domingo

Lema Orante Semanal

 

EL EJERCICIO DE LA VIRTUD NO NECESITA PROPAGANDA

19 de febrero de 2024



La Llamada Orante nos sitúa en la “advertencia” de nuestras capacidades de conocer, de escuchar, de decir, de propagar…; de informar.

Una severa crisis informativa rodea toda la comunicación humana. “Crisis” en cuanto a que la información se pliega y se adapta según los intereses de quien propaga tal o cual informe.

Ya se dijo –ya se dijo mundialmente- después de las Torres Gemelas, cuando el presidente Bush advirtió que “a partir de ahora, toda la información estaría revisada, regulada”, y se reservaban el derecho de informar, de acuerdo a las necesidades de Seguridad del país.

Quizás ese momento, por marcar un punto de inflexión. Porque la mentira no es de ahora...; campea por sus dominios desde que –como decía la canción de Silvio Rodríguez- desde “el primer hombre que mintió, que mintió, que mintió”.

Pero cierto es que la rentabilidad de la información sesgada, semi-verdad, probable o absolutamente falsa, es el recurso de inmediata renta; que puede durar poco, puede durar bastante o puede durar mucho. Con lo cual, la Historia –esa fingidora de realidades- se trastoca aún más.

Ya sabemos todas las trampas de información que tienen que elaborar los Estados para garantizar actuaciones, intervenciones… que oficial o legalmente no podrían hacerlo. Salvo con la justificación “de”.

¿Recuerdan ustedes –seguro que sí- cuando todos los dominadores cristianos, católicos creyentes, buena gente, afirmaron tajante y rotundamente que Irak tenía armas de destrucción masiva? ¿Recuerdan? Y con ese motivo se invadió el país iraquí, se bombardeó, se masacró… ¡años! Y sigue la dominación de otra manera, ya sin guerra oficial.

¡Cómo es posible! ¡No había una sola arma! Lo reconocen años después. ¡Y no pasa nada! No. “Nos equivocamos. Las informaciones que nos dieron fueron…”.

Collin Powell, en la Naciones Unidas, proclamaba con absoluta certeza y seguridad que habían observado almacenes que guardaban armamento; habían observado, habían visto, habían comprobado que transportaban armas de destrucción masiva.



Claro, esto comprometió a todos los países creyentes –de la rama occidental, claro- a defenderse. ¿De qué?

Pero, claro, interesaba por otras razones: dominio, control, expansión, petróleo, etc.

Y una mentira que asuste lo suficiente pues es capaz de desencadenar una guerra. De igual forma que había que buscar un hombre en un país, que era malo –el hombre-, y se invade el país: Afganistán. ¿Por qué? Porque había un hombre malo.

Como en España no hay ningún hombre malo, por eso no nos invaden. Ni en Francia, ni en Italia… Hay países en los que no hay hombres malos, entonces no hay motivos para invadirlos.

Cuarenta y cuatro países participaron en la mentira de “cazar” a Osama Bin Laden; luego, vilmente asesinado con nocturnidad, alevosía, transmisión en directo, en otro país, y sin ningún tipo de defensa.

Pero esto es la carcasa; la carcasa de detalles mundiales que, hasta los mismos ejecutores…

¡Ah!, por cierto: por esa hazaña le dieron el Nobel de la Paz a Obama. Detalles sin importancia.

Pero cuando esa carcasa de poder, del poder, se establece como norma y... ¡y no pasa nada! –porque, claro, ellos son el poder, la ley, el orden; ¡ya es bastante admitir “equivocación”!-, eso se propaga en toda la comunidad humana. ¡Claro!

Y se hace, de la convivencia y de la comunicación, una apariencia cargada de “información” debidamente manejada o patológicamente expresada o paranoicamente motivada.

Fíjense: en otro orden de cosas, salía una noticia en la que se aseguraba que los huertos –fíjense- los huertos familiares, locales, contaminan muchísimo más con CO2 y contribuyen más al empeoramiento del cambio climático, que los grandes y kilométricos cultivos que generan las grandes potencias.

Y es una noticia que sale así… ¿verdad?

Por cierto, recuerden que respirar también contamina.

Y se va gestando eso que hemos venido a llamar “nublo”. Un nublo general en el que la vanidad, la importancia personal, la soberbia… y un largo etcétera, van gestando historias en torno a todo... que no se corresponden con lo que acontece, ¡pero!… pero obtienen el beneficio personal del que lo promueve o de los que lo promueven, obtienen el beneficio social de lo que cambie...



La Llamada Orante empieza por la visión mundialista, pero, en lo pequeñito que somos, tenemos las huellas de esa perfidia que el ser desarrolla en base a darse cuenta de que la información es poder, la información es valor –que se valora “según”...- y la información es ganancia y logro.

Y si bien la información es valiosa porque descubre, porque comparte, en la consciencia convivencial del humano se ha convertido en ese nublo en el que todo vale, en el que todo se dice y en el que todo se condena.

Si luego hay que rectificar, ¡bueno!, pues se rectifica. Mientras tanto, que permanezca en el corredor de la muerte o en cadena perpetua o en libertad condicional.

En la época de la información, ésta hace estragos en la Historia. Y nos presentan las verdades –sic- que más interesen, las que más daño hagan, las que más periódicos vendan, las que más intereses conlleven. Todo, menos permitir eso que tanto cacarean las democracias, que se llaman “libertades”, que se llaman “verdades”.



La Llamada Orante nos advierte de que estamos en ese caldo. ¡No ahora! Llevamos mucho tiempo –por decir una frase sin sentido: “mucho tiempo”; ¿qué es mucho tiempo?-sometidos a esa comunicación deteriorante.

Y si antes cultivabas en tu jardín coles de Bruselas –para ser original, porque son de Bruselas-, ahora, como eso aumenta la huella de carbono, tendrás que arrancarlas.

Es un ejemplo.

Y, claro, habrá personas… iba a decir “sensatas” –no creo que eso exista, o sea, sí existirá, pero poco- que dirán: “No, no, pero qué me cuentas. Yo seguiré comiendo coles de Bruselas para sentirme europeo”. Pero habrá –claro- quien lo asuma totalmente.



Es que... –y ahí está el quid del Sentido Orante de hoy- es que hemos llegado a un punto de la comunidad humana en que la verdad es dañina, en que la verdad es peligrosa, en que la virtud es obscena, en que la libertad es condicional, siempre.

Hemos llegado a un punto en que, por supuesto, todo lo que no esté de acuerdo con lo establecido es digno de tenerse en cuenta como ¡delictivo!



¡Aún no es un delito orar! Y se puede hablar como ahora. Aún. ¡Pero hagan una simple, simple, simple oración en un restaurant! No en voz alta, no, no, no, simplemente concéntrese un instante, y verán como todo el restaurante –bueno, algún despistado no lo hará- se fijará en ustedes.

.- ¿Y ése qué hace?

Quedarán señalados durante la velada. Y como se les ocurra tomar vino: “¡Oh! ¡Pecador! ¡Alcohólico!”. Sí. A partir de ahí empieza la volumetría de la especulación. Y como los comensales no estaban muy contentos con sus respectivas historias, pues se crea una historia de inmediato. Con un poco de suerte, pueden terminar la cena sin que los expulsen del local.

Seguro que algunos pensarán: “Qué exageración”. Por si se creen algo –y en este credo orante sí lo creo-, hace casi 30 años nos expulsaron de un restaurant en Suecia, en Estocolmo, por hablar un poco alto y por reírme. Conturbaba la calma de la cena de los comensales. Y después de dos llamadas de atención, nos invitaron a abandonar el local.

Esto era en el milenio pasado, sí. Ahora es peor. Ahora seguramente te han filmado, te han fichado, te han… no sé, cualquier otro seguimiento personal.



Y ese clima, ese clima de información, en la época en la que tenemos todas las tecnologías dispuestas, incide, sin duda, sobre nuestra comunicación, sobre nuestra sintonía a propósito de la Llamada Orante.



En consecuencia, claro, nosotros ya pasamos... Aunque de vez en cuando alguien pueda pensar que esta forma de orar no es oración. No. Esto es un speech publicitario que...

Increíble, ¿no?

Porque orar… porque orar es ¡lo que se sabe de toda la vida!: es pedir, es exigir, es sufrir, es llorar. No es descubrir, no es escuchar, no es clarear la mente, no es comunicarse con la supra consciencia creadora, ¡no! ¡No tiene nada que ver con eso! Eso son speeches evangélicos publicitarios.

Y como la imagen de Dios es de ese perseguidor de pecadores, entonces hay que acudir a orar para arrepentirse, para sufrir. Y por supuesto siempre la misma oración.



Como hemos dicho en otras ocasiones... en la Llamada Orante: no tenemos antecedentes. Nos ponen antecedentes.



Y en base a esa creencia, en base a esa convicción del Misterio y hacia el Misterio Creador, permanecemos.

Estamos y vamos testificando, con nuestro hacer cotidiano, otra historia; otra historia que no es la historia que nos ponen, que nos han puesto.



Que la historia de la Llamada Orante es la historia de un amanecer: el que nace por el amor de la Creación.

Que la historia de una Llamada Orante es la búsqueda de nuestra identidad y nuestra sintonía con el Misterio Creador. El abarcar nuestra cotidiana acción bajo el sentido virtuoso... y bajo la mirada de Universo. Y, con ello, cada día es diferente, ¡distinto! Y podemos hacer cosas parecidas, pero no iguales.



La Llamada Orante nos cuida. Nos advierte de que no somos culpables. Nos recuerda que tenemos un instinto de santidad. Nos anima a la valentía de la sinceridad en el momento adecuado. Nos promueve en el servicio, sin satisfacer egoísmos. Nos provoca para que veamos la virtud en el otro. En definitiva, para que le veamos a “Ello” –Misterio Creador- en cada esquina y en cada rincón.



Y, para ello, la Llamada Orante nos sitúa en este mundo mundial, en el que cualquier cosa que pase en cualquier recóndito lugar, podemos tener consciencia de ello, ¡ya!

Ya han ejecutado a un preso asfixiándolo con nitrógeno, en Estados Unidos. Porque hace dos años lo condenaron a muerte, y estuvieron cuatro horas buscándole las venas y no se las encontraron, en cuyo caso pues lo dejaron, ¿verdad? Y ha estado dos años más en el corredor de la muerte, y ahora se han inventado un método más eficaz: una máscara que además de oxígeno tiene nitrógeno, y poco a poco se quita el oxígeno y sólo se deja el nitrógeno.

Funcionó. Cómo no iba a funcionar: cuando se asfixia a alguien, se asfixia.

Se ha cumplido con la ley. Ya tenemos un nuevo método. Dicen que tampoco se sufre tanto; que, quizás, 7-8 minutos así, de que… pero no se sabe seguro.



Así que lo que sí nos ha mostrado nuestra humanidad –y esto es muy significativo en nuestra Llamada Orante de hoy- es que, igual que se propaga todo tipo de información intencionada con el beneficio, la renta, la destrucción, el control, el dominio, según intereses de países, sociedades, personas, etcétera…

Que parece que, bajo ese punto de vista, estamos en el reino del mal.

.- ¿En el reino del mal?

.- Sí. Pareciera.

Pero digamos que la buena noticia, la buena noticia es que también –también- las bondades, las virtudes, las intenciones, las proyecciones de ayudas, de auxilios, de amparo, de consuelo, ¡también viajan!, ¡¡también van!!, ¡¡también existen!!

¡Ay, si no existieran!

Pero, claro, no hacen propaganda, no; no salen en la prensa, no; no salen en X”; no salen en... todos los medios que nos aterrorizan. No. Ahí no salen.



Pero como dijimos en otro momento orante: “Una gota de virtud disuelve un océano de maldad”.

No es un consuelo, no. Es más evidente de lo que parece.

Porque quizás –dejémoslo en “quizás”- la Llamada Orante nos advierte de que, en ese caos traumático de informaciones tendenciosas, pretenciosas, maniqueas, dominantes, etcétera –todos los adjetivos que quieran- está... –por estados, por gobiernos, por sociedades, por comunidades, por grupos, por personas-, al lado de todo eso que vocifera, está el silencio. Está el silencio de la virtud. Está el silencio de la realización de ideales. Está el silencio del servicio no propagado, no propagandeado.

También está.

Y no… y no en combate con lo obsceno y lo vulgar. No. Eso es lo que se busca en el tono general de la vulgaridad, ¡pero no!

La Llamada Orante nos advierte de que el ejercicio de la virtud, el testimonio de lo que se piensa, se siente y se vive, no necesita propaganda y no precisa combate. No.



Y como decía también la canción, a propósito de la virtud: “que es como la primavera; no precisa jardín”.

Y, claro, para las mentes ordenadas y rectas, no se puede dejar que crezcan las… ¡No! ¡Hay que controlarlo!, ¡hay que dominarlo!, para que esté a nuestro gusto.



Sí. Tenemos que tener presente, permanentemente, la consciencia de dónde estamos.

La consciencia de ese entorno.

No para defendernos, pero sí para advertirnos.

Sí, para no caer en el contraataque.

Sí, para no desviarse de la virtud, con sus caídas, sus levantadas, sus errores, pero… seguir.





La Especie Vida, la materia viviente, y todo lo que ello implica y significa –desconocido, por supuesto, pero que en apariencia “conocemos”- es producto de una Bondad, de una Compasión, de una Misericordia infinita. Y por mucho que se la intente manejar, manipular, controlar, está fuera del alcance de esos ataques.

Pero efectivamente –cierto- que, cuando uno ejercita la Compasión, la Bondad, la Virtud, en este plano, y la respuesta es violenta, inquisitorial, más que crítica, “ácida”, es fácil que nos desanimen, nos quiten la tendencia que nos ha abierto el Misterio Creador en nuestro proceso, y cunda el desánimo, la duda. ¡Sí!...

¡Y la huida!, claro.



Pero como dice esa sentencia, que en este caso nos resulta ilustrativa: “Muchos son los llamados, y pocos los elegidos”. Sin ánimo de que los elegidos son unos virtuosos maravillosos, no, no, sino que, en el misterio de la vida, ésta se vale de unas artimañas que están por encima de nuestra comprensión.

Y podemos tender a caer y señalar lo malo y lo malo y lo malo; y lo bueno, pues...

Y en vez de ejercitarnos en lo bueno, en lo bueno, en lo bueno –que es lo que indica la Llamada Orante-, gran parte del momento se emplea en la defensa, en la contraofensiva.

¡No! No. Es la perseverancia en la creencia, es la perseverancia en lo que se siente como idealismo fantástico, y que se ejercita en la medida en que hablamos, andamos, nos vestimos, nos limpiamos…

En cada detalle está incluida la práctica de la virtud.

Pero no tiene ningún apartado de ataque.

Su defensa es el testimonio; sin que se considere defensa.



La Piedad es la verdadera protagonista de la materia viviente.

La Piedad es la verdadera referencia de la Especie Vida.

La Piedad es la que nos reconforta ante la injuria, la avaricia, la vanidad.

Esa Piedad que se siente cuando, en consciencia, descubrimos nuestra ignorancia y nuestra inocencia.



Ámen.





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Lema Orante Semanal

 

Nuevos seres de causalidades, por las eternidades del Misterio Creador

12 de febrero de 2024


El humano proceder de las zonas de poder... extiende su hegemonía con el brazo armado, y con la violencia expresada en actitudes y palabras.

Por momentos pareciera que son justas las peticiones de unos y las de otros, con lo cual sería muy fácil hablar y resolver las diferencias. ¡Pero no es así!

El triunfo prevalece por encima de cualquier propuesta.

Y ese demoledor propósito guerrero, también podría interpretarse como ese destruir lo... lo caduco, lo inútil, lo inapropiado… Quizás haya algo de eso en el ánima con aspiraciones idealistas... guerreras.



La pólvora es hábil en su marcha.

Se encendió hace… hace mucho tiempo, cuando tan sólo era un juego.

Y luego se vio que explotaba y destruía.



En este clima, en este clima de violencia, guerra, poder… podemos –y es una advertencia de la Llamada Orante- pensar que: “¡Bueno!, eso ocurre allí, allá...”.

¡Atención!...

Que la alerta esté atenta.

Que la prevención se despierte.

Porque esa corriente de destrucción, exterminio, persecución, poder, dolor, está ¡ardiente!

Y de una simple envidia o rabia o discusión... puede encenderse una agresión.



Y es así que el orante cuida su testimonio; se alerta de sus entornos... y sabe esgrimir la bondad, la acogida, la complacencia, la amabilidad, sin dar pie a lo guerrero, a lo castigador, a lo perseguidor, a lo culpabilizador.



Porque lo violento necesita de una oposición de su “textura”.

Y es la más fácil actitud a desarrollar.



No predisponerse a la defensa, ante la evidencia de un posible ataque –del tipo que sea- sino, más bien, promoverse en la acogida, en la disposición de escuchar, de comprender, de entender.



Sí, es cierto. Sí, es cierto que hay momentos y circunstancias de una violencia desproporcionada.

En esos casos, la habilidad de la esquiva, la habilidad del silencio, la habilidad de... no enfrentamiento, la habilidad de la huida.



Y pensar; pensar en el sentir, que... el otro o los otros son de humano proceder. No... no son de otra naturaleza. Han desarrollado una naturaleza inapropiada.



Y justifican su “estar” con la violencia del poder y la destrucción. Y así poder hacer valer su importancia.



Todo ese semillero está distribuido en los estilos de vida que cotidianamente vivimos.

De ahí que la Llamada Orante nos haga esa advertencia.



Estamos en un vivir de pretensiones dominantes, incisivamente violentas..., por pensamiento, palabra, obra u omisión.

Una ley, una orden, una inspección, un control… son muestras claras de una progresiva legislación mutilante, arrogante.



Y, bajo el Sentido Orante, debemos desarrollar, ante todo ello, una actitud de bienvenida, de escucha.

De aguardar a la oportunidad de expresar nuestro parecer, nuestra visión.

De hacer ver que no somos enemigos a los que hay que vencer...; que no somos oponentes, ni peligro.



Y es así como… el testimonio se hace ¡fértil!; disponible y dispuesto a servir.



Sin ningún replanteamiento y sin ninguna duda: el idealismo de la creencia, el sentido de la búsqueda, la interpretación providencial, la confianza plena en nuestro estar... no admite valoración, no admite discusión. Se podrá ir más rápido, más lento, más quieto… pero se va. Se sigue.



Y en esa alerta y en esa atención, no crearemos ningún resentimiento.

Pocos consentimientos, pero… innecesarios enfrentamientos.



Todas las bondades que se puedan expresar son posiciones negociantes para calmar, para aspirar a conversiones, para promover nuevas realizaciones.

Pero nuestra relación con el Misterio Creador no es negociable. Descubrimos, en nuestro estar, en nuestro hacer, en nuestra práctica de visionarias sensaciones, meditadas propuestas, llamadas a orar que nos incitan a contemplar.

Todo ello nos promueve en esa referencia de lo Eterno. Y en esa promoción no hay negociación. No es necesaria. No es de ese plano.

Es por ello que, en la medida en que asumimos lo orante, lo meditativo, lo contemplativo, como elementos consustanciales a nuestra naturaleza, podremos guardar una posición –en esa atención y alerta- que nos permita continuar, proseguir, testimoniar. Y, en esa medida, ser de utilidad a los que en guerra, violencia, dominio y control están.

Porque, en esos planos, se agotan, se desesperan, se deprimen, se asolan. En cambio, cuando el nutriente ora, medita y contempla, descubre, aprende, se ve, se proyecta, ¡se promueve!

No genera angustia, ni ansiedad, ni soledad, ni tristeza. Más bien por el contrario, genera entusiasmo, reflexión, disposición y… una mutación transmutable como ser de misterio, como entidad mística.



Y en este magma en que nos toca transcurrir, el auxilio de la Llamada Orante nos arropa, nos cuida, nos orienta; nos da ese perfil amante de que podemos descubrir en nuestro interior y ejercitarnos en nuestro convivir.



Nos hacemos cuidadores sin rentas, auxiliadores sin méritos, disponibles sin arrogancia…; creyentes sin demandas...; virtuosos por servir.

Y con ello, ser motivos de alegrías, transmisores de entusiasmos, prometedores cumplidos, ¡cumplidores!



Nuevos seres de causalidades, por las eternidades del Misterio Creador.

 

 

 

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Lema Orante Semanal

 

Evidenciar la Vida

5 de febrero de 2023

 

Nos llaman a orar, para que recordemos, recordemos… recordemos que somos testigos de un acontecer insólito: La vida.

Formamos parte de una Especie Vida que habita en los Universos, más allá de cualquier comprensión o capacitación que podamos desarrollar aquí.

Pero también aquí, en este lugar de Universo, palpita la Especie Vida, palpita la materia viviente humana; y su –por así decirlo- “oficio” es testimoniar esa evidencia.

Testificar que estoy ¡vivo!

Y, para ello, debo emitir la voz, gesticular mi presencia, expresar mi consciencia, clarificar mis intenciones, mostrar mi solidaria esencia... inevitable, ejercer las prioridades que garanticen… –que garanticen- el entusiasmo, la esperanza, la fidelidad.

Y en la medida en que estoy y atestiguo mi presencia, más allá de la huella del carnet, del papel...; más aquí, en la evidencia...



Es posible... es posible pasar, en vida, por la insignificancia del hacer. Es posible pasar, en vida, por la negativa a creer.

Pero nada será en balde.

Y aunque nada sea en balde, el recordar nuestra esencia universal... nos promueve para no decaer, no abandonar, no traicionar.

Ser ese fiel reflejo de un ama-necer... que inevitablemente llega, como la inevitable oscuridad del anochecer.



Si somos “evidencias testimoniales de una Creación”, en nuestro recuerdo de acción a través de la preexistencia-existencia debe ser una constante en la actitud.

No se puede dejar para luego. ¿Acaso se retrasa... la salida del sol? ¿Acaso se oculta a la llegada del invierno?



Cualquier elemento constituyente de vida testimonia su presencia. Y lo hace puntual. Y lo hace conforme a su capacidad.

No se oculta para más tarde.

Y es así que el ser de humanidad suele aplazar y aplazar sus... memorias; sus memorias sentidas, esas que testimonian lo que se siente, y que lo hacen con elegancia, prudencia, belleza, amabilidad.



Sí. Podemos ser tormenta y rayos, pero sabemos que somos también arcoíris.

Sí. Podemos ser sequía y... resquebrajadas tierras, pero también podemos inundar.

Aunque seamos extremos, buscamos el equilibrio. Ese equilibrio en el que el Arte de Vivir, el Arte de Amar, se escenifican con dulzura, con ternura, con sonrisas.

No guarda amarguras, ni rencores, ni pesares.



Sí. Además de nuestro recuerdo de... el pequeño transcurso, este recuerdo orante de habitantes de Universo que testifican el insólito acontecer de vivir, debe ser un prisma en el que nos veamos reflejados.



Podíamos preguntarnos:

¿Cómo testifico la vida?, ¿mi vida?

Soy testigo de un acontecer insólito en el Universo y... ¿y no deparo en su naturaleza?

¿O bien me han dado recursos, como el orar, para preguntarme por mi vivir?:

¿Cómo es tu vivir, criatura excepcional, única e irrepetible?



¿Qué calidad de amor... realizas?



¿Qué calidad de compromiso... ejercitan tus creencias?

¡Háblame!, ¡háblame!, vida humana, de tus experiencias.

Háblame de tu vivir sonriente y de tu dolor hiriente.



Pero, sobre todo, háblame de ti como unidad viviente, unidad latente… cargada de recursos, llena de recuerdos de Universos”.



Testigos somos de un acontecer. Y testimonios urgen para rehacerse, reconvertirse.


La Sensación Orante nos transmite la idea de que está cada vez más próxima... la testimonial decisión de sentirse lo que se es y de expresar a lo que se aspira.



Esa sensación de cercanía, de que la vida reclama –como entidad suprema-, a los integrantes de ese acontecer, que testifiquen su presencia, que testimonian sus creencias, que sinceren sus expresiones, que abandonen las apariencias...



Que acomoden sus proyecciones...

Que se entreguen a sus fidelidades, con la certeza de la ilusión, de la fantasía...; ¡con la convicción propia, y no ajena!



Sí. Por decirlo de otra forma: parecen acercarse los momentos en que nos pidan las cuentas.



Al menos, devolver en igual medida que lo que te dieron.



Mas bien sabes que te dieron... “ciento por uno”.



Parece anunciar, la Llamada Orante, una llamada para que la atención se despierte... y que la respuesta al testimonio se exprese.

Y verse dando... cien, cuando nos dieron uno.



Porque nos constituyeron, nos engendraron, nos trajeron, nos dieron de beber, de comer.

Nos dieron el habla, nos dieron los pasos... y nos hicieron descubrir.

Y aprendimos las letras... y supimos leer.



Y aprender… aprender a descubrir, y a hacer de nuestras experiencias un caudal... un caudal de bellezas, desechando lo inadecuado, lo inapropiado, lo vulgar, y acrecentándose en lo virtuoso, en lo generoso, en lo valioso, en lo excepcional...; en lo extraordinario...; ¡en el estar el día a día de forma original, y no quedarse recogido en “un día más”.


El transcurrir no espera.

Sí...

En punto hemos de estar, en la estación que nos corresponda.

Nos aguardan.

Nos necesitan y los necesitamos.



El Amparo está presente. El cobijo del cuido no se descuida.

La Providencia Fundamental... no escasea. De ahí que nuestra prosperidad deba ser evidente.



Evidenciar la Vida.





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Lema Orante Semanal

 

La translúcida posición: 

ser lo que se es

29 de enero de 2024


Amenaza sin miedo el ama-necer. Amenazan sin miedo los que nacen por amor.

Y con puntualidad acude la luz, y la infinita e inmensa oscuridad de Misterio se nos muestra generosa, complaciente, bondadosa.

Y con ello nos libera del pensar en lo oscuro, bochornoso y malo..., y lo claro, bendito y santo. Y nos afiliamos a una disolución de lo dual y a una impecable precisión del influjo, hacia lo viviente, de ese Misterio Creador que se cimbrea en la lluvia. Que en cada gota va un mensaje. ¡Ay! Que nos reclama –en cada novedad, en cada imprevisto, en cada inesperado-... nos reclama una respuesta, una actitud ¡sin agobio!

El Misterio Creador no es un francotirador. Es una precisa, oportuna e inconmensurable posibilidad; “posibilidad” como... no entre la duda de o no, sino posibilidad en cuanto a lo infinito de sus recursos.

Y a cada ser le toca una de esas gotas, y le hace mensajero. Y es necesaria esa gota. Y cualquiera podría decir: “Bueno, una gota menos…”. No. La pulcritud de la Creación es insondable. ¡Sí!, de vertiginoso caer en el abismo. Y aun así nos sujetan y nos amortiguan para que realmente mostremos y ejercitemos nuestro mensaje. ¡Sin retraso!... Con el apunte preciso de la oportunidad adecuada. “Con el apunte preciso de la oportunidad adecuada”.



Y es así como el ser sintoniza con la Creación y sabe posicionarse. Un “saber” sin estudio, sin preparación. Un “saber” que se deja llevar.

Como decía el salmo: 1Llévame en pos de ti.

Y ese “ejercicio” –llamémoslo así- no es un maniqueísmo esotérico –con respeto a todo ello-. No. No es un maniqueísmo esotérico. Es una practificación en el estar. En el “buenos días”, “hola”, “qué tal”; en la sonrisa, en la seriedad.

Es mostrar las transparencias.

Ese don de importancia personal que nos ha hecho –y que pretende hacernos- sólidos bloques inamovibles e irreductibles, racionales, sedentarios y obtusos, en realidad, todo eso es una transparencia. Pero el hedonismo, al perder lo importante –que es “destacar”-, hace que esa transparencia se vuelva espesa, densa. Deja de ser translúcida.

Y la Llamada Orante nos invoca a esa transparencia, la cual no impide la intimidad, la silenciosa posición, la trayectoria del mensaje personal...

Ni somos cristales rotos ni opacos, ni somos transparencias expuestas a ser pintadas, golpeadas o... a esconderse para no romperse.

Lo traslúcido del ser no tiene miedo. Se expresa en lo adecuado, en la oportunidad que surge, que reclama. ¡Y nos sorprende, y sorprendemos! Y eso es el reflejo traslúcido y es la innovación creativa, expansiva.



La Llamada Orante nos recuerda que la Especie Vida es un acontecer insólito e insondable, y que tenemos que ejercitar esa consciencia, a la hora de estar, en la que todos son imprescindibles y necesarios. Que los que están, los que transitan y los que aún no están... son absolutamente necesarios.

Y en esa necesidad está el que cada ser aporte sus bondades, ¡sin esclavitud!, sin renuncia a su mensaje. Porque cierto es que, en la comunidad de la materia viviente humana, se da esa posición sacrificada, de renuncia, para que otro progrese.

Eso es una ofensa al ama-necer. ¿Acaso cuando amanece –nacemos por el Amor-, el Universo hace un sacrificio? ¡No! No es “no”.

Pero en lo convivencial es fácil que, para que uno resplandezca u obtenga o tenga o logre o alcance, tiene que llevar una corte de sacrificados, esclavos ‘renunciadores’ de su mensaje.

Y no por ello –“y no, por ello”- negar el servicio, la abnegación en ocasiones, la dedicación, por una transparente necesidad. ¡Claro! Pero sin que ello constituya un sacrificio. Porque hay más sacrificios humanos de los que parece, y que se cuenta en la historia como “¡algo que pasaba en el imperio maya!”, como “algo que pasaba en…”.

Algo que pasaba… ¡y pasa!

Si no, que se lo pregunten a lo femenino: si pasa o no pasa.



Con-viene –de “lo que viene con ello”, que es lo que nos lleva-, en ese translúcido instante, saber ser servidor, pero a la vez, en el servicio, ser servido. Que forme parte de nuestro destino. Un destino que no es un fatalismo protagonista, no. Un destino que es el “tino” que tiene la Creación para que cada ser disponga de su virtud, con la cual ha sido dotado por necesidad del misterio de la Especie Vida, del misterio de la materia viviente.

No hay rebajas. No hay aplazamientos. No, “lo dejaré para luego”; no, “más adelante ya veremos”. Insistimos: ¿acaso llega con retraso el amanecer?



La luz se abre camino por la bondad insondable de la oscuridad. Y hasta la egolatría luminosa admite que el Universo es oscuro en materia y energía, y no es... conocido. Es Misterio. Pero es “Creador”.

Y en ese símil o en esta muestra, podríamos decir que cada ser es un translúcido instante en la insondable oscuridad. Y, en consecuencia, somos –cada uno en sus distintas posiciones- ese “luminoso” que nos alumbra... y que la Creación utiliza para llevarnos.

¡Aleluya!



Sí. ¡Aleluya! porque, de ser así –y así se expresa la Llamada Orante- no precisamos ser importantes, no precisamos ser fundamentales ni precisamos ser protagonistas, ni precisamos ser sabedores de microbios, de universos, de bacterias, de materiales o de cualquier cosa de la que decimos saber.

Como decía otra Oración: “somos extras de la película, ¡no somos protagonistas!”. ¡Qué alivio!...

El que se erige en protagonista diariamente –y es lo más frecuente-, aparte de gastar una energía enoooorrrrme en acicalarse, en cuidarse, en callarse, en ocultarse, en mostrarse... ¡Uff! ¡Qué fatiga! ¡Qué fatiga, ser lo que no se es! ¡Fatigosísimo! Hay que ponerse la careta, la capa, la espada… ¡Por favor!

Por el contrario, tenemos la oportunidad constante, en esa translúcida posición –“la oportunidad constante, en esa traslúcida posición”-, de ser luminarias: como las luciérnagas, que en un salto iluminan.

Y no tenemos que hacer ningún curso ni ningún máster especial. Simplemente tenemos que ser lo que somos. Cada uno debe ser lo que es y sabe… –así, no a ciencia cierta, sino a intuición emocional- un poquito, un poquito, quién es. Intuye por qué le han traído, y quizás se atreva a mostrarse en lo que debe hacer.

¡No puede haber más momentos de gloria!, comparados con el protagonista, que se tiene que arreglar, preparar y demás… todos los días. No. La gloria está en ser cada uno lo que es: ¡glorioso! Porque se da cumplimiento a la necesidad y a la complacencia del servicio. Ya descubrimos el momento de gloria de cada uno. ¡Ya no hace falta ser importante!

¡Aleluya! –por eso decíamos: ¡Aleluya!-.

¡Ay! Es que fulanito...”. “¡Ay! Es que menganito...”. “¡Ay! Es que el grupo tal...”. “¡Ay! Es que el pintor cual”.

Vanidades. ¡Puras vanidades! Con chinches sin chinches... –esto no se entiende pero no hace falta-. Con chinches sin chinches. Y ahí, atados a esa historia.

Pero ¿qué es esto? ¡La vida es liberación, no es atadura!

No, porque Picasso...”. “No, porque Beethoven...”. “No, porque Pascal...”. “No, porque tal…”. Y estamos ahí, en el enredo estrangulador de una historia falsa que va demostrando sus flaquezas. Pero parece que los seres ¡no se animan a ser lo que son!, y necesitan el diapasón para marcar el ritmo; necesitan la frecuencia para…



Venimos, somos y estamos para liberar, no para esclavizarnos en ninguna especialidad.

¡Aleluya!



Y al compás de la lluvia...

Sí. Ese compás de cada gota; ese roce de lo intangible, que se diluye en contacto con lo material, y cada vez se reúne...; ese plurimorfismo del agua nos da una muestra de nuestra disposición –que agua somos-, para que seamos capaces de ese constante segundo de gloria y de ese permanente estar ‘ser-vidor’.

¡Aleluya!

Y ¡no!, no es una oración de prédica protestante, no; o de evangélicos, no. No nos identificamos con ninguna posición, ¡ni tenemos antecedentes! Cada oración es una sorpresa, un bálsamo estimulador.

Pero respetamos y recogemos lo que se reconoce, lo que en alguna medida es útil.

¡Aleluya!



Todos somos pastores y ovejas a la vez. Todos llevamos el claxon del tolón-tolón en el cuello, indicando dónde estamos, para saber con quién vamos. Sin esclavizar. Sin sacrificar.

¿Es que acaso podemos llegar a pensar que ese Misterio insondable Creador, del Universo, genera a sus criaturas para sacrificarlas cada día?, ¿para someterlas?, ¿para…? ¡Por favor!

Sí. Bajo el punto de vista hedonista –y más que hedonista, ególatra- podríamos decir que la lluvia son las lágrimas de Dios –¡sin duda!- por la posición de la humanidad.

Otra versión, pero ególatra.

Lo Divino no llora. No precisa ninguna cualidad humana. ¡Por favor! Pero sí es válido referenciarnos para sentirnos parte de toda la Creación.





La Llamada Orante se hace impulso…; impulso revelador. Un privilegio...

Un privilegio que nos inunda en nuevas magnitudes.

Y por ello debemos estar en ese Sentido Orante, para ser dignos representantes de ese amanecer; y al aparecer la primera claridad, sentirnos que somos parte de ella.

Sí. Porque... amanece para todos. ¿Y no será, no será que cada ser es una partícula infinita de ese amanecer?

¿No será que el sol –como tal estrella de mediana magnitud o pequeña magnitud, que está en la mitad de su vida- es una apariencia? ¿No será que la materia viviente, la Especie Vida, bajo el Misterio Creador, es la que nos muestra ese amanecer?; ¿que, si no estuviéramos, no habría amanecer?

Y es fácil deducirlo. Hasta desde el punto de vista físico. ¿Qué necesidad habría de amanecer, en un lugar donde no hay vida?

En consecuencia, ¿no es la vida –la vida de cada ser, incluidos los humanos procederes- la minucia de luz que hace posible el amanecer?

En consecuencia, cada uno se puede considerar un amanecer. No como “importante”, pero sí como “presente”.

Y deberíamos estar todos inmensamente agradecidos –a unos y a otros y a otros y a otros-, porque gracias a nuestro quantum de luminosidad amanece.

Y nos hacemos ecos de nacer por Amor.



Sí. Nos puede parecer exagerado, o simplemente un sistema comparativo, pero eso es por nuestra razón y nuestra ‘complexión’ de motivaciones, que ya está organizada y estructurada; y al escuchar algo que no cuadra y no cuaja, se rechaza... o se somete a discusión o se… o se vota.





Y, al orar, no dejar que la duda ocurra. No dejar que el discernir opine. Es sentir que es ser el que ora, el que escucha. ¡Porque imploran por él! Porque cada oración es un implorar de la Creación. Nosotros, tímidamente tratamos de imitar, e imploramos a la lluvia en la sequía, e imploramos a la sequía en las inundaciones, e imploramos por nuestras pretensiones....

No es ésa la posición.

Resulta –sí- misterioso y contradictorio, que el Misterio Creador implore por nosotros.



¿Nos quita protagonismo...?

Será eso.

O será que, como no podemos entenderlo, no entra en nuestro esquema.



Pero ¿es que acaso nuestro “sen...tir” entra en nuestro esquema?



Nuestro esquema se ha egolatrizado e idolatrizado por su razón, su inteligencia y su capacitación. E incluso hasta tal punto que, cuando siente –“siente”-, encontrará alguna razón para explicarlo. Y cuando la encuentra, deja de sentir.



Que el suspiro… que el suspiro luminoso, en el amanecer, se haga translúcido ¡ahora!

Y que la atrevida vida se anime a ejercitarse, por ese implorar insondable.



¡Aleluya!

***

1 Canta ese verso de “El Cantar de los Cantares”.