domingo

Lema Orante Semanal

 

Somos “extras”, pero a la vez, extraordinarios

 

15 de enero de 2024



Nos llaman a orar... para sintonizarnos con nuestro origen estelar. Y, en esa sintonía, conciliarnos con lo viviente. Y, en ese conciliarnos con lo viviente, nos hacemos solidarios con lo que llamamos “entorno”.

Y vamos descubriendo... y vamos descubriendo que el origen de ese entorno es el mismo que el nuestro, pero en una diversificación de tal dimensión que no podemos abarcar.

Pero la Llamada Orante nos hace el hincapié de ver que esa diversificación de lo creado, por ser de un origen común, está... ligado, está conectado; esa diversificación está con la tendencia a unirse, a integrarse: hacerme uno con la tierra, el agua, el viento, la madera, el sol, la luna...



La evolución de la consciencia humana nos ha llevado ahora –“ahora”-, a un tránsito personalista; a un tránsito personalista de individualizaciones... y de exigencias muy diversas, con lo cual se debilitan las fuerzas de cohesión, de comunión, de integración.

Ya “el saber” –entre comillas- nos habla de cómo los diferentes componentes de la Creación, evaluables, tienen fuerzas nucleares fuertes, débiles, fuerzas electromagnéticas, fuerzas de gravedad... y una serie de influencias que hacen que “el mundo” –esa palabra que no significa “algo”-... hacen que el mundo –para entendernos egolátricamente- hacen que el mundo esté conectado.

Y que se haga imprescindible, para el transcurrir vital, una conciliación o reconciliación de las diferentes tendencias.

Ahora, el tránsito de la vida se hace comparativamente rápido, deprisa, en relación a otros tiempos históricos.

Y lo hace de tal forma que tiende a la desintegración.

Y se corre el error de pensar que esa ‘des-integración’ es expansión. Y no. La expansión como Universo es una expansión integradora, lo que ocurre es que transcurre en el infinito.

Y cuando las galaxias se separan parece que se van a olvidar unas de otras, así, indefinidamente. Pero hay que contemplar el acontecer como algo que, con su expansión, nos integra en otra realidad.

De ahí que, en nuestro rápido momento de ahora, veamos que es un ritmo que nos lleva a darnos cuenta de otras realidades, y a evaluar nuestra tendencia dispersa a una consciencia de Universo, amplificada; de universo ¡personal!

Porque es indudable que, simultáneamente a esa expansión-dispersión, la atracción es... simultánea.



No resulta –“ahora”- fácil, combinar lo expansivo con lo contractual, con lo atractivo. Pareciera que fueran dos fenómenos diferentes. Otra vez entrar en el , en el no...

La Llamada Orante nos conmina a amplificar esa dualidad y hacerla unitaria, porque lo es.

En la creación de Universos, lo mínimo e ínfimo que sabemos... nos muestra una integración de procesos que van creando nuevas realidades. Esa es la expansión.

De tal forma que –para entenderlo mejor- lo que no existía pasa a existir, y se va incrementando y haciéndose complejo e inabordable.



Y así, si en el vivir cotidiano incorporamos esa integración a nuestra expansión de consciencia, disolvemos la dualidad, y esto nos permite una realización que podríamos decir “plena”.



Cierto es que... ese transcurrir rápido, deprisa, ha ido creando consciencias rígidas, impositivas, dominantes... que se justifican por el vértigo, el miedo, el desconocer... pero hacen que el ser “se secuestre” en sus criterios, principios, normas, costumbres...; se dogmatice en su posición y, en consecuencia, cualquier variable no es aceptada, o al menos resulta conflictiva.





Se acumulan diversificaciones dogmáticas en diferentes áreas: políticas, económicas, religiosas, sociales, culturales, afectivas...

Y a la vez... –y a la vez- “teóricamente”, se trata de unificar, globalizar; “teóricamente”, porque detrás viene el dominio, el control.



Pareciera que el Universo, la Creación va a una velocidad, y en cambio nosotros fuéramos a otra.

Y si la luz viaja a 300.000 kilómetros por segundo, y nosotros somos luz, en nuestra consciencia viajamos a 120 kilómetros por hora. Y nos multamos, encima.



Y es así que surgen diferentes modelos de estilos de vivir, aunque cada vez se homogenizan más en lo predominante, en lo dominante, en lo absolutista...



En estas condiciones se hace cada vez más dificultosa la perspectiva universalista de los transcursos, y se establecen leyes parciales.

Y por mucho que organizaciones y demás recursos –hoy, fundamentalmente financieros- traten de controlar o dominar, sí, controlan y dominan, pero se diversifican de tal forma y manera que... el ser pierde su horizonte, sus “horizontes de grandeza” –al decir del título de una película-.

Pero, sí: la grandeza de vivir se ve constreñida por la egolatría y la dogmática posición, que va desde la inmolación con explosivos para asolar a los infieles, hasta las sutiles y manipulables mentiras que merodean y... constantemente agreden.



El saber integrar lo teórico personal y lo inmortal de lo viviente debería ser algo... o es –mejor dicho- es algo innato, pero se ha distorsionado.

Cada ser –de una manera genérica, hablando- se ha erigido en protagonista de la película.

Y no somos protagonistas, somos “extras”: sí, dícese del personal que participa en una película –que se llaman “extras”-, que es un grupo de personas que aparecen en un campo de juego... o transitando por la calle o... Se suele decir también que “hacen bulto”.

Dentro de la Creación, somos filmográficamente “extras”.

Es decir, desde nuestra consciencia, haciendo un esfuerzo –sí, un esfuerzo importante, o mucho esfuerzo, o un gran esfuerzo-, ¿hacía falta que existiéramos?

¿De verdad nos necesitaba alguien para ser protagonista de la película?



¿No es cierto que, cuando no estamos y no intervenimos, parece ser que la vida sigue?

La vida inferior, ¡claro!

Sí, pero parece ser que esa vida inferior es la que se confabuló para esta que llamamos “superior”: “sapiens sapiens”.

Es una pregunta interesante, desde el punto de vista de la película: ¿hacía falta crearnos?

En este minúsculo conocimiento que tenemos de la Creación y del Universo, ¿hacíamos falta?

El misterio se agranda enormemente, porque estamos; luego parece ser que, no es que hiciera falta, pero teníamos que estar porque, si no, la película no estaba completa. Hacen falta los extras.

Esto nos baja un poco nuestra consciencia ególatra, egocéntrica y libidinosa. Mucho, ¿verdad? Porque, de ser Gregory Peck o Marlon Brando o algo así, pasar a ser el extra:

El 17, que pase corriendo ahora. El 32, que salga tocando una turuta. Cuando termine, que le den el bocadillo y el refresco, y ya”.

.- ¿Y ya... –podríamos decir- y ya eso es una vida? ¡No me diga que la vida es un extra!

.- ¡No está mal! Si lo planteamos así es extraordinario.

¡Ay!, qué forma de jugar con las palabras tiene la oración.

Somos “extras”, sí, pero a la vez “extraordinarios”, porque en la película que vemos hacemos falta para que el protagonista, la Creación, el Misterio Creador, se ponga en evidencia.


 

Estamos en esa prisa de ahora, con la demanda –desde la óptica orante- de ser integradores conciliables, conciliadores, coexistentes con... con una transparencia que permita una comprensión de un estar, de un compartir... sin que haya esa hegemonía permanente de ahora –que transcurre y que durará quién sabe-, de pulsos, de comparaciones, de equiparaciones, de condiciones.

No es esa... no es ésa la dinámica que percibimos de la Creación, de lo viviente.

No es así como se comportan nuestros integrantes: celulares, nucleares, citoplasmáticos, vasculares... –los que quieran elegir-. ¡Se ponen de acuerdo!... Se integran y se interactúan.

Y cuando... –y todos tenemos la experiencia- y cuando, como unidades integradas, no estamos en esa sintonía de concilio, de comunión, nuestros integrantes se conturban. Aparece el dolor, la tristeza, la soledad, la angustia, la ansiedad, la rabia...

Es fácil darse cuenta de cómo nos podemos desintegrar en base a integrarnos en un absolutismo de consciencia.

¡Qué fuerte!

Es eso que se dice de otra forma. Dice: “Nuestra evolución y nuestra inteligencia nos llevó a la destrucción y al exterminio”.

¡Ah!, ¿sí? ¿Qué clase de inteligencia es ésa? Es un poco contradictorio, ¿no?



Se hace... se hace digamos que “urgente”, el arte de compaginar el rigor de las convicciones, con la flexibilidad y la adaptación complaciente.



Una adaptación complaciente que tiene el arte de la escucha, del compartir... y de descubrir la virtud en cada uno.

Y saber mantener la ligazón de diferentes tonos –sin duda- que hay entre los seres.

Y el rigor, que puede parecer duro e intransigente.

¡No! Es el rigor del convencido afán de nuestros ideales, de la búsqueda de nuestro instinto santificante, de nuestra necesidad de pulcritud... e impecabilidad.

No está reñido con la adaptación complaciente... puesto que ese rigor no es el que en principio se impone a los demás. No. Es el que se implica en cada uno, para que cada ser tenga la naturaleza y la dignidad y belleza... de dar testimonio de lo que cree.




Y entre ese rigor y adaptación complaciente, la Llamada Orante nos recuerda “elementos”; como partículas elementales que son necesarias para poder cumplir esa comunión, sin dualidad...

Y ejercitarnos progresivamente en ello, en este tiempo de prisa.

Sí, esos elementos son los que se fueron dejando atrás... por la practicidad de la razón, de la lógica, del entendimiento, del ‘yoísmo’...

La Piedad, el Amparo, el quantum de Misericordia que podemos gestar...

El consuelo...

El saber compartir el anhelo... y las lágrimas de alegría o de dolor...

El dejar de vernos competidores, para pasar a ser admiradores.



La compasión que aparece cuando la distorsión se establece, hace que las ideas, los proyectos, las contradicciones, se rehagan con ¡calidad!

Una compasión compasiva que sabe de ¡pasión!... –véase entusiasmo y entrega-, pero que sabe también de la caricia, del silencio... y del auxilio.



¿Era “Nuestro Auxilio”, “el Nombre de”...? Así se transmitió y se transmite la oración más simple.

Y sin saber su nombre –como Innombrable-, “Nuestro Auxilio” –porque nos mantiene, nos entretiene, nos conserva, nos propulsa, nos ilumina-... debe estar en constante actividad. Y lo está, pero tenemos que hacerlo consciente.



Y ante el juicio, la inocencia.

Y ante el castigo, el juego.

Ser dignos representantes de los ‘extra-ordinarios’.


 

Que nuestras bondades se muestren sin permitir el abuso.

Que nuestras entregas se hagan sin condiciones, pero sin esclavitudes.

Que tengamos siempre en presente la Piedad... y ese Auxilio disponible hacia el que busca.

Y que acrecentemos la visión virtuosa de los otros.



Hacer del vivir una comunión de Universos, con la sorpresa de cada día, con la magia milagrosa de cada instante: esa que nos hace ser extraordinarios, excepcionales, únicos, singulares.








***