PROMESAS
21 de septiembre de 2020
Cada ritmo, cada ciclo, cada fracción que se exprese como
instantes –véase un día, un fin de semana, una semana, un mes, un año-…
ficticios son, cierto, pero… a nivel de referencia, nos dan las secuencias de
una trayectoria.
Por ello, los sapiens,
a lo largo de su historia de tiempo, marcan instantes que propiciaron tal o
cual acontecer… y fue a partir de ahí que ocurrió esto o aquello.
El Sentido Orante, desde su Misterio, se pliega a nuestra
pequeñez… y nos incita a una fracción de instantes. Y es así como nos encontramos
en el comienzo de una semana sobre la que hay planes… proyectos…: “promesas”.
Sí; quizás sea una llamada que se suele quedar fallida o
a medias… –como decía el dicho: “nos las prometíamos felices”-, pero ¿realmente
cumplimos nuestras promesas?
Sin duda, el cumplir con nuestra parte no significa que
vayan a producirse X aconteceres, pero sin duda, si no cumplimos con nuestra
parte, probablemente no acontezcan.
Las
promesas son esos anticipos
de la consciencia: anticipamos que vamos a…; ponemos encima de la mesa…;
adelantamos… nuestras entregas, nuestras ilusiones, fantasías y haceres antes
de que realmente se produzcan. Aunque –también hay que tenerlo en cuenta- en la
medida en que nos prometemos, ya en alguna forma ha ocurrido, está ocurriendo.
Esto es muy significativo a la hora de ejercitarnos en lo
que nos prometimos: el saber que ya el terreno está preparado, ya se ha arado,
ya se ha refrescado el suelo, ya se muestra la tierra ansiosa de nuestras
semillas… Gracias a la PROMESA.
Pero hay que culminarla con el sembrado.
Quizás, si remembramos promesas, nos encontremos con
grandes vacíos incomprometidos. Seguramente.
También, claro, encontraremos momentos de cumplida acción, que dieron sus
muestras, o a veces no, pero quedó patente nuestra participación.
Es momento –nos dice el Sentido Orante- de anticipar
nuestra acción, nuestra presencia; arar y preparar el terreno a través de las
promesas. En alguna medida lo hemos visto, lo hemos imaginado. Nos hemos
valorado y nos hemos… a veces “exagerado” nuestra visión de promesa, y otras
veces… “minimizado”.
Y el mayor “riesgo”… –entre comillas riesgo, pero sí
generador de desconfianza, de auto-desconfianza- el mayor riesgo es contar sólo con nuestras fuerzas.
Verán. La promesa es como esa inspiración de Misterio que
nos empuja a… hacer la excepción, a hacer lo que sentimos que es lo adecuado;
que nos va a suponer un esfuerzo, una dedicación. En consecuencia, si la
aparición de la promesa es de parte del Misterio, es un lenguaje, una parte… –¡muy
pequeña, sí!- de lo que va a transcurrir luego, pero facilita, con esa promesa,
nuestra participación, y hace posible que, por nuestra actitud, el reclamo de
las demás partes funcione, y acudan y se junten y… la experiencia sea
gratificante.
Así, en el ejercicio de esa promesa –contando con
nuestros recursos, sí-, si incluimos esa idea de “Inspiración de Misterio”,
contaremos, sentiremos la casualidad, la suerte… que nos acompañará. Es decir
que la aparición de nuestras promesas está auspiciada por el Misterio Creador.
Y en la medida en que lo tenemos en cuenta, nos damos cuenta de que no es
suficiente con nuestro aporte.
Y esto nos hace presentarnos o presentar nuestras
promesas, con la Inspiración Misteriosa, con el aporte de la Llamada Orante. Lo
cual dará a nuestra ¡actitud!... una característica ¡DIFERENTE!, que si sólo
planteamos nuestro estar y hacer en base a nuestros recursos.
Sea cual sea o sean cuales sean los resultados, bajo la
garantía de quien nos ha inspirado la promesa…, nos sentiremos realizados y
aprenderemos de lo transcurrido, sea gustoso o no; aprenderemos de lo que faltó,
de lo que sobró, de lo que fue justo.
El hacer cumplido de las promesas acrecienta la fuerza de
la consciencia…; genera ternura y capacidad…; promueve cuidados… Y así nos
sitúa en el plano de “lo siempre posible”.
Sabemos, ante cualquier promesa que nos inspiran, de la participación
de otras actitudes… que no estarán –seguramente- en el plano de nuestra
sintonía con el Misterio. No debemos forzar, ni imponer, ni manipular ninguna
participación. La honestidad, en cada promesa, debe estar
garantizada por nuestra ética. Sólo así entenderemos la participación evidente
y constante del Misterio Creador.
Sentirse “comprometido en lo prometido”, con el auxilio
permanente de la Creación, es abrirse a la sintonía de “los necesarios”. Es
conectarse con lo desconocido… y seguir la estela de la luz.
Es fácil y frecuente que el desánimo aparezca, cuando
parte o todo lo prometido se aplaza, se fractura… La fe en la Providencia de
esa inspiración recibida nos debe reavivar, reanimar.
Caerse caminando es parte del camino, y hay que incluir
como pasos, nuestros tropiezos. Así estaremos siempre en disposición de
levantarnos; no dejarnos postrar.
Que las inspiradas promesas de este ritmo que comienza,
estén en permanente atención de la ayuda que reciben y de la casualidad que
transcurre.
Es
Orar haciendo, estando, testimoniando.
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