domingo

Lema Orante Semanal

 

La Especie Vida no discute su existencia. 

Emana de la Nada Misteriosa

1º de enero de 2024

Inquietas se presentan las mentalidades; inseguros, los afectos. Y todo ello por la disolución de las referencias. Y éstas se diluyen por las combatientes actitudes, esas que se demuelen por “razones”.

Sin referencias, el navegante se da a la deriva. Pero esas referencias que hoy tratan de suplir las que emanan del Misterio Creador, se muestran como salvadoras, se muestran como redentoras, se muestran como únicas, se muestran como las mejores... Compiten.

Son una muestra más de la ego-idolatría de nombrarse “centro” y que todo gire en torno “a”.



La Llamada Orante nos sitúa en ese ambiente en el que, si nos referenciamos en seres emanados de la Misteriosa Creación, no hay competencia.

Podemos, sí, teorizar y competir a propósito del origen de los Universos, pero todos saben que son propuestas interesadas.



Y es así como dice el dicho: “al señalar dónde está la luna, se fijan en el dedo, y no en su proyección hacia donde se encuentra el satélite”.



La discusión se presenta como algo inevitable y... saludable.

De ahí pasamos a la contienda... ¡inevitable!

Y de ahí, al enfrentamiento, la separación, la huida.



La Especie Vida no discute su existencia. Emana de la Nada Misteriosa. Y ¡enfurece!, claro, al intelecto, a la razón, a la obsesiva intención de poder. Atrás queda la inocente curiosidad del saber que no es arma, sino que es asombro, es sorpresa.

Pero como en ese sentido la renta es escasa, la propuesta se hace bajo los auspicios del dominio, el control... y el miedo como referente para la conquista y la esclavitud.



Cuando nos preguntamos “por qué esto”, “por qué aquello”, “por qué lo otro”, y se dan respuestas interesadas, de nuevo los referenciales se ofuscan. Y el unitario, que no discute ni trata de llevar la razón, parece tan lejano y tan inoperante que se desprecia.

Y así hay que buscar al líder, al jefe, al poseedor, al que tenga más poder. O incluso atribuirle poderes, para así no tener que “embarcarse” en el rumbo hacia lo Eterno.

Se prefiere navegar en la costa, donde es seguro.

¿”Seguro”...?

Es posible.

Esa seguridad que dan los sentidos, porque tienen opción de poseer. Cuando su verdadero objetivo era contemplar... meditar... orar...

Y orar en ese sentido de descubrirnos inmersos en una Creación.

Y que cualquier posición que tomemos, no debe estar amparada por intereses de unos u otros, o protagonismos impositivos... sino que, más bien, nuestros referenciales vayan emanando de fuentes que no reclaman, no exigen, no imponen, no mandan. Muestran.



La evidencia de la instauración de la Especie Vida, con todos los requisitos, necesidades y medios para que se realice, creando biodiversidades casi ilimitadas, es una muestra de referencia.

Una referencia que anima, promueve y sustenta a las diferentes expresiones de la materia viviente.

Y quizá –quizá-… por lo magnificente que resulta, el ser de humanidad trata de apropiarse de esa referencia infinita; y la atomiza a su gusto –éste, aquél o el otro-... y la muestra como la única verdadera y auténtica; la “salvadora”.

La Especie Vida no se manifiesta en este lugar del Universo, para salvarse. No ha venido a salvarse. Ha venido a mostrar-se.

Ha venido con el esplendor de la ola en el océano. Ha venido con la majestuosidad de la montaña y sus hielos. Ha venido con la dulzura del arcoíris. Ha venido con el esplendor del rayo y la sonoridad de trueno.

Pero, claro está, cuando se está bajo el dominio, el control y la manipulación, el ser busca salvarse... sabedor de que ése no es su sitio. Y así aparecen los salvadores, los cuales aprovechan la ocasión.

Humanos desesperados, caídos, temblorosos, deprimidos, angustiosos... y dispuestos a desaparecer, hay más de lo debido. Así que la salvación se presenta como la referencia, ¡por haber vivido!

¿Vivo para salvarme?”.



Quizás las “salves” que se dicen en las religiones, proclaman una salvación de éste, aquél o el otro, como el verdadero y el auténtico.



Pero he aquí que sí: que el ser de humanidad ha suplantado el original proyecto –que seguirá ahí, claro-. Pero lo suplanta temporalmente, con el manejo del tiempo. Y así, el ser se hace dueño del centro, y referencia, y salva a ballenas, a tigres, a pájaros… a lo que más haya destruido.

Y como en ese proceso de suplantación de la referencia, se compite, se establece esa convivencia entre salvadores y moribundos.



Y por otra parte gravita, en esa suplantación, la idea de la “condena”.

Sí. Que esa Creación, ese Misterio, nos amenaza con condenarnos.

¡La ira de Alá!, ¡la ira de Yahvé!, ¡la determinación del Padre!... Esa amenaza gravitatoria que reclaman los intermediarios protagonistas salvadores, como amenaza... superior.

No se habla de los dones, de las virtudes, de las misericordias, de las bondades, de… No, no, no. Castigos eternos gravitan, y condenas infinitas se ciñen sobre nosotros, los protagonistas, los que se encarnan y se reencarnan, se karmatizan, se transmigran, se…

Pero ¿esto qué es?



Hay para todos los gustos: “El gran mercado de las referencias-creencias”.

Hay chaquetas azules, verdes, amarillas, rojas... Hay gorras de diferentes tamaños, y atuendos que elevan o dignifican o significan o se significan de otros.

¿Cuánto vale una tiara o una corona o… una vestimenta sacra que dogmatiza, y que advierte de castigos eternos?

¿Castigos eternos?



No es extraño, en esas circunstancias, que cualquiera pueda decir que no merece la pena vivir: si, además de las penas y las penurias que ello supone, luego la Eternidad te aguarda para castigarte.

¡Mon Dieu!



Nos han traído liberadoramente. No se aguardan ningunos castigos. Estos provienen de la ego-idolatría de las referencias sustitutorias.



Nos han traído liberados, porque emanamos del Infinito Misterio Creador, que es Amor, inalcanzable desde nuestra posición y nuestra materia, pero sí sentible y sí ejercitable en esa frecuencia: sin condenas, sin miedos, sin amenazas.



Estamos en los momentos de darnos cuenta, aunque –ciertamente- cercados por los poderes establecidos: institucionales, constitucionales, religiosos, filosóficos, costumbristas, sí.

Pero hay que saber –con la intención y vocación, con la fe y la esperanza- hay que saber “levitar” sobre todo ese conglomerado que presiona, que dirige, que ordena.

Hay que saber levitar para no entrar en la confrontación, en el combate.



Y ese “levitar” es simplemente evitar” caer en esa maraña de intereses.



Es despertar a esa consciencia liberadora de inicio, de principio, sin fin, sin comienzo, ¡que está!

Y siendo emisarios, reflejos, equivalencias... de ese Amor Creacional, posicionarnos “levitativamente” para no caer en tendencias, en radicalismos, en posiciones de combate.



La Piedad nos aguarda en cada esquina; la Piedad nos soporta en cada huella..., mientras la bondad del vivir nos corteja para que exprimamos nuestra naturaleza, y levitemos en esa disposición que, como el agua, se evapora, se condensa, y luego vuelve renovada, innovada, prometida.



Los dones de importancia, en base a sus dominios, nos han llevado a transmitir la idea de humanidad de que somos perniciosos, perjudiciales, dañinos… Culpables.



Ninguna naturaleza de la Especie Vida es culpable. Y todos esos elementos de señalamientos, encaminados a ejercitar poder y manipulación, son suplantaciones de nuestros verdaderos recursos: esos que nos hacen ser solidarios, empáticos y colaboradores de necesidades, de servidores.



La Llamada Orante nos hace el reclamo hacia esa disposición sin culpa, sin agravios, para que la vida no sea una demanda permanente de exigencias, sino que sea un fluir sembrador de afectos, de cultivos de necesidades satisfechas.



Nos llaman orantemente para que testifiquemos nuestra procedencia, ejemplaricemos nuestras virtudes, hagamos de nuestra presencia una liberada brisa que alimenta.



Que alimenta, porque sabemos levitar sobre las aguas.

Porque nos han dotado de fantasías, imaginerías y visiones extraordinarias.



Y así nos hacemos “levitadores” que evitan la confrontación, las pugnas entre verdades, y las erudiciones impositoras. Todo eso que evita la improvisada Providencia, que evita la Creativa solvencia.



Que cada suspiro sea el preámbulo de un idilio.



***



Lema Orante Semanal

 

Nostalgias de paraísos

25 de diciembre de 2023



Hierven… hierven las heridas del pasado; cuecen los dolores transcurridos; se agitan las promesas incumplidas; gritan los esperanzados futuros.

Como ruedas que transcurren, que giran, que tienen manecillas de tiempos, de relojes imperecederos que repiten: las tres, las cuatro, las cinco, las seis, las siete… ¡y parecen nuevas!

Y así la humanidad se agita en sus historias latentes. No ve… no ve el transcurrir de las estrellas, siempre diferentes.

¡No se atreve a lo imposible! Se agarra a lo posible.

Nostalgias… sí, nostalgias de paraísos, de vidas sonrientes. Nostalgias de “mundos a la medida”, que requieren esclavos a la porfía. Y que cualquier logro sea producto de un combate, de una esforzada actitud. Si llegara “por casualidad”, sería poco valorable.

¡Ay! Se escinden, se encienden las alarmas, cuando el desespero se agita.

Y ya, vencidos, imploran y rezan.

Y el verdugo no tiene clemencia.

Demasiado tarde.

¿Es posible que humanidad –humanidad de ahora- agote la paciencia de la Providencia?

¿Es posible... es posible que, al amparo de las sapiencias, el ser se proyecte al sacrificio constante, a la épica muerte de aplausos de silencio? De esos que la muerte nunca escucha.

Y se dice que se aprende.

Se dice que se avanza.

Y se emplean comparaciones, para inclinar hacia un lado –u otro- la balanza.

¡Ah! Ya se dijo que las comparaciones eran odiosas. Sí, quizás aludiendo a que cada ser debe ser la identidad que le reconforta, la identidad que le identifica con su consciencia de ilusiones, con su carisma de improvisaciones, con su sentir de Universo.



Nos llaman a orar en sentencias, con versiones de prosa poética. Esa que puede entrar por alguna rendija, a la escucha, a la escucha dormida y acostumbrada a solo oír lo que apetezca.

¡Ah! ¿Y será porque un verso te puede hacer ver lo que la ceguera de la egolatría no te permite?



Y se reclama como proeza llegar a los abismos, ¡al precipicio! E igual fama reclama caerse y despeñarse, que librarse y volver indemne. Las dos posiciones tienen su codicia y su aplauso.



¡Ay! Pero los abismos sólo están para que la Misteriosa Creación nos lleve a las profundidades del nacimiento de las estrellas, esas luminarias que guían hacia la contemplación eterna.

¡Sí! ¡Los abismos están para que nos lleven a percibir el nacimiento de las estrellas!, como si de un parto se tratara.

¡Ay!, ¡qué poco se ven los cielos oscuros! Nos reclaman nacimientos. Nos tocan la puerta para abrirla y ventilar nuestros alientos.

Para eso están los abismos. No para sentirse héroe muerto o vivo.



Y llegan las noticias y los avisos de las advertencias de esos pájaros de mal agüero que disfrutan con la insolencia de la mentira y con el temblor del miedo.

Esos que te avisan de que has de volver a la senda que ya está pisada y repisada... y que palpita en desesperos.

¡Ja! La norma, lo normal llama la puerta. Viene con “juez de paz” y con “notario de fe”... y con la anuencia de ciencias de sapiencia.

Y el ser se postra y obedece, vencido en una guerra más.



El orar se hace esquivo y... vergonzoso. ¡Apenas si se lo puede nombrar! No se le ve la renta inmediata.

Así que hay que guardar, esconder la oración en algún armario o baldosa o disimulada pared falsa.

Que no se vea. Que sólo se evidencie que ¡soy yo! No vayan a pensar que soy un cobarde que me escudo en la oración.

Y los valientes son los triunfadores, los que logran, los que consiguen, los que tienen.



Sí, siempre queda la ruleta. La bolita va... –“¡no va más!, ¡no va más!”, dice el crupier- y salta de un sitio a otro, entre negro y rojo, y entre número y número… ¡y casi toca! “Casi”.

Y al que le toca, se envalentona y apuesta más.





Y decía la exclamación: “¡Señor!, ¡Señor!, líbrame de las aguas mansas, que de las bravas me libro yo”.

Sí; tiene sensatez el dicho. Lo grotesco se ve venir. Lo sibilino y aparente... penetra y sorprende… y hasta parece fiel.

¡Cuánto queda por hacer! ¡Tanto!, que... todo está por hacerse.

Faltan vidas, en cada vida, para alcanzar la visión lejana –pero con la esperanza cercana- de cómo nacen las estrellas.



Pronto, que es ¡ya!, se nos pide nuestra identidad, que debe ser, para que sea idéntica, igual a lo que se muestra. No valen las apariencias.



Pero ¿cómo sería un mundo sin apariencias...?



Parecen ser necesarias para limar asperezas, para crear expectativas, para generar confianzas.

Vanidades disfrazadas, que hacen al roce, suave, pero la herida aparece.



Nos llaman a orar entre ráfagas de desespero, como en callejones sin salidas; cuando, en realidad, lo que hacen –al llamarnos así- es quitarnos las costras, quitarnos las apariencias, resaltar nuestras consciencias... y darnos el empuje y el atrevimiento de sincerar nuestras palabras, de promover nuestro mensaje, de sabernos intermediarios entre lo Inconmensurable, lo Innombrable, y la nimiedad realizable de cada día.





¡Pronto!, ¡ya!, se piden, los Universos –los Universos que nos rodean-, se piden entre sí explicaciones de por qué esta especie de materia viviente, ególatra, soberbia y vanidosa, ocupa un lugar. Ocupa un lugar.

¿Qué virtud le adorna –dicen los Universos reinantes- para permanecer...? ¿Qué belleza posee para prevalecer...? ¿Qué logro ha conseguido para... ensalzar su presencia?”.

Los Universos no obtienen respuestas. Se vuelven contra la Suprema Decisión. No en rebeldía, puesto que se sienten en consciencia herederos de la decisión de lo Innombrable, pero sí como curiosas preguntas.



¿Es que... –dicen Universos- es que no recibieron suficiente Amor de Creación? ¿Es que no tuvieron suficientes mensajeros de promoción? ¿Es que les faltó algún recurso, para no llegar a ser transparentes en ilusión?”.

¿Qué misterio guardas, Misteriosa Creación?



Quizás –dice otro Universo reinante-... permanece esa extraña creación, por detalles insignificantes, por momentos de... extraordinarios, excepcionales, únicos e insólitos momentos. Y no están sujetos a eternidades infinitas de eones inconclusos.

En consecuencia, ¿esa “nimiedad” de aconteceres extraordinarios, insólitos, excepcionales, únicos, son los que mantienen la…?”.

Parece escucharse a lo lejos… un “¡Sí!”.

Y con ello, la Llamada Orante se hace revelación, para inculcar –en cada acción, en cada posición, en cada respuesta, en cada palabra, en cada suspiro de vida-… hacerse consciencia extraordinaria, excepcional, única, insólita.



Quizás ése sea el aliento inmortal que ronda a la vida; a eso que se llama “vida”, que tiene principio y final.



.- ¿Y queda tiempo y lugar para…?

.- ¡Nunca existió el tiempo! Y el lugar es infinito.



.- ¿Estamos, entonces, habitando sobre medidas... falsas?

.- Sí... Son rentables, manejables, poderosas, siempre y cuando los seres no se decidan a ser lo que son. Y no caigan en la falsa ilusión de poseerse a sí mismos.



Despojarse de la herrumbre de lo pasado.

Renovarse en la ilusión de lo que acontece, sin la sombra aparente de lo que ocurrió, con la entusiasmada ilusión de lo extraordinario, lo excepcional, lo único.

Y es así como podemos ir respondiendo a las preguntas de los Universos que habitan, que preguntan.

Y es así como intuimos, en la Llamada Orante, las sugerencias, los lenguajes entre palabras, ¡y con ellas!, que nos hacen ver nuestras envolturas.

Y así, ir limando las apariencias, para que puedan abrirse los pétalos que están encerrados.

El perfume de amor es selecto. Elixir de exclusividad.

Y ese adorno está; está en nosotros.

Está, pero las conveniencias no aconsejan sus perfumes. Las justificaciones no son partidarias.

¡Qué lastimosa presencia! Urge ¡la rebelión! Esa que no castiga ni golpea, sino que revela y hace emerger la imagen, la flor, el perfume, su selección.





El aleteo de las alas del arco iris no se ve, pero es incesante.

Es el amanecer que envuelve... y nos aposenta en la insólita posición: esa que sabemos y nos da vergüenza.



Si es hoy, mejor.







***