martes

Lema orante semanal

LLAMADA ORANTE
3 de enero de 2011
Según una forma de concebir el tiempo, hoy culminamos un momento de traslación y… ¡continuamos!... hacia otras posibilidades.
No se termina, “se culmina”.
Y es importante esta distinción porque, lo que se termina, no puede continuar –porque se ha acabado-. En cambio, lo que culmina, tiene la opción o la posibilidad de continuar.
En la culminación se recogen todos los elementos más significativos que sirven de estímulo, que sirven de… “recursos” para generar nuevas y posibilitantes habilidades.
Orar, en un punto culminante de nuestra presencia en el universo, es… tener la opción de ¡repasar! –a vista de un cometa- los momentos más significativos con los que podemos continuar nuestro viaje.
La posición orante nos permite resaltar lo virtuoso, lo excepcional, lo curioso, ¡lo llamativo!... que ha transcurrido a lo largo de este ritmo; de este periodo.
Lo que –en teoría- nos ha parecido negativo o malo, de seguro que habrá sido ¡bueno!... para otros.
Porque la Creación es Bondad, es Misericordia, es Virtud, y no puede gestar lo que –en absoluto- podemos llamar “malo”, sino que nos muestra facetas que, a veces, “nos parece” que no nos convienen, pero de seguro que convienen a otros.
Esta posición… contemplativa, nos la brinda la óptica orante; porque, si hacemos una aproximación racional y lógica, no sacaríamos estas conclusiones.
Y, así, podemos decir:
¡Gracias! ¡Aleluya!
por haber contemplado…
tantos amaneceres…
y tantos nocturnos.
Hemos disfrutado del privilegio de disponer de alimentos
y de la opción de aprender;
de la posibilidad de estudiar;
¡de la permisividad de viajar!...
La vida nos ha impulsado
y nos ha suministrado el aliento necesario
para dar evidencia de que estamos.
Culminamos un ritmo
en el que hemos visto
a nuestras descendencias
¡crecer!… hablar, andar, ¡sonreír!…
Nos han permitido, las Fuerzas de la Creación, ¡caernos!, y levantarnos con más brío; con más ganas.
Hemos tenido la opción de ayudar, de colaborar, ¡de sentir!… el apoyo de otros.
Y ahora que vemos que el movimiento va hacia otra textura, hacia otra dimensión, nos sentimos con la expectativa, ¡la ilusión!... y la esperanza de que, lo que vamos a descubrir, lo que vamos a sentir, va a ampliar nuestra percepción de lo creado; nos va a dar una… ¡mayor sensibilidad!... a lo que transcurre.
Sin duda, sin la menor duda, hemos llegado hasta esta culminación porque nos han amado, ¡en mayor o menor medida! –no podemos medirlo-. Pero si no hubiera sido por ese pequeño y trascendental detalle, no estaríamos ahora celebrando la culminación.
No es viejo e inútil lo que ha transcurrido. Ha sido sostenedor y descubridor; y, en consecuencia, mantenedor de otras posibilidades.
La oración nos permite contemplar lo culminante, como valioso; no como… “el fin”, no como: “¡al fin terminó lo que pasó!”, sino como…“¡gracias por lo que transcurrió; porque de ello me serví… y pude servir!”
Sólo lo que ha soportado –“sólo lo que ha soportado”- la adversidad y la dificultad, y culmina su caminar, puede ver, de nuevo, amanecer.
Así que puedo decir: “el feliz año transcurrido”;porque de él he aprendido lo que puede ser mejor.
“Felices los aprendizajes que he desarrollado, porque ello me permite albergar… la esperanza de otra dimensión”.
Los seres que se desplazaron a otras dimensiones, ¡y los que han venido de nuevo!, me han permitido ver el transcurrir de la vida… como Eternidad.
Culminando, ¡apreciamos lo que se nos ha dado!, y podemos intuir todo lo que podemos dar.
Culminando, ¡me siento capaz!... e intuyo… que confían en que puedo seguir.
Lo que ha transcurrido no es viejo, ni malo, ni desechable; es… el cultivo de una tierra que se prepara hacia nuevas lluvias, ¡diferentes semillas!... y otros frutos.
La alegría está en lo transcurrido y lo culminado, ¡no en lo que aún no ha sucedido!
Si nos han permitido culminar y nos abren las puertas para seguir, sin duda, eso es un motivo para promoverse, para confiarse, para solidarizarse.
Lo transcurrido y culminante ¡genera fuerza!... para corregir, para variar, ¡para proponer!, ¡para plantear!… diferentes opciones de las que han transcurrido.
Cada culminación nos descubre lo superfluo –lo que sobra- y nos resalta lo valioso; lo que permanece.
¡Sólo continúa aquello que sabe desprenderse de lo que acumula; de lo que ya no precisa.
La culminación no gesta costumbres, sino que se abre hacia nuevos caminos.
Como seres orantes, y en el sentirse herederos de los decretos celestes, cada culminación es una ¡nueva oportunidad!... de descubrir la brillantez del misterio, y sumergirse en él ¡sin miedo!
Al sabernos seres culminantes, absorberemos –hasta vaciar por completo- nuestra copa de vida, para que sea –de nuevo- llenada con nuevos sorbos, nuevos alientos, que han sido posibles gracias a la pasada primavera.
Con el instrumento orante, felicitar a todos los que han aportado su don, su gracia, para que el mensaje que nos corresponde aportar, reúna la vitalidad y el entusiasmo de continuar.
Y transmitir la idea de que una Esperanza nueva integrará los intereses personales, para hacerlos un ideal universal… que sea “servidor” en el sentido de lo Eterno.
Que brille nuestro testimonio como expresión de “posible”; como muestra de ilusiones de otros, que parecen marchitas, pero que tan solo necesitan ver que otros saben florecer.
***

lunes

Lema orante semanal

LLAMADA ORANTE
27 de diciembre de 2010

Como una lluvia de estrellas, nacen y nacen y nacen proyectos…, posibilidades…, ideas…, sugerencias. Quizás, hace no se sabe cuánto -porque no es cuestión de cuánto sino de cualidad- a base de… -diríamos hoy- de ensayar y ensayar la llegada de posibilidades, una de ellas dio con el hálito de la vida. Y apareció eso que se llama vida en este lugar del universo. Quizás sea algo muy vulgar en el universo global pero, así de entrada, en el universo más cercano es algo excepcional.
Y… ¡cuántas!, cuántas posibilidades arribaron a este planeta y no…, y no cuajaron, y se incorporaron -como elementos- a la tierra, al aire, al mar… ¡Quién sabe!
Lo que sí parece –de momento- viable como ensayo, es este compendio diverso llamado vida. Porque ha transcurrido un quantum de tiempo y calidad en el que se ve que persiste, persevera, perdura y continua. Ciertamente, desaparecen especies que se incorporan, en sus disoluciones, a no se sabe a dónde; otras, se hacen cada vez más expansivas, más numerosas, más capaces…
También pareciera –pareciera- que no hay nada más que añadir, que ya el acontecer vital ha culminado. No evolucionará la serpiente pitón hacia mamuts, ni el mamuts volverá a aparecer, ni… No, pareciera –pareciera- que incluso el ser humano ya, con lo que sabe, está cumplido. Y eso de evolucionar, como que… –bajo la óptica de principio y fin- ya ha terminado.
El sentir orante, desde su Misterio, nos… nos acepta todo lo que hemos dicho antes, pero… no se agota. El modelo que ha generado la sapiencia humana, termina. Y con él, como mucho, queda “la ficción”. Quizás esa ficción sea expresión del Misterio que aguarda aún la aparición de la vida.
Ciertamente, podríamos decir que en el caso de la especie humana, hasta donde alcanza nuestro saber, ha habido cambios significativos. Quizás sean virtuales, pero no alcanzamos la visión absoluta, entonces todo puede ser parcial, relativo o virtual.
Quizás, con la aparición del tiempo, se quiso -por parte de la Creación- brindar a lo que llamamos vida, la opción de contemplarse.
¡Oh!
El “¡Oh!” -de sorpresa- es porque, si pensamos como habitualmente se piensa, si no tuviéramos el tiempo suficiente, no podríamos haber contemplado y observado la evolución de la especie.
Si quitamos el factor tiempo –que seguramente es una ilusión-, tendríamos que modificar toda la estructura del pensamiento para… conseguir saber algo. Quizás no sabríamos nada. Ahora, al menos, la sensación es que algo sabemos. Sensación.
¡Oh! Pero no, no, no compliquemos mucho las cosas a estas horas de la mañana. Lo orado hasta este instante realmente es un prólogo, pero puede ser, perfectamente -lo es-, una oración:
“Consideraciones en torno a la vida”, 24 de Diciembre del 2010.
Tres o cuatro detalles interesantes y… a pensar.
Y a lo largo -continuando como prólogo, ya culminado, y ahora entrando en materia- orantemente, la verdad es que el ser nunca ha dejado de orar. Porque necesita hablar con alguien. Así de simple. Y cierto que puede hablar con los ratones o con los gatos o con los perros…, sí, y de hecho lo hace. ¿Qué amo no habla con su perro? ¿eh?, y le cuenta su vida y su… O con su pájaro, y el pájaro -el pobre- pone cara de interesante para decir: “Bueno… no se de qué vas pero cuenta conmigo”.
Pero podría decirse que… que todo aquello que el ser desconoce es motivo de oración. No conoce a la Luna y ora, habla con la Luna; no conoce el Sol y habla con el Sol; no conoce la lluvia y habla con la lluvia. Cuando conoce más o menos el porqué –más o menos-, entonces deja de hablar, le retira el saludo. Ya no ora hacia ello.
Porque, a ver, ¿quién le reza ahora a la lluvia?, ¿o ahora en Europa a la nieve, porque nieva en invierno? Y claro, el que más o el que menos se pregunta: “¿Pero no, no había el “calentamiento este”? ¿Cómo es que ahora en invierno hace frío, si tenía que hacer calor?” No se preocupen los “calentólogos” nunca se equivocan. Ya han dado la respuesta. Han dicho:
“El calentamiento global existe, es evidente. Y la ola de frío también existe, es evidente. Pero es producida por el calentamiento global”.¿Ven?, todos tienen solución.
“Seguramente al calentarse tanto las zonas más frías y evaporizarse las aguas, al subir a estratos superiores de la atmósfera y enfriarse, se precipitan en forma aparente de invierno y de frío. Nieves aparentes, aguas aparentes, pero, en el fondo, calor latente”.
Y ya está. Si cuando un pensamiento humano se pone burro, hasta que rebuzna, no para. ¡De verdad!
¿Se acuerdan de la famosa “gripe A” que iba a arrasar con media humanidad, y era una evidencia científica tan clara, que nadie podía discutir? Pero los muertos no se produjeron. Y la semana pasada, España destruyó vacunas de la gripe A por valor de 40 millones de Euros, porque ya… ya no…
¡Oh sí! pero el burro rebuzna:
-Sí existió, lo que ocurre es que… bueno… se tomaron medidas…
-¿Cuáles?
-Ninguna, pero… es que… en fin…
-En fin.
Y así va, va tentando y tentando la humanidad, con sus proyectos, ideas, sugerencias…, muchas de las cuales por un momento triunfan y luego llega “Wikileaks” y te dicen que no. No dicen nada, pero da la sensación de que dicen mucho: Que si el embajador se masturba, que si la embajadora no come aceitunas, que si han mandado un cable diciendo que Rubalcaba es encantador… O sea, cosas del inframundo. El cotilleo del cuerpo diplomático; la telenovela oficial de los políticos. ¡Increíble! Claro tenían envidia del éxito de las telenovelas latinoamericanas, que triunfan hasta en Rusia y en Kazakistan y en Kazastán y hasta en Estonia triunfan.
Y claro, ha venido muy bien que se saquen todos estos miles de millones de cientos de millones de documentos, que ocupan millones de horas y no se cuántas cosas más, para… Pero ya ha dicho el Departamento de Estado Norteamericano que Julián es un cotilla y es un traidor; y otro que estaba en medio, que es el que sacó, pues está “super preso”, “super preso”.
¿Cuánto durará esto? Pues un rato. Mientras, mientras… igual que distrae la atención una telenovela, pues distrae –teóricamente- a la “elitte” política, social y económica… un rato, y se hacen otras cosas que conviene que estén con una cortina y no se vean. ¿Qué será? ¡Oh! Lo veremos…, no lo veremos… ¡Quién sabe!
Y siguen apareciendo, y aparecen, a lo largo de la historia –y, obviamente, tenemos que hacer referencia a las cosas más recientes- pues como lluvias de estrellas, acontecimientos de mayor o menor magnitud, que van marcando fechas, horas, momentos… y se interpretan, se valoran, se evalúan y… ¡a otra cosa mariposa!
¡Ah sí!, sí, sí… ¡Oh, sí!, sí, sí, sí… Significa que lo que era noticia en un determinado momento y constituyó una cosa, luego ya no lo es.
-Ah, sí, en 1800 se fundó tal…
-Ah… sí… pero ya ha perdido vigencia. Aunque sean acontecimientos que cambiaron la historia -o no tanto ¡eh!-, pero bueno…
Como modas… ¿Qué será de Harry Potter dentro cien años? Por ejemplo. Pues seguramente se va a leer poco…, me da la sensación. ¡Y es Harry Potter, ojo!
En cambio, hay cosas que…, por ejemplo, Caperucita la Roja ha durado más y es más cortito. A ver si es cierto eso de: “lo bueno, si breve, dos veces bueno”.

Así llegamos a cualquier lugar del planeta en el que se establece lo que podríamos llamar “modas”, y en las que se pone manifiesto que: “Ahora se lleva esto, ahora se hace esto…” Pero… ¿y mañana? Mañana…
“Y mientras duró pues… triunfó, medio triunfó… o quedó ahí.”
Somos y tenemos conciencia de que somos -seguramente virtual- cuando nuestra capacidad puede gestar ideas. Sí, lo que llamaban los antiguos filósofos “el mundo de las ideas”. Sí, cuando nosotros tenemos recuerdos de nosotros mismos es cuando empezamos a existir. Antes -para nosotros- no existíamos. Sí…, nos dicen que éramos gorditos, alegres, simpáticos, cariñosos… ¡Nada más lejos de la realidad después!
-¿Tú eras simpático y agradable de pequeño? ¿Y cómo es que no te acuerdas? 
-Ni acordarme, oye. De lo primero que me acuerdo, así, es de una vez en el colegio que la profesora me castigó, y mi madre me “re-castigó”, y al enterarse mi padre me dio una paliza para rematarlo ¿verdad?, para que aprendiera. Y creo que desde ese momento empecé a existir. Antes no se.
Y esto podría generalizarse. Aunque siempre hay algún niño precoz -occidental, claro- que recuerda anteriores reencarnaciones y su vida intrauterina. Pero esos que siempre estropean cualquier idea e hipótesis, pues que vivan su vida intrauterina y que recuerden todo lo que quieran, nos parece muy bien. Si antes fueron ratas, ciempiés o murciélagos, nos… nos… nos resulta curioso, al menos curioso.

Y mientras el ser de humanidad oraba a todo lo que desconocía, como decíamos -y sigue haciéndolo- por hablar, por enterarse, por saber… , -ya que se llama “sapiens sapiens”- se fue topando con muy diversas o muy diversos misterios, y fue dando respuestas -a través de oraciones- a esos misterios, que luego se hicieron ciencia. ¡Así empezó la ciencia!, que no nos engañemos. La ciencia es producto de miles de oraciones, y merced a ella pues las creencias se fueron desgranando y se fue estableciendo un criterio y una explicación que, hoy por hoy, es válida en algunas cosas, de momento.
-¡Ah!, entonces ¿la ciencia, que hoy es casi infalible, es producto de las conversaciones que, a través de la posibilidad del tiempo de contemplar, tuvo el hombre -y tiene- a través de la historia?
-Es probable que sí.
-Esto cambia algunas cosas ¿no?
-Pues, de entrada, sí cambia algo, porque podemos contemplar lo que hoy llamamos ciencia como algo muy propio del hombre, como algo simplemente… de oraciones residuales.
-¿Residuales?
-Sí, porque… ya se sabe, y entonces ya no necesitan oraciones. Eso sí, hay que seguir orando para seguir contemplando, para que a través del tiempo podamos ir descubriendo y seguir manteniendo la ciencia.
-¡Ah!
-Es decir, que la creencia, el creer, -que hoy se cree en la ciencia. ¡Da igual qué nombre pongamos!- es orar. Sí, es orar, como sin darse cuenta ora el científico buscando una explicación y un razonamiento que cuadre con el criterio que pueda explicar el por qué una “super nova” es tan nueva y tan hermosa como parece ser. Antes, quizás, le llamaban “religiones”; hoy le llaman “ciencias”. Pero… es -como dice el refrán- el mismo perro pero con distinto collar.
Es bueno darse cuenta de esto -al menos como posibilidad-, porque nos permite avanzar, y nos permite darnos cuenta de que podemos cambiar y ser de otras formas y maneras que hasta ahora se habían dejado por inútiles o incapaces o… pffff…
Y ahora…, y ahora que hay crisis, el ingenio se agudiza más, y se vuelve la vista atrás y adelante -las dos cosas, las dos cosas- para unirlas y buscar un mayor rendimiento, una mayor utilidad, un mayor ahorro, un mayor progreso… que, sin duda, se verá.
Ahí está parte de la esperanza del próximo ritmo que comienza dentro de unos días.
Y en toda esa lluvia de ideas que, como estrellas, pueblan y generan la vida, surge una que, por convenio, por intemporalidad -sin darse cuenta-, tiene su referencia hoy: El nacimiento del Soplo Crístico; para seguir lo convencional, pues siempre se nace por la noche, no sé por qué. Podrían habare dicho que nació al amanecer ¿no? Pero, como acabamos de decir, “intemporal”. No podemos ceñirnos al relato histórico, porque apenas sí hay constancia veraz y apenas sí hay criterio realmente comprobable y verídico de lo que se dijo, se hizo y ocurrió.
Pero… por encima de todo eso -y de ahí el motivo de oración- está el hecho de que se sigue orando en el milagro, se sigue orando con la palabra, se sigue orando en la muerte, se sigue orando hacia la resurrección, se sigue orando ante lo pobre, se sigue orando, en definitiva, ante lo que se desconoce, ante lo que no tiene explicación, a sabiendas -como en otros casos que hemos citado- se podrá saber, se podrá conocer, se podrá entender… otra dimensión. Sí, y seguramente en otros momentos, pues con otras circunstancias, tendremos ocasión -como ya se ha hecho- de indagar contemplativamente en oración, situaciones que parecen anunciarnos nuevas posibilidades, nuevas opciones dentro del desarrollo de la vida.
Y sí, ciertamente, palabras. Palabras que luego eran hechos; milagros que resultaron ser ciertos. No es una novedad, pero ahí están. Que, sin duda, tienen su explicación… hasta un cierto nivel racional. Pero son las ideas que, sin duda, en su momento no fueron entendidas y ahora torpemente se manipulan.
Soplo, el aliento Crístico aparece en un momento del desarrollo de la vida. Y viene a aportar el valor de la palabra como entidad viva, como capacitante para transformar cualquier realidad.
Y es semejante a ese primer recuerdo que tenemos, al que le ponemos palabras: “Y recuerdo que en el colegio me castigaron…” Le ponemos palabras para poderlo fijar y para tener conciencia de que existimos. ¡Guau!
¿Será, será que… cierto es que en el Principio era la Palabra, y la Palabra era Dios?
“¡Señor yo no soy digno de que entres en mi casa, mas una palabra tuya bastará para sanar!”
Y le dijo: “Vete y no peques más”. Y sanó.
Y dijo y dijo y dijo….

Ciertamente, durante el día, con la luz, el hombre se siente más capaz y expansivo y recorre, anda…, pero cuando llega la noche, tiene precaución -incluso miedo- y se reagrupa, se junta en el clan en torno al fuego; algo de luz. Y ahí surgen historias, ¡buenas historias! Noches buenas que dan que recordar, sea el día que sea.
Cuando el sol se ha ido a descansar y el hombre siente miedo por lo poco que puede mirar, a tientas va relatando historias, que tienden a ser grandes, como el pescador que siempre exagera.
Es una forma de ahuyentar la sombra de la noche. Y así, “Bienaventurados los pobres de espíritu porque… bienaventurados los que sufren porque… bienaventurados…Y todos los que hemos visto y los que nos hemos sentido, en tantas ocasiones, des-aventurados…, en una noche, ante una fogata alguien nos llama “bienaventurados”.
Y alguien, ante la rabia y la inquina que se tiene hacia este o aquel porque: “me ha hecho, porque me tengo que vengar, porque esto no va a quedar así…”, nos dicen: “Y qué tal si le perdonas? ¿Qué tal si, incluso, le aprecias? ¿Qué tal si, incluso, oras por él?
¡Es fantástico!, ¡es una historia fantástica!
“¡Ay! mis dolencias son insoportables, mi visión ya no está, mis fantasmas me corroen la mente, y alguien dice que dijo que vio que alguien le toco y sano quedó. Corrió a un sitio y a otro, y contó que paralítico era y loco estaba, pero ahora es cuerdo y anda. ¿Será verdad?”
“¡Ahhhh!... Sabed, ahora que es oscuro, que la muerte nunca llega. Fue una mentira que alguien dijo y que, bueno, todo el mundo se la creyó. Pero sabed que, cuando estéis en ese trance, vais a resucitar. Sí. Y es más, lo podéis hacer cada día. Fijaros cuando despertáis. ¿No habéis resucitado acaso?
Sí, ya se que atribuís la resurrección al despertador, pero… ¿Y los que no lo oyen, qué?”
Sí, nace una idea de convivencia, nace una idea de armonía, nace una idea de sintonía, nace una idea sin rencor, nace una idea sin violencia como método de comunicación, nace una idea sin muerte, nace una idea con resurrección. Preámbulo de inmortales… nace una idea de que el Cosmos es infinito y que en él deambulamos, bajo cierta condiciones, cierto, pero… Nace una idea de comprensión: “El que esté libre de culpa que tire la primera piedra”. Y así dejaremos las piedras en su sitio; que también tienen derecho.
¡Ay! nace una idea en la que la palabra se vuelve encanto, se vuelve verso…, verso…, ¡verso!, ¡verso!... Y nos permite vernos y ver a los demás con curiosidad, con sonrisa, con ¡pasión!; con la permanente esperanza de resucitar de lo viejo y carcomido y lo deteriorado, hacia un hombre nuevo, regenerado, alegre, vistoso, generoso, capaz.
Noche… buena. Se acercará poco a poco, hoy, 24 de Diciembre del 2010, una década de un nuevo siglo, en donde el Soplo Crístico está ahí, latente, aguardando a que, grano a grano -como si fuera de mostaza-, vaya germinando y dando árboles… frondosos. Sin desdeñar a ninguna otra opción, sin imponer ninguna opinión, basados en la evidencia de el amor.
Ámen






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domingo

Lema orante semanal

LLAMADA ORANTE
20 de diciembre de 2010

Se escurre deprisa la vida, ¡y apenas!... se perciben las oportunidades; muchas, ¡cuando han pasado!… –muy tarde para vivirlas-
Se escurredeprisa… la vida; con momentos de rocío inmortal.
¡Ay! ¡Que ahí está!... lo Divino, para certificar.

Se resbala la vida… y, con ella, el andar se hace indeciso o resbaladizo, y propicia las caídas.
¡Resbala deprisa la vida!, y nos deja contemplar lo que pudo… ¡y no fue!; ¡lo que debió!… y no se cumplió; lo que se espera, y no llega. Y se escurre como no queriendo saber…

¡Ay! ¡Ay! ¡Detén!… ¡detén! –Divino refugio-, ¡un instante!, tu precipitada huída. No nos dejes con la melancolía de que todo se escapa entre las manos, por no saber ceñir un dedo en cada dedo.
Se escurre la vida como el agua en la cascada, que no lo piensa ni un instante y se precipita; como lluvia en tormenta; como ola que rompe en acantilado.
Parece, por momentos, una experiencia “cruel”.
Pero, ¿no será que… nuestro afán por conocer, dominar y controlar, nos empuja a precipitarnos, y no haya consciencia de poder despertar a… ¡a ir!, “ir junto”… a esa caída, a ese resbalón?… –“Junto”-.
¿Será que el mismo ser se empuja… ¡como queriendo llegar antes que el torrente!, para ver cómo llega?... ¿Antes de Dios, para ver si viene –o no-?

¿Será entonces que, con esa actitud, Dios resbala en cualquier superficie y se va en estampida?
No obstante, deja el eco silencioso de su paso. A la vez que pasa, permanece; como si fuera algo que, en unidad, se dispersa. Como el árbol, que permanece… y sus raíces se expanden, se extienden; sus ramas, buscan; sus hojas, resplandecen; sus flores, embellecen; ¡sus frutos, alimentan!
¡Sí! Efectivamente. Te han… te han llamado a ti, y a ti, y a ti, y a aquél y al otro, para que sea un testimonio de lo que –y para lo que- fue creado.
Y, al llamarte, te recuerdan los medios y recursos que posees para poder –con elegancia, con belleza, con estilo- “hacer el cometido para el que se está preparado”.

¡Por momentos, la visión personal…! ¡Queda atrapado… el ser!, en sus propiedades mentales, en sus exclusivas alegorías, y no parece escuchar “el llamado”.

Y cada cultura tiene sus momentos de anuncio.
Y así, en este tiempo, un ángel ¡anunció!, a lo femenino, para que fuera el matraz de distinción… de un “elegido”.
Igual sucede con el anuncio de “su” presencia –de “tu” presencia-. Pero el hombre parece hacer oídos sordos, y no se lo cree. Cree que eso les ocurre ¡a otros! Recurre a su personalidad y a su forma de ser, para argumentar su… “desmarque”. Su desmarque a un anuncio ¡de Él! que, en gratuidad, la Creación ofrece, para que todos se sensibilicen, se den cuenta, se nutran… y se escuchen los: “¡Te necesito!... Te necesito, te necesito, te necesito…”.

Un enjambre de incompletos es el brotar de la vida; ¡enjambre de incompletos!, que se van completando con nuevos recursos, ¡con nuevas llegadas! Siempre incompleto. ¡Para que la impronta de lo Divino tenga siempre un lugar… en donde vibrar!, en donde cantar, en donde recordar; en donde insinuar.
Y… ¡SÍ!... el vivir y la llegada ilusiona, estimula, promueve, pero ¡pronto!... los esfuerzos se piden; lo ¡solidario, se necesita!; lo convivencial es preciso.
Y como cada ser ha sido minuciosamente elegido, parece “sólo” escuchar que ¡él! es un elegido, y los demás son… –“son”; ¡ya es algo!-.

Y, al pensar cada uno que “así es”, el ser se retrae en su mismidad, en su identidad; se egolatriza, se espiraliza hacia su ombligo.
De ahí que, en su evolución, cada cual confíe en su potencial, ¡mas desconfíe!... de los otros; los ponga en cuarentena: “¡No vaya a ser que…!”

Pocos atrevidos asumen la ¡evidencia!... de que, aquel otro, es también elegido.
Y, en la medida en que eso ocurre, las “sondas” solidarias, las “ondas” vibrantes, se sintonizan.
El ser se esponja, se abre, se recrea, se… “universaliza”.
Fuera quedan los momentos de obsesiones, de pertenencias y de razones.
Y así, el ser empieza a saltar a la comba con Dios:

”Al pasar la calle…
me dijo el barquero…
¡las niñas bonitas…
no pagan dinero!…”
El desarrollo de ¡la cualidad bella y transparente, no cuesta! ¡Es gratis!
Es un motivo de satisfacción; de complacencia.
Pero, sin duda, hay que ponerle la ilusión, ¡la pasión!, ¡las “ganas”!; ¡el “ímpetu”! de la sagrada perfección: ésa que está ahí… como un espejo, para que nos miremos; ¡para que escuchemos nuestra canción!, y no la demos por buena cuando está en “disintonía”; que seamos capaces de ver la distorsión, para así… –para así- recogernos ¡en arrebato!, y poder volver al encanto de cantarla en perfección. Que la culminante nota sea el destilado sublime que queda como vivencia permanente; “in-olvidable”.


¡Sí!, ya lo sabemos: que, en tu caminar, Divino proceder, vas dejando miguitas de pan para que… sigamos la ruta. ¡Pero es tan frecuente… que se quiera el pan entero!, que se desprecia la miga.
¡Ay! Si no soy aún digno, ¿cómo voy a despreciar la miga? ¡No sabría qué hacer!… con el pan entero. Terminaría siendo ¡pasto de alimañas!

Sin ser dignos, la palabra gravita…; la semilla vuela…; la miga de pan aguarda a que un mínimo de humildad… despierte; a que un sentido solidario… se abra; a que un compartir… se ejercite.
Bastará para sanar… ¡y hacerse digno!... y estar en el pan.
Estar en el pan, y ser bebido… como “vino” –porque vinimos y nos trajeron, de redención-.

¡Estos deberes de amor nos aguardan en el transcurrir del vivir!, para disfrute, gozo y complacencia de todos.
Ámen.




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sábado

Lema orante semanal

MUJERES
13 de diciembre de 2010
Mujeres que hoy, casualmente –o causalmente-, han empezado el pre-amanecer con cánticos de dulzura, de agrado, de suavidad.
Mujeres que hoy, en la cultura cristiana, resaltan la figura de María como “Inmaculada”.
¡Ay! Mujeres que hicieron, del paraíso, eso: un paraíso.
Mujeres que –¡ay!- por (…) se convirtieron en traidoras. Eso dicen. ¡Pecadoras! Mujeres que prostituyeron la especie. ¡Ay! Y sobre las que todo malo hervía.
Mujeres que tan sólo se salvaban por la maternidad que la biología quería.
Mujeres, ¡esclavas!, dadoras de placeres y pleitesías. ¡Ahhh! Mujeres, en todas las culturas, ¡estúpidas! Inconscientes, raras, inentendibles, absurdas.
¡Ah! Pero mujeres, como trofeo de caza; como marca en culata de revólver.
Mujeres, bien utilizadas por religiones de machos cabríos repletos de cuernos, y sin cojones.
Las persiguieron, las quemaron, las torturaron, las encerraron, las prohibieron… mientras que, en la oscuridad, abusaban, disfrutaban y las empleaban como deleite; como miel de segunda mano.
Mujeres que, ¡ya derrotadas!, buscaban sobrevivir en el fango de sus pecados.
Mujeres que buscaban sus culpas –¡aunque no fueran culpables!- para hacerse serpientes y poder estrangular poco a poco, o morder de repente.
¡Ah!
¡Mujeres!, de las que sólo se salvaban las que madres propias eran; las demás, ¡putas! ¿Acaso alguien podría admitir que su madre era una puta? ¡No! Pero el resto, sí.
Mujeres. ¡Ay! Tanta costumbre había, hay –y se ve que habrá- de que sean consideradas segunda, tercera mano, o quizás algo peor…
Fácil se las engaña con un halago, un piropo, una pequeña autoestima: “¡Tú vales mucho, niña!” Pensando y sabiendo: “La tonta, se lo cree”.
¡Ay, mujeres! Y se lo creen, y se embaban, y se engarzan… Y van haciendo sus vidas con muletas, moretones, golpes, ofensas, envidias… Y conseguido ha, la especie, que entre ellas, además, también se devoren.
¡Ay! ¡Qué fácil sería recordar a la Virgen María! ¡Sin más! “Llena eres de gracia”. Y... “El Señor está contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres”.
Casi como decir: “Tú eres la única bendita; las demás son unas hijas de puta”.
¿Querría decir eso? ¿Sería eso la intención para así –para, así, ahora que no está María, la Inmaculada- poder tratar a la tropelería como es: ¡chusma!?
“Uso, abuso, disfruto, desecho. ¡Amén!”
¡Oh, sí, sí, sí! La oración siempre es exagerada. Siempre. ¿No es acaso una exageración, orar? ¿Una actitud sin razón, sin lógica, sin entendimiento, sin ciencia? ¡Ah! ¡Locuras, locuras! ¡Fantasías! ¡Orar!… ¿A quién?
Sí. Bien podría llamarse a esta oración: “Una película de terror, de horror”.
Porque cada uno ya está concienciado y conceptualizado de que las cosas no son tan exageradas; que, realmente…“¡Qué barbaridad! ¡No es así!”
¡No hay peor ciego, y ciega, que la que no quiere –que el que no quiere- ver!
No obstante, como para aplacar el clamor de protesta ante tanta exageración, decir, en honor a las doncellas, que no hay entre los hombres un “bendito tú eres entre todas las mujeres". Ni "bendito es el fruto de su vientre”. ¡Ni siquiera Jesús!
¡Pin! De repente, hay una cualidad, ¡al menos en una mujer! ¡Una! –que se fue al ver cómo estaban las cosas-.
¡Ay! Cuando se vive en la penumbra, sólo se ven penumbras.
¡Mujeres!... No solamente son vientres de frutos; madre de hijo. Antes, están llenas de gracias.
¡Sí! ¡Gracias, gracias, gracias! ¡Gracias, mujeres, por vuestro perfil!; gracias por vuestra insinuación; gracias por vuestros “impensamientos”; gracias por vuestras bellezas. Gracias. ¡Gracias por vuestras dedicaciones!; gracias por vuestro impulso; gracias por vuestro tesoro; gracias por vuestra custodia; gracias por vuestra dedicación; gracias por vuestros cuidados; gracias por vuestras estéticas; gracias por vuestras lógicas irracionales; gracias por vuestras locuras que curan; gracias por vuestros pucheros olientes; gracias por vuestras caricias; por aquel primer beso; o quizás mejor, por aquel quinto –para que no haya nada “malo”-.
¡Sí! Y las gracias se prolongarían sin límites. Pero además, ¡gracia albergáis en vuestro talle!, en vuestro timbre de voz, en vuestra recogida imaginación. Gracia albergáis en el ejercicio de la fe; en las ganas de la esperanza. Gracias tenéis en la alerta ¡y en la alarma!... y por ello “histéricas” os llamaron, como si un cerebro nuevo albergara el vientre.
Gracias albergáis al cultivar la paciencia, la perseverancia, la constancia.
¡Ay! ¡Gracias enormes tenéis!... por el perdón constante; por el perdón inherente, quizás… por el estigma que os cayó de “culpables”.
¡Pero no! Sabéis perdonar para que la especie evolucione. ¡Qué sería sin vuestro perdón de gracia!, que se extiende hacia la prole; que se pliega y se adapta; ¡que no es rígido ni duro como el sable!
Gracias albergáis, porque sois el cultivo de la esperanza. Cuando lo biológicamante objetivo declara, vosotras aún tembláis y sudáis de fe, aguardando el milagro.
¡Sí! Gracias, porque sois las portadoras de milagros… que luego parecen lógicos y naturales, y no reclamáis patentes a vuestro favor.
¿Son también exageradas estas gracias? ¿No es para tanto?
Quizás… –¡Dios lo sabe!-… a la Creación, para ser como tal, le faltaba un detalle; y ese detalle es: ¡La mujer!
¡Ah! ¡Escándalos!... –dirán unos-.
¡Ah! –otros dirán- ¡Total… para lo que hacen…!
Otros dirán: ¡No!… ¡Es materia prima utilizable!
Otros dirán: ¡Qué barbaridad!
Otros dirán: ¡Podríamos vivir bien sin ellas!
Otros dirán: ¡Bueno, bueno, bueno, bueno!… ¡Eso habría que verlo!
Otros dirán: En definitiva, de la costilla de Adán salió.
Y así, ¡tantas opiniones!...
¡Pocos!... –¡y muy pocas!- apostarían por ser el detalle imprescindible de la Creación –de esta especie, al menos-.
Sería el colmo de la gracia.
¡Oh! Sí, sí, sí. ¡Qué exageración! Tan solo orar así, es parecerse a la Creación.
¿No es acaso una exageración, tantos universos, tantos planetas, tantas estrellas? –tres veces más de lo que conocíamos-. ¡Qué exageración! ¡Total, para un puñado de “mierdas” que viven en la tierra!
¡Qué exageración!, tantos, tantos y tantos océanos, y millones y millones de bacterias y aves y…
¡Qué exageración! ¿¡Para qué tanto!, si existe la especie humana que es la única que importa?
¡Qué exageración! ¡Siete mil millones de cucarachas hambrientas, que buscan su razón, su lógica! ¡Qué exageración! ¡Que se creen en posesión de la verdad! ¡Que maltratan, persiguen… se mueren y se olvidan de resucitar, y en petróleo se convierten!
¡Qué exageración! ¿Hay algo… hay algo que, desde el punto de la mesura –es decir, “medida”-, dentro de la vida, no sea exagerado? ¿Para qué billones y billones de neuronas? ¿¡De qué coño sirven!... si el sujeto se marea y se marea con tanta ponzoña en la cabeza…? ¡Y repite la misma idea!, ¡y repite el mismo error!, ¡y repite la misma tragedia!, ¡y repite la misma opinión! ¿De qué sirve tanta exageración?
Pero ahí está…
¿Para qué tantos órganos? ¡Tantos! Uno en el centro, uno a la derecha, uno a la izquierda, dos lóbulos, tres lóbulos… un lobo, dos lobos, tres lobos… un hígado grande, dos riñones, una vejiga… ¡Pa qué tanto! ¡Pa qué tanto! Si, ¡una ameba!, se mueve, da un latigazo y… y tiene un orgasmo. ¡Una ameba!
¡Para qué tanto! ¡Qué tanta exageración!
¡Para qué tanta sangre! ¡Cinco litros! ¡Hala…! ¡Ni que fuéramos vampiros!
¡Linfas, puses, líquidos cefalorraquídeos, fascias, aponeurosis, músculos, tendones!... ¿Para qué tanto? ¿No es una exageración?
¿Y los pelos? –los que lo tienen-. ¡Tanto pelo! ¿Tanto pelo para qué? ¿¡Para qué tanto pelo!? ¿Para qué? Razón tienen los calvos: hay que ser austeros. ¿Para qué tanto pelo? ¿No es una exageración?
¡Veinte dedos! ¡Si con uno!… ¿pa qué más? ¡Veinte dedos!
¿Y qué decir de la exageración de los dientes? Molares, premolares, incisivos, caninos… ¡más lengua! Duro y blando conspirando a la vez, entre chocolates amargos, picantes. Aguas masticadas de placer. ¿Para qué tanto? Con un diente –como el pulpo- es suficiente. Pero… ¡pero no!
¡Oh, sí! Seguramente se pueda decir: “¡Total!”…
"Total"… es una exageración. "Total", como “teoría del Todo”, es una inmensidad. Cualquier exageración verbal se queda cor-tí-si-ma.
¿En dónde quedó la Inmaculada Concepción? ¡En un puente, con la Constitución! ¿No es degradante?
Podría decirse: “Dios os encumbra, mujeres, porque estáis llenas de gracias. El Eterno está con vosotras. ¡Benditas! Los frutos que producís van más allá que la reproducción. Sois portadoras de la antorcha de la luz; y capaces de arder como tal, con tal de iluminar los caminos.
¡Sí! ¡Rogad! ¡Sabéis rogar! Sabéis rogar por todos… porque sois escuchadas”.
¡Sí! Quizás esta versión de “la Salve” no sea lo más ajustado pero, orantemente, sea lo más cercano a lo que equivale: Mujer.
Mujeres. Sí. Ahí están. No se han dado aún de baja en la vida. Al revés, ahora se las reclama como fuerza productiva. Se las exhibe bien en concursos de belleza –¡y algunas migajas más!- para cultivar su inutilidad.
Pero habiendo brazos, manos y pies, aún pueden rendir más; lo que se saque –"lo que se saque"-… para seguir igual, y para que otros vivan ¡mejor!
¡Oh! ¡Qué exageración!
He visto mujeres pudrirse en un lupanar, preñadas hasta vomitar, buscando clientes para poder seguir vivas.
He visto mujeres… cargar losas pesadas, polvorientas y duras, sobre sus cabezas. Exhaustas. Y al borde de la muerte, pedirles más.
He visto mujeres golpeadas hasta la saciedad, que no te explicas cómo aún pueden respirar. ¡He visto el terror del alma de las mujeres!, cuando alguien les levanta la voz, o alguna envidia las ronda.
He visto sus sueños inquietos; ¡su miedo ancestral! Las he visto esclavas, ¡atadas a un pedestal! ¡Entre rejas, pudriéndose!... desnudas, lavadas a chorros. Las he visto gritar… ¡y gritar!, porque ya no tenían palabras.
“He visto”.
Quizás sea una exageración más. ¡Quizás!... poco testimonio representa. Pero, por si sirve de algo, en una exagerada oración… decirlo se ha de hacer el que, en todas esas tragedias –e infinitas más-, en todas, Dios estaba.
¡Rabia me daba! Quería acabar con Él, porque lo que me mostraba era ¡cruel! Pero algo, ¡algo más que Dios, es Dios! Sí. ¡No es fácil de entender!, y menos aún de asumir: “Algo más que Dios, es Dios”. Y antes de abalanzarme y estrangularle, algo, algo en mí florecía.
No me daban asco sus mierdas, ni sus bocas sucias, ni sus vaginas podridas. ¡No! ¡Algo había pasado! “Dios es algo más que Dios”.
¿Qué… qué se quiere mostrar ante tanta exageración?
¿Será que todo este exagerado momento –¡ahora!- es tan sólo… un estúpido instante de debilidad?
No hay que excluirlo. ¡No! Mas eso no se siente, aunque algunos lo piensen.
Al menos, podemos decir que es… ¿justo? –una interrogación suave- recordar a mujeres… como vibrantes seres de “algo más que Dios”.
Te he visto, “Dios más que Dios”, a través de las rendijas de los sufrimientos femeninos.
Te has asomado en sus heridas… y has cautivado mi corazón para que luego lo cuente. Aunque de nada sirva… Túuuu lo escuchas.
“He visto”.




***

viernes

Lema orante semanal

LLAMADA ORANTE
6 de diciembre de 2010

Quizás el despertar sea una llamada desde los abismos.
Quizás el seguir sea un reclamo desde los infinitos.
Quizás el perseverar sea una exigencia desde lo Eterno.
Quizás el recrear sea una llamada desde lo Infinito.
Quizás el estar no dependa de nosotros.
Quizás, quizás, quizás sea el resquicio de soberbia, para que la mente del hombre se dé una oportunidad.
Quedarse en la relativa duda razonable, como rueda dentada que vuelve una y otra vez sobre el mismo diente, pero que no se hace espiral y ascendente.
Sin duda, podemos percibir que nuestras unidades de formación para dar el espectro material están ahí…, y se confabulan para gestar cabeza tronco y extremidades.
Sin duda, se puede decir que el pulmón respira, que el riñón filtra y que el corazón late. ¡Prodigioso!
Sin duda, afirmaríamos cuándo el sueño es un reposo o es una inquietud.
También, sin duda, diríamos si llueve o no.
¡Ay qué certeza tan veraz!
Pero esas certezas se hacen paréntesis -aunque a lo mejor ya no existen- cuando tratamos de profundizar –tratamos- y de preguntar por qué yo o “yo”, precisamente. “¿Por qué no de otra manera? ¿Por qué aquel precisamente? ¿Por qué me va a tocar a mí, a mí?”
Y cada uno, ante esas preguntas, trata de evadir hábilmente lo que le toca, cuando no es de agrado… por cultura, por educación, por… ¡Ba! Banalidades.
El “yo” precisamente, termina -¡ay! qué palabra: termina- por gustarse. ¡Qué descalabro! ¡Qué mal gusto! No se da cuenta que, precisamente -precisamente- es él para mejorarse, no para aceptarse.
“¿Y qué hay que mejorar?” Diríase aquel que tan a gusto se siente en sí mismo.
-A usted y a los demás.
Escudándose en la egolatría disimulada, cada uno es capaz de decir: ¡Es que “yo” soy así! Como si él mismo se hubiera gestado; como si él mismo hubiera elegido, en el vientre de su madre, elegir la característica de cada cromosoma y las posibilidades de cada gen; como si él mismo se hubiera dicho: “Qué bella mi nariz respingona o qué culo más hermoso tengo”.
No hay frase más destrozante que el asumir que se es así. Es la mayor manipulación genética que jamás haya existido. La manipulación genética verbal que crea un epigenoma efectivo: “Es que yo soy así”.
“Así… ¿cómo? ¿Como… como Winston Churchill?, ¿como Simón Bolivar?, ¿como Cervantes?, ¿como Picaso?, ¿como Dali?, ¿como Heisenberg¿, ¿como Marcial la Fuente Estefanía…? ¿Como qué?
Alguno, algunos se atreven y dicen: “¡Como Dios!”. ¡Ay qué lejos están! Se hicieron la hornacina, se hicieron el pedestal, se hicieron su imagen a caballo, se hicieron con feligreses, se hicieron con adoratrices y adoradores… y se sintieron felices.
¡Ay, qué penar!, cuando las palomas ensucien la estatua ecuestre. ¡Ay, qué penar! ¡Un bronce cubierto de mierda! Y poderlo observar más dramático es.
-¿Como qué era?
-Como Dios
-¡Ah!
-¿No será que Dios te ha mandado las palomitas?
En estos niveles, sin duda, nadie… o alguien se da por aludido. Imposible. “No… ¡Con lo bien que me he lavado esta mañana! Estoy limpio de polvo y paja”.
“Seguramente, con la nevada te has quedado más blanco.”
¿Y si… nos trajeron, nos dejaron y nos llevan, de qué valdría el “yo soy así… como”? No nos daríamos cuenta que nos han traido, que estamos y seguimos. Y afanosamente nos hubiéramos encarado de cargarnos de una visión equivocada de quiénes somos, por qué hemos venido y hacia dónde tenemos que encaminarnos.
Ya el hecho de traernos implica nula participación. El estar es en base a lo que traemos y el seguir está condicionado.
-Entonces ¿qué queda?
-Tu tontera. Sí, sí,  eso es lo que queda. Si haces esa pregunta, lo que te queda es tu tontera. Si no hubieras hecho la pregunta, hubiera significado que tienes otro nivel de percepción. No hubieras reclamado de nuevo tu parcela “yóguica”, tu parcela de pertenencia: “¿entonces qué queda?”
-Tontera.

No te perteneces. No hay algo que tenga que quedar. Somos torbellinos fulgurantes que se enroscan en la intimidad de Dios. Torbellinos fulgurantes que se enroscan en la intimidad de Dios. ¿Hace falta que quede algo? 
Recógete en lo que sirves y en todo lo que puedas dar. Asume tus debilidades como una potencia más. Es lo que te dignifica ante la Divinidad.
Tu
arrogancia…. “Y yo no he sido, yo no he sido, yo no he sido…” es una mueca -es una mueca-, un gesto… de inutilidad, que solo sirve para marear el fracaso, que, por cierto, nunca está, ¡que pro cierto nunca está! Lo que está es la maniobra orquestal, racional que esclaviza el pensamiento… Hoy, día internacional de la esclavitud. No sabemos si es para que haya más o para que no exista o para recordar que debe de seguir existiendo.
Pues sí, esa razón organicista que festeja los fracasos para poderse superar, que necesita los problemas para poder solucionar…. ¡Habráse visto secuestro más inútil!
Y de seguro  que recurrirá al parafraseado momento de:
-No me negarás que tenemos un problema, no me negarás que esto es un fracaso.
-Te lo niego.
-¿Con qué fundamento?
-En ningún caso con el tuyo. La vida no es un fracaso y menos aún un problema. Si lo fuera –aunque fuera por casualidad-, no hubiera existido nunca. ¿Capici?
Entonces deja de secuestrarte tu lóbulo frontal, tu occipital,  tu parietal…. El oficio de andar consiste en levantarse cada vez que se cae y la caída no es un fracaso, es una torpeza a mejorar.
Nos han traído a cachos para podernos aquí ensamblar y claro siempre hay algún fallo que hay que subsanar, pero con potencialidades para hacerlo, no para quedarse en el “yo soy así”, como si fuera un vehículo en una cadena de montaje que salió malo.
Quizás haya que cambiar la famosa frase: “Aquí Huston, tenemos un problema”. “Aquí Huston, buscamos soluciones”.
-Pero ¿qué problema tiene?
-No entiendo. No tenemos algo; buscamos.
-Pero si buscan soluciones es que tienen algún problema.
-No, error, corrija su razón.
El que busca no tiene problemas, busca…  como un  perro olfateando el rastro de su amo, hasta dar con él. Como una semilla, al germinar, busca la luz hasta dar con ella.

Qué bello es el silencio. Hasta los más intrépidos se callan, hasta los más disonantes guardan la compostura, hasta los más rebeldes lo entienden, hasta los más insolidarios se hacen solidarios, hasta los callados aprenden.
No en balde es el verbo de Dios.

***

jueves

Lema orante semanal

SORTILEGIO
29 de noviembre de 2010
Sortilegio. Como un extraño sortilegio. Y extraño, porque no era habitual. ¡Ah! ¿Cómo surgió? No se sabe.
“Sortilegio”. Algo de suerte tuvo que haber. Y algo de unión con ella –con la suerte-, para que el ser se viera envuelto en una aventura increíble.
Sí; no se sabe cuándo empezó ese extraño sortilegio, pero es semejante a un gran río de serpientes que se pliega sobre la vida y la acompaña, la desborda, la alerta, la llama.
Qué extraño sortilegio ocurrió, que continúa con sus campanas, sus llamadas desde el silencio, sus suspiros… y tantas cosas más que no tienen palabras.
Sí. Y además no se quedó en un sitio, ese extraño sortilegio, sino que –¡oh!- vagó por los mares, por los cielos, por las profundidades, y alcanzó a todos los seres.
Un sortilegio en la vida; una suerte de conectar, de confluir, como si fuera un número de magia:
“Nada por aquí, nada por allá… ¡Voilá!…” Y aparece el conejo, la paloma, el pañuelo…
¡Qué bonito! Aplaudimos sin cesar hasta un nuevo acto.
Otras veces, no es el mago el que sale, sino el mendigo, contándonos sus quejas, sus dolores, sus deambulares, ¡sus fríos!
Sí. El sortilegio es como si estuviéramos en un gran teatro y hubiera una gran magia –aunque no siempre sale el mago-. Otras veces nos sorprende el miserable, bien sea por su miseria o por su despótica actitud. Y nos encorajina y nos entristece.
Casi, casi, cuando no nos gusta la función, al volvernos y salir a la calle, nos damos cuenta de que la función, el sortilegio, continúa. Ahora somos –¡oh, no!- transeúntes de la vida; inmigrantes; emigrantes. Nos cruzamos unos a otros mirándonos con caras cómplices, por si pertenecemos a la misma obra… o no:
“¿Tú estás en mi plató o yo estoy en el tuyo?”
¡Ah! Miradas cómplices de futuros aconteceres, dentro del gran sortilegio que nos acerca o nos distancia. ¡Ah!
“Me pierdo”, dicen unos. Otros dicen: “Lo he encontrado”. Otros: “Ya veremos”.Otros: “No sé”. Otros: “¡No quiero!”
Por momentos, terrible.
¡Y ay! ¡Ay!, cuando, sin darte cuenta, en la escena –mientras cenas o en la escena o… o en la arena- aparece el loco, la loca. ¡Terror! Nos confunde, nos incita, nos llama, nos reclama y, cuando vamos, nos mutila, nos golpea… Le decimos:
“¡Estás loco!”. Y se ríe: “Ja, ja, ja”. “¡Estás loca!”. Y sonríe, como si estuviera de acuerdo con lo que estamos diciendo.
Queremos ayudarle…
“¡Ah!... ¡Tonto, idiota! ¡Ayudar!”… Corre despavorido, despavorida, ante nuestra misericordia. “Ja, ja, ja, ja”.
El loco, la loca, se van. Pero, en cualquier momento, aparecerán en ese extraño sortilegio. Las ventanas se abren donde había muros y, en otros sitios, donde había ventanas, se cierran. Donde había puertas, de repente no las hay. De nada sirven las emergencias; hay que perforar el muro.
¡No! No puede ser que este mundo sensato, racional, lógico y evidente, se haya vuelto loco. O lo que es peor, esté bajo la influencia de un extraño poder que lo embarga y lo subyuga, lo traiciona, lo ayuda, lo empuja…
“¡Eh!, ¡eh!, ¡no empuje!”...Y siguen empujando. Y parece que, cuanta más queja hay, más drama se instaura.
“¡Eh!, ¡eh!, ¡que ya ha dolido bastante!... ¿Podría dejar de apretar?... Por caridad”.
¡Ahhhh! A veces, a veces –no sé cuantas- sí, deja de apretar. Pero otras parece impasible, como si perteneciéramos a un plan especial. Te hace sentir especial, ese extraño sortilegio que te abruma con sus besos o… con sus arañazos.
No sabemos cómo comportarse ante esa extraña circunstancia. Unos optan por mandatos, otros por capítulos, otros por órdenes, otros por leyes, otros por… mandatos y mandatos y mandatos. Pero –¡ay!- parece no entender nuestra lógica petición, ¡nuestra razonable posición! ¡Vuela, vuela y vuela!, como el viento. Silba y da portazos a las puertas cerradas, que tiemblan. Queremos verlo y… ¡no! Ya se ha ido.
También hemos intentado, ante este inmenso sortilegio, diferentes técnicas científicamente estudiadas. Sí. Productos químicos maravillosos, aguas especiales, elixires… Milenios usando todo tipo de argucias, y nada. Nadie ha reportado un testimonio fiel, que a todos sirva, de qué es lo que pasa; de qué es lo que ocurre. Porque es inútil esconderte debajo de la cama, en una caja fuerte, en un autobús o encima de una mula. No. Te topas de repente, ¡sin quererlo! –o a veces queriendo- con esa extraña confitura. Sí. Como una confitura que a veces empalaga, otras empacha, y otras es sutilmente dulce. Pero de repente, aparece el payaso y lo hace amargo…
¡Ah! El payaso… ja, ja, ja, ja… El payaso. ¿Te ríes o lloras? Más bien te hace llorar con sus historias de aquí y de allá y del otro sitio. ¿Y a mí qué me importan aquellas historias? Pero el payaso se muestra impasible. Vuelve una y otra vez con sus zapatones y sus colores, y nos sonroja, ¡nos saca a escena!
-¡No! ¡Yo no soy parte de tu escena!
-¡Ah!, sí…Dice, con su boca de buzón, con sus manos de papagayo, con su sombrero de papiroflexia de última moda. ¿Y qué decir de sus pantalones? ¡Ah! Parecen cometas que vuelan incansables.
Cuando te tiene al borde de la extenuación, te acaricia y te susurra algo que nunca puedes escuchar bien ni entender…
-¿Qué, qué, qué dices? ¿Qué has dicho?
Y en ese momento, se aleja. Y parece habernos dejado la marca de sus sonrojados labios. Jurarías que te ha dejado el sello. Vas de inmediato al espejo y… no hay nada.
Ja, ja, ja, ja… Parece una crueldad, sí. ¿Será un monstruo? ¿Será… qué? ¿Qué?
-¿Qué es lo que está pasando?
Se preguntan en todos los lugares. Unos a otros se cuchichean. Unos parecen mostrar un cierto desparpajo y seguridad. ¡Ja!, ¡seguridad!
Sí. Hay otro que hace de policía. Te lo puedes encontrar en un semáforo. O en una frutería. Parpadea como las naranjas o titubea como el kiwi. No sabes… ¿lo comes? ¡Ah! Y si lo comes, a veces te indigesta, y otras te… –¡ah!- te ilumina.
-¡¿Por qué no se queda quieto?!
-¡Ah! Es un misterio.
-¿Misterio? ¡Ja, misterio! ¡Más allá del misterio! ¡Esto es insoportable!
-¿Insoportable? ¡Noooo! Y ahí está parte del sortilegio: ¡es soportable! Aunque por momentos quisiera bajarme del tranvía.
Sientes, a veces, que te desean.
-¡¿Quién?!
-¡Ello!
-¿Ello? ¡Ah! Ello.
Sí. El sortilegio te desea. Y acudes pronto, con tus mejores galas, para hacer compañía.
¡Inútil…! –te dice cuando llegas-.¿Te he llamado yo, acaso?...Y tú, te quedas impávido, pálido.
-Pues yo creí que… tu deseo…
-
¿Piensas que te puedo desear?
-
Mmmmm… eeee
Cuando quieres grabar sus palabras de desprecio, escuchas:
“¡Bienvenido, amado mío!”... Sientes que has cumplido. ¡Craso error! Ja, ja. Craso error. Te pondrá la zancadilla y caerás al suelo.
Oirás nubes que hablan y que dicen:
“¡No te enteras de nada!” Y rayos y centellas que te perseguirán, y harán cosquillas en tu culo, sin que sepas por qué.
¿Por qué no te lo dicen a la cara? ¿Por qué no sos valiente y te atrevés a decirme claramente quién soy; por qué estoy aquí? ¿¡Por qué no te atreves directamente a castigarme o a darme un premio!? ¿Por qué siempre andas por los costados, por la espalda, ¡por los sueños!? ¡Ayyy! Te metes ahí entre sábanas. Aprovechas el invierno en las mantas y edredones, y te sumerges… a veces para ponerme los pies fríos; otras, para calentarme la cabeza. ¡Desgraciado sortilegio!
¡Ah! Ja, ja, ja… A veces se oye que claman, ¡que tocan a paces!… “¿Paces? ¿Dónde? ¿Dónde está ese escenario? ¿Es el 537? ¿Es el 2858?”
¡Ah! Ahí voy presto, corriendo –¡como idiota!, me lo creo-… y llego a una inmensa plataforma, cargada de bruma y de luces de colores, ¡y me quedo extasiado!, viendo cómo cambian las texturas.
“¡Ah! ¡Por fin! ¡Por fin –exclamo- la paz!” Y de repente, ¡todo se vuelve turbulento!, y el escenario –plácido y generoso- ¡se hace un volcán!
¿¡Quién ha dicho “por fin”!? –parece exclamar la lava, mientras te quemas y sales corriendo-.
-
Ya decía yo–dices, en tu huida-que esto no podía ser cierto: “¡la paz; la paz!”. Era una trampa más. Pero, ¿qué es? ¿Una trampa? ¿Por qué el sortilegio se convierte en una trampa?
-No siempre.
-¿Quién? ¿Quién ha dicho “no siempre”?...
-Casi siempre
-¿¡No es acaso nuestra función, como seres creados, alcanzar, conseguir, lograr, tener, guardar, poseeeer!? ¡Hemos sido diseñados para eso! ¿O… o no?
-¡No!
-¿Quién ha dicho que no?
-“No”. Lo he dicho yo. No, lo he oído.
¡Un momento! ¡Tranquilo! ¡Tranquilos! Volvamos a empezar. Sí. Eso. Volvamos a empezar.
…Y no se sabe cuándo, pero, poco a poco, se fue instaurando un extraño movimiento de suerte. ¡Ah! Y alguien dijo: “Debe de ser un sortilegio…”
-No, no, no. No, no, no. No, así no empezaba. ¿Cómo empezaba…?
…Y estando todos tranquilos y jugueteando con la vida, a alguien se le ocurrió pensar que, quizás, nos habían traído o nos habían llevado. ¿Quién? No sé.
-No, no, no, no, no, no, no, no, no. No era así, no. Así no empezó.
-Bien. Empezó así:… Y estando disfrutando, y navegando por los mares del sur, una tormenta mostró extraños signos en el cielo, que hicieron tambalear las creencias y las costumbres de los hombres…
-¡Noooooo, no es así! ¡Qué tontería es ésa de… qué navegando y qué rayos y centellas! ¿Qué tontería es ésa? ¡No fue así!... ¡Vuelve a empezar!
-¡Ah! No, claro. No. Así no pudo ser.…Pues estaba… o estábamos, y teníamos amistad con los tigres, los leones, los caballos… ¡y cabalgando con ellos!, un día nos caímos y, al golpearnos, nos dimos cuenta de que el caballo tenía alas, y resulta que no volaba; y el pájaro tenía plumas, y resulta que no piaba…
-¡No!, no, ¡por Dios!... ¡Eso, eso es una fantasía! ¡Eso no es un sortilegio! ¡Así no fue…!
-¿No? ¿No fue así?
-No, no, recuerda, recuerda… ¿Cómo empezó todo?
-¿Todo? ¿Cómo empezó? ¿Pero todo?
-¡Sí, todo, todo!… ¡Como empezamos! ¡Venga! Porque debe de haber algún fallo en el transcurrir de esta historia. ¡Venga, date prisa!, que ya ha amanecido, y de día no se piensa bien. A ver, ¿cómo empezó? ¿Cómo empezó la jornada?
-Pues sí, ya me acuerdo:
…Todos estábamos pendientes, y sucedió que sentimos algo. Y nos preguntamos unos a otros: Y tú, ¿qué sientes?...
-¡No… na, na! ¡Qué tontería! ¡No sigas! ¡No sigas! ¡Eso no puede ser! ¡No puede ser, no puede ser! ¡Así no! Yo no recuerdo que fuera así..
-¡Bueno, tú que lo sabes!, ¡¿por qué no lo dices tú?!
-¿Yo? ¿Pero no soy tú?
-¡No! Tú eres yo. Digo, perdón, tú eres tú y yo soy yo. Tú eres el que me está diciendo que recuerde y que empiece otra vez porque no vamos bien. Así que, tú que lo sabes, ¡pues dilo!
-Bueno… ¿todo?... ¿Otra vez? ¿A empezar otra vez?
-¡Sí, todo! ¡Desde el comienzo! Ya que yo no lo sé…
-Bueno. Disculpa. Yo tampoco estoy seguro.
-¡Ahhhh! ¡Qué gracioso! ¡Qué gracioso! ¡Me has impulsado a empezar de nuevo, otra vez… y tú no estás seguro! ¿Qué clase de amistad eres? ¿Eres vientre o espalda? ¿O costado? ¿Qué parte de mí eres? ¡Bueno, no tiene importancia! Voy a intentar comenzar de nuevo, todo.
-¡Todo, sí, venga! ¡Empieza!
-…Érase una vez…
-¡Oh! ¡Puah!, ¡puah!, ¡puah! ¡Ahora me vas a contar un cuento…! ¡Puah! ¡Pues vaya paparracho! ¡Puah! ¡Un cuento! Como los cuentistas ésos, mundiales. ¡Puah! ¡Que no! ¡Que no! ¡No te lo creo! ¡No! ¡No te creo! No te creo.
-¿No me crees?
-¡No! No te creo. ¿Qué es eso de “érase una vez”…? ¿Un circo?
-¡Eso! ¡Sí!... ¡Tú lo has dicho! Estamos… Bueno, comenzó con un circo.
-¿Un circo? ¿De circo, de círculo… de circo?
-Sí, ¿te acuerdas? El payaso, el mago…
-¡Ah, sí, sí! ¡Es verdad! El payaso, el mago, el policía… ¡Ah, sí! Sí me acuerdo.
-¡Pues eso! Así empezó.
-Sí, pero… ¿pero qué empezó primero?
-Pssss. Ya sabes. Esto empieza… a la vez.
-¿A la vez?
-¡Ah!, sí. Había escenarios por todos los sitios. ¿Recuerdas… cuando te metías en la cama y… –¡Ahhhh, ahhhhh, ahhhh!- te encontrabas con alguien inesperado?
-¡Ohhhh! ¡Ya me acuerdo! ¡Sí, sí, sí! Sí, pero… ¿has dicho “a la vez”?
-Sí, “a la vez”.
-Pero ¿qué fue primero?
-No lo sé, pero tengo la sensación… ¡Ssss! ¡Espera! Que no nos escuchen. Tengo la sensación de que… ¡fue de golpe!
-¿De golpe? ¿Cómo que “de golpe”?
-Sí. ¡De repente! De repente. ¡Sí! ¡Ja! ¿Qué te parece? ¿Qué te parece?
-Pero… ¿”de repente”? ¿Cómo, cómo…? ¡No! ¡No, no, no! Este… este sortilegio fue poco a poco…
-¡No, no, no! ¡Pssss! ¡Calla! ¡No hables! ¡Fue de repente! ¡Pchá! Así: ¡Pchá!
-¡No!
-¡Sí! Sí, mira: ¡Pchá! ¡Escucha, te lo voy a decir. Sí, mira. Escucha… ¡Pchá!. Así, de repente… todo.
-¿¡Todo!? ¿¡De repente!? ¿Entonces…? ¿””De repente…? Entonces, ¿no… no empezó…?
-¡No!
-¿No, qué?
-¡Habla más bajo, que te van a escuchar!
-¡Que si fue de repente?
-¡Sí!… ¡Pchá!
-¡Ah!, sí: ¡pchá!... ¿De verdad?
-¡Sí!
-Entonces, ¿no empezó…?
-¡¡No!!
-¡Pues si fue “de repente”, empezó… de repente!, ¿no?
-¡Nooo! Ahí está el asunto, que fue: ¡pchá!... “De repente”… ¡De repente, no!… ¡No empieza nunca!
-
¡Ah!... ¿No empieza… “pchá”?
-¡Eso! ¡Pchá!
-¡Ahhhh! ¡Es de repente…! ¡A la vez! ¡A la vez todo! Fzzuuu… Pero… parece que… que no es así, ¿no?
-¡Claro!, pero… ¡ahí está el sortilegio!...
-Sssshhhh… No, no lo digas. No digas esa palabra, que nos puede… complicar la vida.
-Ssssss…
-Pzzzzz…
-¡jej!
-¡Ayyy!
-¡szzziii!
-¿Qué, qué…?
-¡Ssss!
-ii
-…

***