Almar el alma
8 de abril de 2024
Y transcurren aconteceres de... dramas, tragedias y horrores que se mantienen, o que ocasionalmente aparecen como muestras de creencias, como muestras de dogmatismos, como muestras de filiación a... ¡a lo divino!
Es tal el nivel de autoestima, de poder y de suplantación que establece la egolatría personal, que ponen a la Creación por testigo de cualquier acción; sobre todo las que demuestran destrucción, las que muestran gravedad... para que sean lo más parecido a un castigo divino.
¿Castigo divino?
Ese nivel de vanidad humana, que puede alcanzar destrucciones y daños severos, no solamente se queda en esos casos excepcionales, sino que se hace “contagio”, en lo cotidiano.
¡Sí! Cierto es que hay como un abismo entre el terror y el temor, pero... desde los más insignificantes hasta los más significados son capaces de amedrentar, de amenazar, al más puro “estilo divino”.
Y hay que preguntarse –y pregunta, el Sentido y la Llamada Orante-: “¿De dónde procede ese criterio de... “el castigo divino”?”.
No sólo es atribuible a terremotos... volcanes... tormentas destructoras… –lo que se llaman “fenómenos naturales”- que en otro tiempo pudieran interpretarse, por la humanidad existente, como castigos.
Hoy ya eso no se sostiene. Pero tampoco se sostiene la idea de que eso no haya quedado en el subconsciente, y el hombre lo acoja como justificante de poder ejercer en ese sentido destructor, demoledor, en los muy, muy, muy diferentes niveles.
Y así, hace menos de un mes que se conmemoraban los atentados del 11M, en los que saltaban por los aires unos trenes que transportaban laborantes, trabajadores, trabajadoras... Y ahí se transmutaban 192, dicen las estadísticas. Y dicen también, los juristas, que lo hicieron en el nombre de... de lo divino, y que para celebrarlo se inmolaron.
Y ocurre, en estas dramáticas situaciones, que... se envuelven y se envuelven de rumores, los aconteceres, que finalmente quedan en recuerdos y en historias, sin saber en realidad qué ocurrió.
Es como decir: “Dios no tiene que dar cuentas de lo que hace ni por qué lo hace”.
E igual que el mayor atentado cometido en la historia del hombre, por un Estado, como “Hiroshima y Nagasaki”, permanece impune por necesidades de la guerra, todos los demás atentados –de una intensidad menor, pero todos los demás- se han ido diluyendo, justificando, y quedando como... algún monumento que recuerde.
La Llamada Orante nos hace situarnos en aquello que nos desborda como ejercicio de poder, demoledor, para que tratemos de asumir, sin revancha, ese proceder que desborda las habituales violencias que cada ser establece con su entorno, en el nombre de defenderse o de atacar o de cualquier otra argucia de vanidad.
Es como decir –sin que sean equivalentes, claro, pero sí como reflejo de lo que cada ser se ejercita en su poderío cotidiano y en sus castigos y desprecios-: egoísmos vanidosos que parece que son normales. Si esos “normales” los elevamos a una potencia, los multiplicamos, culminan con... vidas en el aire.
El producir dolor... de muy diversa índole, es un mecanismo que se ha “institucionalizado” para mostrar la posición, la importancia… Y habitualmente tiene una respuesta similar o semejante, que puede ser indolente, ignorar, apartar…; actitudes igualmente violentas, pero con apariencias “civilizadas”.
Pareciera que a la humanidad se le ha olvidado que somos producto de un Amor arrebatado de la Creación, ¡somos producto de una carambola increíble que hace posible lo viviente!; y que esto viviente se sostiene en base a la solidaria concordancia, sintonía, armonía, colaboración, respeto, afecto, amor.
Y que cada vez que ejercitamos el desamor, nos precipitamos a los abismos de la violencia. Sí: violencia hacia sí mismo, violencia hacia el entorno... de muy infinitas formas.
Es una dramática conversión de una única expresión en la que “la materia prima” –por así decirlo-, el amor, cuando sorprende al humano y le impresiona, le fascina, pues bien, decide apoderarse de ello, no vaya a ser que se pierda, no vaya a ser que se lo quiten.
Y para ello emplea la violencia, según su criterio.
Y así, todavía en algunos países, las mujeres adoptan el nombre de “señora de”, como una posesión.
Es un ejemplo.
Pero que nos sirve para darnos cuenta de que, en la medida en que no se consigue tener, poseer... la idea, el proyecto, el ser, la entidad, la circunstancia amada, la respuesta es poder, violencia. De muy diversa índole, insisto.
Pero no es la lucha entre el bien y el mal, no.
Es la contaminación de la bondad del ser: que se vuelve inquisitorial y reclama, según sus derechos, sus criterios y sus opiniones, lo que es “suyo”.
Es el “propietarismo” desolador; ese que acumula, que tiene, y que tiene que guardar, proteger, cuidar…
Estar “seguros”.
Y curiosamente, esa actitud de poder, que se hace violenta, también se dedica a asegurar lo posesivo, como un acto de clemencia. ¡Increíble!
La Llamada Orante nos reclama que la pérdida de atención, de alerta y de alarma…
Que en realidad no es “alarma”, sino que es “al-alma”. Es un simple cambio de una letra.
Un simple cambio que nos hace tomar el aRma de la envidia, del celo, del desprestigio, del insulto, etcétera, a la otra, al aLma –en vez de “al-arma”, “al-alma”-; en el que el alma trata de trascender, escuchar, respetar, atender, cuidar.
Y no es la solución condenar, castigar, encerrar... No. La solución es “almada”: “almar... al alma”.
Porque ese “almar al alma” nos sitúa en el plano de lo no articulado, de lo no legal, de lo no oficial. Nos sitúa en el plano creacional.
Nos hace posible vivir la Piedad, el Amparo, la Misericordia... y la Bondad Superior que gravita sobre lo viviente, gracias a lo cual está, existe.
Descubrirnos... en base a la Llamada Orante, que nos llama para que nos veamos en nuestras vanidades, importancias, demandas, exigencias..., que son los caldos de cultivo de poder, de castigo, de desprestigio, de... ¡prejuicios! Esos que conducen a la condena y al castigo: prejuician, enjuician, condenan y castigan... al vecino, al religioso, al político, al deportista o a cualquier otro.
Y eso ha llegado a considerarse... normal.
Incluso se habla de que son mecanismos de defensa, los prejuicios, los juicios, las condenas y el castigo consiguiente; porque van todo seguido: prejuicios, juicios, condenas, castigos... de pensamiento, palabra, obra u omisión.
Todo ese caldo de cultivo, cuando se hace “normal”, es un caldo de cultivo que se acrecienta, que ¡hierve!... y llega a momentos de explosión; que llega a ese drama que es la guerra: la mejor institución para destruir, ganar... y saltarse todas las prevenciones del cuido, del desarrollo del arte, de la belleza. Incluso se le llama y se dice que es un mecanismo “depurador”; que es necesario.
La Llamada Orante nos llama para que no seamos gérmenes que promuevan, que sean caldos de cultivo –que seamos caldos de cultivo- de esa posición de suplantación de lo divino, en la que el poder es la máxima expresión; la violencia, la mejor ejecución; y el prejuicio, juicio, condena y castigo, la mejor decisión.
Como seres orantes que acuden a la Llamada Orante, debemos aplicarnos en esas perspectivas, en esas dimensiones.
Dejar de condenar y de juzgar, pero sí evidenciar, para poder hablar y escuchar.
Y en ello y con ello establecer concordia, relación, colaboración, sintonía, afecto, amabilidad.
Tenemos todas las palabras necesarias para desarrollar nuestro instinto de santidad. ¡Todas!
Nos reclaman orantemente que las ejercitemos.
Todos los momentos son trascendentes. Y esta vivencia de “normalidades” debe revisarse, ponerse al día... y testimoniar nuestra esencia divina como servidores, como admiradores, como cultivadores de la belleza y de la sintonía.
“Es una posición inaplazable”.
Ámen.
***
To soul the soul
2024-04-08
And events
of... dramas, tragedies and horrors occur that are maintained, or that
occasionally appear as samples of beliefs, as samples of dogmatism, as samples
of affiliation to... to the divine!
The level of
self-esteem, power and impersonation established by personal egomania is such
that they put Creation as witness to any action; especially those that show
destruction, those that show severity... to be the closest thing to a divine
punishment.
Divine
punishment?
This level of
human vanity, which can lead to severe destruction and damage, not only remains
in those exceptional cases, but also becomes “contagious” in everyday life.
Yes! It is
true that there is an abyss between terror and fear, but... from the most
insignificant to the most significant, they are capable of intimidating, of
threatening, in the purest "divine style".
And we must
ask ourselves –and asks, the Sense and the Prayerful Call–: “Where does this
criterion of... “divine punishment” come from?”.
It is not only
attributable to earthquakes... volcanoes... destructive storms... -that are
called "natural phenomena"- that in other times could be interpreted,
by existing humanity, as punishments.
Today that no
longer holds true. But the idea that this has not remained in the subconscious,
and that man accepts it as justification of being able to exercise in
that destructive, devastating sense, at very, very, very different levels, does
not hold up either.
And so, less
than a month ago the 11M attacks were commemorated, in which trains
transporting male and female workers were blown up... And there, 192 were
transmuted, according to statistics. And the jurists also say that they did it
in the name of... the divine, and to celebrate it, they sacrificed themselves.
And it
happens, in these dramatic situations, that... they become enveloped and
wrapped up in rumours, the events, which finally remain in memories and in
stories, without really knowing what happened.
It is like
saying: “God does not have to account for
what he does or why he does it”.
And just as
the greatest attack committed in the history of mankind, by a State, such as
“Hiroshima and Nagasaki”, remains unpunished due to the needs of war, all the
other attacks –of a lesser intensity, but all the others- have been diluted,
justified, and remaining as... some monument to remember.
The Prayer
Call makes us place ourselves in what overwhelms us as an exercise of power,
devastating, so that we try to assume, without revenge, that procedure that
goes beyond the usual violence that each being establishes with its
environment, in the name of defending itself or attacking or any other trick of
vanity.
It is like
saying -without being equivalent, of course, but as a reflection of what each
being exercises in their daily power and in their punishments and disdain-:
vain selfishness that seems to be normal. If we raise these “normal” ones to a
higher level, multiply them, they culminate in... lives in the air.
Producing pain...
of a very diverse nature, is a mechanism that has been “institutionalized” to
show the position, the importance... And usually has a similar response, which
can be indolent, ignore, push aside...; equally violent attitudes, but with
“civilized” appearances.
It seems that
humanity has forgotten that we are the product of a Love taken from Creation,
we are the result of an incredible coincidence that makes living things
possible!; and that this living thing is sustained based on solidarity,
concord, harmony, collaboration, respect, affection, love.
And every time
we exercise lovelessness, we rush into the abysses of violence. Yes: violence
towards oneself, violence towards the environment... in very infinite ways.
It is a
dramatic conversion of a single expression in which “the raw material” – so to
speak-, love, when it surprises a human being and impresses him,
fascinates him, well, he decides to take hold of it, lest it be lost, lest they
take it away from him.
And to do this
he uses violence, according to his criteria.
And so, still
in some countries, women adopt the name “lady of” as a possession.
It's an
example.
But what helps
us to realize that, to the extent that we cannot manage to have,
possess... the idea, the project, the being, the entity, the loved
circumstance, the answer is power, violence. Of a very diverse nature, I
insist.
But it is not
the fight between good and evil, no.
It is the
contamination of the goodness of the being: that it becomes inquisitorial and
claims, according to its rights, its criteria and its opinions, what is “its
own”.
It is
devastating “ownership"; the one that accumulates, that has, and has to
save, protect, take care of...
To be
“secure".
And curiously,
that attitude of power, which becomes violent, is also dedicated to securing
the possessive, as an act of clemency. Incredible!
The Prayer
Call demands that the loss of attention, alertness and alarm…
Which in
reality is not “alarm”, but rather [1]“to-the-soul”. A simple change of letter.
A simple
change that makes us take the [2]weapon of envy, jealousy, discredit, insult, etc., to
the other, to the soul –instead of “to-the-weapon”, “to-the-soul”-; in which
the soul tries to transcend, listen, respect, attend, care.
And the
solution is not to condemn, punish, lock up... No. The solution is “souled”:
“to soul... the soul”.
Because that
“souling the soul” places us on the plane of the unarticulated, the non-legal,
the unofficial. It places us on the creational plane.
It makes
possible for us to experience Mercy, Protection, Compassion... and the Superior
Goodness that gravitates over the living, thanks to which it exists.
Discover
ourselves... based on the Prayerful Call, which calls us to see
ourselves in our vanities, self-importance, demands, exigencies..., which are
the breeding grounds of power, of punishment, of discredit, of... prejudices!
Those that lead to condemnation and punishment: they prejudice, judge, condemn
and punish... the neighbour, the religious person, the politician, the athlete
or anyone else.
And that has
come to be considered... normal.
It is even
said that prejudices, trials, convictions and the resulting punishment are
defence mechanisms; because they all come together: prejudices, judgments,
condemnations, punishments... in thought, word, deed or omission.
All that
breeding ground, when it becomes “normal”, is a breeding ground that increases,
that boils!... and reaches moments of explosion; that comes to that drama that
is war: the best institution to destroy, win... and skip over all the
preventions of care, of the development of art, of beauty. It is even called
and said to be a “purifying” mechanism; that is necessary.
The Prayer
Call calls us not to be germs that promote, that are breeding grounds –that we
are breeding grounds- of that position of supplanting the divine, in which
power is the highest expression; violence, the best execution; and prejudice,
judgment, condemnation and punishment, the best decision.
As praying
beings that come to the Prayer Call, we must apply ourselves to those
perspectives, in those dimensions.
Stop
condemning and judging, but to show evidence to be able to speak and listen.
And in it and
with it establish concord, relationship, collaboration, harmony, affection,
kindness.
We have all
the words necessary to develop our instinct for holiness. All!
They
prayerfully demand that we exercise them.
Every moment
is transcendent. And this experience of “normalities” must be reviewed, updated...
and bear witness to our divine essence as servants, as admirers, as cultivators
of beauty and harmony.
“It is a
position that cannot be postponed.”
Amen.
***