domingo

Lema Orante Semanal

 

ES EL A-MAR, EL RECURSO

 

11 de marzo de 2024


Se hacen extensas las manías, las inseguridades y los prejuicios.

Avanzan las animosidades, los sectarismos y los radicalismos personales... como si todo fuera el anverso del verdadero sentido de vivir.

Sí. También parpadean –“parpadean”- virtudes y propuestas y proyectos, pero lo hacen de manera... subterránea, cuidadosa y temerosa; aunque encierran, sin duda, valentía por apostar hacia... la bondad innata del ser, heredada de la Bondad Superior.



Y quizá lo preocupante ­–nos advierte la Llamada Orante- es que, cada vez con más facilidad y con menos esfuerzo, el ser se expresa vanidosamente, groseramente, vulgarmente...

Como si se hubiera cambiado de moneda, y ahora la que hay en curso es otra. Y es la que vale: insultar, criticar, propagar aconteceres falsos...; predominio egocentrista y desapego de lo solidario y de lo atento. Lo amable queda por allí, rezagado.



Pareciera –¿verdad?- que siempre hay un motivo para quejarse. Y con ello, juzgar; y con ello, condenar; y con ello, disparar.

Pareciera que la latencia violenta está ¡ahí!... aguardando cualquier momento para atacar.



Y se hace... como un gen predominante que se transmite. ¡Contagioso!

Y lo que es más llamativo: sirve de patrón de referencia.



Y cuanto más ataques, critiques, condenes… pareciera –socialmente- que tienes más valor, verdad…



Bajo la óptica orante, podemos ciertamente caer también en desacreditar nuestro tránsito de vida, y culparlo en el nombre de… ¡de Dios!

Pero el Misterio Creador no condena, no persigue, no tiene prejuicios, no…

No es humano... Aunque, misteriosamente, lo viviente emane de su infinita decisión.



Llamada Orante” advierte, avisa, sugiere, promueve, desarrolla... Pero todo ello emana de una Misericordia, de una Bondad; de un impulso misterioso... ¡que no nos persigue!; que le gusta vernos volar, que le gusta vernos sonreír, que le gusta vernos idealizar, que le gusta vernos conciliar.



Sí. Atrevida es la Llamada Orante que se atreve por apostar... –otra apuesta- se atreve por apostar hacia una conversión, hacia una transfiguración del trayecto que lleva esta materia viviente humana.



Pero no porque confíe... en nosotros. No. Porque se sabe conocedor de sí mismo.



El protagonismo de la consciencia humana llega a pedir a lo Divino que confíe en él.

¿Qué lo Divino confíe en nosotros? ¿Es una broma o…?

Trastocada consciencia, la que se erige en centro de la Creación.



El Misterio Creador es una… o es “la” referencia de vivir.



Y, bajo ese criterio, no tenemos ninguna... –subrayado- ninguna ascendencia sobre los planes divinos, los designios de la Creación. Ninguna.

Por eso, esa expresión popular que dice simplemente: “Que sea lo que Dios quiera”, no. Habría que mejorarla: “Será lo que quiera. Será lo que Dios quiera”.



Es semejante –salvando las distancias- a la criatura recién nacida, que precisa “inevitablemente” de la atención de la madre.

Será lo que la madre decida. Si la alimenta y la cuida, saldrá adelante; si no…

Y ¿qué suele hacer...? –bueno, por seguir con el mismo ejemplo- ¿y qué suele hacer la madre?: cuidarlo, alimentarlo, limpiarlo, hablarle…

¿Lo insulta?, ¿lo considera feo?, ¿le reclama más intelectualidad?, ¿lo castiga cuando no duerme?…

No, ¿verdad? No.

Hay aberraciones, sí. Pero lo apremiante y lo que sale por necesidad innata es el cuido, el abrigo, el consuelo, el alimento… Y eso constituye un motivo complaciente.

Ahora, traslademos este minúsculo ejemplo a la Creación y a lo creado, y su relación.

¡Cuánto más no emanará del Misterio Creador hacia sus criaturas...!

No es algo que está ahí para castigarnos. Es lo que Es y lo que Está... para expresarse en todas las criaturas. ¡En todas!: en la hormiga, en el elefante, en el hipopótamo, en el águila, en el ser humano.

Es-Está”, como referencia para acercarnos un poco. Porque ni Es ni Está. Se sale de los parámetros que defendemos como verdades absolutas. Pero, bueno, de momento, sabiendo que no lo son, se usan para... salir del paso.

Pues sí. Es el que Es, el que Está y... el que produce, el que engendra, el que muestra, el que regula, el que sabe... cada segundo de lo que pasó, de lo que pasa y de lo que pasará.

¡Y en una esquina!... –seguramente, seguramente- en una esquina de esa consciencia animosa del ser, está el vector que nos hace despertar, seguir, continuar.

Y a veces creemos que es nuestro, y no. No. Es como una pila que nos recargan o ya está cargada o... ¡quién sabe!, pero no es nuestra. Nos movemos y actuamos y nos ejercitamos porque está la pila, si no…



Pues bien. En esa esquina, si nos referenciamos con esa promoción constante, tendremos la... –permitamos la palabra- la clarividencia de dejar de juzgar, condenar, criticar… y entrar en preguntarse, en descubrir. Porque va dejando –va dejando- signos, señales, que nos orientan hacia... hacia dónde.

Y ese otro dicho popular de que no hay mal que por bien no venga, sería utilizable en nuestra consciencia para preguntarnos:

Esta iniquidad que campea como la verdadera posición, que ataca, que vende, que engaña ¿tiene detrás el aval de la bondad?”.

Difícil de ver. Muy difícil.



Pero lo difícil no es imposible.

De hecho, somos imposibles que permanecen en un lugar de la Creación, del Universo.



Cualquiera –supuestamente-, contemplándonos desde otras dimensiones, diría:

¿Qué... qué sentido tiene todo eso que ocurre en esa bolita azul...?

¿Por qué esa singular excepcionalidad, al lado de la grandiosidad luminosa, oscura, insondable e inabordable, de la Creación? ¿Ha sido un fallo creacional?”.

No hay fallos.



Podríamos decir, más corriente y vulgarmente: Dios no se equivoca. ¡Cómo va a ser!...”.

¿Y nosotros, sí?



Si somos –como se dice- “hijos de Dios”, ¿es que acaso el hijo no se equivoca con respecto a la posición del padre? Por seguir la trama familiar. Iba a decir la “trampa” familiar, pero salió la trama para... no sé.

El introducir la equivocación como fallo, como error, ¡no! No. La llegada singular que vivimos, por el hecho de vivir, es excepcionalmente impecable.



Sí. Y podríamos decir, en plan justiciero:

.- Sí, pero... ¿y lo que hace?, ¿y lo que mata?, ¿y lo que persigue...?

.- Sí... ¿Y qué?



El “¿y qué?” parece... que no importa la transgresión y los exabruptos del vivir humano.

¡Sí! ¡Claro que importa! Pero es parte, es expresión de un Misterio que transcurre. Y si nos damos cuenta de ello, emanará de nuestra actitud esa esquina de redención, de misericordia, de bondad, de comprensión, de escucha.

¡El amar no puede ser una daga que se clava!... por venganza, por razones o… Eso no es amar...

Eso es querer imponer, controlar y dominar. Y quedarse en la consciencia limitada, parcial, de la condena o el aplauso de un acontecer.




Si, por un instante, el ser deparara en el esfuerzo que supone el agredir, perseguir, atender a la defensa y al ataque, y se diera cuenta –y no es especialmente difícil- de lo fácil, ¡sin esfuerzo!, que supone el conversar, estar, ayudar, colaborar, aliviar, consolar…



¿Y si en vez de condenar, redimo?

¿Y si en vez de atacar, converso?

¿Y si en vez de condenar y ajusticiar, perdono?

Y aligero mis pieles duras y curtidas, y las convierto en plumas ligeras y frágiles, de esas que se juntan y alzan el vuelo.



En esa facilidad sin esfuerzo, cuando descubrimos que de esa esquina emana una elipse, una serpentina voladora que “sin esfuerzo” se muestra, se da...



Es el A-mar, el recurso; como así hace al evaporarse... y darnos la lluvia gratificante que nos permite nutrir y fecundar.

Es el Amar intrínseco de nuestra consciencia, el que nos hizo sobrevivir al llegar; el que nos cuidó y el que nos empujó a... saltar.

Es el A-mar, como piedra filosofal: la que convierte y transforma –como alquimista- todo lo que toca, en inmortal, en brillante, en apreciado, en generoso.



Disponernos… disponernos hacia una redención inevitable.

Posicionarnos hacia una bondad cotidiana.

Abrirnos a un estar sin condenas, sin juicios ni castigos...; a ser adoradores del amor del A-mar, expresado en el respeto, en la admiración hacia los otros y en la disposición a servirnos.



La Piedad nos acoge en cada desvarío. Está ahí para resarcirnos, para situarnos en la brillantez, en la esperanza permanente de lo imprevisto, de lo inesperado, de lo asombroso, de lo descubierto.



Pie-dad.





***

Lema Orante Semanal

 

DEPENDEMOS “ABSOLUTAMENTE” DEL MISTERIO CREADOR

4 de marzo de 2024

    Sí. Somos habitantes del universo, el cual no conocemos.

    Habitamos en una casa grande –muy grande-... en la que no sabemos qué es lo que se hace o no hace; pero lo poco que nos dejan ver, se nos muestra… –según nuestra consciencia- aparente.

    “Aparente”, porque no tenemos referencias de otras consciencias; o las que tenemos –y que llamamos “consciencias”- son inferiores.

¡Habitantes... del Universo!...

Parece importante. Sí, pero…

    Y el “pero” no es una queja, es constatar que el Misterio Creador nos ha situado con unas determinadas condiciones, en un lugar, espacio…

    Bueno, dicho sea de paso, estas palabras, ideas o conceptos son absolutamente sectarios. Sí, porque pertenecen a esta unidad de habitantes, pero como no sabemos nada del resto de… no nos atreveríamos a decir “habitantes”, pero del resto de la actividad de la gran casa...

    Bueno, es importante el admitir que las condiciones en las que estamos, como habitantes, son condiciones, bueno… –¡ay!, qué palabras, ¡qué cortas se quedan!- ¿restrictivas?, ¿condicionales?

    No nos vamos a preguntar por qué, pero apenas si saltamos un poco de este espacio, y volvemos a él. Diríamos casi que nos tienen atrapados a todos los vivientes.

Esto no suele gustar, pero ¡es tan evidente!…

¿Seremos... seremos acaso juguetes de una gran… –¡ufff!- una gran…? Sí...

    Y llegamos a creernos que... –y esto hay que pensarlo, ¿eh?- llegamos a creernos que somos –¡uf!- ¿libres?

    Sí. En determinadas condiciones muy, muy, muy cerradas podemos hacer lo que queramos.

Pero es muy pobre, ¿no?

    Es como si le decimos, al animalito del laboratorio, que es libre de hacer lo que quiera en su jaula. Ya lleva muchas generaciones allí y para él eso es... lo mejor. No tiene tampoco forma de comparar. No se atrevería a salir de la jaula, aunque la abrieran, puesto que ¡quién sabe qué hay fuera!

    Sí. El pobre –objeto del experimento- depende “absolutamente”... –esa palabra está bien- “absolutamente”, de quien le estudia, quien le alimenta, quien le…

    ¡Ah! Si eso lo aplicamos –en esa buena palabra: “absolutamente”- a los habitantes, en este caso humanos, que habitan –valga la redundancia- en el Universo, pues… ¿qué decir? ¿Qué decir? Que dependemos “absolutamente” de… de…; no sabemos de quién, pero…

    “El Misterio Creador”, lo apodamos, por nuestra ignorancia acerca de ello. Y “Creador”, por lo poco que vemos de lo que llamamos galaxias, novas, supernovas, enanas marrones, quarks… Una nomenclatura que cambia, claro; que nos apropiamos de ella y le damos una explicación –que también cambia hasta que llega otra explicación-. Realmente, no… No.

    Tampoco está muy clara la palabra “absolutamente”, puesto que, en nuestra configuración, nos rechina esa posición: “que dependemos absolutamente del Misterio Creador”. ¡Nosotros!, que somos capaces de cultivar la tierra, de… de... de…

Pero, claro, hace falta que llueva y hace falta que haya luz.

    Sí. Claro, tenemos que aclarar si lo de “absolutamente” es –¿cómo diríamos?- esclavista, y no nos deja hacer nada, o es un “absolutamente” absoluto –lo cual es no decir nada-.

    A estos momentos y alturas no hemos aclarado nada. Lo único que parece evidente es que nuestra presencia como habitantes del Universo está condicionada por la Creación del mismo –del mismo Universo-, totalmente.

.- ¡Ah! Entonces, todos estos… “contubernios” –vamos a llamarlos- de saber, conocer, entender, sentir… ¿todo esto es producto de –digamos- del laboratorio?, ¿de la vida en el laboratorio?

.- Ehhhh... sí.

.- Ya. O sea, algo virtual o... –¿cómo se podría decir?- algo “aparente”.

    Aunque nos dijeron –o nos dijimos- que éramos “a imagen y semejanza” del Misterio Creador.

    Y si una imagen vale más que mil palabras, cuando contemplamos nuestra imagen, puff, resulta difícil encontrar las mil palabras para definirnos. ¡Mil? ¿Tantas? Claro, no vale decir: cabeza, tronco y extremidades. No. Hay que ser más profundo.

¿Qué es ser más profundo...? Una vanidad.

    Quizás la Llamada Orante, hoy, nos advierte de que todos esos –y esto puede ser trascendental, sí- todos esos… –¿qué palabra sería buena?- “mejunjes” que se hace el ser humano, de: me gusta, no me gusta, que quiero, que no quiero, que esto es bueno, que esto es malo, que tengo celos, que no me llevo bien con éste, me llevo bien con aquello, me gustan las ardillas, a mí no, los elefantes…. Todo eso es mejunje.

    Y el peor mejunje que podemos tener en la Llamada Orante es el sentirnos… que no nos han dado lo que nos hemos merecido, que no nos han valorado lo que valemos, que no… Otros como nosotros. Si nuestra referencia es nosotros mismos..., suena un poco ególatra ¿no? ¡Un poco!, ¡un poco!

    O sea que, según esto, somos un “mejunje”. Es una nueva definición del ser humano: un mejunje.

    “Mejunje” dícese de aquel producto que lleva, eso: como cuando alguien se pone a hacer una cosa y, según va encontrando cosas, lo va echando. Lo va mezclando, lo va mezclando, lo va mezclando… y no se sabe qué es, pero está bien.

    Pero… ¿no se han dado cuenta –así, a nivel mundano- no se han dado cuenta de que todo ese afán..., que no, que no, ¡que no!… que no tiene que ver nada con ser un habitante del Universo? O sea, al decir “que no tiene que ver nada”, queremos decir que es un demérito estar así: “¡Ay!, que siento… ¡ay!, que no sé qué. Y este impacto, y esta… Y esto me ha hecho polvo...”.

    Y todo ese lenguaje –¿no?- barroco-roco-rocoso: “Y, claro, porque mi familia, porque… claro, si a mí me hubieran enseñado sueco sería distinto, pero solo sé alemán y euskera. Y entonces, claro, se me hace difícil compaginar, pero…”.

    ¿Ustedes se dan cuenta? ¿Ustedes se dan cuenta de todo este mejunje que nos comemos diariamente? Y claro, nos hace estar reflexivos, pensativos… y reservados. Y, además, lo más curioso del caso es que cada uno se siente “a very special person”. Se siente una persona especial, ¿no?

    ¡Hombre! Así, aparentemente, a veces… distinto, pero, por así dentro, pues los mejunjes son muy, muy, muy, muy parecidos.

“¡Ale!, ¡a mejunjear!” –parece decir la especie, ¿no?-. Y ves a uno así con cara seria, y ves a otro riéndose y tal...

.- ¿Y tú, de qué te ríes?

Dice:

.- No sé.

Y el otro:

.- ¿Por qué estás serio?

.- Ah, verás tú, es que me ha pasado esto, y estoy muy preocupado porque mi esternocleidomastoideo me da ligeras dolencias y fasciculaciones.

.- Yo, no. Yo estoy preocupado porque, claro, el tráfico y… no sé… no sé, no veo muy bien a mi hijo y a mi hija. No sé, no sé, no sé si… Pero… también.

.- También ¿qué?

.- Que también… no sé. Eso: que no sé.

Mejunjes…

    Esta Llamada Orante nos da un alivio inmenso. Sí, porque si nos… –no digo ya creer, no, no, no- pero si nos sensibilizamos ante todo esto, pues le quitamos hierro a todas las especulaciones personales, posesivas, superlativas…; a todas esas verdades que cada uno afirma. Al considerarlo “mejunjes”, pues no, no tienen… no tienen mucho valor.

¡Ah! Y nos preguntaríamos:

.- Entonces, ¿cuál es nuestro valor?

.- ¡Pero usted cree que alguien nos va a comprar? ¿De verdad? ¿Usted cree –de verdad, en serio- que alguien de la gran casa universal va a venir a comprarnos?

.- Se supone que tenemos un valor, ¿no?

.- ¿Quién nos va a comprar? Si entre todos los extraterrestres que hay –porque todo el mundo conoce extraterrestres y tal- ninguno… ni nos ataca ni nada. Nada, o sea… ¿Qué valor?

    ¿Ven cómo se cuelan las vanidades? ¡Nos damos valor!: “¿Qué valor tenemos en la Creación?”. Parece ser que, el Misterio Creador, de lo único que está pendiente es de nosotros. Sí.

        Y que nos cuida, por supuesto, descuidadamente. Porque, como dice el refrán: “Nunca llueve a gusto de todos”. ¡Con lo bien que se estaría ahora en la cama, calentito! Y ahora, sentados ahí como… ¡como mejunjes! ¡De verdad!...

    Claro, desde el punto de vista estrictamente humano –humano-: “No. No, no, no. Yo soy yo, y tengo mi genoma y tengo cultura y tengo tal”.

    Bien. Es así como habitualmente se vive: como mejunjes entreverados, entremezclados, revueltos.

    Pero, cuando nos llaman a orar y nos sitúan en esa posición, la sensación es muy liberadora. Sí. Porque a lo mejor –“a lo mejor”-, después de esta ducha de agua fría, nos quitamos importancia, valor, vanidad, seguridad, ¡certeza!...“Estoy seguro de que…”. ¡O no!

    No. No hemos entrado en la palabra “Misterio”. No. Se nos rebela nuestra mejúnjica composición. Nos molesta mucho:

.- ¿Por qué yo no puedo saber eso? Con el tiempo yo lo sabré. Con el tiempo, mejoraré tanto, tanto, tanto, que…

.- ¡Qué!

.- Que, bueno… que ya veremos.

.- ¡Ah! Bien.

    Pero imaginemos por un momento –así nos lo permite la Llamada Orante, para asumir el Misterio- que nos acercamos –y no es difícil, no, no es difícil- a un gran espectáculo de magia. Sí. Pero ¡grande!, ¿eh? Grande, grande. Y empiezan a suceder cosas: las cabezas ruedan, los pies piensan, el abdomen se ríe, la espalda se convierte en collar y nos quedamos blanditos… Empieza el espectáculo, e intentamos ver dónde está el truco, dónde está la trampa. Y no hay manera, no hay manera. Es un Misterio.

    Pero fíjense –siguiendo con el espectáculo-: cuando estamos ahí, y nos reímos, y nos sorprende, y ya abandonamos la idea de explicarnos cómo lo ha hecho, qué ha hecho, finalmente quedamos totalmente –totalmente- sometidos al Misterio. ¡Voilà!

O sea que…

.- Sí, ¡pero había truco!

.- Bueno, pero usted no ha visto ningún truco.

.- ¡Pero tenía que haber truco!

.- Digamos que sí. Ahora, extrapole esto a su espacio, a su concepto de habitante del Universo. ¿Qué? ¿Cómo asume el Misterio? Estar inmerso en materias oscuras, en energías oscuras y en una pizca de luz visible. ¡Una pizca! O sea, usted es la pizca. Y está viendo el Misterio –o sea, el espectáculo- y no sabe nada, pero ocurre: se expande, se modifica, se… ¡buf!

    Sí. Si contemplamos el Misterio –para que no nos resulte vanidosamente atragantador- como la Gran Magia de la Creación, estaremos transfigurados y transformados para que, a todo lo que vaya a ocurrir o suceder, le demos ese tinte de Misterio… Creador.

    Y es así que, todo lo que nos ocurre como habitantes de la Creación, lo referimos a ese Misterio Creador. Todo. ¡Todo!

Ya no vale decir:

.- ¿Y yo, qué?

.- ¿Cómo que “yo qué”?... ¡Anda! Hazte un “yóquey” y móntate a caballo. O, si prefieres, conviértete en un joker, y haz reír o asusta.

    ¡Voilà, voilà, voilà! [1]“¡Balones fuera!”. Balones de esos, pinchados, que nos aferrarnos en golpear y no… no vuelan.

    Y es así como, al sentirnos ¡vivos!... en el seno de un Misterio Creador, y en consecuencia, nuestra procedencia, nuestra esencia no nos pertenece –como se ha dicho en otras ocasiones: “no soy de mí, no me pertenezco”-, me debo. Me debo a ese Misterio Creador y trato de sintonizarme con Él. Porque Él sí está conectado completamente conmigo; porque si no, no existiría. Pero mi nivel de Creación me da para… orar, me da para acudir a la llamada y descubrir lo que me dicen, e incorporarlo. Y ver, bajo esa óptica, cómo transcurren los aconteceres –cómo transcurren los aconteceres-… ¡sin que yo los produzca! Pero a la vez estoy inmerso en ellos.

    Otra imagen sería la de ser una pieza del tablero del ajedrez, pero no tengo capacidad, como peón, ni como caballo, ni como reina, ni como rey, para decidir hacia dónde voy. ¡No! Para eso está el jugador. Yo soy la pieza.

.- ¿Y quién es el jugador?

.- Ese Misterio Creador. Él lleva las blancas y las negras. Las dos.

    ¡Y ora y ora y ora y ora!, hasta que llega el jaque... –que no es mate-; el jaque de aviso primero, el jaque de advertencia: y ocurre esto, y ahora te pasa aquello, y ahora ocurre lo de más allá… ¿Ves? Tienes que ir hilando, hilando. Y cuando llega el jaque mate, no, ¡no te van a matar! Te vas a enfrentar a la claridad luminosa. Vas a descubrir que, mires hacia donde mires, con el Misterio Creador te vas a encontrar. Por fin tu corazón será liberado.

    Y fíjate, fíate todo lo que ha pasado mientras tanto: ansioso iba el peón buscando coronar, pero… ¡ay! Había un alfil atravesado que no lo dejaba pasar.

    ¡Ay!, ¡qué sacrificados caballos! ¡Ay!, ¡qué sacrificada dama!, que decidió desaparecer con otra dama. ¡O no!

    Sí; se amplifican las posibilidades. Por eso nos es válida la comparación.

    Y claro, pensando, pensando, pensando como pieza, pieza, pieza, si soy caballo, o alfil de dama, o alfil de rey –¡obispo!-, estaré preocupado en la posición en que estoy y estaré atento a la estrategia que hacen sobre mí. Y me ponen ahí, y me ponen allá, y me quitan de aquí, y me quitan de allá, y a veces me sacan del juego –peón por peón-, ¡y ya no estoy!

.- ¿Y dónde estoy?

.- Ya no estás. Sí. Ya no estás en ese ambiente, en ese lugar, en esa situación. Han decidido colocarte en un sitio donde puedes desayunar, comer y cenar, y tener cobija y tener calefacción, ropa y distracción.

.- Pero...

.- Sí, sí. A aquel otro… se lo comió un caballo y vive en el desierto, no tiene tienda y, comer-comer, lo que se dice comer, no. ¿Beber? Lo imprescindible. ¿Frio? Mucho por la noche. ¿Calor? Muchísimo, por el día.

.- Pero...

.- ¿Cuál es el “pero”?

    No sabríamos decir cuál es el “pero”. Es un Misterio. Como ese gran espectáculo que montaron, en que nos hacían ver cosas increíbles. Pero juraríamos ante cualquiera que las hemos visto, y que son así.

    La Llamada Orante nos llama a librarnos de nuestra egocéntrica y egolátrica y vanidosa importancia personal. Nos llama a sentirnos, eso: habitantes de un Misterio Creador. Sí. Nos llama a no tener esos secretos y misterios que luego, con vanidad insondable, el ser dice “llevarse a la tumba” –y frases parecidas-, como queriendo ser transcendente. Como si las tumbas existieran o como si a las tumbas les importara guardar secretos. Si, total, llegará un historiador y contará lo que quiera. ¡Voilà!

    Sí. Se podría decir, a estas alturas, que yo era algo y alguien antes de orar, y después no soy nada. ¡Ah! Bienvenida, bienvenido a la Creación, porque ésta se hace de la Nada.

    Es un mago. La Llamada Orante es mágica.

    Repetimos la secuencia: “Y yo llegué siendo algo o alguien ocupado, interesado, y ahora, después de orar, resulta que soy Nada”.

Y la Nada nos dice:

.- ¡Bienvenidos! ¡Bienvenidos a la Nada!, porque a partir de ahí se crea todo. Y puedes crear…

.- ¿Crear...?

.- Y puedes crear, bajo ese estado de consciencia, otras realidades. Y puedes cambiar.

.- ¿Cambiar?

.- Sí. Y puedes vivir.

.- ¿Vivir-vivir?

.- ¡Sí! De otra manera. Como eres “Nada”, puedes modificar, dentro del compartimento en el que te encuentras, del Universo... Es… verás, verás: llegabas lleno de todo, y ahora tienes Nada. Es como si te hubieran abierto una ventana, y vieras algo más que el cielo gris, azul, amarillo o verde… y vieras algo más.

    La gran ocasión, la gran oportunidad de diluir todos los afanes, preocupaciones, prejuicios… y sentirme “Nada”, ¡sin estar triste!, sin estar lloroso, sin estar desposeído. ¡No! Estás en Nada.

    ¿Y no escuchaste decir que Dios creó todo el mundo, todo el Universo, de la Nada?

    Así que todo tu microcosmos puede reestructurarse de otra manera, puede remodelarse. Abandona la idea fija de lo que eres, porque en realidad eres Nada.

    Pero, claro, si lo contemplas bajo la óptica de tener, querer, poseer… ¡ah!, ¡no! No, no. Es ¡todo lo contrario!: “Estoy en condiciones –bajo el estatus de Nada- de crear”.

    Es como si, de repente, como animal de laboratorio, al acercarse Asdrúbal o Geroncio para darme la comida, le dijera: “Mira, hoy no tengo hambre. Si no te importa, voy a hacer ayuno intermitente”. Nos imaginamos el susto del cuidador, cuando no el desmayo o la locura, o callarse y no decir nada porque si lo cuenta nadie le va a creer. Hasta que, de repente, todos los animalitos empiezan a hablar.

    Es que estaban en la oración y se han descubierto que son Nada, y a partir de ahí han empezado a crear una forma de comunicarse con sus captores y manipuladores.

    Se acabó el laboratorio. Todo el mundo fuera.

    Liberados de ser experimentos, nos encontramos en el infinito Universo, en el que no tienen valor nuestros valores, en el que se nos retrotrae hacia la Nada para que hagamos, de nuestra presencia, un estar liberador, amante de vivir…¡en bondades permanentes!

***

[1]Comúnmente se utiliza la expresión“echar balones fuera” para eludir una situación, no hacerse cargo, evitar ser claros, evadir una respuesta o no asumir los errores.




Lema Orante Semanal

 

Tomar consciencia de que somos “de” la Creación

26 de febrero de 2024


La Llamada Orante nos sitúa en este Universo, para nosotros, impredecible, inabordable, impresionante y, a la vez, sorprendente.

Con estos calificativos... se nos sugiere que abordemos nuestro estar, nuestro hacer cotidiano. Podemos quedarnos en nuestras razones, nuestra cultura, nuestra historia, nuestros intereses, nuestras pérdidas, nuestras ganancias, nuestros dolores, o tamizarlos... –de momento, así- tamizarlos con el hecho de que se sitúan en ese misterioso, increíble, inabordable, sorprendente Universo.

No resulta fácil, puesto que las tendencias de nuestra corporeidad están muy fijadas a lo que llamamos “instinto”, “tendencias”, “intereses”, “sobrevivencias”, “supervivencias”...

Pero, para mejor entenderlo, fijémonos en cómo, a lo largo de la historia, pre-historia... y todas las historias que se puedan contar, nos relatan el hecho de un combate permanente. Sí. El combate permanente que tiene cada ser entre esa Creación, esa Fuerza, ese Misterio Creador, y esa tendencia, esa razón, esa inteligencia. Y el desacuerdo; el desacuerdo entre esas dos, ¡como si fueran dos fuerzas semejantes!

Y aunque seamos creados “a imagen y semejanza”, la semejanza puede distar infinitos lugares, tiempos y espacios, y distancias. Es “semejante a”, pero...

Quizás, quizás se quiso decir –sin decirlo- que proveníamos de un Misterio Creador, que emanábamos de algo desconocido. Pero que “emanábamos” de ello.

Y en ese sentido, sí: “a imagen y semejanza”. Pero rápidamente se fueron antropomorfizando las historias, y “la imagen y semejanza” de nuestro origen era un venerable anciano sentado en un trono, impartiendo ley y justicia. Y lo que es más significativo: con unas tendencias diferentes a las nuestras.

Quizás por eso tuvo que surgir el “libre albedrío”. Y sea cual sea el lugar donde nos criaron, nos cultivaron, aprendimos o desaprendimos… ¡da lo mismo! Es igual. Es igual, pero no es lo mismo, cierto. Pero es igual en cuanto a ese combate entre lo que siento que debe ser, cómo debe ser... y lo que percibo del cómo es y el qué hay que hacer.

Y así aparece el sentimiento-razón-lógica-consciencia, dual: una cosa es lo que pienso, siento y hago, y otra cosa es lo que creo –creo, creo, creo- creo que debe ser, cómo debe ser, pero me siento incapaz, inútil… Me rebelo ante ello y esgrimo mi identidad.

Pero eso ocurre... continuamente.

Y esa lucha, quizás sea más... más dañina de lo que parece. Esa lucha quizás sea más feroz de lo que parece.



Se decía... –quizá también se dice de alguna otra manera- se decía que había que estar en paz con Dios.

.- ¡Guau! Pero si no sé quién es.

.- Sí. No se sabe quién es, pero se siente, se percibe, se intuye, se muestra, se refleja…

.- ¡Ah!...

Y por eso se decía “estar en paz con”. Porque, normalmente, pues... lo que se dice paz-paz…

Sólo hay que fijarse en uno mismo, antes de lanzarse a las batallas del exterior, y en este momento orante, preguntarse: “¿Estoy en paz con la Creación? ¿Estoy en paz con lo que intuyo que es la virtud, la bondad, la generosidad, la convivencia, la entrega, la pasión, el amor, la fidelidad? ¿Estoy en paz con ello?”. Que son cualidades que, en alguna medida, adornan al Misterio Creador.

Bueno, cada uno responderá.

Pero la Llamada Orante nos llama para que nos demos cuenta de esa puja, de esa apuesta, de esa actitud con la que habitualmente el ser se desarrolla; con la que habitualmente nos encontramos.



Y parece una realización difícil. Sí, quizás por la historia de repeticiones y de insistencias permanentes. Primero, en las interpretaciones que del Misterio Creador se hacen. Y segundo, de las tendencias de nuestra naturaleza, propiciadas por nuestra constitución, nuestra configuración.



Y así, por ejemplo, sabemos que tal respuesta no es la mejor, pero se hace. Sabemos que tal pensamiento no es el más indicado, y se piensa. Tal sentir y tal opinión no es la correcta, y se tiene. Tal prejuicio no tiene sentido, y se le da.

Y en lo cotidiano, se está... –y es lo mismo, es un reflejo- se está de parte de una fracción o se está de parte de otra. Con lo cual, la lucha, el combate, está servido.

Yo soy de...”.

¡Ah!, ¡qué palabra!: “de”. ¿¡De quién!?

¡Escucha, creyente! ¿¡De quién eres!? ¿¡De quién procedes!?



Se dice en el clan gitano: “Es el hijo de la Dolores”, “es el hijo de la Angustias”, “es el hijo de María”, “es el hijo de Dulce”, “es el hijo de Amparo”... “Ese es el niño de... Puebla”, “es el niño de...”.

De”... ¡Tan corta la palabra! Tan aparentemente insignificante. Pero que ahora tiene un sentido diferente, en lo orante.

Es la niña de... de los González, de los Álvarez, de los...”. “Es el hijo de la Tomasa”.

De”.

Y he aquí que, cuando aparece el soplo Krístico, cambia totalmente la partícula, la preposición “de”. “El hijo de Dios”. ¡Guau!



No era la primera vez, no. Los emperadores, reyes... eran hijos de los dioses. Ya los griegos se encargaban de hacer sus travesuras neurolingüísticas para ver nuestras procedencias –caníbales, por cierto- de los dioses. Pero en ese caso –en el soplo Krístico- el “de” adquirió otra naturaleza.

Y se expandió y convirtió y... ahí está.

Ya en cierto declive, porque la interpretación…

Aunque luego se decía que todos somos “hijos de”...

Sí, pero hay que creérselo. Y al creérselo, el ser entra en otra consciencia. Ya no es hijo de... la Tomasa y de Antonio, no. Ya no es de Murcia o de Zaragoza. No, no. Ya no es europeo o africano. Ya no es de Australia o de Dinamarca, no. ¿De dónde es?

Diríamos: “de la Creación; del Misterio Creador”.

Claro, esto resulta como aparentemente vacío, ¿no?: “¿Y dónde está y cómo está...?”.

Y nos aferramos... –y ahí incide la Llamada Orante- nos aferramos a nuestros conceptos, ideas... y no nos desenganchamos de que “esto es así”.

Y al decir que “esto es así”, pues... “Soy de Bilbao”, “Soy de Astorga”, “Soy de...”. Finalmente aterrizo ahí.

Quizá no me atrevo, o no se atreve el ser, a decir: “Soy hijo de la Nada.

¿Nada? ¡Con lo importante que soy yo? ¡Con lo que me quiere mi madre y mi padre? ¡Con lo que yo quiero a mi perro? ¿Que yo soy nada?, ¿que yo soy hijo de la nada?

¡Hombre! ¿Y mis bíceps?, ¿y mi muslo?, ¿y mi esternocleidomastoideo? ¿Qué pasa?, ¿que eso no existe, o qué?”.

Esas son las típicas respuestas de la rebeldía menor, mayor, mediana, del protagonismo insolente, indolente del ser humano. Entre paréntesis: (impresentable).

Si con sólo ver cómo amanece, o ver dónde estamos por la noche y cómo anochece, todo lo que se acaba de decir –de mis músculos, tendones, padres y madres- pierde... Se diluye. Es... nada.

¡Claro! Así se puede llegar a decir: “Como es nada, pues nada importa, nada es útil, nada sirve, nada…”.

El radicalismo racional del ser humano es atroz. Hay todavía –como se ve- palabras para describir acontecimientos.



¿Por qué hay tanto problema con la Nada? ¡Ahhh, sí, claro! No se la puede poseer. No se la puede controlar ni dominar. Aunque es la idea más sensata ante nuestra presencia en este Universo insondable. Y si nos preguntan: “¿Tú eres hijo de quién?”. “De la Nada”. Pero, claro, hay que remontarse a la creencia. Y ver que esa Nada es operativa; que está con nosotros, en nosotros y entre nosotros.



No se trata de creer “en nada”, ¡no! A la hora de asignar al Misterio Creador como referencia verbal, nos permite estar en esa Nada, con un cordón, con un hilo argumental que nos permite ver lo imprevisto, lo inesperado, lo sorprendente, lo casual, lo mágico –¡ah!, lo mágico-, lo caótico.



Y lo que es más sorprendente aún, en esta línea:

Si somos hijos –mantengamos esa palabra todavía- si somos hijos –genéricos: de todos los géneros posibles- del Misterio Creador, en algo, dentro de nuestra ignorancia ignominiosa…

Sí. Digo “ignorancia ignominiosa”, porque a veces la persona se dice “ignorante”, pero es ignominioso, porque en el fondo cree que lo sabe todo. Véase “español”. ¿Hay algo que no sepa un español? ¡Vamos! Tú pregúntale lo que sea, que él te va a decir algo, algo te dirá.

Lo sorprendente es que, si eres el hijo “de”, eres “de”, ¡en algo!, en algo, dentro de... –insisto- de nuestra insolente ignorancia –cuando se hace insolente, pero es que habitualmente se hace-, algo, algo –volvemos con la frase; hay que puntuarla bien, ¿eh?- algo, ¡en algo nos tendremos que parecer!

¡Sí! Pues tú ves... pues el padre es alto, la madre es alta, y habitualmente el niño es alto. El padre es bajo, la madre es baja, y el niño habitualmente es bajo. A veces hay sorpresas, pero también sabemos de dónde vienen, ¿no? El niño es blanco, el padre es blanco... y la madre es un poco oscura. Empieza a haber cosas que no cuadran.



Este detalle de “de”: “en algo tendremos que parecernos”; aparte de la imagen y semejanza, “en algo tendremos que parecernos”. Y claro que sí.

El primer –bueno, el primer-…. uno de los signos en los que nos parecemos son los sueños. Sí. Todos soñamos. A veces recordamos, a veces no… Los sueños llegaron a ser, con Sigmund Freud, el sumun del determinismo y de la interpretación. Luego se vinieron un poco abajo. Pero antes de él, los sueños del faraón, los sueños… eran la clave.

¿Pero qué pasa en los sueños? Pero ¿qué ocurre?

¡Ahhhh!...

Lo que sorprende de los sueños es, o bien su “sinsentido” –desde el punto de vista ya del despierto-, su sinsentido, su mezcla, su ¡caos! –desde la óptica de la razón, claro- y, sobre todo, que están fuera de nuestro dominio.

Por eso en otras épocas, en otras culturas, en otros momentos, los sueños eran claves para... a la hora de discernir sobre ellos, eran mensajes divinos que indicaban hacia dónde estaba la caza o cómo evadir la sequía o cuándo era propicio plantar o… Ejemplos, millones. Millones de ejemplos muy diversos, en diferentes culturas.

Es ahí, en los sueños, como un signo en el que estamos en el seno de la Nada. Y fíjense todo lo que pasa en el seno de la nada: “Pues estabas tú en un sitio, y yo te veía, y entonces corría... y entonces cayó una bomba, pero tú la recogías y no la dejabas explotar, la lanzabas contra las nubes, y llovía. Y en eso que apareció un caballo inmenso-inmenso, color plata y, ¡wow!, te montaste en él y me dijiste “adiós”, y yo no lo pude aceptar y corrí detrás y le agarré la cola al caballo y me subí detrás de ti. Y te pusiste tan contenta, tan contenta... Y en ese momento desperté. A ver, interprétamelo”. ¡Wow!

Y como éste que acaba de surgir, pues todos recordarán muchos; algunos impactantes, algunos terribles, pero... caóticos.

Luego sí –luego sí- está la Nada. Sí se ejercita en ella. Porque, evidentemente, cuando el ser está dormido, está en la Nada, desde su consciencia; desde su consciencia consciente. Pero en cambio no es así, su consciencia... sí que está en la nada; su consciencia o su supra consciencia o el contacto con la supra consciencia –bueno ya entramos en terminologías muy, muy sui géneris y muy discutibles; no es ése el objetivo-.

Recordarán, algunos, oraciones en las que mencionábamos –no hace demasiado tiempo, pero sí-, que decíamos “no soy de mí”.

Ahora aparece de nuevo el “de”, para que dejemos de luchar contra lo imprevisto, lo inesperado. Para que realmente empecemos a tomar consciencia de que somos de” la Creación. Para que realmente estemos en paz con ese fluir caótico; que tenemos que ordenar, claro, que tenemos que argumentar, que tenemos que situar, y posicionarnos. Porque el entorno es duro, racional, impositivo, dominante.



Claro. Es fácil deducir que, si asumo que soy “de”, y me ejercito de la mejor manera posible, voy a tener problemas.



Y no... problemas como los de Houston: “Aquí Houston, tenemos un problema”. No. ¡Más!, más.



Y nos conoceremos, como se dijo: “Por sus actos los conoceréis”. Claro. Y las actuaciones como “hijos de” no suelen... –en el dominio dominante del ser de la especie humanidad- no suelen estar en consonancia con las manipulaciones, los controles. No.

En consecuencia, vamos a tener... –hay que fijarse bien en esto; hay que fijarse bien en esto- vamos a tener, por una parte: Sí, me he liberado. Soy hijo “de”. Consciente de ello soy, y en el caos de la Nada me voy a ejercitar.

¡Guau! ¡Qué bien queda esto! Pero en cuanto me ejercito, mi madre me echa una bronca impresionante, mi padre no está de acuerdo, mis amigos… –buah, “amigos”- desaparecen, algunos no…. ¡Guau! Pasan muchas cosas, ¡che! Entonces... he creado un conflicto.

Sí, estoy en paz con el Misterio Creador, pero estoy en guerra con todos los demás.

No. Ellos están en guerra contigo, contra ti. Primera aclaración. Segunda aclaración: si tú lo consideras guerra, será una guerra. Si tú tienes la piedad, la condescendencia, la paciencia y la esperanza suficiente, el otro o los otros tomarán nota de su –de su, de su- procedencia.

Y sí, es... –en principio, al medio y al final; da igual, es intemporal- es, por momentos, duro. ¡Claro! Porque hay que estar con los perros, los gatos, los conejos, el padre, la madre, el tío, el amigo, el sobrino, el jefe… ¡Sí! Porque son todos “de”, pero unos lo descubren o lo reconocen, y otros no. La mayoría de la mayoría, no. Entonces si tú ejercitas, te ejercitas como “de”, vas a entrar en conflicto.

Pero lo primero que tienes que recordar, repito: ellos entran en conflicto; uno debe permanecer. Permanecer significa continuar con su testimonio, con su posición: esa que proviene “de”.



Quizás te deshereden, te retiren el saludo, te ignoren... y un largo etcétera. Bueno, “quizás”, no. Seguro.

¡Pero!... –el “pero” es para aclarar y animar- pero el “de” la Nada, “de” el Misterio Creador –como operativo de esa Nada-, “de” esos sueños... ¡ah!, es incondicional, es permanente, es AMOR con mayúsculas, es compasivo, es misericordioso.

No hay que temer”.

Y es ahí cuando ejercitamos nuestra liberación. Y es ahí cuando nos hacemos verdaderamente descendientes “de”.



Deeeeeeee...






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