lunes

Lema Orante Semanal

 

NO, NO ES DIFÍCIL VIVIR

28 de septiembre de 2020

 

Ocurre que los pequeños detalles… se hacen cada vez más pequeños, y en ocasiones desaparecen.

Ocurre que la crítica se hace más frecuente, y con poco margen de tiempo se potencia y se acidifica… sin más miramiento que herir.

Ocurre que los compromisos se asumen… podríamos decir que al principio con una cierta entereza, pero después se van desvaneciendo entre quejas y protestas; entre exigencias y demandas. Con lo cual, el compromiso queda muy derretido.

Y ocurre que los respetos, es decir, la imperiosa necesidad de un cotidiano respeto entre los seres convivenciales, no ya es fundamental sino que es trascendente. No es importante, es trascendental.

Para ello tenemos que escuchar, ver… y, sobre todo, saber permanecer en el sitio que nos corresponde, para que así no invadamos otros espacios, otros niveles que corresponden a otras personalidades, a otras disyuntivas.

 

Y ocurre que, con esas ocurrencias –que son las mínimas- que habitualmente suceden, ocurre que se hace difícil, ¡muy difícil!, se hace incompetente la posibilidad de incorporar, en ese Estar y Ser cotidiano, las sugerencias orantes, las advertencias meditadoras, las vivencias contemplativas.

 

La Llamada Orante nos sugiere, diríamos que cada vez con mayor timidez, impulsos hacia la posibilidad de sintonizarse con la Creación, hacia la opción de vibrar con el vivir… y de sentirnos amados, y en consecuencia ¡amar!... donde estamos, lo que hacemos, con quien convivimos, con quien proyectamos, hacia donde nos dirigimos…

 

Podemos –y en general es algo que se suele hacer- restar importancia a los inconvenientes, a las rupturas, a las disputas, a los prejuicios, a los egoísmos, a los hedonismos, a las importancias personales. ¡Y se le resta y se le resta y se le resta tanta importancia!, que finalmente se convierten en IMPORTANTES.

Sí; la importancia personal, si se le resta la incidencia que puede dañar a los demás; si se le resta y… “no pasa nada”; se le resta… “bueno, tampoco es para tanto, es que él es así”; si se le resta a la queja, a la exigencia, si se le resta su capacidad de inmovilidad, de inmovilizar y de culpar… “es así, no pasa nada”; si se resta, si se le resta a la rabia, a la pena, su valor y su incidencia en el convivir… “total, es una pequeñez, no tiene importancia, no pasa nada”… probablemente –probablemente- cada vez pasen menos cosas. Porque se le resta, se le resta, y “no pasa nada”. NO PASA NADA.

Y bien, bien, bien está desdramatizar. Bien. Pero el drama existe, y hay que buscarle solución.

Bien está el no obstruirse ante lo irrespetuoso, ante lo olvidadizo, ante lo imposibilitante de lo que se imposibilita el ser para así no asumir responsabilidades.

En esa secuencia de que “todo vale, nada es importante, todo es, ¡bueno!, lo que tiene que ser”, no es que ya el ser pierda protagonismo, sino que, en teoría –en teoría, ¿eh?-, le da igual, ¡salvo!... salvo cuando tocan sus intereses, salvo cuando tocan sus emociones, afectos, salvo cuando tocan sus actividades.

O sea, se trata de mantener un clima “sin importancia”, en el que nada tiene importancia y la vanidad se expresa sin reparos. Y así popularizamos la vulgaridad.

Y ante esa situación, sin pretender pasarse al lado opuesto de que “todo es dramático”, de que “todo es…” –“los radicalismos obscenos de los perfeccionismos”-, no, pero la otra posición es un poco vaída. ¡No… no muestra el entusiasmo del amanecer! ¡No muestra las caricias del canto de gallo! ¡No, no, no… no muestra la pasión por lo que se hace, por la dedicación y el superar dificultades! No muestra –ese “vale todo”, esa impunidad, ese “no tiene tanta importancia”-… no muestra, no permite la decisión de la ¡aventura!, ¡la entrega ante la dificultad!, sino que más bien apoquina, disminuye la dedicación. Las propuestas, ¿para qué…? Que propongan otros. Y así, si las cosas no van bien: “¡si es que yo no lo propuse!”

Es una estrategia muy… “muy”. Vamos a dejarlo en “muy”.

Pero demuestra un cierto desinterés, una cierta incapacidad ya advertida, para que se decida lo que se decida siempre se tenga el as de que “yo no lo decidí”.

El Universo se esmera en cuidar sus estaciones. El Universo, la Misteriosa Creación… se esmera en mantener las condiciones para sus lluvias, sus sequías, sus humedades. El Misterio Creador se esmera en traernos la primavera, el otoño, el invierno, el verano. Se esmera la tierra en darnos sus frutos. Se esmeran… hasta los pequeños organismos celulares se esmeran en cumplir su cometido.

¿Y dónde está la respuesta humana ante tanto esmero? ¿Dónde?

La mayoría de la mayoría de las veces, el esmero se desarrolla para generar el bienestar, el confort, el desarrollo personal. Lo demás, los demás, sí, están –sí, están-, pero deben estar a nuestro servicio.

Quizás sea muy exagerado decir esto, ¿verdad?, pero qué bueno sería –¿verdad?- que siempre, cada uno tuviera razón, y los demás se plegaran a sus servicios.

Sí. Evidentemente, en la medida en que desvalorizamos cualquier incidencia facilitamos que vuelva a ocurrir, porque no prestamos las respuestas y no desarrollamos los mecanismos para que no suceda otra vez.

 

También ocurren –y nos advierte el Sentido, la Llamada Orante- los estados de permanente insatisfacción; los estados de continua queja y… ¡rebrotes! Esos estados de catastrofismos continuados… ¡claro!, en los que el sujeto –es así- ¡él no participa, por supuesto! Suelen asegurarse –claro está- de que los deterioros y los males que ocurren son asunto de otros. Pero no aportan, no. Se quedan en el análisis del destrozo ajeno, pero no dan sugerencias para que no ocurra o aportan acciones o actividades para cambiar.

Todo esto nos puede llevar –desde el punto de vista humano, claro- a decir: “¡Qué difícil es vivir! ¡Es muy difícil! ¡Y en comunidad, más!”. Aunque todos los seres viven en comunidad; más alejados o menos alejados unos de otros, pero tenemos que encontrarnos… o en la tienda o en el Corte Inglés o en el pasaporte o en el paseo o en el bar. Hasta el más individualista y observante de su intimidad precisa de la comunión, de la comunicación del entorno, de la comunidad con ello. Y tendrá que relacionarse.

Cuando nos fijamos en el Universo en el que habitamos, nos damos cuenta de que las diferentes actividades que podemos describir con nuestra ciencia se… ¡se llevan bien! ¡No es difícil! No es el slogan que se acaba de oír: “qué difícil es vivir!”. ¡Qué difícil hacemos el vivir!, cuando cada uno quiere ser el rey, cuando cada uno quiere ser el sol, cuando cada uno quiere reclamar lo suyo.

¿Qué es “lo suyo”?

 

Es ahí cuando se hace difícil vivir. ¡Claro! ¡Muy difícil! Porque se entra en una permanente competencia y defensa de logros y de importancias personales. Entonces… ¡muy difícil!

Vivir se hace tan difícil que se convierte en un martirio. Increíble, ¿no? Y resulta que el Misterio Creador gesta y genera la vida como expresión de Amor. Y como tal, lo amado, lo enamorado, lo amante goza de buena salud. Está en un momento brillante. Pero ¡ni eso! O muy poco. Porque siempre estará el comentario, la media puyita, la puyita y cuarto de mitad de puyita, y la preguntita y… ¡Qué barbaridad!

 

No… –nos dice la Llamada Orante- no, no es difícil vivir. El ser está dotado de unos recursos de infinita presencia, de una capacitación de creativizar su acción, de idealizar su proceso, de ocuparse de lo débil, de hacerlo ¡fuerte!, de canalizar las pasiones, de hacerlas ¡brillantes!, ¡de alegrarse del bien ajeno!... y de cultivarse ¡en el arte!

No, no es difícil. Cuando lo vemos y lo vivimos, ¡y ciertamente las sociedades se hacen difíciles!, es porque cada uno aspira a convencer, dominar y controlar a los otros. Se establece una contienda… que lleva ya tiempo y tiempo establecida en el ser humano.

Mientras esa contienda permanezca, sin duda –“sin duda”- la escucha orante será tímida, precaria; prevalecerá la incidencia de reclamo, la exigencia de “lo mío”... ¡Uff!

 

Sí, es cierto, el panorama puede resultar desolador: ¡sin sol!; ¡oscuro! Pero a sabiendas –que nos dice el Sentido Orante- de nuestras dotaciones, de nuestra luminosidad, de nuestra vigilia gracias a esa luminosidad que nos brinda la Creación, entonces no resulta terrible y difícil, sino que se van encontrando y nos vamos encontrando con seres –¡pocos!- que se idealizan, que se comprometen, que se aman, que se desarrollan, que se ¡promueven!, que hacen de la vigilia un encanto, y de la oscuridad de la noche una meditación complaciente.

 

Cada encrucijada, cada aparente comienzo –que es un transcurrir- nos brinda, como cada amanecer, la oportunidad de hacer mejor el hoy y el mañana. De hacerlo mejor, por la bondad que se derrocha sobre nosotros. Y hacerlo mejor, por los recursos y dotaciones que tenemos.

 

Permitamos engalanar los virtuales comienzos.

Permitamos engrandecer las propuestas.

Hagamos acopio de la mejor intención, con el mínimo reproche, a la hora de ejercitarnos.

Ser capaz de admirar la acción de otro. Y de compartir esa brillantez.

No dejarse abatir por las primeras, segundas o terceras incomodidades.

Estar en el permanente comentario, apertura y diálogo para aclarar los malos entendidos, las confusas propuestas, los “síes” a medias.

 

El Sentido Orante, la Llamada, siempre optimiza: consuela, alivia, aligera, calma, serena… “Cuida”.

Y en la medida en que la incorporamos a nuestro estar nos hacemos Universo, nos hacemos ese microcosmos que replica en la armonía de la Creación.

 

Que el Amen-Amén sea… un empuje solidario, refrescante, ¡novedoso!, creativo, ¡dispuesto!, disponible, ¡generoso!, optimistaventuroso.

 

Que no se permita perturbar ninguna de esas cualidades, por ninguna vanidad propia o extraña o ajena.

 

 

 

 

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domingo

Lema Orante Semanal

 

PROMESAS

21 de septiembre de 2020

 

Cada ritmo, cada ciclo, cada fracción que se exprese como instantes –véase un día, un fin de semana, una semana, un mes, un año-… ficticios son, cierto, pero… a nivel de referencia, nos dan las secuencias de una trayectoria.

Por ello, los sapiens, a lo largo de su historia de tiempo, marcan instantes que propiciaron tal o cual acontecer… y fue a partir de ahí que ocurrió esto o aquello.

El Sentido Orante, desde su Misterio, se pliega a nuestra pequeñez… y nos incita a una fracción de instantes. Y es así como nos encontramos en el comienzo de una semana sobre la que hay planes… proyectos…: “promesas”.

Sí; quizás sea una llamada que se suele quedar fallida o a medias… –como decía el dicho: “nos las prometíamos felices”-, pero ¿realmente cumplimos nuestras promesas?

Sin duda, el cumplir con nuestra parte no significa que vayan a producirse X aconteceres, pero sin duda, si no cumplimos con nuestra parte, probablemente no acontezcan.

Las promesas son esos anticipos de la consciencia: anticipamos que vamos a…; ponemos encima de la mesa…; adelantamos… nuestras entregas, nuestras ilusiones, fantasías y haceres antes de que realmente se produzcan. Aunque –también hay que tenerlo en cuenta- en la medida en que nos prometemos, ya en alguna forma ha ocurrido, está ocurriendo.

Esto es muy significativo a la hora de ejercitarnos en lo que nos prometimos: el saber que ya el terreno está preparado, ya se ha arado, ya se ha refrescado el suelo, ya se muestra la tierra ansiosa de nuestras semillas… Gracias a la PROMESA.

Pero hay que culminarla con el sembrado.

 

Quizás, si remembramos promesas, nos encontremos con grandes vacíos incomprometidos. Seguramente. También, claro, encontraremos momentos de cumplida acción, que dieron sus muestras, o a veces no, pero quedó patente nuestra participación.

 

Es momento –nos dice el Sentido Orante- de anticipar nuestra acción, nuestra presencia; arar y preparar el terreno a través de las promesas. En alguna medida lo hemos visto, lo hemos imaginado. Nos hemos valorado y nos hemos… a veces “exagerado” nuestra visión de promesa, y otras veces… “minimizado”.

 

Y el mayor “riesgo”… –entre comillas riesgo, pero sí generador de desconfianza, de auto-desconfianza- el mayor riesgo es contar sólo con nuestras fuerzas.

Verán. La promesa es como esa inspiración de Misterio que nos empuja a… hacer la excepción, a hacer lo que sentimos que es lo adecuado; que nos va a suponer un esfuerzo, una dedicación. En consecuencia, si la aparición de la promesa es de parte del Misterio, es un lenguaje, una parte… –¡muy pequeña, sí!- de lo que va a transcurrir luego, pero facilita, con esa promesa, nuestra participación, y hace posible que, por nuestra actitud, el reclamo de las demás partes funcione, y acudan y se junten y… la experiencia sea gratificante.

 

Así, en el ejercicio de esa promesa –contando con nuestros recursos, sí-, si incluimos esa idea de “Inspiración de Misterio”, contaremos, sentiremos la casualidad, la suerte… que nos acompañará. Es decir que la aparición de nuestras promesas está auspiciada por el Misterio Creador. Y en la medida en que lo tenemos en cuenta, nos damos cuenta de que no es suficiente con nuestro aporte.

Y esto nos hace presentarnos o presentar nuestras promesas, con la Inspiración Misteriosa, con el aporte de la Llamada Orante. Lo cual dará a nuestra ¡actitud!... una característica ¡DIFERENTE!, que si sólo planteamos nuestro estar y hacer en base a nuestros recursos.

 

Sea cual sea o sean cuales sean los resultados, bajo la garantía de quien nos ha inspirado la promesa…, nos sentiremos realizados y aprenderemos de lo transcurrido, sea gustoso o no; aprenderemos de lo que faltó, de lo que sobró, de lo que fue justo.

 

El hacer cumplido de las promesas acrecienta la fuerza de la consciencia…; genera ternura y capacidad…; promueve cuidados… Y así nos sitúa en el plano de “lo siempre posible”.

 

Sabemos, ante cualquier promesa que nos inspiran, de la participación de otras actitudes… que no estarán –seguramente- en el plano de nuestra sintonía con el Misterio. No debemos forzar, ni imponer, ni manipular ninguna participación. La honestidad, en cada promesa, debe estar garantizada por nuestra ética. Sólo así entenderemos la participación evidente y constante del Misterio Creador.

 

Sentirse “comprometido en lo prometido”, con el auxilio permanente de la Creación, es abrirse a la sintonía de “los necesarios”. Es conectarse con lo desconocido… y seguir la estela de la luz.

 

Es fácil y frecuente que el desánimo aparezca, cuando parte o todo lo prometido se aplaza, se fractura… La fe en la Providencia de esa inspiración recibida nos debe reavivar, reanimar.

Caerse caminando es parte del camino, y hay que incluir como pasos, nuestros tropiezos. Así estaremos siempre en disposición de levantarnos; no dejarnos postrar.


Que las inspiradas promesas de este ritmo que comienza, estén en permanente atención de la ayuda que reciben y de la casualidad que transcurre.

Es Orar haciendo, estando, testimoniando.

 

 

 

 

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