EN TIAN! En España

 

Lema Orante Semanal

 

Un momento orante es una locura 

trascendente de arte

1 de diciembre de 2025

            Nos llaman a orar para tomar consciencia, para ‘practificar’, para hacer permeable la comunicación entre este lugar del Universo y la Creación en general.

Entre este Cielo –si lo prefieren- y Tierra.

            Y en la medida en que sintamos el vivir, bajo esas coordenadas… Que en realidad son una coordenada. Sí, porque el aquí, el lugar, el sitio en el universo, “la Tierra” –a la que llamamos-, no es ni más ni menos que una expresión de la Creación. Una de las infinitas expresiones de la Creación.

            Estamos por ahí sujetos… que si fuerzas fuertes, que si fuerzas débiles, que si fuerzas de gravedad, que si fuerzas electromagnéticas, que si… ¡Bien! ¡Bien está para ir por casa! Pero realmente no existe esa dualidad. Es una unicidad.

            Pero nuestra capacidad de sentidos no alcanza a fundir, no alcanza a sentirse unitarios, sino que brega –con sus pasos y sus correrías- la humanidad, en este lugar del Universo, y por otra parte clama a la Creación, al Misterio Creador, al Divino… Cada nombre es un reclamo a despertar en nuestra consciencia esa idea única.

            Esa idea única que también los que buscan con la Ciencia tratan de encontrar: esa teoría unitaria de la Creación, que compagine lo expansivo con lo contraído, que dé un sentido lógico a este acontecimiento que se llama “vida”.

            Y quizás ahí está parte de la dificultad: en buscar esa lógica, en emplear ese sistema de razones y explicaciones, y no percibir lo innato, lo genuino, que no necesita explicar cómo y por qué, sino que es.

            No necesito explicar el cómo y el por qué, sino, en consciencia, sentir que soy.

Como esa frase que todos recordarán, del soplo Krístico: “Yo soy el que soy”.

            Seguramente no era una descripción de su personalismo, sino una transmisión más de su trascendencia, del mensaje que le tocaba expresar.

            Y ocurre que, ante las situaciones que nos plantean estas percepciones –a otro nivel dual, para encontrar el nivel unitario- ocurre que el ser se pregunta sobre su practicidad. Y de inmediato se trata enseguida de ver la renta, el beneficio…; la manera de coger, de tener.

            Cuando los sueños –esos que en el dormir aparecen- ocurren, no decidimos cuáles van a ser. Aparecen, están, y reales son. Luego –ahí viene lo práctico- luego, al despertar, decimos: “¡Ah!, ¡si fue un sueño!”.

¿Y qué quiere decir ese “¡ah!, ¡si fue un sueño!”? ¿Que no fue real?

            –Entramos en el conflicto entre lo real y lo irreal-.

Pero ¿ocurrió lo que soñamos? ¡Claro que ocurrió!

            Pero sucedió que no fue voluntariamente, no fue específicamente y decididamente propuesto por nuestras capacidades, sino que, voilà!, surgió de la… ¿nada? No. Tenía una estructura, un soporte del cual emergió –o hizo su emergencia-. Pero enseguida el sentido práctico nos advierte de que no fue real.

            Este es un mínimo ejemplo para vernos en una perspectiva unitaria… en la que la vigilia nos da una visión muy estructurada, muy condensada, de nuestro ser. Quizás sería muy aventurado decir que el sueño fue una necesidad de la Creación, a la hora de expresar la vida, para no perder nuestra referencia con lo creado, con la Creación.

            Y no hace tanto –no hace tanto-, y aún existen reacciones, acciones que se guían por los sueños. Y hace menos tanto que la interpretación de ellos –de los sueños- nos orientaba acerca de nuestra psique, de nuestro psiquismo, y explicaba nuestras neurosis. Y todavía las sigue explicando en alguna medida. Pero ya lejos están las practicidades de esos sueños de las vacas gordas, de las vacas flacas…

            Progresivamente, en la medida en que el ser se va adueñando de sí mismo –por su capacidad de dominio, control, manejo, manipulación-, su dimensión creadora, su dimensión de creación, su dimensión unitaria se diluye, y la cifra en salirse de su guarida terrestre en naves, aeronaves, en telescopios… como si esa realidad –igual que la nuestra de aquí- fuera otra cosa distinta, pero con la ambición de encontrar, descubrir, entender y  dominar esas actividades que se descubren en el comportamiento de la materia creadora –permitamos esa palabra: “materia creadora”-.

            Pareciera que la vigilia, con sus sentidos, necesitara devorar lo que ve, lo que escucha, lo que saborea, lo que olfatea, lo que toca. Y si no es así, parece que no es veraz lo que su despertar le anuncia.

            Se habla, y se pone la palabra “trascender” como una muestra de ir más allá de lo que los sentidos específicamente estructurados nos ofrecen. Ir un poco más allá. Es ese “leer entre líneas”, es ese “descubrir la pieza que falta en el rompecabezas”, para que la imagen ya nos diga si estamos ante la muestra de un árbol o de una ciudad o de un tiesto o cualquier otra representación.

            Ese trascender lo realiza –además de la imposición del sueño, de los sueños- lo realiza el ser a través del arte. Sí, a través de ese movimiento de color, a través de esa poesía sugerente, a través de esa historia inventada –¿inventada?, ¿seguro?; ¿o inspirada en otras dimensiones?-. Ahí tendríamos la posibilidad.

            Mejor sería decir: ahí está, más que la posibilidad, el recurso para trascender –a nivel práctico que se exige, como decíamos hace un instante-.

            El Misterio Creador, en su ilógica, en su sinrazón, ¿qué es lo que muestra a nuestros torpes sentidos, cuando éstos se abren un poco más? Nos muestra un arte.

            Cuando vemos una expresión artística, pongamos por ejemplo “el Guernica” de Pablo Ruiz Picasso, no vemos la imagen exacta de un caballo, no vemos la imagen exacta de un guerrero, no. Vemos… algo más. No vemos tampoco el avión, las bombas… ¡No! Hay algo más… que se nos muestra deformado, con ángulos ilógicos, pero que así, si lo vemos con una cierta –cierta nada más- inspiración, nos impresiona.

            Pero si no le damos ese toque inspirador, podríamos colocar el cuadro en cualquier sitio en el que no existe ese desarrollo, y lo verían como algo pintado por un chiquillo en un momento de juego. Y así ocurriría con el arte abstracto, que es una necesidad de mostrar la Creación de otra manera.

            Pero por una necesidad que luego, en la mayoría de los casos, se convierte en negocio, en fraude, en copias, en fama… ¡psss!…

            Es que la realidad lógica es terrible. Sí. La llamaremos “terrible”, porque enseguida que aparece un acontecer que desborda lo controlable, va como una fiera a destruirlo, a manejarlo.

            A poco –a poco, poco- que descubramos nuestra estructura, nuestra concentrada expresión de lo inaprensible, a poco que veamos, nos damos cuenta de que estamos ante un diseño de arte más que abstracto. Y que, si profundizamos un poco más en ese hígado, en ese riñón, en ese pulmón, en ese corazón, en esa linfa, en esa sangre… nos encontramos con átomos, con protones, neutrones, que nadie ha visto, pero que nos sirve; como hay que apoderarse de todo, como hay que darle materialidad a todo, pues será eso: partículas, subpartículas que funcionan de esta o aquella manera –“dixit”; es decir: “que dicen que”...-.

            En cualquiera de los casos, es todo un modelo ¡muy loco!, ¡muy artístico! Locura y arte tienen mucho que ver, puesto que los sentidos empiezan a adquirir otra perspectiva.

            Hasta el punto de que podemos decir: “Pero ¿qué es orar?”. ¡Una locura! Es el arte que nos lleva a otra sensación, a otra dimensión –si nos dejamos llevar, claro-.

            Pero que, evidentemente, cuando profundizamos y trascendemos un poco más en ese arte, en esa expresión artística, pues vemos que es una locura: “la que nos cura”; la que nos hace ir más allá de esa preocupación, esa obsesión, esa temeridad, ese susto, ese...

            Así que podríamos decir que un momento orante es una locura trascendente de arte.

            Y que está en todos. Que no es patrimonio de éste o aquél, pero sí indudablemente tiene y se desarrolla por pura necesidad del estructuralismo sobre el que estamos edificados –o así lo expresamos para que sea real-.

            Esa locura de arte nos lleva a esos átomos y a esas partículas que tienen esos comportamientos que… suponemos que serán así, o no.

            Cuando cogemos una parte de ese rompecabezas, una piecita, y la sacamos del contexto, esa piecita no es la globalidad del cuadro; es una parte. Si nos quedamos en esa parte, sólo veremos eso. Si trascendemos –“si trascendemos”-, a partir de esa parte veremos todo.

            Es por ello que, en el ejercicio de ser “arte”, trascendemos a lo que lo concreto, lo práctico, nos muestra como lo único, lo veraz, lo auténtico.

            Y empleamos la broma, el chiste, la comparación, la imaginación, la casualidad, la suerte… Nos tropezamos con lo imprevisto y lo inesperado…

            Y entonces puede ser que empiece esa vivencia de que quizás, quizás, quizás, las “cosas”… –palabra que sirve para todo, ¿verdad?: “las cosas”; ¿qué “cosas”?- las cosas no sean lo que vemos, lo que oímos, lo que saboreamos, sino que todos esos elementos son parte de un puzle que nos dan.

            Esa sinfonía que nos hace imaginar, esa conjugación de notas que nos hace llorar, ese canto de fantasía que nos hace volar, ese arte culminante que nos lleva a la unicidad, a vivir en unitario, ¡a sentir la humanidad!, a sentirnos humanidad…; a sentirnos una pieza de esa increíble Creación, que tiene su verdadero sentido cuando se integra en el puzle general; pero que, si nos regodeamos en una sola partícula, no acabamos de ver el sentido que tiene.

            El avance progresivo implacable de ese dominio y control del tiempo y espacio, con el que se mueve esta humanidad, nos trata de sacar de ese arte de vivir, de soñar, de poetizar, de humorizar, de fantasear.

            Aun así, en el arte de orar como expresión Creadora, sabemos que, por muy implacable y muy demoledora que sea la historia de destrucción, de dominio y de control, el ensueño no lo destruiremos, la fantasía no se perderá. Se esconderá, se colocará en las esquinas, se hará zócalo en las calles…; incluso se negará para protegerse.

            Y es así porque, sin ella –que es lo que es-, no seríamos la maquinaria destructora con la que se expresa en generalidad, el ser, ahora.

            Y este detalle es importante. Sí. Cuando los presagios razonables, lógicos, calculadores, estadísticos, nos muestran que vamos hacia… –¿hacia dónde?- hacia el cataclismo, ¡al final!, sí, habrá Sodomas y Gomorras, y bombas para acabar, pero… no acabarán, no terminarán con el ensueño, con el arte de fabular.

            Y este detalle orante que nos promueve ya la llamada –este detalle orante que nos promueve la llamada- es importante. ¿Por qué? Porque, queramos o no, los mensajes destructores, perseguidores, amenazantes… de cultura, educación, salud... son tan fuertes, que por momentos pensamos que “¡adiós ilusión!, ¡adiós fantasía!, ¡adiós!”… ¡Ya estamos en Dios!

            Esto es significativo: ¡Ya estamos en Él! ¡No vamos hacia Él!, como si fuéramos criaturas separadas de la Creación.

            Y esa toma de consciencia de que estamos en ello, y que la trascendencia nos lo muestra en ese vericueto que nos ha abierto la Llamada Orante a través de la locura del arte: el sabernos sin miedo a que desaparezcamos, a que todo lo que hemos imaginado, hemos diseñado, que nos ha parecido bello, que nos ha parecido hermoso, todo lo que hemos vivido que nos ha parecido fantástico, sea en mayor o menor cantidad, ya se ha perdido…

No se ha perdido nada.

            Se ha guardado. Está guardado, esperando a que se abra la caja… y que nos hagamos ilusión, fantasía, verso, inspiración, suspiro.

            Sí. No es… –aunque entendible o no- no es fácil el mantener ese dintel, después de tantos milenios y generaciones entrenadas para dominar, controlar, producir… y que ahora lo tratemos como enemigo. ¡Que no lo es! Es la manera en que se ha volcado todo el arte de vivir, hacia un lado.

Vagaban libres los átomos, las partículas, sin otro afán que producir burbujas.

            Pero algo que en su seno estaba, los incitó a reunirse, a juntarse, a solidarizarse, a cooperarse. Eran cosas nuevas para esas burbujas, esas partículas.

Eran nuevas, pero excitantes.

            Y se conjugaron de una forma y de otra y de otra y de otra… como si de un juego de pompas de jabón se tratara, para ver cuál duraba más o menos. Y sin saber cómo y de qué forma, fueron haciéndose prietas, dejaron de burbujear, empezaron a intimarse tanto, que vibraron en sintonía unas con otras y –¡wow!-... otra estancia surgió.

¿Imprevista? Nada había previsto.

            Y como si de un conjuro se tratara, se mostraron densas, espesas. Surgieron colores, formas y sintonías de millones de infinitas burbujas, con infinitos e interminables ensayos.

            Y dieron lugar a innumerables formas, algunas de las cuales conocemos, como la piel de una pantera, como la pezuña de un elefante, como la suavidad del salto del delfín…

Si hubiera que decir algo, habría que decir que todo fue insuperable.

            ¿Fue? ¡No! ¡Es!

Pero si hubiera que decir algo, ¡es insuperable!

            Pero incluso la palabra se queda corta. Sí; porque al trascenderla desde su origen, hacia lo que va a venir, necesita de otros términos.

            De ahí que trascender nos permite venir, ir, volver… y no quedarnos fijados, engastados en un dominio, en un descubrir.

            Vibramos permanentemente como en recuerdo de aquellas pompas de jabón; y ahora en tránsito de concentración, como un nuevo arte, como un nuevo estilo, pero… Arte de Creación.

            Sí. La Llamada Orante nos lleva a los sueños, a las cajas que guardan los más bellos recuerdos. Nos lleva a transitar ¡sin miedo!, porque nos enseña que ninguna… ninguna posesión será capaz de destruir estos ensueños de vivir en Arte.

            No hay miedo a desaparecer. Y no hay que iniciar ningún viaje “hacia”. Ya estamos en ello. Y el darnos cuenta es lo que nos permite sentirnos. Sí, “sentirnos”, que es más allá de los sentidos que perfilan, rotulan, marcan y señalan. Más allá de eso. Los que imaginan, los que fantasean.

            Se hace suave el vivir, cuando el temor que aprieta deja de ser drama, tragedia y destrucción.

            Se hace suave el suspirar, cuando el amanecer nos sonríe con su aparente e indiferente luz… que realmente nos incita a transformar, transfigurar lo que percibimos, para llevarnos a “el creer continuado”, en ese hacer de arte enamorado que no decae ante la adversidad, que no se arruga ante el grito, que no huye de la amenaza.

Que sabe –sin saber- que está, que es.

            Que no ha venido ni ha llegado; que son formas de expresar que está, y que es, a la vez, unidad… unidad… unidad…

 

  

***

 

  

 

 

A prayerful moment is a transcendent madness of art

2025-12-01

         They call us to pray in order to become aware, to ‘practicize‘, to make communication permeable between this place in the Universe and Creation in general.

Between this Heaven –if you prefer- and Earth.

         And to the extent that we feel life under those coordinates… Which, in reality, are a single coordinate. Yes, because the here, the place, the site in the universe, “the Earth” –as we call it- is nothing more and nothing less than an expression of Creation. One of the infinite expressions of Creation.

         We are subject… to strong forces, weak forces, gravitational forces, electromagnetic forces, and so on… Fine! Fine enough to get by! But such duality really does not exist. It is a unity.

         But our sensory capacity cannot merge, cannot feel itself as unitary, and so humanity struggles –with its steps and its dashes- here in this place of the Universe, while on the other hand it cries out to Creation, to the Creative Mystery, to the Divine... Each name is a call to awaken within our consciousness that unique idea.

         That unique idea that those who search through Science also try to find: that unified theory of Creation, which reconciles the expansive with the contracted, which gives a logical meaning to this event called “life”.

         And perhaps part of the difficulty lies in that: in seeking logic, in using this system of reasons and explanations, instead of perceiving what is innate, what is genuine, which does not need to explain how and why, but simply is.

         I don’t need to explain the how and the why, but rather, in consciousness, to feel that I am.

         Like that phrase everyone will remember, from the Christic breath: “I am who I am”.

         Surely it was not a description of his personalism, but another transmission of his transcendence, of the message he was meant to express.

         And it happens that, when faced with the situations that these perceptions pose –as another dual level, in order to find the unitary level- it happens that the being asks about its practicality. And immediately it tries to see the profit, the benefit…; the way to seize, to have.

         When dreams –those that appear while sleeping- happen, we do not decide what they will be. They appear, they are there, and they are real. Then –here comes the practical- upon waking we say: “Ah! It was a dream!”.

And what does that “Ah! It was a dream!” mean? That it wasn’t real?

         –We enter the conflict between the real and the unreal-.

But did what we dreamed occur? Of course, it occurred!

         But it so happens that it wasn’t voluntary, it wasn’t specifically or deliberately proposed by our capacities, but voilà!, it arose from… nothing? No. It had a structure, a support from which it emerged –or made its emergence-. But immediately the practical sense warns us that it wasn’t real.

         This is a minimal example to see ourselves in a unitary perspective… in which wakefulness gives us a very structured, very condensed vision of our being. Perhaps it would be very bold to say that dreaming was a necessity of Creation, when expressing life, so that we would not lose our reference to the created, to Creation.

         And not so long ago –not so long ago-, and such reactions and actions still exist, that are guided by dreams. And even more recently, the interpretation of them –of dreams- guided us regarding our psyche, our psychism, and explained our neuroses. And to some extent it still does. But far behind are the practicalities of those dreams of fat cows and lean cows…

         Progressively, as the being takes possession of itself –through its capacity for domination, control, management, manipulation-, its creative dimension, its dimension of creation, its unitary dimension dissolves, and focuses it into escaping its earthly lair in ships, aircraft, telescopes… as if that reality –just like ours here- were something different, but with the ambition to find, discover, understand, and dominate those activities that are discovered in the behaviour of creative matter –let us allow that phrase: “creative matter”-.

         It seems that wakefulness, with its senses, needs to devour what it sees, what it hears, what it tastes, what it smells, what it touches. And if not, it seems that what its awakening announces is not true.

         It is said, and the word “transcend” is used as a sign of going beyond what the specifically structured senses offer us. To go a little further. It is that “reading between the lines”, that “discovering the missing piece in the puzzle”, so that the image finally tells us whether we are looking at a tree or a city or a flowerpot or any other representation.

         This transcending is achieved –besides the imposition of dreams- through art. Yes, through that movement of colour, through that suggestive poetry, through that invented story –invented? Are we sure?; or inspired by other dimensions?-. There we may have the possibility.

         It would be better to say: there we have, more than the possibility, the resource to transcend –on the practical level that is required, as we were saying a moment ago-.

         The Creative Mystery, in its illogic, in its lack of reason, what does it show to our clumsy senses, when these open a little more? It shows us an art.

         When we see an artistic expression, for example, Pablo Ruiz Picasso’s “Guernica”, we do not see the exact image of a horse, we do not see the exact image of a warrior, no. We see… something more. Nor do we see the plane, the bombs… No! There is something more… shown distorted, with illogical angles, but thus, if we see it with a certain –only a certain- inspiration, it impresses us.

         But if we do not give it that touch of inspiration, we could place the painting anywhere where such development doesn’t exist, and people would see it as something painted by a child in a moment of play. And the same would happen with abstract art, which is a need to show Creation in another way.

         But through a need that later, in most cases, becomes business, fraud, copies, fame… pssst!…

         Logical reality is terrible. Yes. We shall call it “terrible”, because as soon as an event appears that overflows what is controllable, it rushes like a beast to destroy it, to manage it.

         If we so much as –just a little- discover our structure, our concentrated expression of the ungraspable, if we see even a little, we realize that we stand before a design of art more than abstract. And if we go a little deeper into that liver, that kidney, that lung, that heart, that lymph, that blood… we find atoms, protons, neutrons, which no one has seen, but which serve us; and since everything must be seized, since everything must be given materiality, then it will be that: particles, sub-particles that function in this or that way –“dixit”; that is: “so they say”…-.

         In any case, it is all a very crazy model!, very artistic! Madness and art have much in common, since the senses begin to acquire another perspective.

         To the point that we can say: “But what is praying?” Madness! It is the art that carries us to another sensation, to another dimension –if we let ourselves be carried, of course-.

         But evidently, when we go deeper and transcend a little more in that art, in that artistic expression, we see that it is madness: “the one that heals us”; the one that makes us go beyond that worry, that obsession, that recklessness, that fright, that…

So, we could say that a prayerful moment is a transcendent madness of art.

         And it is present in everyone. It is not the property of this one or that one, but it undoubtedly exists and develops out of pure necessity of the structuralism upon which we are built –or so we express it, so that it becomes real-.

         That madness of art takes us to those atoms and those particles that have those behaviours that… we suppose are like that, or not.

         When we take a part of that puzzle, a little piece, and we take it out of its context, that little piece is not the totality of the picture; it is a part. If we stay in that part, we will see only that. If we transcend –“if we transcend”- from that part we will see everything.

         That is why, in the exercise of being “art”, we transcend what the concrete, the practical, shows us as the only thing, the true, the authentic.

         And we employ joking, humour, comparison, imagination, chance, luck… We stumble upon the unforeseen and the unexpected…

         And then it may be that this experience begins, that perhaps, perhaps, perhaps “things”… –a word that works for everything, right?: “things”; which “things”?- things are not what we see, what we hear, what we taste, but rather all those elements are part of a puzzle that is given to us.

         That symphony that makes us imagine, that combination of notes that makes us cry, that song of fantasy that makes us fly, that culminating art that leads us to unity, to live in a unitary way, to feel humanity!, to feel ourselves as humanity…; to feel ourselves as a piece of that incredible Creation, which has its true meaning when it is integrated into the general puzzle; but if we revel in a single particle, we never quite see the purpose it has.

         The implacable progressive advance of that domination and control of time and space, with which this humanity moves, tries to pull us out of that art of living, of dreaming, of making poetry, of making humour, of fantasizing.

         Even so, in the art of praying as Creative expression, we know that, no matter how implacable and devastating the history of destruction, domination and control may be, we will not destroy dreaming, fantasy will not be lost. It will hide, it will place itself in the corners, it will become a baseboard in the streets…; it will even deny itself in order to protect itself.

         And it is so because, without it –which is what it is- we would not be the destructive machinery through which the being, in general, expresses itself now.

         And this detail is important. Yes. When the reasonable, logical, calculating, statistical omens show us that we are heading towards…–towards what?- towards cataclysm, in the end!, yes, there will be Sodoms and Gomorrahs, and bombs to finish everything, but… they will not finish, they will not put an end to dreaming, to the art of imagining.

         And this prayerful detail that the call highlights – this prayerful detail that the call highlights- is important. Why? Because, whether we like it or not, the destructive, persecuting, threatening messages… about culture, education, health… are so strong that at times we think: “Farewell illusion! Farewell fantasy! Farewell!”…

[1]We are already in God!

         This is significant: We are already in Him! We are not going towards Him!, as if we were creatures separated from Creation.

         And that becoming aware that we are in it, and that transcendence shows it to us in that winding path that the Prayerful Call has opened for us through the madness of art: knowing ourselves without fear that we might disappear, that everything we have imagined, we have designed, that has seemed beautiful to us, that has seemed lovely to us, everything we have lived that has seemed fantastic to us, whether in greater or lesser degree, has already been lost…

Nothing has been lost.

         It has been kept. It is kept, waiting for the box to be opened… and for us to become illusion, fantasy, verse, inspiration, sigh.

         Yes. It is not… –understandable or not- it is not easy to maintain that level, after so many millennia and generations trained to dominate, control, produce… and now we treat it as an enemy. Which it is not! It is the way in which all the art of living has been tipped to one side.

Atoms, particles wandered free, with no other desire than to produce bubbles.

         But something that was in their core urged them to gather, to come together, to become solidary, to cooperate. These were new things for those bubbles, those particles.

They were new, but exciting.

         And they combined in one way and another and another and another… as if it were a game of soap bubbles, to see which would last more or less. And without knowing how or in what way, they became compact; they stopped bubbling, they began to become so intimate that they vibrated in tune with one another and –wow!- another realm arose.

Unforeseen? Nothing had been foreseen.

         And as if it were a spell, they showed themselves dense, thick. Colours, forms and harmonies of millions of infinite bubbles appeared, with infinite and endless trials.

         And they gave rise to countless forms, some of which we know, like the skin of a panther, like the hoof of an elephant, like the softness of the dolphin’s leap…

         If something had to be said, it would have to be said that everything was unsurpassable.

         Was? No! Is!

But if something had to be said, it is unsurpassable!

         But even the word falls short. Yes; because in transcending it from its origin towards what is to come, it needs other terms.

         Hence, transcending allows us to come, to go, to return… and not remain fixed, set like a stone in a dominance, in a discovery.

         We vibrate permanently as in remembrance of those soap bubbles; and now in a transit of concentration, as a new art, as a new style, but… Art of Creation.

         Yes. The Prayerful Call leads us to dreams, to the boxes that keep the most beautiful memories. It leads us to transit without fear!, because it teaches us that no… no possession will be capable of destroying these dreams of living in Art.

         There is no fear of disappearing. And there is no need to begin any journey “towards”. We are already in it. And becoming aware of it is what allows us to feel ourselves. Yes, “to feel ourselves”, which is beyond the senses that outline, label, mark and point. Beyond that. Those who imagine, those who fantasize.

         Living becomes gentle when the fear that tightens ceases to be drama, tragedy and destruction.

         Sighing becomes gentle when dawn smiles at us with its apparent and indifferent light… which really urges us to transform, to transfigure what we perceive, to lead us to “ongoing believing”, in that doing of enamoured art that does not falter in the face of adversity, that does not shrink before the shout, that does not flee from the threat.

That knows –without knowing- that it is, that it exists.

         That has neither come nor arrived; these are ways of expressing that it is, and that it exists, at the same time, unity… unity… unity…

 

[1] In Spanish “Farewell” or “Goodbye” is “Adios” and “Dios” is “God”.

 

 

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Lema Orante Semanal

 

Ilusionistas, transparentes, sin nada oculto detrás

24 de noviembre de 2025

            Transcurrimos en unos instantes de secretos, mentiras, verdades a medias, bulos… y una permanente apariencia en la que pareciera –pareciera y cierto es- que lo que percibimos no es lo realmente está sucediendo. Dícese “realmente”, aquello que no es otra cosa más que lo que es.

            Con una velocidad de vértigo, se instauran configuraciones que son las que se llevan, que son las que se usan, que son –en definitiva- las que diseñan los más influyentes y poderosos, para permanecer en un sistema de dominio y de control.

            Y claro está: en la medida en que los que no están en ese plano, no pueden imitar, no pueden ejercitarse en esa manera –como mandan, como imponen, como dicen-, ocultan, mienten, imaginan…

            La Llamada Orante nos hace un reclamo a nuestra sinceridad, a nuestra expresión de lo que realmente somos, a un testimonio sin trampas, a una creencia sin apariencias, de tal manera que se desarrolle… –está, pero cada vez más débil- se desarrolle la confianza.

            Ya que somos creados, creyentes, creativos, creadores, (que) las convivencias se recreen en creerse mutuamente.

            Es decir, en una confianza mutua basada en la evidencia de que el testimonio de cada uno no es una apariencia, sino una evidencia. Que no hay puerta trasera, que no hay escondites.

            La dedicación que en el mundo contemporáneo predominante tiene que hacer cada ser para mostrar lo que le exigen que sea, o para mostrar que también vale y puede, la dedicación supone un gasto descomunal.

    Esa dedicación a aparentar, a contar y a decir lo que el otro quiere escuchar.

            Si por un momento –por un momento- cada uno recopila el esfuerzo diario que invierte para dar una imagen que no es la que siente, la que realmente desea, quiere…, toda esa intención y elaboración, si se invierte en nuestra idealización, en nuestras convicciones, en nuestras vocaciones, en nuestras dedicaciones, en nuestros servicios…, estaríamos hablando de otra realidad; estaríamos compartiendo espontáneamente, sin reclamos, todo lo que acontece, todo lo que se precisa, todo lo que se busca.

            Y ciertamente, a lo largo del transcurso vital de un ser, se van añadiendo incidencias e incidencias que van configurando placas de envolturas y envolturas… que no permiten la consustancialidad del ser en cuanto a su expresión, y en cuanto a que todas esas placas, envolturas, dificultan el desarrollo propio, la encomienda personal que cada uno tiene por el hecho de vivir.

            Y es así que la frecuencia con que unos viven las vidas de otros –en el sentido de imitación- por miedo a expresar la personal vocación, y todas estas… vamos a llamarlas “circunstancias”, deben ser el punto de incidencia de lo que llamamos “vida interior”, para que seamos una muestra sin capas, una muestra desnuda.

            No se viste el árbol cuando sale. No se cubre en apariencia el gusano, en su reptar. No, no viene oculta en forma de piedra, la ola…

            No disimula el aire para dejarnos respirar. Si se hiciera simulacro o aparente, estaríamos ahogados, asfixiados.

            No se camufla el agua con una versión u otra… Si así lo hiciera, moriríamos de sed.

Y así sucesivamente, podríamos enumerar todo nuestro entorno vital.

            Quizá podría decirse que la especie humanidad es la única que aparenta ser lo que no es. Todavía no sabe quién es. Quizá también ello colabore a ese mundo aparencial.

            Se establecen patrones a los cuales hay que amoldarse, renunciando a aspectos de nuestra identidad. En muchos casos, para poder conservar nuestra identidad –para poder conservarla-. Y en otros, para seguir en la apariencia y lograr algún beneficio. O un aplauso, que muchas veces es ficticio, pero que satisface a la falsa realidad.

            El Misterio Creador, en su todo evidente, no es un prior adornado de guirnaldas o con bastones de mando, sino que es todo lo que se evidencia y que somos capaces de percibir…

            Que es hora de darnos cuenta de que, cuando nos llaman a orar, nos llama la universalidad, la Creación –Misterio Creador, la Creación-, de la cual somos expresión.

            Cada vez que transgredimos las evidencias de vida de nuestro entorno y de nuestras vocaciones frustradas, estamos haciendo una injerencia en el Misterio Creador.

            Y ese Todo misterioso se vale de la oración para orientarnos, para inducirnos y promovernos en un equilibrio, en una armonía, y sabiendo y asumiendo las evidencias de todo lo viviente, que es Creación, que es Misterio.

            Podríamos decir que sería semejante a ese animismo que parece que pasó, pero es más que ello –pero ello es una referencia-. Ese saber popular que decía: “Dios está en todas partes”. No. Es que “Dios es todas partes”. No está. “Es”.

Y nosotros estamos incluidos en ello, claro.

            Pero ocurre –por desconocidos aconteceres- que el ser de humanidad se siente, porque lo es, divinidad. Pero se aúpa en dominio, en control, en mando.

            Se hace Dios íntimo hacia sí mismo, y con pretensiones hacia los demás… albergando en definitiva la idea de que el Misterio Creador es algo que está ahí, allí, allá. Y ordena y manda. Premia y castiga.

            Si se consigue –porque es así, pero ha habido tantas capas que nos lo han impedido- si se consigue disolver esa idea de liderazgos, de diferentes poderes, de escalones de influencia… empezaríamos a percibir –y empezamos, si ejercitamos esa intención-, empezamos a percibir lo misterioso en ese Misterio Creador, que lo tenemos como referencia, como palabra, pero que se nos va abriendo a… un Todo.

            Si tenemos esa referencia: “que se abre a un Todo”, descubriremos que no existe tal escalera, tal secuencia de mandos, tal población de jerarquías de ángeles, arcángeles, serafines, querubines, tronos, potestades, hijos, padres, Espíritus Santos…

¡Mon Dieu!

            Todo ello gravita porque, bajo ese esquema, se fue estructurando el planteamiento humano. Y bajo ese esquema se estructuró el estar, en este lugar del universo: Y éste es el jefe, éste es el rey, este es el emperador, éste es el gobernador… y así sucesivamente, escalones que precisan castigos, premios, justicias, normas, morales…

            Evidentemente, un amasijo de imposturas… que hacen que los seres sean impostores, que adopten posturas que no son las propias.

            La Llamada Orante nos insiste en esa recuperación de la identidad íntima de cada ser, y su vocación de expresarla, de compartirla, de convivirla…

            De abandonar esas estrategias de cazadores que buscan engañar a su presa, y que nos hacen violentos, domesticadores, castigadores y premiadores… –permitamos la palabra- premiadores de aquellos que se comportan según lo imperativo-dominante del lugar, del momento, del país, etc.

            Somos entidades de universo que habitan en un infinito eterno. Y toda actividad que hagamos eludiendo esa evidencia, consume nuestra presencia, la abate, la debilita… y la convierte en una permanente queja, como añorando –sin querer, sin saber o subconsciente o inconscientemente- lo que realmente es: Misterio Creador. Una expresión más, infinita.

            No se avergüenza la lluvia de caer. Tampoco trata de ocultar su sonido, la gota, al llegar.

            ¿Por qué habrá entonces, la humanidad, de camuflar nuestras conformaciones, configuraciones, trasfiguraciones? ¿Por qué?

            ¿Por qué esa vergüenza constante a ser ideal, a sentirse ideal, a promover el ideal que cada uno o cada grupo o cada comunidad tenga?

            ¡Si soy agua! –por seguir ese ejemplo-. ¡Si soy gotas comprimidas!... Si me hago lágrimas cuando siento, y no lo puedo ocultar…

Estoy lloviendo. Me hago lluvia.

            El lenguaje del Misterio Creador es… ilimitado. Está ahí en cada circunstancia, en cada ocasión, en cada coincidencia.

            Un lenguaje de bondad…

Como se da la flor, como se da la tormenta, como se da el arco iris…

            ¡Tantos ejemplos! ¿Y por qué el ser renuncia a dar su identidad? ¿Por qué se retrae? ¿Qué mala pasada le han jugado sus capacidades, que le ha convertido en racista, propietarista, sectorial? Que se ha amparado en su intimidad para mostrar lo que no es, y así asfixiar esa propia intimidad, que la camufla bajo la idea de seguridad.

            Bajo la idea del llamado “Todopoderoso” –¡por favor!- se han ido edificando similitudes de poderes. Y así justifican, las diferentes humanidades, sus ascendencias y sus influencias de poder, basadas en el ejemplo –sic- del Todopoderoso.

¿Cuándo se inventó, cuándo se estableció… esa consigna?

            Quizás, cuando el ser compitió con la Creación, compitió con el aire, compitió con el agua, compitió con la tierra, compitió con el caballo, compitió con el perro, con el gato… y vio que algo podía.

Y surgió el misterio ocurrente de “el Todopoderoso”…

            Esa jerarquía de poder que lo único que destila es un modelo para seguirlo, y así cada uno establece sus poderes: familiares, sociales, culturales…

La batalla está servida.

            Con ello, fácilmente podemos deducir que las heridas también están servidas.

    Toda batalla que conduce a la guerra va a generar dolidos, dolientes, heridos, sufrientes.

            ¡Y todo!, generado por un modelo ¡falso!... Tan falso que nos hacía independientes y que nos daba el libre albedrío, como si fuera un valor añadido por ser humanos. “Como si fuera un valor añadido por ser humanos”.

            Nos conmina, la Llamada Orante, a configurarnos como misterios creadores, expresiones… expresiones de ello, siendo a la vez árbol, tierra, agua, aire y cualquier otro elemento.

            Y disolver esos privilegios de poder… que anulan a otros, que conforman la lucha permanente, que generan destilados de envidias, angustias, ansiedades, rabias, odios, rencores…

Una bisutería de adornos emocionales, espirituales, inteligentes… ¿Inteligentes?

            Si nos reconocemos Misterio Creador, como una partícula del Misterio Creador, pero siendo yo mismo, no tenemos necesidad de competir. Solo necesidad de asombrarnos, de gratificarnos, de glorificarnos…; de servirnos en el gozo, en el aplauso, en la sorpresa de ver, de sentirse vivo, vivo, ¡vivo!, ¡viva!...

            Y con ello cesa la contienda. Se acaban las heridas. Es inútil la muerte. No hace falta.

Porque hasta ésta es una impostura.

            Obsesionados con tanto poder, ¡con tanto dominio!, con tanta influencia, con tanto control, no dejamos que los seres fluyan según Misterio Creador.

            Tiene que haber, hay y está dispuesto, un momento para empezar el alivio, empezar a ser ligeros, empezar como si algo comenzara. Y no, no hay nada que comience ni que termine, pero al menos ser conscientes de una sorpresa: de verme identificado, expresado, mostrado, tal cual me siento, me descubro, me dicen.

            Y empezar a ser aprecio hacia todo, y dejarme apreciar… para no tenerle miedo al gozo, ese que nos hace sonreír sin querer, parpadear con claridad, hacernos ilusionistas, transparentes, sin nada oculto detrás.

            “Ilusionistas, transparentes, sin nada oculto detrás”.

 

***

Illusionists, transparent, with nothing hidden behind

2025-11-24

         We are living in a time of secrets, lies, half-truths, hoaxes… and a constant appearance in which it seems –it seems, and indeed it is true- that what we perceive is not what is really happening. By "really" we mean that which is nothing other than what is.

         At breakneck speed, configurations are established that are the ones that prevail, that are the ones that are used, that are –ultimately- designed by the most influential and powerful, to maintain a system of domination and control.

         And of course: to the extent that those who are not on that level cannot imitate, cannot practice in that way –as they command, as they impose, as they say- they hide, lie, imagine…

         The Call to Prayer appeals to our sincerity, to our expression of who we truly are, to a testimony without deception, to a belief without pretence, so that trust may develop… –it is there, but is increasingly weak.

         Since we are created, believers, creative, creators, let our coexistence be recreated by believing in one another.

         That is to say, in a mutual trust based on the evidence that each person's testimony is not an appearance, but evidence. There is no back door, no hiding places.

         The dedication that each being has to make in the predominant contemporary world to show what they are required to be, or to show that they are also worthy and capable, that dedication involves an enormous expense.

         That dedication to appearances, to telling stories, and to saying what the other person wants to hear.

         If for a moment –for a moment- each of us could consider the daily effort we invest in projecting an image that isn't what we feel, what we truly desire, what we want…, all that intention and effort, if it were invested in our idealization, in our convictions, in our vocations, in our dedications, in our services…, we would be talking about a different reality; we would be spontaneously sharing, without demands, everything that happens, everything that is needed, everything that is sought.

         And certainly, throughout the life course of a being, incidents accumulate, creating layers of wrappings upon layers… that prevent the true essence of being in terms of its expression, and in that all those layers, these wrappings, hinder personal development, the personal mission that each of us has simply by virtue of being alive.

         And so, the frequency with which some live the lives of others –in the sense of imitation- out of fear of expressing their personal vocation, and all these… let's call them “circumstances”, should be the focal point of what we call “inner life”, so that we may be a sample without layers, a naked sample.

         The tree doesn't dress itself when it sprouts. The worm doesn't cover itself as it crawls. No, the wave doesn't come hidden in the form of a stone…

         The air doesn't disguise itself to let us breathe. If it were a simulation or appearance, we would be drowning, suffocating.

         Water isn't camouflaged with one version or another… If it did, we would die of thirst.

And so on, we could list our entire living environment.

         Perhaps it could be said that the human species is the only one that pretends to be what it is not. It still doesn't know who it is. Perhaps this also contributes to that world of appearances.

         Patterns are established to which we must conform, renouncing aspects of our identity. In many cases, this is done to preserve our identity –to be able to keep it-. And in others, it's to maintain appearances and gain some benefit. Or applause, which is often fictitious, but satisfies the false reality.

         The Creative Mystery, in its evident whole, is not a prior adorned with garlands or carrying batons of command, but rather all that is evident and that we are capable of perceiving…

         It is time to realize that, when we are called to pray, we are being called by universality, by Creation –the Creative Mystery, Creation itself- of which we are an expression.

         Every time we transgress the evidence of life in our surroundings and of our frustrated vocations, we are interfering with the Creative Mystery.

         And that mysterious Whole uses prayer to guide us, to lead us and promote us toward balance, toward harmony, and to acknowledge and accept the evidence of all living things, which is Creation, which is Mystery.

         We could say that it's similar to that animism that seems to have passed, but it's more than that –but that's just a point of reference-. That popular wisdom that said: "God is everywhere". No. It's that "God is everywhere". He isn't just there. He "is".

And we are included in that, of course.

         But it happens –through unknown circumstances- that the being of humanity feels, because it is, divine. But it elevates itself to dominion, control, command.

         It becomes an intimate god to itself, and with pretensions toward others… ultimately harbouring the idea that the Creative Mystery is something that is here, there, everywhere. And it orders and commands. It rewards and punishes.

         If we manage –because it is possible, but so many layers have prevented us- if we manage to dissolve this idea of leadership, of different powers, of levels of influence… we would begin to perceive –and we do begin, if we cultivate this intention- we begin to perceive the mysterious in that Creative Mystery, which we have as a reference, as a word, but which is gradually opening itself to us as… a Whole.

         If we take that reference point: "that which opens to the Whole", we will discover that no such ladder exists, no such sequence of commands, no such population of hierarchies of angels, archangels, seraphim, cherubim, thrones, powers, sons, fathers, Holy Spirits…

¡Mon Dieu!

         All of this gravitates based on the fact that the human understanding was structured under that scheme. And under that scheme, our being in this place in the universe was structured: This is the boss, this is the king, this is the emperor, this is the governor… and so on, rungs that require punishments, rewards, justice, rules, morals…

         Clearly, a jumble of impostures… that make beings imposters, that make them adopt positions that are not their own.

         The Prayerful Call urges us to recover the intimate identity of each being, and their vocation to express it, to share it, to live it together…

         To abandon those hunter strategies that seek to deceive their prey, and that make us violent, domesticating, punishing, and rewarding… –let us use the word- rewarding those who behave according to the dominant imperatives of the place, the moment, the country, etc.

         We are entities of the universe that inhabit an eternal infinity. And every activity we undertake while ignoring this evidence consumes our presence, diminishes it, weakens it… and transforms it into a perpetual complaint, as if yearning –unwillingly, unknowingly, subconsciously, or unconsciously- for what truly is: Creative Mystery. One more expression, infinite.

         The rain is not ashamed to fall. Nor does the drop try to hide its sound as it arrives.

         Why then must we, humanity, camouflage our formations, configurations, transfigurations? Why?

         Why this constant shame about being ideal, about feeling ideal, about promoting the ideal that each individual, group, or community holds?

         If am water! –to continue with that example-. If am compressed drops!... If shed tears when I feel, and I cannot hide it...

I am raining. I become rain.

         The language of the Creative Mystery is... limitless. It is there in every circumstance, in every occasion, in every coincidence.

         A language of goodness...

Like the flower, like the storm, like the rainbow...

         So many examples! And why does the being renounce to give its identity? Why does it withdraw? What trick have its abilities played on it, turning it into a racist, a property owner, a partisan? That it has taken refuge in its privacy to show what it is not, and thus suffocate that very privacy, which it camouflages under the idea of security.

         Under the idea of the so-called “Almighty” –please!- similarities of power have been constructed. And thus, different humanities justify their ancestry and their influence of power, based on the example –sic- of the Almighty.

When was this directive invented, when was it established?

         Perhaps, when humankind competed with Creation, competed with the air, competed with the water, competed with the earth, competed with the horse, competed with the dog, with the cat… and saw that it could achieve something.

And then arose the intriguing mystery of “the Almighty”…

         That hierarchy of power that only serves as a model to follow, and thus each person establishes their own power: familial, social, cultural…

The battle is set.

         With this, we can easily infer that the wounds are set also.

Every battle that leads to war will generate hurt, grieving, wounded, suffering.

         And all of it generated by a false model!… So false that it made us independent and gave us free will, as if it were an added value simply for being human. “As if it were an added value simply for being human”.

         The Call to Prayer urges us to configure ourselves as creative mysteries, expressions… expressions of it, being at once tree, earth, water, air, and any other element.

         And to dissolve those privileges of power… that nullify others, that constitute the permanent struggle, that generate distillates of envy, anguish, anxiety, rage, hatred, resentment…

A trinket of emotional, spiritual, intelligent adornments… Intelligent?

         If we recognize ourselves as a Creative Mystery, as a particle of the Creative Mystery, but being ourselves, we have no need to compete. Only a need to be amazed, to gratify ourselves, to glorify ourselves…; to serve ourselves in joy, in applause, in the surprise of seeing, of feeling alive, alive, alive!…

         And with this, the conflict ceases. The wounds end. Death is useless. It is not necessary.

Because even death is an imposture.

         Obsessed with so much power, so much dominion!, so much influence, so much control, we don't allow beings to flow according to the Creative Mystery.

         There has to be, there is, and it's ready, a moment to begin the relief, to begin to be light, to begin as if something were starting. And no, there is nothing that begins or ends, but at least to be aware of a surprise: of seeing myself identified, expressed, revealed, just as I feel myself, as I discover myself, as I am told.

         And to begin to appreciate everything, and to let myself be appreciated… so as not to be afraid of joy, that joy that makes us smile without meaning to, blink clearly, make us illusionists, transparent, with nothing hidden behind us.

         “Illusionists, transparent, with nothing hidden behind”.

 

 

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