fantasize, to creativize its life, to fall in love with taste, smell, sight, hearing, caresses…
It is time… –it is always time, but at some point there is special attention- it is time to reap the harvest of the intangible, of the unprofitable, of the absurd, of the strange, of the inadequate, of the useless, of the pointless.
It is time to reap that harvest, to get rid of that shell, that crust that has been established while we were being educated, taught…; they tamed us, controlled us, induced us…
We were trained, so that we would obey the whip of the voice, of the law, of order, of profit.
All “for our own good”.
And the hallucinated fantasies were left behind. The paper dolls were left behind. Far, far behind, were the maddened looks, those that make us tremble, make us lose –oh!, without having won-… make us lose what is sane and what has been agreed.
Those that make us disobey the tamer, the tamers.
Those that make us try to open the cage in which we are.
That which incites us to disobey, in the show, the tamer: father, mother, friend, boss…
A whole string of tamers, who systematically try to turn us into tamers too.
But the man of faith, the being of fantasy, the one who believes… and recreates and becomes creative, the one who searches where there is nothing, so that what was not expected will appear… Oh!...
And it is worth asking oneself –when doubts appear about the uselessness of possession-, it is worth asking: “What was the use of so much taming of my doing, my acting and my dedication? What was the use of so many rules?”.
Yes. They turned me into a last –the rule-, and they did not allow my hands to grow, nor my feet to widen, nor my steps to be lost.
Yes. They call to gather another harvest: the one that is not done; the one that illuminates us; the one that makes us feel “always possible”.
That harvest of liberation that allows us to contemplate demolition, as an inevitable expression of vanity, pride, impersonating, power and… obsessive violence.
It is urgent to begin the harvest… To recover those drawings lost in the corner of the paper. To pick up that letter outside the obligatory line... And dream. Dream in that awakening, in which everything logical and sensible has no place.
And it is not a challenge!, it is not a confrontation; it is, finally, declaring oneself an inhabitant of Eternity.
I cannot be the waste of a tamer. I cannot be a wreck of customs, norms, laws, morals, religions and so many prejudices!
I cannot be the frightened one who is scared by the shout, by the order or command of another!... who sets himself up as a purist, as a supreme tamer.
The circus performances will have to be closed, to open up to the circumstances of the unforeseen.
From the worlds without matter, they demand our testimony.
From the worlds of Mystery, they call us to be clear… and unperturbed by the reasonable purposes that the skilful tamer uses with the reward of the sweet, with the reward of the pat, with the reward of knowing that strict obedience is our best path. Obedience to others. Obedience to what is already established. Failure must be justified, whatever it takes.
And they will shoot at ideals, loves, affections and sensitive entrails, even if they have nothing to offer in terms of tenderness!, in their lives.
“Even if they have nothing to offer in terms of tenderness in their lives”.
What orders do the intruding tamers give who have not even for a moment dreamt of being transparent? Transparent!
Yes, they too were also tamed. And they became, generation after generation, stronger!
But when faced with the transparency of the conviction of ideals, voices, shouts and threats do not work. In fact, they rather increase the conviction of faith and hope.
Yes. This is how it is harvested in daily testimony: in knowing how to give the response of not being tamed; of having left the circus… and praying for the tamer.
With the sense of feeling… of that uncontrollable emotion that subdues us and makes us poets of moments, a walking and a going is achieved… of the permanent surprise of that discovery of being immortally present.
Amen.
***