lunes

AMA-NECER
27 de abril de 2009



Podría decirse que cada aman-ecer es la expresión amorosa de nuestro pequeño lugar del Universo. La expresión amorosa de la Creación desde este espacio-tiempo en el que como seres que se alimentan de luz, necesitan de esta para amar.

Somos foto-sensibles y, y esa luz pone en marcha miles de mecanismos, que hacen posible la dinámica vital.
“Ama-necer”. Necesidad de que amanezca para… poder cargarse de vigilia y ser testimonios de lo que se recibe: Amor.

Amanecer. Una ¡nueva ! opción, una ¡nueva ! perspectiva.
Y como nueva, se plantean nuevas perspectivas.

Qué, qué laborioso resulta para el hombre, que trabajoso resulta para el ser humano amanecer como nuevo, y que tendente es a remachar cada amanecer con lo viejo, con lo antiguo, con lo pendiente, con lo pasado…

Por supuesto, en la mayoría de las veces incómodo, desagradable… Porque si todavía amaneciera con los recuerdos vivos gratificantes, amables, dichosos, gozosos, alegres, felices… Pero a veces amanece justo con todo lo bochornoso: “El bochorno”. Y se congratula en recordar lo, lo pesado que queda, lo que quedó, lo que está pendiente… ¿Y lo nuevo?

Cada “ ama-necer” debe de ser, así se plantea en la Creación , así se plantea en el cosmos inmediato, así se plantea en el cosmos inmediato, cada amanecer constituye: empezar.


Ese “ ama-necer nuevo” representa otras coordenadas, otras perspectivas, otras probabilidades, oportunidades.
El empeñarse en que es lo mismo que ayer es decadente y no se ajusta a la luz y, menos aún, al que ama.

Y ese “ aman-ecer” , aman, nos remite a un acontecer, Universal. Por una parte: “ama-necer”, el que ama de nuevo, en nuevo está. Por otra parte, “ aman-ecer” nos hace referencia a la consecuencia, del que ama, que se aman.
Estamos en consecuencia, en el magma de amaneceres… en el que se conjugan la fuerza amatoria -creadora por excelencia- y las consecuencias de ésta: que los seres aman.

Y curiosamente cuando la luz del “ ama ” se culmina, el ser entra en el sueño, en la “Nada” Original, aguardando… un nuevo “aman-ecer”.

En esa “no-ve-dad”, no se ve específicamente lo que se nos da; pero, el acomodo, la disposición de los constituyentes que elaboran, finalmente, lo que dice ser cada uno, están novedosos en cada amanecer.

En lo nuevo se diseña el futuro que aún está latente, inquieto porque las opciones son muchas.

“Aman-ecer”, pasa en nosotros. No estemos en la consciencia de que se ha pasado…, sino que está.

Ámen.

Lema orante

¿Le gusta? ¿Está claro? ¿Lo ve?
Expresiones con sentidos a través de la óptica orante.

20 de abril de 2009


El gusto como sentido, tiene la capacidad de saborear, y con ello reconocer una multitud de variables dentro de los distintos sabores y, debidamente entrenado es capaz de precisar, como ocurre con algunos catadores de vinos, de aguas, de aceites, de muy diferentes productos, son capaces de precisar el año, el tipo y hasta la manera en que se ha confeccionado el producto.
Hay personas que tienen aseguradas sus lenguas -por esa gran capacidad- en miles de, miles de… monedas.
Pero el gusto no se ha quedado ahí, sino que se ha amplificado. Quizás por un deseo de comerse todo. Quizás por una instancia de saborearlo todo. Quizás por un deseo de incorporarlo todo a través de lo más material, como es el alimento.
Y así entramos en un orbe más grande.
Dice:
- ¿Te gusta?
Y está señalando una casa.
-¿Te gusta esa casa?
Como si te la fueras a comer.
-¡Oh sí! me gusta, me gusta.
-¿Te gusta ese abrigo?
-¡Oh!, me gusta, me gusta.
-¿Te gustan esos zapatos?
¿Te gusta ese triciclo?
O sea, somos come zapatos, come abrigos, como triciclos.
Probablemente, probablemente, hay ahí una interfase subconsciente o consciente que trata de reconocer todo a través de la boca, como ocurre en el ser humano cuando es pequeño: todo lo que encuentra, antes tiene que pasarlo por la boca, saborearlo. Le des lo que des, no lo interpreta solamente como una comida, sino como algo… un método de reconocimiento. Pues lo mismo ha hecho el adulto.
También de paso -de paso-, se gusta, se disgusta, le gusta. Y habría que preguntarle entonces -o habría que preguntarse entonces-, a nivel de humanidad como universo:
-¡Oiga! ¿A usted le gusta Dios?
-Pues… Así gustar, gustar…
Porque puede referirse a bonito… Es bonito, es guapo, es atractivo, es excitante, es…
O sea, que el gusto también está ligado a un cierto grado de belleza, de llamado “buen gusto”.
-¡Uy!, qué ladrillos más bonitos para el cuarto de baño! ¡Qué gusto, qué gusto da verlo! ¡Ah, qué gusto!
También se suele decir cuando se ve a una criatura:
-¡Ay, da gusto verla! ¡Da gusto verle !
Como si te lo fueras a comer esta tarde.
O sea, que… que habitualmente se tiene el gusto dispuesto.
Qué duda cabe -como también sabemos en nuestro desarrollo, como humanidad-, que del gusto, con una cierta facilidad, se pasa al disgusto.
-Me han dado un disgusto hoy.
-Y ¿ayer no?
-No, ayer no. Ha sido hoy.
-¡Ah!, te han dado un disgusto hoy. No te ha gustado lo que te han dado.
-No.
También, también en las relaciones inter-humanas ocurre con frecuencia que la persona se pone de acuerdo consigo misma y dice:
-Voy a darle un disgustillo a éste.
También, también ocurre que a veces dice:
-Vamos a darle gusto.
Lo cierto es que en ese intercambio de bocas, dientes, lenguas, gustos, bonitos, feos, etc, se forman unos ciertos “melanges” o mezclas o… pasta, en la que -en la que- cada, cada uno tiene sus gustos.
-¿Ah, sí?
-Sí.
A cada uno le gusta… esto, aquello, lo otro. Se dice también que sobre gustos no hay nada escrito. Es mentira, sobre gustos hay millones de libros escritos. Pero es una expresión para decir que por mucho que se escriba y se diga, cada uno tiene su gusto.
A veces, sin duda, la comunidad humana se pone de acuerdo en que a “todo el mundo” le gusta -a todo el mundo entre comillas- la mayoría, le gusta Enrique López, por ejemplo, o Paxti López que está más de moda. Aunque es un ejemplo… no sé a cuantos les gustará. Más bien pocos, ¡eh! pero…
Pero, en general, los personajes famosos tienes sus fans o “fons” que les gusta, les gusta, les gusta, les gusta y… a mí me gustan, me gustan los Beatles y al otro le gustan los Rolling Stones, al otro le gusta Benedicto XVI, a otros les gusta…
También es cierto que cada gusto tiene su disgusto. Sí, como si fueran opuestos y complementarios. Es decir, que al que le gusta una cosa pues tiene un disgusto con respecto a esa cosa.
Todo pasa por la boca. Quizás para nombrarlo, quizás para comerlo, quizás para devorarlo, quizás para saborearlo. ¿Te gusta?
También se suele decir después de largos periodos -o depende de lo que se llame largo- o cortos periodos de carestía de lo que sea, se suele decir:
-Me voy a dar el gusto de comerme un helado, ¡hombre!

-¿Te gusta como vives? ¿Te gusta lo que te ha “tocao”?
Que ese también es un tacto, ¡eh! Digo… un sentido. Lo que te ha “tocao”.
-¿Tú gustas?
Como se suele decir también cuando se está comiendo.
¿Gustas?
Y normalmente te dicen: Gracias, que aproveche. Pero a veces alguien te dice:
-Pues sí, gusto.
Y tienes que recordarle que las normas de educación, tienen que decir: No, gracias, que aproveche. Hay gente muy lanzada.
-Es que me has dicho si gusto y me gusta.
-¿Te gustan mis leotardos?
-¿Te gusta mi esquijama?
-¿Te gusta mi sudadera?
-¿Te gusta el chándal nuevo que me he comprado?


-¿A qué saben tus mocos? Hablando de gustos.
¡Ah!, y ¿qué me dicen de?:
-Encantado en conocerle, mucho gusto, mucho gusto.
Como diciendo, bueno en fin, qué gusto, qué gusto, qué gusto da verla, qué gusto da verle.
-Está usted de gusto, ¡eh! Quiero decir que, bueno… qué gusto, gusto en conocerle. Gusto…
.Bueno, ¡vale ya! Como me diga más veces eso, me va a comer.
La cuestión está ahora -después de ver lo mundano ¿verdad?- en darnos cuenta qué hay detrás de todo eso. Es decir, podemos llevar –en este caso el sentido del gusto- como hemos visto se ha ido amplificando: Gusto en conocerle… Podemos llevarlo mas arriba o más a lo ancho, depende como quieran situar al sujeto, ¿podemos llevar ese gusto a lo Divino?
No se suele decir o escuchar mucho decir:
-A mí me gusta lo Divino.
No.
¿Cómo se ha comido a lo largo de la humanidad -el hombre-, la idea de lo Creador, de lo Eterno, de lo Sublime, cómo le ha sentado?
Dice:
-Hombre… muy mal, muy mal, no, mira… mal que bien ha llegado hasta aquí y piensa seguir.
-Bueno.
-También es cierto que podría haber sido otra cosa ¿no?
-Sí, sí.
Pero su gusto por… por los poderes, su gusto por las imágenes, su gusto por… Le ha llevado hacer una degustación de Dios, de dioses, de vírgenes, santos, apóstoles, arcángeles, toda una serie de gustosas lonchas de Dios, que cada uno cuenta su gusto según los gustos que ha vivido y según la participación que uno le dé a lo Divino en el gusto que se ha vivido.
Podríamos decir en genérico:
Gustoso soy de la idea y la creencia que de la Fuerza Creadora tengo.
Tan es así que, gustoso acoja lo que sucede, lo que ocurre y no trato de enfrentarme a ello, sino más bien aprender de los disgustos.
Es uno de los mecanismos más sencillos o simples de enseñanza. Si te regaño te disgustas, entonces aprendes rápidamente que el regaño no te gusta.
Así que, poco a poco, se puede desarrollar -desde el punto de vista del gusto- el gusto por lo Divino, el gusto por lo místico, el gusto por incluir… incluir en mis gustos, la… la misteriosa Fuerza que se cuela por todos los lados. Quizás, eso sea lo que me da el gusto.
¿Lo ves? ¿lo ves?”
También el sentido de la visión ha acaparado y ha captado una gran parte de nuestra experiencia con el entorno.
-¿Ves lo que te decía yo?...
Y tú, venga mirar y mirar a ver lo que habías dicho y no… no ves nada:
-Pues, no lo veo.
-Pero, mira, mira bien... ¿Recuerdas lo que te dije yo?
-Sí.
-¿Lo ves?
Están mal empleadas las palabras, pero son las que se suelen decir.
Todavía no tenemos el don de ver las palabras.
-¿Lo ves… ves que ha pasado lo que te dije?
-… Pe…. Ap…. Ep…
Resulta que con esa expresión -como pueden comprobar rápidamente-, todo, todo el mundo es clarividente. Es impresionante. Cuando… cuando se habla de la clarividencia no se… no se… no, no, no, no digan nada pues… no, no, no, al revés, éste es el sentido más habitual en el ser humano. Todo el mundo lo ve claro.
-¿Lo ves?, si ya te decía yo.
-¿Lo ves, lo ves…?
O sea que, a fuerza de visiones, ¿verdad?, realmente la clarividencia es una bobada en la que todo el mundo lo ve claro.
¿Y qué me dicen cuando cada uno dice…?:
-He visto… he visto que el comportamiento de fulano o mengano… He visto que en la ciudad de tal, una…. He visto… Oye, he visto una película… ¡guau, qué película!
Y luego tú ves la película y dices, “vaya película”.
Claro, de… depende de en qué momento, cuándo, cómo, quién, con quién”. Volvemos otra vez a las ideas de los gustos, porque sí, la visión, la visión….
-¿Qué, qué visión tiene tú de… de lo Divino?... ¿Qué visión?
-Oscura.
-¿Qué significa oscura?
-Significa oscurísima.
-Pero, ¿qué, qué quieres decir exactamente con oscurísima?
-Que no veo nada.
-Pero, tú tendrás alguna visión. ¿Cuál es tu visión de… de, de, de la idea, de la presencia de la actividad de Dios?
-¿Mi visión?... La del hombre invisible.
-¿Cómo?
-Sí, que yo veo que hay un hombre invisible… bueno, un hombre… no sé si es un hombre o un elefante o… no lo sé, no lo sé. Digo, por decir algo, ¿no?
Bueno, lo voy a decir: Hay una Fuerza invisible -ésa es mi visión-, ¿verdad?, que interviene en todas las cosas.
-¡Ah! ¿sí? Una fuerza invisible que interviene en todas las cosas: ¿Esa es tu visión?... Y, ¿tú… tutututú, tutututú, tú, tú ves esa Fuerza invisible?
-¿No te digo que es invisible?, ¡qué coño voy a ver!
-Entonces, ¿cómo dices que ves?
-Porque me has preguntado qué visión tengo. Mi visión del asunto es que veo que es una Fuerza invisible, pero, realmente verla, no la veo. Yo veo que hay… que todo está un poco conectado, que hay un cierto apaño, ¿eh? Un… uf… que es verdad eso de la canción que: “Tongo le dio a Borondongo, que Borondongo le dio a Bernabé, Bernabé le pegó a Buchilanga, le echó a Burundanga, le hinca los pies… Sí, o sea, que no sé si es secuencial, pero simultáneo desde luego.
-O sea que, con la visión se puede llegar a ver lo invisible…
-No, exactamente eso, no es exactamente eso...es
-O sea que, te lo imaginas.
-Bueno, imágenes… imagina…. imagen, pues, también, también. Porque a ver si sólo van a ver… o sólo van a visionar los que ven. Pueden visionar también los que no ven.
-Ah, cierto.
-Sí, igual que a las monjas las llaman madres y a los curas los llaman padres. Debe ser por un complejo de… de, de castidad, ¿no? Porque, ¿no les llama a ustedes la atención eso: Por qué a las monjas las llaman madres si, en teoría, no pueden ser madres? ¿Por qué a los curas les llaman padres si, en teoría, tampoco pueden serlo?
-Es verdad, oye, esto del lenguaje qué… qué cosa, ¿no? Nos traiciona.
-Bueno, nos traiciona… nos desvela, nos revela.
-Bueno, pero ¿tú, tú has visto alguna vez así, claramente, la… la Fuerza invisible?
-Vamos a ver si nos aclaramos: VER, NO, ¿vale? Porque es invisible, ¿vale? Invisible, que no se le puede ver.
-¿Y por qué no se le puede ver? Si está tendría que haber algún método para verlo.
-Ya, ya, sí; pusieron la cámara Kirlian… pusieron ultrasonido, pusieron scanner, pusieron de todo, pero no hay forma de pillarle en la foto.
Pero, veo… veo, veo. Veo que cuando pasa esto es porque aquello… y lo otro… y… Y a veces, tengo explicaciones lógicas y racionales, pero otras, no tengo. Cuando no tengo y ocurre… Cuando no tengo explicación racional y ocurren, pues es cuando pienso que ha actuado de nuevo la Fuerza invisible.
-O sea, que no actúa siempre…
-Ep… sí, sí, yo creo que sí. Lo que pasa es que a veces se nota más. Por ejemplo, en los milagros… depende de… -cada cual tendrá sus milagros de una forma o de otra-… se nota más que es obra de la Fuerza invisible... ¿Está claro?
-Ohhh, pfff… claro… Claro, o sea, el color... color, color, color; color claro. Pero, claro, ¿de qué…? Como la propaganda del atún claro, Calvo… ¿cómo?… ¿Cómo de claro? ¿Está claro? ¿Claro, qué es lo que tiene que estar claro?
-Pues, esto…. Esto, el asunto de la economía, el asunto del arte, de… ¿me entiendes?... ¿Está claro?
-Está claro… yo, claro… claro…
Sí, dícese la expresión “Está claro”, cuando ante una dificultad para entender, comprender, razonar… pues, después de dar una explicación teóricamente coherente y entendible, se pregunta si hay nubarrones, chubascos tormentosos, o… o la galerna del Cantábrico… No sé, por saber si “está claro, o no”. Ehh… mmm …no sé.
Claro.
Se ha interpretado en la cotidiana convivencia que… que cuando no hay luz visible, pues las cosas están oscuras, y cuando hay luz visible, la cosa está clara. O sea, que cuando se suele decir, “está claro”, es que es de día. Te lo han explicado de día. En cambio, cuando no está nada claro, es que te lo habrán explicado de noche...
Esto parece que no, parece una broma, de verdad, en serio, ciertamente parece una broma, pero no es lo mismo que te expliquen una cosa de día, que de noche. No señor. Y, a partir de ahora, ustedes irán comprobándolo.
¿Cuándo hay más reyertas, discusiones y tensiones…? Por la noche… porque todos los gatos son pardos: No está nada claro.
En cambio, por el día -por el día-, pues como que se ve más claro. Tú ves que viene aquél hacia ti con un martillo en la cabeza y echando espuma por la boca. Puedes deducir claramente que te quiere dar con el martillo, en cuyo caso, lo mejor es correr, ¿verdad?, y refugiarte con tu mamá.
-¿Está claro?...
-¡Ah, hombre!, claro.


-¿Cuáles son las… las características más claras, las que se podría definir esta humanidad?
-¿Las características más claras?
-Sí, sí… ¿qué… qué es lo más claro, qué es lo que se nota más claro?
-¿Lo más claro?
-Sí, ¿qué es lo que se ve más claro?
-Violencia.
-¿Eso es lo más claro?
-Sí, se la ve por todas partes: en los pequeños, en los medianos, en los grandes, en los ancianos, en la propaganda, en el chiste, en el chisme… Es el lenguaje universal. Es lo más claro.
-Bueno, pero también habrá otras cosas, ¿no?
-Sí, por supuesto, pero usted me ha dicho: ¿Qué es lo que se ve más claro?
-¿Ése es el lenguaje -la violencia- universal que emplea la Fuerza invisible?
-No… no, no. Es el que emplean los… los individuos conectados a través de la Fuerza invisible.
-Mmmmmm… ¿Quizás eso no les deja ver con claridad, la naturaleza de esa Fuerza invisible?
-Seguramente. O quizás, todo lo contrario; es decir que, se percibe inconscientemente y se desea, se quiere, se tiene la necesidad de poseer, y… y al no poderlo poseer, hay que luchar por conseguirlo y… y se establece la violencia.
- Mmmmm …
Claridad… de Dios.
Visiones de Dios.
Gustos… en Dios.
Probablemente, el camino -en síntesis- a través del sentido orante de estas palabras, sea:
Tener claro que mi creencia asume, admite y tiene claro la acción de la Creación sobre mis actos.
Porque lo veo cada vez que trato de explicarme determinadas circunstancias o acontecimientos.
Y los asumo, saboreando.
Con el gusto de asumirlos, sabiendo que, a través de ellos, me están enseñando, me están mostrando, me están educando, me están guiando, me están llevando a… otra dimensión, en donde el amor realmente es incondicional, en donde la vibración, la sensación, es cada vez más amplificada.
En donde la bruma de Dios es clara.
Ámen.

Lema Orante

ESPERAR. LLEGAR. CONTINUAR.
13 de abril de 2009


Bien se podría hablar del arte de la espera. Habitualmente desespera. En cuyo caso, el arte se destroza. Quizás la clave de la espera es: Esperar.
Y si la clave es esperar, todo va llegando, todo va ocurriendo.
Si espero a que anochezca, porque tengo ansiedad por la llegada de la noche, probablemente se me haga muy larga la tarde. La noche llegará inexorablemente.
El arte de esperar, quizás sea la espera, pero esa espera que no aguarda resultados, premios.
El arte de la espera hace que todo se consiga sin pretender conseguir. No es un juego de palabras, es una posición de “estar”.
¡Espero que las cosas cambien!
¡Tranquilo van a cambiar!
Es semejante al ejemplo anterior de la noche. No por correr mucho hacia la oscuridad vamos hacer que anochezca pronto.
A veces se piensa que se ha llegado, cuando en realidad se está de nuevo esperando. Llegar es una posición virtual. Son metas que, en el mundo limitado, se marca el ser para que se le haga más corta la espera.
Por tanto, cuando se siente que se ha llegado, es que empieza un nuevo ritmo de esperas.
Y de igual forma continuar. ¿Hacia dónde se continua? ¿Qué es continuar?
La espera no es quedarse quieto. No es permanecer inmóvil, ni en el pensamiento, ni en el cuerpo, ni en el movimiento. Más bien todo lo contrario, es contemplar como todo se mueve.
La espera es más bien todo lo contrario. Es contemplar como todo se mueve, incluso el que contempla. Así la espera no se hace desesperada. Se hace esperanzada.
Cuando desde la espera contemplamos cómo todo se mueve, todo transita, cualquier elemento, por pequeño que sea, se modifica con ritmos diferentes. Y el contemplador también lo esta haciendo.
La esperanza en la espera, se hace habitual. Y cuando es un hábito la esperanza en la espera, el desespero no tiene espacio para desarrollarse.
A la vez, cuando todo se mueve -incluso el contemplador-, todo llega y la llegada es una parte de la espera; y el continuar también.
Se van viendo diferentes perspectivas, diferentes niveles de movimientos-esperas, de movimientos, esperas, esperanzas.
Así que la secuencia de la espera sería contemplar: cómo se mueven, cómo me muevo, cómo llegamos, cómo seguimos… en una permanente espera que tiene el carácter de esperanza.
Y en contemplar, hacemos, pensamos, sentimos, sufrimos, alegramos, pero no desesperamos. He ahí el arte de la espera:
Saber que, contemplando, todo se mueve, se modifica, se cambia. Que a la vez, el contemplador lo hace, en cuyo caso la espera tiene un sentido. En realidad la espera es el vacío en el que nacemos, en el que brotamos, en el que crecemos . Si no hay espera, no hay vacío; si no hay vacío, no hay vida.
Y en ese contemplar del cambio que se mueve a nuestro alrededor y nosotros con ello, observamos nuestras propias modificaciones, contemplamos nuestros propios cambios, y así modificamos nuestros niveles de consciencia, modulamos nuestras creencias, crecemos en la expansión de este infinito universo, gracias a la vacuidad de la espera.
La llegada, quizás en ese o en esa ficción, sea como un impacto mayor en la contemplación. Pero enseguida prosigue, continúa.
El arte de saber esperar nos advierte de cuándo vamos a ejercitar nuestro movimiento, cuándo vamos a realizar nuestro cambio, en base a la contemplación de cómo cambia y se mueve todo.
Nos hace y nos advierte del vacío en el que estamos. Y, en base a ese vacío particular de cada momento, gestamos la idea, proyecto…
Habitualmente unos esperan de otros, multitud, multitud de hechos. El padre espera que el hijo llegue a… El hijo espera que el padre alcance el… La mujer espera que el hombre llegue… El hombre espera que la mujer aguante… etc, etc, etc.
La espera se hace así interminable, desasosegada, francamente insoportable. Es la espera de los que quieren imponer sus criterios, sus objeciones, que corren detrás del tiempo, y que cuentan el tiempo de la espera. Cuando se cuenta el tiempo de la espera, el desespero está siempre presente, la esperanza se diluye. Para unos es mucho esperar cinco minutos, para otros es mucho esperar una hora, para otros es muchísimo, simplemente esperar.
En la espera con arte y sin desespero, se sabe descubrir el vacío para dar el oportuno cambio, el momento del salto en el que no haya error, en el que todo se confabule para que se alcance el sitio adecuado.
La espera, además, nos brinda la perspectiva, la visión amplificada de lo que ocurre y, en base a ello, nos movemos con arte; en base a ello tenemos recursos, pruebas, evidencias.
Que la espera permita que no hace falta -o que no haga falta- que te empujen para moverte. Que el arte de la espera permita que nada se altere para que no seas un estorbo. El arte de la espera te permite anticiparte. Y así, salvaguardas tu identidad y a la vez exaltas a los demás. Promueves tu virtud y haces evidente la virtud de los otros.
Podría ser un buen momento que, a título de prueba, en esta sugerencia orante de la espera, se tratara -en la práctica de vivir- de hacer de la espera un arte y no de esperar, en concreto, nada. Así, todo lo que llegue será una fiesta; así todo lo que acontezca será una curiosidad; así todo lo que pase, será una novedad. Porque la espera codificada, la espera exigente, no es una espera, es una demanda, con razón o sin razón, con lógica o sin lógica, pero es una demanda.
La espera, desde el vacío contemplador, es un arte; y como arte improvisa; y como improvisador, sabe cuál es el momento y en qué circunstancia se debe cambiar.
Y así, se vive con la permanente esperanza, no con el agobiante desespero del que espera que se cumplan todos sus deseos, sus planes, y que se desespera en la medida en que estos no ocurren.
Hasta llegar al lema de este año –orante- el desespero, en el que cada ser se siente desesperado porque no alcanza lo que desea; porque ni siquiera sabe lo que desea. Porque no sabe esperar. Porque no le ha dado la categoría de arte y no ha sabido contemplar. Porque no se ha dado cuenta de que está en un vacío prolífico. Porque quiere llegar y nunca se llega.
Así que podríamos cambiar el refrán de que “el que espera desespera”, por “el que espera genera esperanza, cuando nada espera”.
Ámen.

Lema orante

Explicar, entender, deducir.
6 de abril de 2009

Desde el pensamiento de las minorías dominantes de esta humanidad, se explica, se entiende y se deduce… lo que es la vida… lo que es el ser humano… lo que es la presencia en el universo…
Y con ello se elaboran “modelos”… que no llegan a ser ni siquiera simbólicos, sino más bien, modelos operativos… que explican, según el poder dominante; que entienden, según los intereses dominantes; que deducen, según las necesidades dominantes…, los vericuetos que se han seguido para estar en una situación o en otra.
Y así se explica a Dios, así se entiende a Dios, y así se deduce a Dios.
Y quien dice a Dios, dice también: Así se explica por qué Antonio José piensa así... por qué Josefa Maria siente así… y por qué, la pareja de los Indúlguez, han deducido que… que no van a Benidorm.
Luego resulta que, evidentemente, las explicaciones, los entendimientos y las deducciones, no eran de tal calibre... suficiente como para explicar, entender y deducir… cuál había sido el comportamiento que se había tenido.
Este fenómeno, planteado así, no es nuevo. Ya la ciencia se encarga cada X tiempo de… explicar, entender y deducir, modelos diferentes, “según”… “según”… “según”…
Es decir. Por ejemplo, el modelo newtoniano… de la situación, de la presencia de las estructuras en este planeta, es válido, siempre y cuando no tengamos en cuenta determinadas variables; pero si las tenemos en cuenta –porque están ahí- entonces no es válido.
También se pensaba –por poner algunos ejemplos, ¿eh?- que existía un núcleo –hablando de los átomos- y, alrededor, plácidos y complacientes electrones, que daban vueltecitas como… arrullos en flor, en sus diferentes capas, y… ¡Como en un sistema planetario!
Y resulta que, ahora, ese modelo atómico no es en absoluto así.
No hay órbitas establecidas, sino que hay una nube de electrones en un caos ¡fantástico!… inentendible… pero que están ahí, y que… que no hay sitio para nadie pero están todos.
Y el núcleo, igualmente, ya no es lo que se pensaba, ¿verdad? –un simple protón o… protones y neutrones- sino que existen una cantidad de familias extrañas, como “quarks”, por ejemplo –para no añadir palabrejas extrañas; pero ésas son las palabras que han puesto los físicos de las partículas-, en que la partícula, a su vez, está formada por otra partícula… y por otra partícula… y por otra partícula.
No hay año en el que no aparezcan nuevas partículas; que no sabemos si es que estaban ahí, o es que ya hay que poner partículas, para explicar el porqué; para entender el porqué; para deducir el porqué.
Ahora, lo último es encontrar un “bosón”. No les voy a explicar lo que es un bosón porque, bueno, puede resultar una bobería, ¿no? El “bosón de Higgs”…
–Porque es un señor que dedujo que tiene que existir una partícula llamada “bosón”, para explicar el porqué del Big Bang y otras muchas cosas, ¿no?-.
Entonces, andan buscando el bosón de Higgs. ¡Como lo encuentren!…
Que, claro, como te empeñes en buscar una cosa, la vas a encontrar, ¡oye!
Y para eso tenemos un acelerador de partículas –digo “tenemos”, como humanidad- por aquí, por Europa, donde han puesto a correr a las partículas para que choquen unas con otras, para reproducir el modelo del Big Bang, que se supone que es el modelo válido. Y de ahí saldrá el famoso –se supone- bosón de Higgs.
El famoso acelerador de “hadrones”…
Siento decir palabrotas –¿verdad?- pero… ¡es que es así! Es un acelerador de hadrones: un conjunto de partículas que, a su vez….
Pues el famoso acelerador de hadrones se ha roto como… nosecuántas veces.
Total que… está en paro ahora otra vez. Y la comunidad científica, astrofísica, está superpendiente de los hadrones –se escribe con “hache”: hadrones; lo demás es como suena: “adrones”-.
Entonces, el acelerador de hadrones nos va a dar, probablemente, el bosón de Higgs.
Quizás no sea muy serio reírse de la ciencia, pero desde el punto de vista orante es muy gratificante. Y como hemos venido aquí, a orar, pues… vamos a gratificarnos. ¡No a costa de la ciencia! ¡No! Hoy hemos mencionado –ahora mismo- la ciencia, pero luego la dejaremos en paz. ¡Sí, sí!
Pero, es a propósito de esas… explicaciones.
Por supuesto, como ustedes pueden deducir, los ya “casi” 7 mil millones de habitantes, están muy lejos de entender lo que es el bosón de Higgs.
Y creo que ustedes también. Aunque pertenecen al grupo de elegidos, de las clases dominantes pequeñas… sobre el resto del planeta.
Pero, hasta que en Kuala Lumpur, o los indígenas de Papúa Guinea, o simplemente un habitante de Bombay –que ahora está un poco de moda-, entienda lo que es el bosón de Higgs –suponiendo que lo encuentren-, pues va a pasar un “tempo”.
Y con todo ello queremos advertir, desde el sentido orante, que las explicaciones que hasta ahora nos damos de… el acontecer diario, no son muy ciertas.
Existe un principio –y volvemos otra vez a la ciencia- un “principio de incertidumbre” que definió un científico –“Heissenberg”- según el cual…
En resumen, viene a decir que no sabemos, con exactitud, nada. O sea…
Lo cual es un poco decepcionante: que un científico, después de tanto “dale que te pego”, diga: “Vivimos en el principio de incertidumbre” .
¡Jo! O sea, la posibilidad de saber dónde está Manolo, en un momento determinado, es… “es una probabilidad”. O sea, puede ser que Manolo esté en Huesca, en San Sebastián… o en Rio Muni. No se sabe con exactitud.
Y de hecho, en alguna medida, es cierto; porque, por ejemplo, ¿qué certeza tenemos de en dónde está la mente de cada uno de ustedes?
Entonces, la probabilidad de que estén siguiendo la temática orante que llevamos, puede ser alta. A lo mejor, de un setenta… –ahora mismo- de un setenta por ciento. Eso es “alto”. Pero dentro de unos minutos, pues bajará, ¿no? –como la bolsa-, y la mente estará en otro sitio.
Entonces, estamos en un principio de incertidumbre. Para entenderlo. Ellos lo hablan con partículas y tal. Pero, con objeto de no introducir –insisto- variables, estamos en un estado incierto. Con lo cual –vuelvo a insistir- las explicaciones que nos damos habitualmente de el “cómo”, “por qué”, “adónde” y… y “en qué lugar se enamoró de ti”, no son del todo ciertas.
¡Hay una tendencia natural! –suponemos-, por parte del ser humano, de entrar en el reino de la verdad.
Quizás por eso, todos los grandes personajes que han existido en la historia, se van de aquí: porque sus reinos no son de este mundo. Y entonces, te dejan plantado con unos cuantos haikus… o con unos cuantos bosones, y ahí te quedas:
¡Jo! Y ahora, ¿qué hago yo con esto?
Dice: “No te preocupes, que volveré pronto”.
¡Y resulta que no es tan pronto!
El saber, decían que no ocupaba lugar. Pero si uno echa cuentas, realmente puedes estar embotado de “saberes”, y llegar un momento en que… la espontánea sensación de decir “¡ay, qué rico está esto!” –¿verdad?-, ya no pueda tener espacio, porque todo esté ya totalmente codificado, ecualizado, puesto e impuesto…
Fíjense –para actualizar-. ¿Cómo se entiende que antes – “antes” de hace poco-, los pobres eran los pobres, y ahora, los pobres son los bancos? ¡Por ejemplo! ¡A ver! ¿Cómo se entiende eso?
También… ¿cómo se deduce que…? ¿Cómo podemos deducir cómo se va a sacar de la pobreza a los bancos?
Bueno, ahí es relativamente más fácil: de los de siempre.
Con lo cual, evidentemente, van a desaparecer…
Los pobres antiguos se van a convertir en miserables, y los pobres modernos van a recuperar su estatus.
Quizá alguno de ustedes, por cultura general –o por edad, saber y gobierno-, recuerdan un famoso plan que se llamó “Marshall”.
¿Marshall? ¡Oh! ¡Sí! Yes.
Era la época de después de la segunda guerra mundial, en la que Europa quedó un poquito así… –¿verdad?- “a la deriva”; por aquello de la guerra… ¡de todo!
Entonces vino el gran hermano americano –que además estaba simbolizado por una mano que se daba a la otra-, y nos fue dando todo lo que necesitábamos –porque para eso se encargó de destruirlo un poco antes-.
Entonces, parece que el que destruye paga, pero…
Es como un juego, ¿no? Paga, para que tú produzcas luego todo lo que te ha dado, y más.
El caso es que, entre Hiroshima y Nagasaki, y otros pequeños detalles, se sintieron magnánimos y ocurrió el plan Marshall. Esto supuso el conocimiento profundo de algo que nunca habíamos conocido en Europa: ¡la leche en polvo!...
¡Coño! Nosotros creíamos que la leche salía de la vaca…
¡No señor! Existe “leche en polvo”.
Quizás tenga que ver con la sentencia cristiana de “polvo eres y en polvo te has de convertir” , y tenga que ver con los “ma-míferos”.
¡La leche en polvo!
Sí. Pues tu le echabas el polvo, y le echabas un poco de agua…
Bueno, perdón; quiero decir: echabas unas cucharadas de la leche en polvo, le echabas un poquito de agua, le dabas un poquito de…
¡Bueno! “Le echabas”, es pasado. ¡También está presente! Y salía leche.
O sea, una vaca ecológica.
El plan Marshall, obviamente, trajo más cosas; no solamente la leche en polvo. Pero, sin duda, fue uno de los planes más revolucionarios… –sic- que se produjeron en Europa, y gracias a los cuales…
¡Por cierto! Se hizo una película que les recomiendo que la vean, que se llamaba “Bienvenido mister Marshall” . Bueno… de la “España profunda”.
Y bueno, en resumen, esto endeudó profundamente a Europa. O sea que nadie prestó las cosas gratis.
Y para que vean que no hay quien se entere, o es difícil entender, o es difícil plantear que existe el entendimiento y la explicación, ahora tenemos un nuevo plan.
Los que recuerden –insisto- el plan Marshall… ahora tenemos el plan O-bama. Hussein Barack. Acaba de venir… “te alabamos, te ‘obamamos', óyenos” .
“Te ‘obamamos', óyenos” . O sea que ya, el “alabamos”, es “obamamos”.
Suena un tanto raro, pero es así. Es así, es así, es así.
Y tenemos el segundo plan Marshall, según el cual, no solamente Europa, sino todos los continentes, van a pagar la deuda norteamericana.
¡Qué bonito! ¡Qué… qué espectacular! ¡Qué jugada de los cubiletes!
¿¡Dónde está la moneda!? ¡Aquí!, ¡aquí!, ¡aquí!
Bueno, todos conocen el juego de los cubiletes, ¿no?
¡No! Bueno, pues consiste en poner una moneda, ¿verdad? Y entonces, tú tienes un cubilete… –todo el mundo sabe lo que es un “cubilete”: o sea, como una tacita; una tacilla que tapa la moneda-. Entonces, tú vas moviendo –con rapidez, claro- la moneda, de un cubilete a otro, y después, el que va a apostar dice: ¿Dónde está la moneda?
Y tú, siempre… no sabes dónde está la moneda.
Parece muy fácil, ¿verdad?, pero es más rápido el movimiento de la mano que la “retentividad” retiniana.
Entonces, pues… esto, así, visto y no visto –¿verdad?-, todo el mundo se ha puesto de acuerdo y… “¡Oh! ¡Qué maravilloso amor”.
Entonces, por favor, tomen el sol… para estar en sintonía. Porque si no toman el sol, van a quedar desteñidos –como la reina Isabel de Inglaterra, que ha quedado desteñidísima-.
De verdad, de verdad… ¡qué impresión!
Si…
Porque es obvio preguntarse-:
Entonces, las explicaciones y los entendimientos y las deducciones, ¿no son válidos?
¡No! No son válidos. Porque han dejado de tener en cuenta las sensaciones, las emociones, las intuiciones, las clarividencias, las sensibilidades… y otros pequeños detalles más.
Lo cual hace que se piense que, exclusivamente, el ser es razonable, lógico, entendible, plausible, deducible… Cosa que, ciertamente, no es evidente.
El imperio de la razón, de la lógica y de la ciencia, se ha apoderado, sin duda, de el estar humano. Y con ello, cualquier sensibilidad que el ser pueda desarrollar en torno a otros menesteres, queda prácticamente abolida.
Por supuesto, se ha tratado de buscar explicaciones… y deducciones… para cualquier fenómeno psíquico, afectivo, emocional, espiritual, etc., con razones ; con herramientas, en definitiva, que no son las propias.
Si quiero cortar un árbol, no me llevo una cuchara. Porque, probablemente, esté dándole al árbol con la cuchara, y, como mucho, saque alguna gotita de savia. Pero, ¿lo que es cortar el árbol con la cuchara? Va a ser difícil. Es propio llevarse un cuchillo.
Es decir que, cada nivel de experiencia o de percepción, necesita una herramienta diferente.
En el predominio actual, el entender, el deducir, el explicar… sólo se vale de lo que se engrana, se razona. Y ahí, nos quedamos huérfanos. Porque, lo que sentimos, lo que nos emociona…, la experiencia de la ilusión…, la experiencia de la fantasía y de otras infinitas emociones, no se explica muy bien.
Igual que no nos explicamos, si un señor o una señora que viva en occidente y que tenga un buen sueldo…; un buen marido o esposa; unos espléndidos, sanos, vigorosos y maravillosos hijos; una casa en el campo y otra en la playa; más, viajes por el mundo; más, conocimientos…, llegue un día, y se suicide. Por llegar a un extremo, ¿verdad? ¡O bien!, esté deprimido o deprimida. O bien, sea maníaco de la limpieza. O bien…
Claro, a lo mejor si se les coge y si se les lleva a un basurero de Shangai –o el que está más de moda: de Bombay-, pues a lo mejor se le pasaba… la tontería, ¿verdad?
Pero, claro, es difícil prescribir: “Despáchese… quince días basurero Bombay”; sino que, más bien, pues le damos el Dormodor, el Akineton, el Largactil, el Prozac, el… ¡Bffrrrr!
O bien, le decimos que: “Mira… qué maravilloso es vivir; qué tal…” Pero esa explicación, esa deducción, no entra en su dura, blanda, mediana… –no se sabe qué- cabeza.
Y le hacemos deducir, y le deducimos que… “¡¡¡Tiene que estar feliz!!! ¡¡¡Tiene que estar contento!!! ¡Porque para eso tiene una esposa maravillosa, unos hijos fantásticos, y un ingreso per cápita, de más allá… que abarca dos mil cabezas de ganado!”
Pero resulta que, nuestro personaje –que puede ser cualquier hombre de occidente, varón o hembra-, pues está triste, fané y descangayado; y que, incluso, se puede suicidar. Es más, cada –aproximadamente- cuarenta segundos, un ser humano se suicida.
Lo cual, pues… es difícil de explicar. Sí. Evidentemente, los neurofisiólogos nos hablan de que, ¡claro!, que la dopamina ha bajado, que la serotonina ha subido, que… ¡uf!, los receptores adrenérgicos… aooaaaoooaaa…
-Pero, ¿eso fue antes de suicidarse… después de suicidarse…? ¿Cómo? O sea…
-No…
Ellos lo tratan de dejar así, tan clarito, ¿verdad?… pero no está tan claro. Vamos, no es que no esté tan claro, ¡es que no está claro!
Esto, por hablar de una manía… como puede ser la manía de suicidarse.
Sí. Les digo esto porque… la mayoría de las personas que se suicidan, piensan que luego se van a despertar y que… ¡no va a pasar nada! ¡Que ha sido simplemente una experiencia para ver cómo se vive en el otro lado! Pero es que hay reacciones químicas que no tienen –de momento- una reversa. Porque van p'a un lado, y no vuelven p'a otro.
Dice:
-Voy a suicidarme un rato… y dentro de una semana vuelvo, ¿vale?
¡No!...
E, insisto, ponemos ese hecho tan dramático, porque… ahí nos vamos al límite, y nos preguntamos:
- Bueno, y ¿cómo…? ¿Qué explicación tiene que, una persona que lo tiene todo…?
-¡Pues será porque lo tiene todo!
-No. Pero también hay gente que no tiene nada, y también hace lo mismo. Pero… a lo mejor no usa la pistola; usa el tren, que es más económico…
Qué cruel resulta la vida –¿verdad?- a veces. ¡Qué bárbaro!
Podemos redondear, diciendo que… por muchos ejemplos que pongamos –de extremos, de medios, de cuartos, de mitad, de mitad de cuarto-… vamos a estar siempre en esa cuerda floja. En la que… ¡no tenemos explicación suficiente! No tenemos un nivel de entendimiento suficiente; y, en consecuencia, las deducciones que hagamos pueden ser rigurosamente falsas.
Bajo el sentido orante, todo ello nos viene a decir que debemos someter… No en el sentido de ‘dominar a otro', “someter”. No.
“Someter”, en cuanto a “cribar” –que será la palabra más acertada-; a cribar nuestras explicaciones, nuestras deducciones y nuestros entendimientos, a fin de dejar que afloren, y que funcionen, nuestros sentires, nuestras emociones, nuestras imaginaciones, nuestras espiritualidades; con la idea de que, las ideas que predominan hoy en el mundo, y de las que estamos formando parte, no son las que se mueven en el magma de la verdad, sino que se mueven en el magma del interés, del poder, del manejo, de la manipulación…
Y bien podríamos decir, cuando decimos que lo tenemos claro… – “Está claro. La explicación de esto, es ésta, ésta y ésta; de lo cual deducimos esto, esto y esto”-… pues… como pararse un poco y decir: “¡O no!”… O: “Sí, ¡pero!… hay que añadir… hay que incluir… estos otros factores”.
Eso es como si alguien nos dice: “A mi padre le ha salido un grano en la cara”. Y, como somos médicos, contestamos:
-Eso es acné.
-¡Hombre!… No sabía yo que, el acné, también salía a los ochenta y siete años, ¡pero vamos!…
-Bueno, entonces… ¿Cómo es el grano?
Vamos al grano. ¿Ven?
Pues suele ocurrir así, ¿no? Que ya hay un reflejo condicionado que explica, que entiende, que deduce que… todo grano en la cara es acné. ¡Y no! Sabemos que, un grano en la cara, puede ser cualquier cosa. Al decir “cualquier cosa”, quiero decir que, la etiología de los granos –que es un término poco científico, por cierto, “granos”- es múltiple; y puede abarcar desde el acné juvenil –etapa de la que creo que ya estamos… ejem, ejem… un poco… tenemos cierta experiencia de lo juvenil-… a otras causas, como puede ser… cualquier barbaridad.
¿Recuerdan ustedes…? –a propósito de “juvenalia”-. ¿Recuerdan ustedes la primera vez que se pusieron rojos; se sonrojaron porque, aquel chico o aquella chica, se les acercó o… o les descubrieron en alguna ¡mentirijilla!?
-¡Antoñito! ¿Has sido tú el que has roto el jarrón?
Y notabas un volcán en la cabeza. Y, temblorosamente, decías:
-¡No, yo no he sido!… ¡Yo no he sido!
Y tu madre “deducía”… ¡intuitivamente!, por el rubor de tu cara, que habías sido tú. Con lo cual, ella se encargaba de ruborizarte más… con unos shocks manuales que se aplicaban entonces –en la época de la juvenalia, ¿verdad?-, y, finalmente, terminabas confesando como si estuvieras en Guantánamo. Y decías:
-He sido yo, efectivamente…
-¿Qué has hecho con los trozos… niño?
-Los he tirado… madre.
-¡Los has tirao!... ¡La madre que te parió! –decía tu madre-.
Y tú… mirabas así, como diciendo: “No sé, a mí me da la sensación de que es la misma que me está a pegando”.
Pues, en esa época de “juvenalia” –¿verdad?-, que luego se va…
¿Por qué? ¿Por qué se…? ¿Por qué se pasa?...
¡Bueno! Entonces, en esa época de “juvenalia”, aparecía el rubor, el ¡Buuu uhhh!, el “pavo”…
Se decía el “pavo”, porque el pavo tiene unas configuraciones –para los que no hayan visto muchos pavos-, rojas, en su cabeza. Y entonces se dice: “Mira, se le ha subido el pavo”. Como si tuviéramos un pavo dentro, que baja y sube como un ascensor. “Se le ha subido el pavo…”
¡Joe! ¿Qué explicación tiene eso?
Evidentemente, podemos deducir que… ta-ta-ta, ta-ta-ta, ta-ta-ta… ¡Sí!…
Sí, pero… los que no eran sabiamente científicos, le llamaban “pavo”.
¿Qué queremos decir con esto? Muy fácil: que existían otras interpretaciones que no estaban sujetas “a”… elementos racionales, sino que estaban sujetas a elementos muy intuitivos, que tenían otro lenguaje y otros criterios para designar un acontecimiento.
Con lo cual… –con lo cual- podemos intuir que hay otras maneras de expresar, explicar, ¡y de incorporar!... a nuestro balbuceo hacia la verdad; hacerlo de otras formas y maneras. Igual que cuando nos ponemos a orar: en que, en esa oración –cualquiera que sea-, si se hace con verdadera escucha, y con el interés de ir…, nos descubrimos “diferentes”. Nos descubrimos “distintos”… a lo que habitualmente somos fuera de ese estado orante.
Al menos, introduzcamos la idea de que no es suficiente una explicación; no es suficiente un entendimiento; no es suficiente una deducción. También necesitamos una sensación, un sentimiento, una emoción, una intuición… que se incorpore a ese proceso dominante que explica, entiende y deduce…
Tengamos también en cuenta la aureola del santo; no solamente al santo, sino también a su aureola –para entendernos-.
En la medida en que… se diluye la “resaca” de pretender explicar y entender… y deducir, en base a la razón, a los conceptos y a las definiciones…; en la medida en que ese mecanismo automático que se tiene habitualmente, se diluye, podemos entrar en otras vibraciones de la vida –“podemos entrar en otras vibraciones de la vida”-, ¡y podemos activar!... otras potencialidades –¡por ejemplo!- de nuestro genoma. Potencialidades que, apenas… de las sesenta y cuatro opciones que da el genoma –para entendernos- apenas si veinte están activadas. Para hacernos una composición de lugar.
Es decir –dicho en otras palabras-:
Nuestro material… –vamos a mantener todavía esa palabra- nuestro material genético… que creo sinceramente, bajo este sentido orante, que no es un material; es un estado de vibración-; y que no se tardará mucho en hablar de una triple hélice, en vez de una doble hélice; y que, a lo mejor, toda esa disposición es bastante virtual, ¡pero!... es la que tenemos ahora, en base a la forma de explicar, la forma de entender y la forma de deducir.
Y con ello no les vamos a quitar ningún mérito al señor Mendel ni a los señores Watson y Crick, que nos describieron la doble hélice. No. Pero a lo mejor no sea… exactamente así. A lo mejor, la configuración… es muy circunstancial.
E igual que tenemos en actividad un porcentaje muy pequeño de las probabilidades y de las posibilidades de nuestro contenido genético, podemos pensar que… si se activan otras –como así ocurre a veces- entramos en otras perspectivas.
Que es lo que ocurre con la oración, con la meditación, o con otras actividades que no están sujetas a procesos lógicos, razonables, explicativos y conceptuales.
Extensas áreas de la actividad de nuestro genoma, se desconocen en cuanto a su funciones… en cuanto a sus actividades… etc., etc., etc.
Igual que antes se pensaba: un gen, una enfermedad; cambio gen, quito enfermedad … Y hoy se sabe que no es así. Y ha trascurrido muy poco tiempo, entre una cosa y otra, ¿eh? Hoy se habla de “grupos”.
Antes se decía que teníamos 30 mil, 40 mil, 50 mil genes, y hoy se dice que tenemos entre 20 mil y 30 mil.
Y uno dice, en su humilde intención… perspectiva:
“¡Hombre! Ahora que sabemos contar, ¿no podemos afinar un poco más? Porque entre veinte y treinta mil euros, hay diferencia, ¿eh? ¿Verdad? Entonces, ¿cómo es que no sabemos?...
“¡Pero si es que… si es que es muy difícil!”...
O sea, como que dan a entender eso que les anticipo personalmente, intuitivamente: que no es así… tan sencillo.
Que quizás sean acciones… vibraciones circunstanciales… y, en consecuencia, no tengan una contextura material, como se entiende por “materia”. Y entonces, estamos en eso: entre veinticinco mil, veinte mil… o treinta mil genes.
¿Tan pocos?
Por supuesto, una flor –una dalia, por ejemplo- tiene muchísimos más genes que nosotros. O sea, ¡que no es cuestión de cantidad! Tampoco… es cuestión de calidad. Es cuestión de virtualidad contextual.
–¡Qué me ha salido!... En cuanto uno se descuida, se contamina-.
Pero, de todas formas, puede valer: virtualidad contextual. Que estamos en realidades virtuales que se contextualizan. O sea, que nos dan una versión… ¡depende! Depende de en qué momento nos lo digan, lo veamos o lo sintamos.
“Virtualidad contextual”.
Hasta tal punto, que hay genes famosos, y hay genes que no los conocen ni en su casa.
¡De verdad!... ¡qué pena!, ¿verdad? O sea, que tengas un montón de cosas que desconozcas, y haya otras que se hayan hecho famosas. ¡De verdad!...
Y eso que dicen de que todos los hijos son iguales y tal... ¡Mentira, mentira, mentira, mentira!
La misma actitud explicativa… de entendimiento y de deducción, nos ha llevado a… ¡no a dudar de ello! No se trata de oponer una fuerza, ¡no!, sino de despertar a otras posibilidades. La oposición siempre deja un cadáver que es “ella misma”.
Si dos seres humanos se pelean, y uno queda maltrecho, queda maltrecha la especie.
–Pongámoslo en el nivel que queramos-…
Y el enfrentamiento, ya, debe ser algo que… no tenga sentido.
¡Y entremos a otro sentir! ¡A otros despertares!
Ahora, es suficiente con tener la arquitectura mental como para admitirlo.
Luego irá surgiendo solo. ¡Pero ahora tengo que fundamentarlo! ¡Ahora tengo que explicármelo! ¡Ahora tengo que deducirlo! Porque estoy bajo ese reino. Y, bajo ese reino, tengo que explicarme que ese reino es… insuficiente. Es incapaz de explicarme, de hacerme entender, y de deducir… lo que soy cada día; cada momento; cada segundo.
Así, podríamos decir que este momento orante, nos da la apertura –sin entrar en combate- de otras opciones. Y nos hace aventurarnos a otras perspectivas que, con los diferentes ejemplos expuestos, nos permiten –sin enfrentarnos- abrirnos a otras posibilidades. Ya, el hecho de asumir eso, es un paso importante.
Dios… no se explica. Dios, no se entiende. Dios, no se deduce.

Lema Orante semanal

AUNAR, ALIGERAR, ADECUAR .
30 de marzo de 2009


Da la impresión de que es misión imposible coordinar, y menos aún AUNAR, lo individual y lo solidario y lo social y colectivo y lo… comunal, o como le quieran llamar.
Parece como si hubiera que decidir entre una cosa y otra.
El predominante sentido dual, que acaba siempre en combate.
En dónde no hay triunfadores sino que los contrincantes siempre mueren.
Lo dual es una estrategia, una estratagema, para trascender a lo unitario, que no es ninguna de las dos cosas.
Por eso siempre que se toma la decisión hacia un sentido, se muere hacia otros hacia otros muchos sentidos. La resultante es un cadáver andante.
Es lo que se suele llamar –comúnmente- decisiones a “raja tabla”.
Lo que se consigue es rajar la tabla, claro. Una tabla preciosa, bonita, estupenda, que servía de mesa, de silla, de apoyo, de belleza…, convertida en un “agravio”, en un “corte”.
En el sentido orante, bajo el criterio de la CREENCIA, lo que más llama la atención es el AUNAR constante: hay uno, aúna, aunar, a-sumar, añadir, a-fundir; muchos adjetivos podemos añadirle y todos son ciertos y todos se necesitan.
Es curioso, cuando se produce un movimiento de aunar es casi siempre en la pelea, en la lucha, en la violencia.
Habría que preguntarse si es posible aunar, unir y convertirse en uno diferente, sin aniquilar a nadie.
Lo que nos muestra la Creación, lo que nos muestra lo Divino, es precisamente eso. Aúnan todas las particularidades y ninguna puede vivir sin las otras, y ninguna tiene sentido sin las otras, y cualquier sistema referencial creador -que contemplemos-, tiene esa “Unitaria Presencia”.
Se aúnan peces, algas, aguas, sales, pero sigue estando –ahí- EL PEZ, EL AGUA, LA SAL, EL ALGA, no han dejado de existir para definir el mar, como un criterio, como una unidad, como aunando todos los elementos que…que CONFLUYEN, que se NECESITAN. No se pelea la salinidad del mar con el alga, o ésta con el pez. Se reconocen cada una en lo que se es, pero adquieren su sentido cuando se convierten en mar, porque han aunado. Que, es algo más que unir. Se han convertido en uno. Lo que era poli-diverso y poli-formado, no ha perdido su diversidad pero constituye una unidad.
Cuando contemplamos las nubes, ninguna es igual, pero todas son nubes; ninguna tiene la misma carga de agua, pero todas llevan vapor de agua.
Sí, porque además cada -aparentemente- individualidad, lleva un proceso común a todas la individualidades.
Y ese proceso común a todas las individualidades hace posible que la tendencia de la vida sea a la unicidad, aunar, aunarse, no a separarse, no a esconderse, no a traicionarse, no a convertirse en…en el ataque, en la originalidad que se hace diferente a los otros y que marca territorio. Eso son circunstancias que no van en el sentido del Universo, que no van en el sentido, de la vocación de aunarse.
VOCACIÓN que casi podríamos decir que es “instintual”. Nuestras cuatro letras -(A)adenina, (T)timina, (C)citosina, (G)guanina- CUATRO letras más una -por ahí- intermediaria, la “U”, constituyen nuestro lenguaje… simple, y nuestro criterio de unicidad y de aunarnos; nuestro código de lectura es el mismo, pero cada uno lleva una historia diferente. Gracias a ello puede existir el polimorfismo, pero aunado, unificado, y cierto es que FUNCIONA así, las expresiones de la vida –como el mar que hemos citado- pero no es así, no es así cuando se habla de grupos humanos, “y que”, organizados, en los que cada UNO, se esgrime en su batuta y proclama su verdad. Por momentos se aúnan -dependiendo del rendimiento, de la utilidad, del beneficio- pero en cuanto no es lo que cada uno pensaba –que, debería de ser la verdad, la suya- se gesta la desconfianza, la separación, la duda, la acechanza…
Qué triste es contemplar a un grupo de humanidad organizado en el que cada uno se cree el auténtico. Qué triste es ver cómo se deterioran, pudiendo alcanzar un sentido unificado sin perder su originalidad.
Sí, ciertamente eso lo intentaron las políticas, las filosofías, las religiones, TODAS FRACASARON Y FRACASAN…
Será la bisoñez de la especie, será el camino que ha recorrido de insidias, de imposiciones, de dominios y de mandos, lo que hace –aún- algo más que difícil, que se aúnen y se aúnen los seres y que, esa sustancia intermedia llamada violencia que se gesta y se genera como consecuencia de la individualidad del ser, deje de ser un ATRACTIVO y más bien se geste ese espejo de Universo que permanentemente nos cobija y que nos da muestra de que han aunado, de que han unido, de que han conseguido la unidad.
Y como parte de ese Universo, estamos en condiciones de ejercitarnos porque disponemos del mismo lenguaje.
En el sentido orante nos atreveríamos a decir que no hace falta ningún esfuerzo especial para ello, es una condición “instintual” necesaria.
Pero, ¡hay que darse cuenta!
Hay que darse cuenta y apostar por ello.
¿Cuál era la segunda palabra?
Aligerar.
Se va muy pesado. Sí, se va con el pesado del pasado, nunca mejor dicho; el pesado del pasado. Y el pesado del pasado, PESA una enormidad.

-Pues recuerdo aquel 14 de abril del 1999, ¿no te acuerdas?, cuando me dijiste voy a por una pizza, y no fuiste. ¿Tú crees que yo me he olvidado de eso? Ya veo que no. ¿Tú te acuerdas?
-Pues no.
-¿Tú no sabes lo que me molestó, a mí, aquello?
-Pues no. ¿Por qué no me lo dijiste, y me lo dices 17 años después? ¿Has vivido con ese travesaño de amargura en tu tráquea y esternón, y ahora lo vomitas como, como mixtura…que en el pecho llevaba? ¿Será posible?
-Eso no es nada, ¿te acuerdas hace tres o cuatro navidades?
-¿Tres o cuatro navidades…? Pues difícilmente ¿verdad?
-No te acuerdas cuando…me puse aquel vestido que dijiste que: “que hay que ver, hay que ver, todo lo que se ve”.
-Pues, pues…sinceramente, fff, me suena, sí, me suena, pero…
-¿Tú crees?, desde entonces me sentí esclava de tus posiciones y tus etcéteras, etcéteras, etcéteras, que gravitaron sobre mi cuerpo, vestido.
¡Jo! te quedas destrozado.
Cuando el peso del pasado se instaura y todo se apunta como MONJA CONSPICUA, como pellizco escondido... “ Conspicua” “monja conspicua ” Luego lo buscan en el diccionario.
Cuando todo se va acumulando se van formando tomos, y tomos, y tomos, y tomos que sólo de tomar lo pesado del pasado apenas si se puede avanzar en el presente. Es más, de hecho no se avanza en el presente; se queda el sujeto estancado. Siempre habrá cosas nuevas que añadir cada día, de agravios, de daños, de prejuicios, perjuicios, perjurios, etcétera.
Miren, es semejante -piénsenlo por un momento, en la imagen- es semejante a un señor o señora, bueno, o señorita, o caballero que lleva atado a los pies dos grilletes, pero entre, -con una cadena enorme, ¿verdad?-, y entre trozo y trozo de cadena –para que todo quede en el código genético- pues va un libro, así gris, marrón, como el Espasa Calpe y uno y otro y otro y otro y otro y otro y tiene que andar, se ve forzado a andar; apenas si puede avanzar unos pequeños metros. Claro, cuanto más edad tiene, ¡peor!, más tiempo le ha dado de escribir, más cosas tiene apuntadas, de este de aquel, del otro, del otro, del otro…Lo recuerda todo.
Es un avaro, una avara… -una vara, mejor. Avara. Sí, suena a vara- de inconfesables complicaciones.
Por supuesto, si bien es cierto que poco avanza, sí es capaz de esgrimir sus grilletes, sus cadenas y, si te descuidas, con los tomos te da y con los hierros también. Ahora, si vas ligero, si aligeras, entonces puedes saltar… como la comba; saltar a la comba.
¡Por supuesto que sí! Por supuesto que los que pesados van, se unen. ¡Oh, sí! Porque se enredan sus cadenas, sus tomos:
-¡Ah!, ¿a ti también te ha pasado esto? Pues eso no es nada. A mí, cuando tenía 18 años, tuve un novio que no veas tú. No, esto fue espantoso, fíjate, me prometió y luego yo, desde entonces, no creo en los morenos, sólo me gustan los rubios.
-¿Y eso está ahí, escrito?
-Sí, está escrito, está tabulado, está pesado y es ¡mi pasado!, el cual guardo, como a Dios, en muchos años.
Esgriman, esgriman esa posibilidad: pasado–pesado. Realmente hay muy poca diferencia: “Pa-sado” “pe-sado”. “A”… “E”…
Ya se dice en las novelas policíacas y en otras biografías -autorizadas o no-, lo pesado que resulta el pasado. Cómo, cómo, cómo además, cómo además -como la mayoría de los seres están anclados en ese pasado y no aligeran nada- cómo además, pues todo lo que hay que hablar en el presente se refiere al pasado.
Apenas sí algún baile de salón se permite a tan pesado pasado. Apenas sí se puede decir que ha amanecido o que atardece… ¡pronto!, cuando resulta que es a su hora.
¿Se puede aligerar esa pesada imagen… que anda dura y difícilmente pero dando latigazos? Sí, tiene una gran agilidad las cadenas con los tomos escritos. Se mueve en zig-zag y lastima a todo lo que encuentra.
¡Ah!, porque, es curioso: el pasado-pesado no tiene, en su código de escritura, buenas noticias. No. Bueno… aquel té de las cinco en el 1987, en el que había un caniche y un chiguagua que jugueteaban al borde de la alfombra, en el condado de Itswich.
-¡Horror!, ¿no ha nada más?
-No, lo demás ha sido una tragedia.
-Tra-gedia…
-¡Un drama!
-Dra-ma… ¿Y eso lo hizo usted solito?
-¡¡No!!,¡fueron todos los demás los que me llevaron a tal drama, a tal tragedia, a tal duro pasado! Mira, ¿sabes lo que me pasó…?
-¡Para, para, para! Tranquila, tranquilo, tengo prisa. Estoy ligero. Voy…. No me acuerdo. Adiós.
Oh, sí, sí, sí, porque cuando no se aligera…, te enredan, te enroscan y, si te descuidas, te convierten en su escritor. ¡Oh! Se han cansado de escribir su propio drama, su propia tragedia, su propio pasado y han enroscado a alguien y le han convertido en escritor de sus tragedias. Así que, ligero, ligero, ligero, ligero…
Sí se puede aligerar tanto pesado pasado. Todo consiste en darse cuenta de que el presente se encuentra permanentemente aquietado. No hay presente. Todo es una repetición del pasado. Y se repite, y se repite, y se repite… y pasan los años y los años… y la persona sigue cada vez peor, claro, con sus repiques y repiques y repiques… como para asegurarse de que nada ha cambiado, de que nada cambia, de que todo sigue igual. Y ciertamente, gran verdad es. Gran verdad es ésa, la que poco cambia, porque todo se ha hecho pasado pesado.
La sugerencia orante es aligerar esas rémoras de escrituras, de fechas, de entradas, de salidas, de caducidad, de dobles, triples, cuádruples contabilidades… de pesadas historias pasadas.
Que aunque cierto es el refrán: “Agua pasado no mueve molino” ¡Claro que no! Pero agua pesada sí te puede organizar un problema.
Y por eso, como el agua no pasa… y la que pasa, no se da cuenta el que está anclado en la pesadez del pasado, aunque se empeñe en mover su molino, su molino permanece estático, quieto, herrumbroso, carcomido… y se queja de que por allí no pasa el agua. Pero es que está tan pendiente de lo que pasó… que no se atreve a dar un paso ¡mínimo!, y prefiere recluirse en su desgracia.
Darse cuenta de nuevo, como para aunar, que el presente no trascurre; darse cuenta de nuevo que el pasado es pesado y grietas en la cara va dejando…, en el pensar jadeando…, en guerrero ya estéril, incapaz de combatir… pero capaz de obstruir. Cuando resulta… ¡cuando resulta que el ser es de futuro!, no es de pasado; ni siquiera de presente, por el que pasamos de puntillas. ¡Y resultando ser seres de futuro!, la humanidad egoístamente complaciente se enrosca en sus cadenas y en sus libros de pasados, de historias… y se queda viviendo jadeante y arrogantes –que es peor- en lo que ha pasado, en lo pesado… Como las viejas monedas que se pueden contar, como los viejos cachivaches que se han almacenado y que en su tiempo valieron lo que pesaban en oro, pero ahora… ya a nadie le interesa.
Seres de futuro. Sí, seres que continuamente están gestando y proveyendo y en previsión, e intuyendo, imaginando, fantaseando, proyectando… Y todo eso ¡anulado!
-La cruda realidad de lo que vi aquel día 27 de marzo del 2001 me ha abierto los ojos.
-¡Te los ha cerrado, capullo!
Claro, a partir de ahí, como están cerrados, no se ve nada más. Sólo se ve esa escena: el pesado pasado... En seres que son un diseño de futuro. No es difícil, entonces, aligerar esa trama de daños permanentes.
¿Y la tercera palabra de hoy era?
-responden- Adecuarse.
Adecuar.
¿Se puede uno adecuar al pesado pasado?
¡Ay, pobres!... los que vengan y nazcan, por primera vez, en un… remanso -o no- de unidades de familia -o no- lo que les espera: cadenas y tomos que escribir… ¡O no… o no, o se han aligerado!
¡Ay, pobres los que llegan! Tendrán que, obligatoriamente, ir a cargar sus espaldas de libros y mochilas para estudiar, para aprender lo que papá Estado ha diseñado. ¡O NO!... O no…
De momento, sí, de momento, los que van llegando están, obligatoriamente, condicionados a adecuarse a lo que hay. Poco tiempo pueden soñar; por muy poco tiempo… pueden imaginar. Muy pronto empiezan a hacer su GLORIOSO pasado.
¡Pero, podría ser que, eh… -¿por qué no?, en esta semana que entra- que los seres se aligeren en alguna, en alguna de sus ramas… o en alguno de sus troncos!, puesto que, ustedes saben mucho de troncos y ramas…. Y se aligeraran de algo de eso, y de algunos de sus libros -porque ustedes han leído tantos libros…-. Más que leer -ejem, ejem-, han escrito tantos libros…
¿Y qué tal si se aunaran? En vez de la disputa permanente y constante, y la exigencia de la naturaleza individual del hombre… casi confrontándose con el Universo y pidiéndole a éste que salte como un perrito:
-¡Salta Universo, salta!... ¡Maldito Universo que no me obedece! ¡Soy yo, Agatha, la que te lo pide…!
Bueno, pues, Agatha sigue insistiendo, y se sigue quejando a todos los juglares que a su alrededor pasan de que, “¡Hay que ver que el Universo no salta como ella quiere!” Finalmente, termina atrapando a alguno que otro; y ya cantan al unísono:
-¡Salta Universo, salta! ¡Maldito, no has querido saltar, tu castigo tendrás!...
Todo esto se lo dicen al Universo… -en tono jocoso-
Agatha o Asdrúbal, para el caso, no crean que tenemos ninguna preferencia.
Pero, estas imágenes estertóreas, esperpénticas, anacrónicas, surrealistas, pueden ser de utilidad para… para no volver al tomo XVII de 1993, cuando “perejil” resultó ser una isla… y Gran Bretaña… resultaba que hablaban inglés…
Sí, porque gran parte de los estudios pesados del pasado están llenos de imprecisiones, justo en sus momentos, cuando fueron presente. Conviene revisar.
Adecuarse.
Si aligeramos y aunamos, por momentos, elementos, y apostamos al diálogo, a la charla, a… Sin buscar coartadas que digan otra cosa que no tiene nada que ver con lo que ocurre. ¡No, no, no, no…! Afrontando sí… sin ofensas, con reconocido valor -que se le supone al ser de humanidad-... el adecuarse… No a lo que ya está, sino a lo futuro que está ahí, y que nos reclama, como seres que somos de futuro, a esos futuros que son los ideales e idealismos que cada uno tiene, y que… por bestias -que se emplearon en su momento-, nunca dieron su fruto, porque no supieron adecuarse.
-¿Está bien lo de bestias?
-Digamos que sí.
Ehhh… claro, porque el que más o el que menos se queja ‘amarrrgamente' de que sus ideales nunca se han visto realizados. Y al preguntar, ¿ y cómo lo ha intentado… de qué forma lo ha….? Dice:
-¡Imponiéndolo!... Y no me han dejado.
¡Ahhhhh!, a eso llamamos bestia.
Entonces, a lo mejor, a lo mejor, si no confiamos en los milagros de la oración, ya, ¿qué nos queda?
¿Por qué creen ustedes que hacemos oración a las cinco de la tarde…c omo si de corrida de toros se tratara? En punto, cada semana buscando un milagro. No, no crean que es por otra cosa. Buscando el milagro de que alguien, alguien escuche, alguien ponga en práctica, alguien lea, alguien tenga en cuenta lo que… providencialmete surge.
A las cinco en punto de la tarde, un domingo… buscando milagros.
Porque es fácil… que dentro de poco, muy poco, de todo lo dicho nada quede, y de práctica… menos. Pero creemos en los milagros, y de seguro que ustedes también creen.
El hecho de creer ya es un quantum suficiente para interesarnos, que podemos adecuarnos a esa Creación. No se pide una adecuación a normas, leyes, costumbres… No, a esa Creación que nos da la posibilidad de ser permanentemente excepciones valorables, evaluables y… y aunadas en el proceso de ser un reflejo de… de ese Universo, de esa Creación.
Se tiene de todos los elementos que se precisan para aligerar, para adecuar, para aunar.
Y aunque la carga del pesado pasado es enorme, aunque el individualismo es atroz, aunque el adecuarse no tiene lugar, salvo que seas mi esclavo…, a pesar –nunca mejor dicho- a “pesar” de todo ello, el milagro genera ligereza, adecua al ser con la Creación , aúna a el alma con el Gran Espíritu.
Y todo ello está… está a disposición, disponible.
Tómenlo.
Puede ser…
Ámen.