viernes

En el año de la Desesperación: Oración


CULMINACIÓN, CON-TINUACIÓN, DESESPERO


Desde que se cuenta –sin llegar a ser un cuento- el hombre, en relación con el tiempo, se establecen ritmos, frecuencias, pausas, fiestas… según cultura… según… necesidad...
El factor tiempo condiciona el ánimo, el descanso, la labor, la fiesta… Se van haciendo prescripciones que se convierten en obligadas: “sellos de tiempo”. Hacer lo infinito, finito; lo manifestable, comienzo. Y ello obliga a un final.

Y la necesidad de “evadir” ese tiempo preescrito –que no se puede borrar-, es darle la agilidad de un sentido; es descubrir el momento… en el que nuestro transcurrir, nuestro tránsito por el universo, se nos hace favorable para algunas realizaciones y desfavorable para otras; propicio para algunas actividades, y no adecuado para otras.

Cada día, cada segundo, cada fracción de tiempo, es una culminación. Y a su vez, marca una continuación. Y en ese proceso de descubrir qué es lo más… o a qué es más propenso un tiempo que otro –para así establecer una estrategia… “favorable”, y adaptarse y plegarse según situación-, culminamos, hoy, un ritmo que estaba marcado por “La Regeneración”.
¡Era propicio!... Era favorable, regenerarse. Y en algunos aspectos, desde los más prácticos –como lo clínico o lo terapéutico-, hasta lo más esperanzador, el cultivo de… el significado y el desarrollo de esa palabra, ha dado sus frutos.
Sin duda, frutos… en muy pequeña cantidad. Y así es, puesto que muy pequeños y pocos son los que “se atreven a manifestar” su transcurso infinito e inmortal, de otra manera que no sea la impuesta por lo finito…; lo comenzado y terminado.

No obstante –no obstante- si repasamos las incidencias que la humanidad ha vivido, en este ritmo que culmina hoy, ha habido momentos de… ¡una necesaria regeneración! Ha sido un transcurrir… de humanidad, convulso, duro… De extremada… –más-… violencia.

Un tiempo que, en su falta de regeneración, ha conducido a una “gran crisis”… –ya, global- casi impuesta. Los mecanismos de alerta… alarma… ¡ninguno funcionó! La corrupción era… ¡excesiva! La capacidad regeneradora del cuerpo de humanidad, no… no podía.

Y como firma de que así transcurrieron… y así culminan… estos ritmos, una nueva guerra ¡de exterminio!... está en plena efervescencia, como “firma de la casa” de la humanidad. Todo ello, en el momento más crítico, donde el alimento, la relación humana y… el mundo de las posibilidades, se cierra; se resquebraja.

Todo culminando de forma ¡fría!... ¡dura!… ¡rígida!…

¡Y como ansias!, como necesidades de regenerar, al menos, un mínimo espacio para la ilusión, surge –como un acontecimiento casi mesiánico, como un acontecimiento salvador- una situación que, en otras ediciones, no había tenido tal repercusión: surge un líder de… ¡imperio!…, como si fuera… el último lustre; como si fuera la última ocasión. Y sobre él se derraman todo tipo de problemas –¡antiguos!, ¡nuevos!-… porque en él se han proyectado los fracasos, para que de él salgan las soluciones.

El reconocer –por parte de la humanidad- la aparición de ese liderazgo –aún sin ejercicio, pero animador de promesas: Obama Barak Hussein-, hace… o pretende hacer de contrapeso a todo lo que se ha gestado “a través”… “por”… “en”… “con”… el imperio desde donde surge.
No obstante, la necesidad de renovarse, de regenerarse, puede más que la evidencia de… de dónde procede, de cómo procede, y de los recursos y de los principios con los que se cuenta, para constituirse, realmente, en un verdadero cambio de ¡vocación!… de humanidad.
¡Aún así!… –“aún así”- el acontecimiento es importante; porque, por encima de nombres, personas, ¡imperios!..., la reacción del ser de humanidad ha sido… un canto de esperanza; un canto de… necesidad; ¡un clamor!... a veces silencioso y otras veces exagerado, pero como un balbuceo de… un imprescindible y cercano momento de mutación; de una alquimia que lleve al hombre hacia… una nueva dimensión. En su pensar, en su sentir, en su hacer…
En su “¡con!-vivir”.

Es decir, “hay”… –y eso es un punto de alegría- ¡hay ganas!, ¡hay necesidad!, hay ánimo –aún- para soñar… intencionar… promover o… al menos, calmar.

Podría decirse que culminamos… con un gran signo de violencia, de guerra…; con síntomas de exterminio…; en una profunda crisis, ¡no ya!... de economías, sino de valores, de evaluaciones, de planteamientos...; con una esperanza, con un suspiro entre alivio y… ¡susto!, pero con una sensación de que, todo lo que destruye, ya no tiene nada que destruir: está todo destruido… ¡o a punto de serlo! Y se precisa de un cambio tan significativo, que debe ser mutacional.
Y en ese aspecto, ¡no valen las reglas!... que ahora culminan. ¡No valen!... los proyectos y los planteamientos. ¡Pero… seguirán!
¡Sí! Aún no se agotan.
Esa tenue pero –a la vez- vigorosa expectativa de futuro, no es suficiente para impedir la continuación de desastres… de caídas… y de más destrucciones y deterioros.
Aunque, probablemente, haya pequeños –llamados casi- “milagros”, en algunas situaciones o momentos de humanidad; sin duda, promovidos por ese rango de ganas que aún está en la especie, por encima –insisto- de personas, sistemas, países, etc., aunque sí se han focalizado en un lugar.
Esa continuación, esa continuidad –cargada de expectativas, pero “continuidad”- de querer seguir manteniendo las estructuras que ya están carcomidas, los modelos que ya han sido ensayados y desechados; ¡ese querer mantener lo duro, lo rígido!, va a causar… desesperación. Porque, por una parte, se siente… la tenue esperanza –¡intensa!-. Pero, por otro lado, se vive y se convive… en ese más y más deterioro… ¡destrucción!, ¡preocupación!Por ello, “la desesperación”… será el tinte que nos aguarda… en la continuidad de este tránsito.

2009: AÑO DE LA DESESPERACIÓN.

Puede resultar –en principio- tenebroso… doliente y sorprendente, sabiendo que venimos de regenerarnos. Pero, ¿qué regeneración ha habido?...
Al no culminarse en mínimos, y ante la expectativa de la continuidad de “más de lo mismo”… ¡Con los carcomidos presupuestos y proyectos!... ¡Con las mismas defensas!... ¡Con las ya casi entrañables dictaduras, que reclaman su puesto de dignidad en la historia!… ¡Con estertores de religiones, credos y proyectos!… que pretenden permanecer indefinidamente…
Ante todo ello, ¡el desespero!... no es un signo negativo. Es un signo de… ¡conmoción! Es un sigo de… “ya”. Es un signo de… ¡inmediatez!
Sí es cierto… que se hace tenue la esperanza.
La espera, ya apenas si… tiene cabida.
Y las reacciones están –y entran- en periodos de “fuera de control”.

¡Aun así!, ese trance que… ya llama a la puerta, es un signo de que no se puede continuar igual. De ahí que pueda haber respuestas de lo más variado e imprevisible, impensable…

Una situación… en la que, lo Femenino, va a jugar un papel… clave. Ese desespero, ¡sin duda!, va a tener un signo de masculinidad muy claro. Porque es lo preponderante; porque es lo prepotente; ¡porque es!... realmente, quien ostenta el poder… que, engañoso, corrupto y destructor, continúa como buscando el canto del cisne.
En todo ello, puede arrastrar –como ya se arrastra- un número creciente y precipitado de muertes… –no sólo en este lugar del universo, del planeta, sino en todos- de mujeres, a manos de sus… ¿amantes?...
Quien puede –como visión general de humanidad- contener esa… actitud de latigazos que el desespero produce, sin duda es lo Femenino. De ahí que sea un año “crucial”… para la humanidad, en su feminidad. Absolutamente crucial.
Porque puede también ser arrastrada por ese poder determinante, impositivo –y entonces, su oportunidad de dar el testimonio para el cual o por el cual es creada, se pierda-... o bien, ante ese desespero, se abran los sentidos, se despierten las consciencias… a un nivel de recursos –“recursos de humanidad”: ¡espirituales, afectivos, emocionales!- que orienten nuevas navegaciones…
¡Sin!… rencores.
¡Sin!… agravios.
¡Sin!… demandas…
Sin rabias... ¡Sin revanchas!...

¡SÍ!, con NOVEDAD
SÍ… con PROYECCIÓN
SÍ… ¡con ILUSIÓN!
SÍ, con ¡BELLEZA!
SÍ… con ALEGRÍA
SÍ… con… ¡CALMA!… ¡
SÍ, con ALIENTO… DE ALIVIO!
¡SÍ!... con SUAVIDAD
¡SÍ!... con… CUIDADOS
SÍ, con… “SIGILIO”
¡SÍ, con TERNURA!...
SÍ, con ELEGANCIA…

Y en la medida en que ese cúmulo de “síes”… se entremezcla en la gran desesperación, ésta hace crisis… ¡mayor!, y en ella se descubre lo corrupto. ¡Hace crisis grandiosa!, ¡y en ella se descubre lo increíble, impensable!… en donde estábamos colocados. ¡Se descubre lo que había debajo!... ¡y se abre la opción y la posibilidad de sanear!...

¡Desesperada… crisis!, que abre la pus del sustento: la dramática mentira y ocultación. Convulso momento, sin duda. ¡Pero si están esos “síes”!... ¡como un suspiro!, ¡como una inspiración!... en Femenino de humanidad, será posible ¡limpiar!, ¡aclarar!, ¡hacer transparente!, lo que estaba enrarecido, estancado, bloqueado y… dañado.
Bajo esta perspectiva, el “año de la Desesperación”… no puede ser una coartada o una justificación, ¡pero sí!... una advertencia para no dejarse –porque la fuerza será grande- llevar por ese ¡desespero! –que será lo predominante-, sino que, al igual que lo que culminamos ahora, ¡esa pequeña regeneración!, ¡esa regeneración seleccionada! –y ojalá, amplificada-, pueda aportar y mostrarse, como... o con los recursos que ¡aún!... no se han despertado; y que se desecharon en la historia de la humanidad, y se optó por otros caminos como el que ahora recorremos.

Pareciera como si Dios nos quisiera desesperar, ¡para que volvamos la vista hacia Él! ¡Para que descubramos!… cuál es… ¡la verdadera Referencia! Para que… ¡sintamos!… su temblor y su lejanía. Y descubramos, realmente, dónde está nuestro verdadero Auxilio.

Así que… podemos decir que, con una mínima regeneración, hemos culminado con una máxima crisis… ¡de violencia, de guerra y de sustento! ¡Con un atisbo de esperanza, por necesidad de supervivencia!... ¡Con una continuación desesperada… de seguir manteniendo lo que ya se derrite!... Y con una expectativa en lo Femenino –como humanidad y como especie- de encontrar, en esa inspiración y en esos recursos, las posibilidades de una… “vía de mutación”. Y en ella, ¡descubrir!... la vocación… ¡divina, santificante y mística, del ser! Vocación, en la cual se… ¡sustenta!.. su existencia; su presencia.

Ten Piedad.
Ámen.