viernes

Lema orante semanal

LLAMADA ORANTE
6 de diciembre de 2010

Quizás el despertar sea una llamada desde los abismos.
Quizás el seguir sea un reclamo desde los infinitos.
Quizás el perseverar sea una exigencia desde lo Eterno.
Quizás el recrear sea una llamada desde lo Infinito.
Quizás el estar no dependa de nosotros.
Quizás, quizás, quizás sea el resquicio de soberbia, para que la mente del hombre se dé una oportunidad.
Quedarse en la relativa duda razonable, como rueda dentada que vuelve una y otra vez sobre el mismo diente, pero que no se hace espiral y ascendente.
Sin duda, podemos percibir que nuestras unidades de formación para dar el espectro material están ahí…, y se confabulan para gestar cabeza tronco y extremidades.
Sin duda, se puede decir que el pulmón respira, que el riñón filtra y que el corazón late. ¡Prodigioso!
Sin duda, afirmaríamos cuándo el sueño es un reposo o es una inquietud.
También, sin duda, diríamos si llueve o no.
¡Ay qué certeza tan veraz!
Pero esas certezas se hacen paréntesis -aunque a lo mejor ya no existen- cuando tratamos de profundizar –tratamos- y de preguntar por qué yo o “yo”, precisamente. “¿Por qué no de otra manera? ¿Por qué aquel precisamente? ¿Por qué me va a tocar a mí, a mí?”
Y cada uno, ante esas preguntas, trata de evadir hábilmente lo que le toca, cuando no es de agrado… por cultura, por educación, por… ¡Ba! Banalidades.
El “yo” precisamente, termina -¡ay! qué palabra: termina- por gustarse. ¡Qué descalabro! ¡Qué mal gusto! No se da cuenta que, precisamente -precisamente- es él para mejorarse, no para aceptarse.
“¿Y qué hay que mejorar?” Diríase aquel que tan a gusto se siente en sí mismo.
-A usted y a los demás.
Escudándose en la egolatría disimulada, cada uno es capaz de decir: ¡Es que “yo” soy así! Como si él mismo se hubiera gestado; como si él mismo hubiera elegido, en el vientre de su madre, elegir la característica de cada cromosoma y las posibilidades de cada gen; como si él mismo se hubiera dicho: “Qué bella mi nariz respingona o qué culo más hermoso tengo”.
No hay frase más destrozante que el asumir que se es así. Es la mayor manipulación genética que jamás haya existido. La manipulación genética verbal que crea un epigenoma efectivo: “Es que yo soy así”.
“Así… ¿cómo? ¿Como… como Winston Churchill?, ¿como Simón Bolivar?, ¿como Cervantes?, ¿como Picaso?, ¿como Dali?, ¿como Heisenberg¿, ¿como Marcial la Fuente Estefanía…? ¿Como qué?
Alguno, algunos se atreven y dicen: “¡Como Dios!”. ¡Ay qué lejos están! Se hicieron la hornacina, se hicieron el pedestal, se hicieron su imagen a caballo, se hicieron con feligreses, se hicieron con adoratrices y adoradores… y se sintieron felices.
¡Ay, qué penar!, cuando las palomas ensucien la estatua ecuestre. ¡Ay, qué penar! ¡Un bronce cubierto de mierda! Y poderlo observar más dramático es.
-¿Como qué era?
-Como Dios
-¡Ah!
-¿No será que Dios te ha mandado las palomitas?
En estos niveles, sin duda, nadie… o alguien se da por aludido. Imposible. “No… ¡Con lo bien que me he lavado esta mañana! Estoy limpio de polvo y paja”.
“Seguramente, con la nevada te has quedado más blanco.”
¿Y si… nos trajeron, nos dejaron y nos llevan, de qué valdría el “yo soy así… como”? No nos daríamos cuenta que nos han traido, que estamos y seguimos. Y afanosamente nos hubiéramos encarado de cargarnos de una visión equivocada de quiénes somos, por qué hemos venido y hacia dónde tenemos que encaminarnos.
Ya el hecho de traernos implica nula participación. El estar es en base a lo que traemos y el seguir está condicionado.
-Entonces ¿qué queda?
-Tu tontera. Sí, sí,  eso es lo que queda. Si haces esa pregunta, lo que te queda es tu tontera. Si no hubieras hecho la pregunta, hubiera significado que tienes otro nivel de percepción. No hubieras reclamado de nuevo tu parcela “yóguica”, tu parcela de pertenencia: “¿entonces qué queda?”
-Tontera.

No te perteneces. No hay algo que tenga que quedar. Somos torbellinos fulgurantes que se enroscan en la intimidad de Dios. Torbellinos fulgurantes que se enroscan en la intimidad de Dios. ¿Hace falta que quede algo? 
Recógete en lo que sirves y en todo lo que puedas dar. Asume tus debilidades como una potencia más. Es lo que te dignifica ante la Divinidad.
Tu
arrogancia…. “Y yo no he sido, yo no he sido, yo no he sido…” es una mueca -es una mueca-, un gesto… de inutilidad, que solo sirve para marear el fracaso, que, por cierto, nunca está, ¡que pro cierto nunca está! Lo que está es la maniobra orquestal, racional que esclaviza el pensamiento… Hoy, día internacional de la esclavitud. No sabemos si es para que haya más o para que no exista o para recordar que debe de seguir existiendo.
Pues sí, esa razón organicista que festeja los fracasos para poderse superar, que necesita los problemas para poder solucionar…. ¡Habráse visto secuestro más inútil!
Y de seguro  que recurrirá al parafraseado momento de:
-No me negarás que tenemos un problema, no me negarás que esto es un fracaso.
-Te lo niego.
-¿Con qué fundamento?
-En ningún caso con el tuyo. La vida no es un fracaso y menos aún un problema. Si lo fuera –aunque fuera por casualidad-, no hubiera existido nunca. ¿Capici?
Entonces deja de secuestrarte tu lóbulo frontal, tu occipital,  tu parietal…. El oficio de andar consiste en levantarse cada vez que se cae y la caída no es un fracaso, es una torpeza a mejorar.
Nos han traído a cachos para podernos aquí ensamblar y claro siempre hay algún fallo que hay que subsanar, pero con potencialidades para hacerlo, no para quedarse en el “yo soy así”, como si fuera un vehículo en una cadena de montaje que salió malo.
Quizás haya que cambiar la famosa frase: “Aquí Huston, tenemos un problema”. “Aquí Huston, buscamos soluciones”.
-Pero ¿qué problema tiene?
-No entiendo. No tenemos algo; buscamos.
-Pero si buscan soluciones es que tienen algún problema.
-No, error, corrija su razón.
El que busca no tiene problemas, busca…  como un  perro olfateando el rastro de su amo, hasta dar con él. Como una semilla, al germinar, busca la luz hasta dar con ella.

Qué bello es el silencio. Hasta los más intrépidos se callan, hasta los más disonantes guardan la compostura, hasta los más rebeldes lo entienden, hasta los más insolidarios se hacen solidarios, hasta los callados aprenden.
No en balde es el verbo de Dios.

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