domingo

Lema orante

PARTICIPAR, PAUSAR, SEGUIR
4 de mayo de 2009


Parece ser que en la Creación, TODOS, todos los elementos que la componen, participan… en la medida de su “naturaleza”. Y, probablemente, el ser humano sea la excepción que participa o no participa; nos referimos a… conscientemente. Inevitablemente participa por su mera presencia.
Pero la “participación”, el participar, el sentirse perteneciente a: un Universo Creador, el sentirse que se es una expresión del mismo y, por tanto, un… testimonio de lo que implica el Caos, la Armonía, lo Imprevisible, lo Necesario…, y establecer las diferentes PAUSAS, quizás sea un elemento de lo más difícil de regular. En qué medida, y cuándo, cómo y con qué frecuencia se establece la pausa. Que no es una parada, es una pausa, un silencio… y luego seguir. “Seguir” en esa participación, en ese participar.
Cada observador vital, de vida, contempla en su hacer, en su participar, la participación de los otros. Esa es una faceta, pero no deja de participar.
El arte de participar sin estropear, sin arrasar, sin imponer, con propuestas, con inventos, con sugerencias, con novedades…
Puede ser interesante ensayarlo en el algún momento. Sabiendo que es expresión de vida y sabiendo… que es una muestra creadora.
Evitando ese: “ yo no quiero saber nada de eso”; “No, eso no es asunto mío”; “It's not my problem”; “No, eso no me corresponde”; “No, de eso, yo… nada”; “No, a mí no me gusta”; “No quiero”; “No sé”
¿Qué es eso? Si cada ser, por el hecho de existir, se le concede una posibilidad y es producto de una necesidad, eso implica que participa en…
Pero ocurre, también con frecuencia, que en la participación, el participante exige premios, reconocimientos, medallas, obsequios… Claro, no necesariamente eso tiene que ocurrir.

Las “pausas”, esos silencios solemnes de Dios, que en el equivalente humano, están alejadísimos del silencio de Dios, pero que tienen un momento de utilidad, cuando en la pausa se permite que otros hagan, hablen, actúen. Cuando en la pausa se permite, ese relajamiento de lo que se había contraído, para volver a contraerse de nuevo. Esa pausa compensadora que… que expresa nuestro corazón: “Pom… pom… pom…”
Todo lo que observamos tiene su pausa. Y eso permite que la interacción entre los diferentes componentes sea posible.
Hay que pausarse para escuchar y para dejar que el otro hable.
No es una espera, es una pausa. Es otra forma de continuar participando. Y a la vez es una forma de seguir.
Cada seguir -fijémonos bien- “cada seguir” no es lo mismo que “participar”. Sí, se participa, sí, pero de otra forma; la pausa ha trasformado, ha conmocionado la participación, el participar, y ya se participa de otra forma. Luego, vendrá otra pausa y de nuevo habrá otro… probable, otro posible…
La pausa se convierte así en ese acontecer que, como una enzima, como un coenzima, como un catalizador, dinamiza una participación y… y la convierte en otro hacer, “en seguir”, con la consciencia de la pausa y del hacer anterior.
Es continuo.

Su medida es infinita.
Su presencia es eterna.
Participar, pausar, seguir… es una muestra divina de cómo la Creación se nos presenta desde el amanecer, la luna y el ocaso, pasando por las estaciones, siguiendo por el comportamiento de los reinos, continuando por las interacciones animales…
Toda una DANZA de “participantes”, de “pausas”, de “seguir”.
En el “participar” están las marchas, las llegadas, las estancias.
En la “pausa” está: las largas, las cortas, las medianas… Para cada cual serán diferentes.
En el “seguir” está: el proyecto, el plan, las… ideas de idealismos y de futuros.
“Pausas” que entre inspirar y espirar, permiten intercambios.
“Seguimientos” que, en el continuar expansivo de la vida creadora, se hacen novedades constantes.
“Participaciones” que no son, que no se hacen ajenas a participaciones de otros, sino que se saben conjugar, conjuntar, cooperar.

En el día a día, el hacer de cada cual, de cada uno, se suele escamotear los haceres de otros; se participa lo mínimo. Quizás por miedo al error, quizás por miedo a… entrar en otros terrenos no propios. ¿Cuáles son los terrenos propios? ¿Alguien ha comprado trozos de vida que permiten decir que son suyos?
Por muy diferentes causas, la participación se elude, se evade con justificaciones, con pretextos…
Podría ser diferente. Podría ser que necesitáramos o que necesitara de nosotros.
Si abrimos la ventana, a lo mejor entra el aire; si la tenemos cerrada nunca entrará.
Si abrimos la ventana de nuestra alma, a lo mejor el espíritu de la Creación se nos hace presente, participativo…, porque es su hacer, es su expresión, es su manifestación: CREAR. En cambio, si se cierra las aberturas del alma y el ser se ciñe en su participación personal, “propietarista”, selectiva…, probablemente dañe, probablemente -al desconocer el entorno- irrumpa innecesariamente. Probablemente esté fuera de lugar.
En la medida en que se participa en la Creación, se va descubriendo las posiciones que, en un determinado momento, se deben de guardar, y en qué momento llegará la “pausa”. Y ese “seguir” participativo pero que lleva ya otro…, otro matiz, a sabiendas de que está en lo Ilimitado, en lo Eterno.
¡Participar! en el amar con sus pausas reveladoras y continuar con otros alientos, con otros “descubrires”.
Participar sin planes previos, sin obligaciones impuestas, por espontánea SENSIBILIDAD.
Y en esa “pausa”, reconciliarse en los silencios y seguir como cuando se levanta el viento, con suavidad, a la vez que con rigor e imprevisibles se saben ya acontecimientos.
La divina PARTICIPACIÓN acrecienta nuestro testimonio.
La divina PAUSA da sentido a nuestra contemplación.
El divino CONTINUAR, SEGUIR, da sentido a nuestra PERMANENCIA.
Nos hacemos cómplices de lo Eterno… en esa PARTICIPACIÓN SOLIDARIA, en esa PAUSA REHABILITADORA, en ese continuar INCANSABLE, descubridor…
Puede ser que el cielo sea propicio en estos días que siguen, que las condiciones creadoras sean favorables para dejarse “participar”; permitirse la “pausa compensadora”; darse el gusto de “seguir” hacia donde proceda. Así, nada se estanca, nada se queda, todo continúa, respira y responde a los criterios de la Creación. Esos que nos renuevan, nos realzan, nos remozan, nos renacen, nos repiten diariamente… creándonos de nuevo.


Ámen.