jueves

Lema orante semanal

SORTILEGIO
29 de noviembre de 2010
Sortilegio. Como un extraño sortilegio. Y extraño, porque no era habitual. ¡Ah! ¿Cómo surgió? No se sabe.
“Sortilegio”. Algo de suerte tuvo que haber. Y algo de unión con ella –con la suerte-, para que el ser se viera envuelto en una aventura increíble.
Sí; no se sabe cuándo empezó ese extraño sortilegio, pero es semejante a un gran río de serpientes que se pliega sobre la vida y la acompaña, la desborda, la alerta, la llama.
Qué extraño sortilegio ocurrió, que continúa con sus campanas, sus llamadas desde el silencio, sus suspiros… y tantas cosas más que no tienen palabras.
Sí. Y además no se quedó en un sitio, ese extraño sortilegio, sino que –¡oh!- vagó por los mares, por los cielos, por las profundidades, y alcanzó a todos los seres.
Un sortilegio en la vida; una suerte de conectar, de confluir, como si fuera un número de magia:
“Nada por aquí, nada por allá… ¡Voilá!…” Y aparece el conejo, la paloma, el pañuelo…
¡Qué bonito! Aplaudimos sin cesar hasta un nuevo acto.
Otras veces, no es el mago el que sale, sino el mendigo, contándonos sus quejas, sus dolores, sus deambulares, ¡sus fríos!
Sí. El sortilegio es como si estuviéramos en un gran teatro y hubiera una gran magia –aunque no siempre sale el mago-. Otras veces nos sorprende el miserable, bien sea por su miseria o por su despótica actitud. Y nos encorajina y nos entristece.
Casi, casi, cuando no nos gusta la función, al volvernos y salir a la calle, nos damos cuenta de que la función, el sortilegio, continúa. Ahora somos –¡oh, no!- transeúntes de la vida; inmigrantes; emigrantes. Nos cruzamos unos a otros mirándonos con caras cómplices, por si pertenecemos a la misma obra… o no:
“¿Tú estás en mi plató o yo estoy en el tuyo?”
¡Ah! Miradas cómplices de futuros aconteceres, dentro del gran sortilegio que nos acerca o nos distancia. ¡Ah!
“Me pierdo”, dicen unos. Otros dicen: “Lo he encontrado”. Otros: “Ya veremos”.Otros: “No sé”. Otros: “¡No quiero!”
Por momentos, terrible.
¡Y ay! ¡Ay!, cuando, sin darte cuenta, en la escena –mientras cenas o en la escena o… o en la arena- aparece el loco, la loca. ¡Terror! Nos confunde, nos incita, nos llama, nos reclama y, cuando vamos, nos mutila, nos golpea… Le decimos:
“¡Estás loco!”. Y se ríe: “Ja, ja, ja”. “¡Estás loca!”. Y sonríe, como si estuviera de acuerdo con lo que estamos diciendo.
Queremos ayudarle…
“¡Ah!... ¡Tonto, idiota! ¡Ayudar!”… Corre despavorido, despavorida, ante nuestra misericordia. “Ja, ja, ja, ja”.
El loco, la loca, se van. Pero, en cualquier momento, aparecerán en ese extraño sortilegio. Las ventanas se abren donde había muros y, en otros sitios, donde había ventanas, se cierran. Donde había puertas, de repente no las hay. De nada sirven las emergencias; hay que perforar el muro.
¡No! No puede ser que este mundo sensato, racional, lógico y evidente, se haya vuelto loco. O lo que es peor, esté bajo la influencia de un extraño poder que lo embarga y lo subyuga, lo traiciona, lo ayuda, lo empuja…
“¡Eh!, ¡eh!, ¡no empuje!”...Y siguen empujando. Y parece que, cuanta más queja hay, más drama se instaura.
“¡Eh!, ¡eh!, ¡que ya ha dolido bastante!... ¿Podría dejar de apretar?... Por caridad”.
¡Ahhhh! A veces, a veces –no sé cuantas- sí, deja de apretar. Pero otras parece impasible, como si perteneciéramos a un plan especial. Te hace sentir especial, ese extraño sortilegio que te abruma con sus besos o… con sus arañazos.
No sabemos cómo comportarse ante esa extraña circunstancia. Unos optan por mandatos, otros por capítulos, otros por órdenes, otros por leyes, otros por… mandatos y mandatos y mandatos. Pero –¡ay!- parece no entender nuestra lógica petición, ¡nuestra razonable posición! ¡Vuela, vuela y vuela!, como el viento. Silba y da portazos a las puertas cerradas, que tiemblan. Queremos verlo y… ¡no! Ya se ha ido.
También hemos intentado, ante este inmenso sortilegio, diferentes técnicas científicamente estudiadas. Sí. Productos químicos maravillosos, aguas especiales, elixires… Milenios usando todo tipo de argucias, y nada. Nadie ha reportado un testimonio fiel, que a todos sirva, de qué es lo que pasa; de qué es lo que ocurre. Porque es inútil esconderte debajo de la cama, en una caja fuerte, en un autobús o encima de una mula. No. Te topas de repente, ¡sin quererlo! –o a veces queriendo- con esa extraña confitura. Sí. Como una confitura que a veces empalaga, otras empacha, y otras es sutilmente dulce. Pero de repente, aparece el payaso y lo hace amargo…
¡Ah! El payaso… ja, ja, ja, ja… El payaso. ¿Te ríes o lloras? Más bien te hace llorar con sus historias de aquí y de allá y del otro sitio. ¿Y a mí qué me importan aquellas historias? Pero el payaso se muestra impasible. Vuelve una y otra vez con sus zapatones y sus colores, y nos sonroja, ¡nos saca a escena!
-¡No! ¡Yo no soy parte de tu escena!
-¡Ah!, sí…Dice, con su boca de buzón, con sus manos de papagayo, con su sombrero de papiroflexia de última moda. ¿Y qué decir de sus pantalones? ¡Ah! Parecen cometas que vuelan incansables.
Cuando te tiene al borde de la extenuación, te acaricia y te susurra algo que nunca puedes escuchar bien ni entender…
-¿Qué, qué, qué dices? ¿Qué has dicho?
Y en ese momento, se aleja. Y parece habernos dejado la marca de sus sonrojados labios. Jurarías que te ha dejado el sello. Vas de inmediato al espejo y… no hay nada.
Ja, ja, ja, ja… Parece una crueldad, sí. ¿Será un monstruo? ¿Será… qué? ¿Qué?
-¿Qué es lo que está pasando?
Se preguntan en todos los lugares. Unos a otros se cuchichean. Unos parecen mostrar un cierto desparpajo y seguridad. ¡Ja!, ¡seguridad!
Sí. Hay otro que hace de policía. Te lo puedes encontrar en un semáforo. O en una frutería. Parpadea como las naranjas o titubea como el kiwi. No sabes… ¿lo comes? ¡Ah! Y si lo comes, a veces te indigesta, y otras te… –¡ah!- te ilumina.
-¡¿Por qué no se queda quieto?!
-¡Ah! Es un misterio.
-¿Misterio? ¡Ja, misterio! ¡Más allá del misterio! ¡Esto es insoportable!
-¿Insoportable? ¡Noooo! Y ahí está parte del sortilegio: ¡es soportable! Aunque por momentos quisiera bajarme del tranvía.
Sientes, a veces, que te desean.
-¡¿Quién?!
-¡Ello!
-¿Ello? ¡Ah! Ello.
Sí. El sortilegio te desea. Y acudes pronto, con tus mejores galas, para hacer compañía.
¡Inútil…! –te dice cuando llegas-.¿Te he llamado yo, acaso?...Y tú, te quedas impávido, pálido.
-Pues yo creí que… tu deseo…
-
¿Piensas que te puedo desear?
-
Mmmmm… eeee
Cuando quieres grabar sus palabras de desprecio, escuchas:
“¡Bienvenido, amado mío!”... Sientes que has cumplido. ¡Craso error! Ja, ja. Craso error. Te pondrá la zancadilla y caerás al suelo.
Oirás nubes que hablan y que dicen:
“¡No te enteras de nada!” Y rayos y centellas que te perseguirán, y harán cosquillas en tu culo, sin que sepas por qué.
¿Por qué no te lo dicen a la cara? ¿Por qué no sos valiente y te atrevés a decirme claramente quién soy; por qué estoy aquí? ¿¡Por qué no te atreves directamente a castigarme o a darme un premio!? ¿Por qué siempre andas por los costados, por la espalda, ¡por los sueños!? ¡Ayyy! Te metes ahí entre sábanas. Aprovechas el invierno en las mantas y edredones, y te sumerges… a veces para ponerme los pies fríos; otras, para calentarme la cabeza. ¡Desgraciado sortilegio!
¡Ah! Ja, ja, ja… A veces se oye que claman, ¡que tocan a paces!… “¿Paces? ¿Dónde? ¿Dónde está ese escenario? ¿Es el 537? ¿Es el 2858?”
¡Ah! Ahí voy presto, corriendo –¡como idiota!, me lo creo-… y llego a una inmensa plataforma, cargada de bruma y de luces de colores, ¡y me quedo extasiado!, viendo cómo cambian las texturas.
“¡Ah! ¡Por fin! ¡Por fin –exclamo- la paz!” Y de repente, ¡todo se vuelve turbulento!, y el escenario –plácido y generoso- ¡se hace un volcán!
¿¡Quién ha dicho “por fin”!? –parece exclamar la lava, mientras te quemas y sales corriendo-.
-
Ya decía yo–dices, en tu huida-que esto no podía ser cierto: “¡la paz; la paz!”. Era una trampa más. Pero, ¿qué es? ¿Una trampa? ¿Por qué el sortilegio se convierte en una trampa?
-No siempre.
-¿Quién? ¿Quién ha dicho “no siempre”?...
-Casi siempre
-¿¡No es acaso nuestra función, como seres creados, alcanzar, conseguir, lograr, tener, guardar, poseeeer!? ¡Hemos sido diseñados para eso! ¿O… o no?
-¡No!
-¿Quién ha dicho que no?
-“No”. Lo he dicho yo. No, lo he oído.
¡Un momento! ¡Tranquilo! ¡Tranquilos! Volvamos a empezar. Sí. Eso. Volvamos a empezar.
…Y no se sabe cuándo, pero, poco a poco, se fue instaurando un extraño movimiento de suerte. ¡Ah! Y alguien dijo: “Debe de ser un sortilegio…”
-No, no, no. No, no, no. No, así no empezaba. ¿Cómo empezaba…?
…Y estando todos tranquilos y jugueteando con la vida, a alguien se le ocurrió pensar que, quizás, nos habían traído o nos habían llevado. ¿Quién? No sé.
-No, no, no, no, no, no, no, no, no. No era así, no. Así no empezó.
-Bien. Empezó así:… Y estando disfrutando, y navegando por los mares del sur, una tormenta mostró extraños signos en el cielo, que hicieron tambalear las creencias y las costumbres de los hombres…
-¡Noooooo, no es así! ¡Qué tontería es ésa de… qué navegando y qué rayos y centellas! ¿Qué tontería es ésa? ¡No fue así!... ¡Vuelve a empezar!
-¡Ah! No, claro. No. Así no pudo ser.…Pues estaba… o estábamos, y teníamos amistad con los tigres, los leones, los caballos… ¡y cabalgando con ellos!, un día nos caímos y, al golpearnos, nos dimos cuenta de que el caballo tenía alas, y resulta que no volaba; y el pájaro tenía plumas, y resulta que no piaba…
-¡No!, no, ¡por Dios!... ¡Eso, eso es una fantasía! ¡Eso no es un sortilegio! ¡Así no fue…!
-¿No? ¿No fue así?
-No, no, recuerda, recuerda… ¿Cómo empezó todo?
-¿Todo? ¿Cómo empezó? ¿Pero todo?
-¡Sí, todo, todo!… ¡Como empezamos! ¡Venga! Porque debe de haber algún fallo en el transcurrir de esta historia. ¡Venga, date prisa!, que ya ha amanecido, y de día no se piensa bien. A ver, ¿cómo empezó? ¿Cómo empezó la jornada?
-Pues sí, ya me acuerdo:
…Todos estábamos pendientes, y sucedió que sentimos algo. Y nos preguntamos unos a otros: Y tú, ¿qué sientes?...
-¡No… na, na! ¡Qué tontería! ¡No sigas! ¡No sigas! ¡Eso no puede ser! ¡No puede ser, no puede ser! ¡Así no! Yo no recuerdo que fuera así..
-¡Bueno, tú que lo sabes!, ¡¿por qué no lo dices tú?!
-¿Yo? ¿Pero no soy tú?
-¡No! Tú eres yo. Digo, perdón, tú eres tú y yo soy yo. Tú eres el que me está diciendo que recuerde y que empiece otra vez porque no vamos bien. Así que, tú que lo sabes, ¡pues dilo!
-Bueno… ¿todo?... ¿Otra vez? ¿A empezar otra vez?
-¡Sí, todo! ¡Desde el comienzo! Ya que yo no lo sé…
-Bueno. Disculpa. Yo tampoco estoy seguro.
-¡Ahhhh! ¡Qué gracioso! ¡Qué gracioso! ¡Me has impulsado a empezar de nuevo, otra vez… y tú no estás seguro! ¿Qué clase de amistad eres? ¿Eres vientre o espalda? ¿O costado? ¿Qué parte de mí eres? ¡Bueno, no tiene importancia! Voy a intentar comenzar de nuevo, todo.
-¡Todo, sí, venga! ¡Empieza!
-…Érase una vez…
-¡Oh! ¡Puah!, ¡puah!, ¡puah! ¡Ahora me vas a contar un cuento…! ¡Puah! ¡Pues vaya paparracho! ¡Puah! ¡Un cuento! Como los cuentistas ésos, mundiales. ¡Puah! ¡Que no! ¡Que no! ¡No te lo creo! ¡No! ¡No te creo! No te creo.
-¿No me crees?
-¡No! No te creo. ¿Qué es eso de “érase una vez”…? ¿Un circo?
-¡Eso! ¡Sí!... ¡Tú lo has dicho! Estamos… Bueno, comenzó con un circo.
-¿Un circo? ¿De circo, de círculo… de circo?
-Sí, ¿te acuerdas? El payaso, el mago…
-¡Ah, sí, sí! ¡Es verdad! El payaso, el mago, el policía… ¡Ah, sí! Sí me acuerdo.
-¡Pues eso! Así empezó.
-Sí, pero… ¿pero qué empezó primero?
-Pssss. Ya sabes. Esto empieza… a la vez.
-¿A la vez?
-¡Ah!, sí. Había escenarios por todos los sitios. ¿Recuerdas… cuando te metías en la cama y… –¡Ahhhh, ahhhhh, ahhhh!- te encontrabas con alguien inesperado?
-¡Ohhhh! ¡Ya me acuerdo! ¡Sí, sí, sí! Sí, pero… ¿has dicho “a la vez”?
-Sí, “a la vez”.
-Pero ¿qué fue primero?
-No lo sé, pero tengo la sensación… ¡Ssss! ¡Espera! Que no nos escuchen. Tengo la sensación de que… ¡fue de golpe!
-¿De golpe? ¿Cómo que “de golpe”?
-Sí. ¡De repente! De repente. ¡Sí! ¡Ja! ¿Qué te parece? ¿Qué te parece?
-Pero… ¿”de repente”? ¿Cómo, cómo…? ¡No! ¡No, no, no! Este… este sortilegio fue poco a poco…
-¡No, no, no! ¡Pssss! ¡Calla! ¡No hables! ¡Fue de repente! ¡Pchá! Así: ¡Pchá!
-¡No!
-¡Sí! Sí, mira: ¡Pchá! ¡Escucha, te lo voy a decir. Sí, mira. Escucha… ¡Pchá!. Así, de repente… todo.
-¿¡Todo!? ¿¡De repente!? ¿Entonces…? ¿””De repente…? Entonces, ¿no… no empezó…?
-¡No!
-¿No, qué?
-¡Habla más bajo, que te van a escuchar!
-¡Que si fue de repente?
-¡Sí!… ¡Pchá!
-¡Ah!, sí: ¡pchá!... ¿De verdad?
-¡Sí!
-Entonces, ¿no empezó…?
-¡¡No!!
-¡Pues si fue “de repente”, empezó… de repente!, ¿no?
-¡Nooo! Ahí está el asunto, que fue: ¡pchá!... “De repente”… ¡De repente, no!… ¡No empieza nunca!
-
¡Ah!... ¿No empieza… “pchá”?
-¡Eso! ¡Pchá!
-¡Ahhhh! ¡Es de repente…! ¡A la vez! ¡A la vez todo! Fzzuuu… Pero… parece que… que no es así, ¿no?
-¡Claro!, pero… ¡ahí está el sortilegio!...
-Sssshhhh… No, no lo digas. No digas esa palabra, que nos puede… complicar la vida.
-Ssssss…
-Pzzzzz…
-¡jej!
-¡Ayyy!
-¡szzziii!
-¿Qué, qué…?
-¡Ssss!
-ii
-…

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