Soy
un destilado de Amor Eterno
29
de abril de 2024
Y
la humanidad, en su fracción prepotente, se hace cada vez más
extensiva en sus objetivos, intenciones y propuestas, llevando el
mensaje a cada ser de que su destino depende de su sacrificio,
obediencia, trabajo, ganancia, poder, ¡triunfo!
Y
en esa línea de dominador... –dominador de todo el entorno, pero
en principio, dominador de humanidades-, la prepotencia de la
fracción de humanidad que explota, persigue, domina, controla, la
que saca sus conclusiones de estadísticas demoledoras, siempre
inferiores a lo real, nos muestra un panorama de opresores y
oprimidos.
Nada
original, si repasamos las historias.
Parece
que “tanto tienes, tanto vales”,
“querer es poder”,
“tú puedes con todo”…
y esos largos eslóganes de ejemplos en los que aquél y el otro
lograron, gracias a su esfuerzo, a su dedicación...
¿Y
los millones que también se esforzaron y se dedicaron, y no
llegaron? Y no llegaron porque, entre el poder y la servidumbre, hay
filtros de selección.
Hay
un “numerus clausus”.
Y aunque aumentan los ricos en pequeña proporción, aumenta la
pobreza en gran proporción.
En
tiempos relativamente recientes –sí, desde la óptica histórica-
había... –y hay todavía, sí, pero muy camuflado, muy virtual-
una llamada “clase media” de humanos, que no eran servidumbre, no
eran poderosos, pero guardaban la apariencia. Era la burguesía que
se había sublevado para ser como los monarcas y herederos de tronos
y potestades; que con sus logros –económicos, sobre todo-
conseguían estar ahí, jadeando por llegar a las excelsas instancias
de poder... intermediarios entre la ignorante y explotada
servidumbre, y la demanda de los poderosos, y aspirando –claro- a
ser más.
Ese
modelo era interesante, en cuanto que se conseguía casa, coche y
césped para cortar –que no falte el césped, por favor-; una
familia estable y... una barbacoa semanal.
“American
Beauty”. Modelo ya extendido.
¡Pero,
la vanidad! –¡ay, la vanidad!-… esa prepotencia personal, esa
creencia endiosada de vivir en la verdad, se hizo esclavista y muy
jadeante para aspirar a los puestos gobernantes.
Así
que, ante esa tesitura, se fue corrompiendo.
Y
en su corrupción, se hicieron servidumbres desagradables,
quejumbrosas. Nada
les gustaba. Nada
apreciaban. Todo
era malo.
Y
así van: progresivamente contaminando más aún a los menesterosos.
Pero, sin duda, un triunfo de los poderosos, que, si bien precisaban
de unos “intermediarios”...; siguen siéndolo, de alguna manera,
pero ya sin ninguna posibilidad de alcanzar el liderazgo, salvo en
sus guetos particulares.
Convertidos
en esclavistas, los medios se defienden entre la vulgaridad y el
abuso de la ignorancia de los menesterosos. Y así, realmente se
constituye una élite... y el resto.
Mientras
el resto aspire... –porque inducidos y educados han sido- a ser
élite, nada va a cambiar.
La
burocracia bloqueará cualquier aspiración; agotará cualquier
esperanza.
El
castigo será la recompensa. Sí.
La
persona se sentirá justamente castigada por no haber logrado, por no
haber llegado, por no saber, ¡por no tener!...
Plan
perfecto de exterminio: siéntete culpable de no haber alcanzado, de
no haber tenido, de no haber logrado. Y así vivirás desesperado, y
justificado el que te castiguen.
Y
te harás gueto menesteroso que suspira por una élite inalcanzable:
esa que pone el precio a la manzana que te comes; esa que pone precio
a la salud que tienes; esa que te ha comprado y vendido varias veces.
Puede
parecer un panorama desolador.
Ese
sería el primer error a la hora de contemplar, nos avisa la Llamada
Orante. ¡No! No, no, no, no. No es desolador, ni es desalentador, ni
es terrible. Es.
¡Quitemos!... quitemos esos adjetivos calificativos que cierran la
puerta ante cualquier modificación: “¡Es
desolador!, ¡es terrible!”. Sí. ¿Y?
El
Papa Francisco realiza la publicación de una Encíclica en la que
enumera los horrores de la humanidad. Como si no nos hubiéramos dado
cuenta de que el hambre es mala, que la guerra es terrible, que la
prostitución es desoladora... Y así sucesivamente, enumera las...
¡como si no nos hubiéramos dado cuenta! Como si con ese aviso
hiciera cambiar.
Bien
está darse cuenta y ver, pero no darlo por zanjado.
Darlo
por lo que está ahora.
Y
la Llamada Orante nos sitúa en ese “ahora”... y evita
condenarlo.
Es
el tiempo de supremacía de la especie. En una fracción de ella,
claro.
Si
bajamos el índice de fertilidad, si aumentamos las guerras, si
promovemos la enfermedad a través del estrés permanente, si
acrecentamos los recursos alimentarios de forma manipuladora...
conseguiremos una reducción notable de individuos –que precisarán,
lógicamente, menos recursos- y más espacios disponibles para los
supremacistas.
No
es difícil darse cuenta.
Sí.
El aspecto es desolador, sí. O –como se diría- “apocalíptico”.
Que está mal empleada la palabra, pero vale, se entiende; que se
traduce como... “terrible”.
Pero
–a nivel orante- el Misterio Creador, lo que tiene “diseñado”
–permitamos, para entender- para esta especie, ¿es... la
desolación?, ¿es la destrucción total? ¿La vida se ha gestado
para demolerse?
La
Llamada Orante nos sitúa en otra disposición, en la que no
juzgamos: meditamos; en la que no condenamos: contemplamos. Y eso nos
permite mantener una posición sin vanidad, sin aspiraciones de
poder, sin obsesiones de seguridad, sin temores por perder.
Y
configurarnos en diminutas unidades en las que no se contamine, el
ser, con sus aspiraciones; no se convierta en prejuicioso reclamante
de dominios. Sí: que pase como servidumbre, sin serlo.
Porque
el ser es, realmente, lo que cree.
Y el creer es lo que realmente ama. Y el amar es lo que realmente nos
libera.
Si
sabemos permanecer en esas coordenadas, no hay que temer, ni
envidiar, ni prejuiciar, ni juzgar, ni condenar.
Hay
que testimoniar, hay que realizar, hay que estar en la creencia
continuada, en el orar perseverante: aquello que nos da la
perspectiva liberadora.
La
egolatría del poder pretende convertir, todo, en su modelo de divina
humanidad.
Es
ese espejismo de felicidad, que se vende y que, claro, nunca se
sacia. Esa es su meta: creación de insaciables consumidores que
aspiran a ser felices.
La
Llamada Orante nos llama a sentirnos intermediarios de la Creación.
“Intermediarios” en el sentido de provenir de ella. Nos llama a
ser servidores de lo invisible, y ‘testificadores’ de nuestro
compromiso.
La
Llamada Orante nos reclama una disposición de encontrar sus
designios, de evaluar sus revelaciones, de incorporar esas muestras
“casuales”... que aparecen de manera inesperada; que la mayoría
de las veces –claro- perturban la paz burguesa de la mediocridad.
No
gusta que lo “seguro” obtenido en la mansedumbre de la
servidumbre pueda ser perturbado por un amor inesperado, por un
descubrimiento sorprendente, por una idea reveladora.
La
vida, desde la óptica del Misterio Creador, no es una domesticada
expresión de lo material. No somos domésticos y esclavos. No es
nuestra función domesticarnos.
Así
se plantea la cultura y la educación: en domesticar al ser, y
hacerle y convertirle en... –como dicen los políticos ahora- en
“hombres de bien”.
¿De
“bien”? ¿De qué “bien”?
Al
contemplar, al meditar, al orar en torno a lo que transcurre, al
visionar la universalidad de los procesos, podemos adquirir el firme
propósito de que no somos domesticados, que no hemos venido a que
nos domestiquen.
Que
somos servidores de eternidades, liberados.
Y
para ello no necesito la pistola, el cuchillo, la casa, el coche, el
dinero... No. Necesito la consciencia de creencia. Lo que soy: un
destilado de Amor Eterno. “Un destilado de Amor Eterno”.
No
se puede comprar, no se puede vender... aunque se quiera. No se puede
alquilar, no se puede prestar.
Aunque
esas maniobras se realicen, el destilado de Amor del Eterno está
ahí: late, palpita, suspira. Y no “quiere”
esto o aquello, sino que siente el amor que le promueve.
Y
así, la Llamada Orante nos sitúa en perspectivas en las que podemos
dar respuestas –con actitudes, ejemplos, testimonios- ante lo que
transcurre ahora.
Un
“ahora” que dura, sí... Y que durará mucho si nos fijamos en
los tiempos, y no modificamos nuestra consciencia atemporal.
Y
al dejarla temporal... nos hacemos “Gauss”: nacemos, crecemos,
nos desarrollamos, nos decrecemos y desaparecemos.
Pero
fíjense en una cosa, por favor: cuando contemplan el mar... y
aparece una ola, cualquiera diría que es una curva de Gauss. Es
fácil: crece, sube –incluso algún surfista estará encima-,
baja... ¿y qué pasa? ¿Desaparece?
Estarían
ya secos todos los mares, ¿no?
No.
La ola rompe y se recoge hacia sí misma, y vuelve de forma
inesperada y de manera distinta. Y no deja de ser mar, pero nunca ha
sido Gauss. Nunca ha nacido, crecido, desarrollado y desaparecido.
No. Y cada vez que hace ese movimiento, se recoge para hacer otro
más...
gracioso, más
imprevisto, más
distinto, con más espuma, con más sonido, con menos...; ¡más
suave!
El
mar hace de su vivir un reflejo del Universo, y se hace eterno en su
transcurso.
El
océano de amor es un palpitante muestrario de la oración que nos
revela, que ¡nos llama!... para que seamos olas de creciente
expectación y, en ese océano de Amor, seamos excepcionales,
extraordinarios.
Ninguna
ola es igual que otra, pero todas ellas pertenecen a la unidad de esa
inmensidad que se cimbrea en las tres cuartas partes de nuestro
planeta...
Que
nos deja una tercera parte de tierras emergentes, para que nos demos
cuenta, desde ellas, de nuestra inmortalidad... y de la consciencia
de lo que somos. Y, en consecuencia, en esa agua convertirnos, como
adaptables complacientes.
La
alegría de vivir resuena en nuestro cuerpo, como un signo de
inmortal presencia del Misterio Creador.
No
es, vivir, una agria queja permanente.
Es,
vivir, una aceptación complaciente: la que nos da acceso a esa
alegría de amar y de sentirse amados... ¡resonando en una
liberación constante!, diaria, nueva, extraordinaria, excepcional,
¡única!
***
I
am a distillate of Eternal Love
2024-04-29
And
humanity, in its arrogant fraction, becomes increasingly extensive in
its objectives, intentions and proposals, carrying the message to
each being that its destiny depends on its sacrifice, obedience,
work, profit, power, triumph!
And
in that line of dominator... -dominator of the entire environment,
but in principle, dominator of humanities-, the arrogance of the
fraction of humanity that exploits, persecutes, dominates, controls,
the one that draws its conclusions from devastating statistics,
always inferior to reality, it shows us a panorama of oppressors and
oppressed.
Nothing
original, if we review history.
It
seems that “you have so much, you are worth so much”, “wanting
is power”, “you can do everything”… and those long
slogans of examples in which one and the other achieved, thanks to
their effort, their dedication…
And
the millions who also made an effort and dedicated themselves, and
did not arrive? And they did not arrive because, between power and
servitude, there are selection filters.
There
is a “numerus clausus”. And although the rich increase in
a small proportion, poverty increases in a large proportion.
In
relatively recent times -yes, from a historical perspective- there
was... -and there still is, yes, but very camouflaged, very virtual-
a so-called “middle class” of humans, who were not servants, were
not powerful, but kept the appearance. It was the bourgeoisie that
had risen up to be like the monarchs and heirs of thrones and powers;
that with their achievements -economic, above all- they managed to be
there, gasping to reach the exalted levels of power... intermediaries
between the ignorant and exploited servants, and the demand of the
powerful, and aspiring -of course- to be more.
That
model was interesting, in that you got a house, a car and grass to
cut –don't miss the grass, please-; a stable family and... a weekly
barbecue.
“American
Beauty”. Already extended model.
But
vanity! –oh, the vanity!-… that personal arrogance, that deified
belief in living in the truth, became slave-like and very yearning to
aspire to governing positions.
So,
faced with this situation, it became corrupted.
And
in their corruption, they became unpleasant, complaining servants.
They didn't like anything. They appreciated nothing.
Everything was bad.
And
so they go: progressively contaminating the needy even more. But,
without a doubt, a triumph of the powerful, who needed
“intermediaries”…; they continue to be so, in some way, but
without any possibility of achieving leadership, except in their
particular ghettos.
Converted
into slavers, the media defend themselves between vulgarity and the
abuse of the ignorance of the needy. And so, an elite is really
formed... and the rest.
As
long as the rest aspire... -because induced and educated they have
been- to be elite, nothing is going to change.
Bureaucracy
will block any aspiration; it will exhaust any hope.
The
punishment will be the reward. Yes.
The
person will feel rightly punished for not having achieved, for not
having arrived, for not knowing, for not having!...
Perfect
extermination plan: feel guilty for not having achieved, for not
having had, for not having accomplished. And so, you will live in
despair, and justified in being punished.
And
you will become a needy ghetto that pines for an unattainable elite:
the one that puts the price on the apple you eat; the one that puts a
price on the health you have; the one that has bought and sold you
several times.
It
may seem like a bleak outlook.
That
would be the first mistake when contemplating, the Prayer Call warns
us. No! No, no, no, no. It is not bleak, nor is it discouraging, nor
is it terrible. It is. Let's remove!... let's remove those
qualifying adjectives that close the door to any modification: “It's
devastating!, it's terrible!” . Yes, and?
Pope
Francis publishes an Encyclical in which he lists the horrors of
humanity. As if we hadn't realized that hunger is bad, that war is
terrible, that prostitution is devastating... And so on, he lists
the... as if we hadn't realized! As if with that notice it would make
a change.
It
is good to realize and see, but not to give it up.
Give
it for what it is now.
And
the Prayer Call places us in that “now”… and avoids condemning
it.
It
is the time of supremacy of the species. In a fraction of it, of
course.
If
we lower the fertility rate, if we increase wars, if we promote
illness through permanent stress, if we increase food resources in a
manipulative way... we will achieve a notable reduction in
individuals -who will logically require fewer resources- and more
spaces available for supremacists.
It's
not difficult to realize.
Yes.
The appearance is devastating, yes. Or –as one would say-
“apocalyptic”. That the word is misused, but okay, it is
understood; which translates as... “terrible”.
But
–at a prayerful level- the Creative Mystery, what it has “designed”
–let us understand- for this species, is it... desolation?, is it
total destruction? Has life been conceived to be demolished?
The
Prayer Call places us in another disposition, in which we do not
judge: we meditate; in which we do not condemn: we contemplate. And
that allows us to maintain a position without vanity, without
aspirations for power, without security obsessions, without fear of
losing.
And
configure ourselves into tiny units in which the being is not
contaminated with its aspirations; doesn’t become a prejudiced
domain claimant. Yes: let it pass as servitude, without being so.
Because
being is, really, what one believes. And believing is what one
really loves. And loving is what really sets us free.
If
we know how to stay in those coordinates, there is no need to fear,
to be envious, prejudiced, to judge, or condemn.
We
must witness, we must realize, we must be in continued belief, in
persevering prayer: that which gives us the liberating
perspective.
The
egomania of power seeks to convert everything into its model of
divine humanity.
It
is that mirage of happiness, which is sold and, of course, never
satisfied. That is its goal: the creation of insatiable consumers who
aspire to be happy.
The
Prayer Call calls us to feel like intermediaries of Creation.
“Intermediaries” in the sense of coming from her. It calls us to
be servants of the invisible, and 'witnesses' of our commitment.
The
Prayerful Call demands from us a willingness to find its designs, to
evaluate its revelations, to incorporate those “casual”
samples... that appear unexpectedly; that most of the time – of
course- they disturb the bourgeois peace of mediocrity.
One
does not like that the “safety” obtained in the meekness of
servitude can be disturbed by an unexpected love, by a surprising
discovery, by a revealing idea.
Life,
from the perspective of the Creative Mystery, is not a domesticated
expression of the material. We are not domestics and slaves. It is
not our role to domesticate ourselves.
This
is how culture and education are proposed: in domesticating the
being, and making him and turning him into... -as politicians say
now- into "good men."
“Good”?
Of what “good”?
By
contemplating, meditating, praying about what is happening,
envisioning the universality of the processes, we can acquire the
firm resolve that we are not domesticated, that we have not come to
be domesticated.
That
we are servants of eternities, liberated.
And
for this I don't need the gun, the knife, the house, the car, the
money... No. I need the consciousness of belief. What I am: a
distillation of Eternal Love. “A distillate of Eternal Love.”
You
can't buy it, you can't sell it... even if you want to. It cannot be
rented, it cannot be lent.
Although
these manoeuvres are carried out, the distillate of Love of the
Eternal is there: it beats, it palpitates, it sighs. And one does not
“want” this or that, but rather feels the love that
promotes one.
And
thus, the Prayer Call places us in perspectives in which we can give
responses –with attitudes, examples, testimonies- to what is
happening now.
A
“now” that lasts, yes... And that will last a long time if we
look at the times, and do not modify our timeless
consciousness.
And
by leaving it temporary... we become “Gaussian”: we are born, we
grow, we develop, we decrease and we disappear.
But
pay attention to one thing, please: when you look at the sea... and a
wave appears, anyone would say it is a Gaussian curve. It's easy: it
grows, it goes up -even some surfer will be on top-, it goes down...
and what happens? Does it disappear?
All
the seas would be dry by now, right?
No.
The wave breaks and collects itself, and returns unexpectedly and in
a different way. And it is still the sea, but it has never been
Gaussian. It has never been born, grown, developed and disappeared.
No. And every time it makes that movement, it gathers itself to make
another one that is funnier, more unexpected, more
different, with more foam, with more sound, with less...; softer!
The
sea makes its life a reflection of the Universe, and becomes eternal
in its course.
The
ocean of love is a palpitating display of the prayer that reveals to
us, that calls us!... so that we may be waves of growing expectation
and, in that ocean of Love, we may be exceptional, extraordinary.
No
wave is the same as another, but all of them belong to the unity of
that immensity that waves in three quarters of our planet...
That
leaves us a third of emerging lands, so that we realize, from them,
our immortality... and the consciousness of what we are. And,
consequently, in that water we are transformed, as complaisant
adaptable.
The
joy of living resonates in our body, as a sign of the immortal
presence of the Creative Mystery.
It
is not, to live, a permanent bitter complaint.
It
is, to live, an complaisant adaptation: what gives us access to that
joy of loving and feeling loved... resonating in a constant
liberation!, daily, new, extraordinary, exceptional, unique!
***