martes

Lema orante semanal

LLAMADA ORANTE
3 de enero de 2011
Según una forma de concebir el tiempo, hoy culminamos un momento de traslación y… ¡continuamos!... hacia otras posibilidades.
No se termina, “se culmina”.
Y es importante esta distinción porque, lo que se termina, no puede continuar –porque se ha acabado-. En cambio, lo que culmina, tiene la opción o la posibilidad de continuar.
En la culminación se recogen todos los elementos más significativos que sirven de estímulo, que sirven de… “recursos” para generar nuevas y posibilitantes habilidades.
Orar, en un punto culminante de nuestra presencia en el universo, es… tener la opción de ¡repasar! –a vista de un cometa- los momentos más significativos con los que podemos continuar nuestro viaje.
La posición orante nos permite resaltar lo virtuoso, lo excepcional, lo curioso, ¡lo llamativo!... que ha transcurrido a lo largo de este ritmo; de este periodo.
Lo que –en teoría- nos ha parecido negativo o malo, de seguro que habrá sido ¡bueno!... para otros.
Porque la Creación es Bondad, es Misericordia, es Virtud, y no puede gestar lo que –en absoluto- podemos llamar “malo”, sino que nos muestra facetas que, a veces, “nos parece” que no nos convienen, pero de seguro que convienen a otros.
Esta posición… contemplativa, nos la brinda la óptica orante; porque, si hacemos una aproximación racional y lógica, no sacaríamos estas conclusiones.
Y, así, podemos decir:
¡Gracias! ¡Aleluya!
por haber contemplado…
tantos amaneceres…
y tantos nocturnos.
Hemos disfrutado del privilegio de disponer de alimentos
y de la opción de aprender;
de la posibilidad de estudiar;
¡de la permisividad de viajar!...
La vida nos ha impulsado
y nos ha suministrado el aliento necesario
para dar evidencia de que estamos.
Culminamos un ritmo
en el que hemos visto
a nuestras descendencias
¡crecer!… hablar, andar, ¡sonreír!…
Nos han permitido, las Fuerzas de la Creación, ¡caernos!, y levantarnos con más brío; con más ganas.
Hemos tenido la opción de ayudar, de colaborar, ¡de sentir!… el apoyo de otros.
Y ahora que vemos que el movimiento va hacia otra textura, hacia otra dimensión, nos sentimos con la expectativa, ¡la ilusión!... y la esperanza de que, lo que vamos a descubrir, lo que vamos a sentir, va a ampliar nuestra percepción de lo creado; nos va a dar una… ¡mayor sensibilidad!... a lo que transcurre.
Sin duda, sin la menor duda, hemos llegado hasta esta culminación porque nos han amado, ¡en mayor o menor medida! –no podemos medirlo-. Pero si no hubiera sido por ese pequeño y trascendental detalle, no estaríamos ahora celebrando la culminación.
No es viejo e inútil lo que ha transcurrido. Ha sido sostenedor y descubridor; y, en consecuencia, mantenedor de otras posibilidades.
La oración nos permite contemplar lo culminante, como valioso; no como… “el fin”, no como: “¡al fin terminó lo que pasó!”, sino como…“¡gracias por lo que transcurrió; porque de ello me serví… y pude servir!”
Sólo lo que ha soportado –“sólo lo que ha soportado”- la adversidad y la dificultad, y culmina su caminar, puede ver, de nuevo, amanecer.
Así que puedo decir: “el feliz año transcurrido”;porque de él he aprendido lo que puede ser mejor.
“Felices los aprendizajes que he desarrollado, porque ello me permite albergar… la esperanza de otra dimensión”.
Los seres que se desplazaron a otras dimensiones, ¡y los que han venido de nuevo!, me han permitido ver el transcurrir de la vida… como Eternidad.
Culminando, ¡apreciamos lo que se nos ha dado!, y podemos intuir todo lo que podemos dar.
Culminando, ¡me siento capaz!... e intuyo… que confían en que puedo seguir.
Lo que ha transcurrido no es viejo, ni malo, ni desechable; es… el cultivo de una tierra que se prepara hacia nuevas lluvias, ¡diferentes semillas!... y otros frutos.
La alegría está en lo transcurrido y lo culminado, ¡no en lo que aún no ha sucedido!
Si nos han permitido culminar y nos abren las puertas para seguir, sin duda, eso es un motivo para promoverse, para confiarse, para solidarizarse.
Lo transcurrido y culminante ¡genera fuerza!... para corregir, para variar, ¡para proponer!, ¡para plantear!… diferentes opciones de las que han transcurrido.
Cada culminación nos descubre lo superfluo –lo que sobra- y nos resalta lo valioso; lo que permanece.
¡Sólo continúa aquello que sabe desprenderse de lo que acumula; de lo que ya no precisa.
La culminación no gesta costumbres, sino que se abre hacia nuevos caminos.
Como seres orantes, y en el sentirse herederos de los decretos celestes, cada culminación es una ¡nueva oportunidad!... de descubrir la brillantez del misterio, y sumergirse en él ¡sin miedo!
Al sabernos seres culminantes, absorberemos –hasta vaciar por completo- nuestra copa de vida, para que sea –de nuevo- llenada con nuevos sorbos, nuevos alientos, que han sido posibles gracias a la pasada primavera.
Con el instrumento orante, felicitar a todos los que han aportado su don, su gracia, para que el mensaje que nos corresponde aportar, reúna la vitalidad y el entusiasmo de continuar.
Y transmitir la idea de que una Esperanza nueva integrará los intereses personales, para hacerlos un ideal universal… que sea “servidor” en el sentido de lo Eterno.
Que brille nuestro testimonio como expresión de “posible”; como muestra de ilusiones de otros, que parecen marchitas, pero que tan solo necesitan ver que otros saben florecer.
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