domingo

Lema orante semanal

LLAMADA ORANTE
20 de diciembre de 2010

Se escurre deprisa la vida, ¡y apenas!... se perciben las oportunidades; muchas, ¡cuando han pasado!… –muy tarde para vivirlas-
Se escurredeprisa… la vida; con momentos de rocío inmortal.
¡Ay! ¡Que ahí está!... lo Divino, para certificar.

Se resbala la vida… y, con ella, el andar se hace indeciso o resbaladizo, y propicia las caídas.
¡Resbala deprisa la vida!, y nos deja contemplar lo que pudo… ¡y no fue!; ¡lo que debió!… y no se cumplió; lo que se espera, y no llega. Y se escurre como no queriendo saber…

¡Ay! ¡Ay! ¡Detén!… ¡detén! –Divino refugio-, ¡un instante!, tu precipitada huída. No nos dejes con la melancolía de que todo se escapa entre las manos, por no saber ceñir un dedo en cada dedo.
Se escurre la vida como el agua en la cascada, que no lo piensa ni un instante y se precipita; como lluvia en tormenta; como ola que rompe en acantilado.
Parece, por momentos, una experiencia “cruel”.
Pero, ¿no será que… nuestro afán por conocer, dominar y controlar, nos empuja a precipitarnos, y no haya consciencia de poder despertar a… ¡a ir!, “ir junto”… a esa caída, a ese resbalón?… –“Junto”-.
¿Será que el mismo ser se empuja… ¡como queriendo llegar antes que el torrente!, para ver cómo llega?... ¿Antes de Dios, para ver si viene –o no-?

¿Será entonces que, con esa actitud, Dios resbala en cualquier superficie y se va en estampida?
No obstante, deja el eco silencioso de su paso. A la vez que pasa, permanece; como si fuera algo que, en unidad, se dispersa. Como el árbol, que permanece… y sus raíces se expanden, se extienden; sus ramas, buscan; sus hojas, resplandecen; sus flores, embellecen; ¡sus frutos, alimentan!
¡Sí! Efectivamente. Te han… te han llamado a ti, y a ti, y a ti, y a aquél y al otro, para que sea un testimonio de lo que –y para lo que- fue creado.
Y, al llamarte, te recuerdan los medios y recursos que posees para poder –con elegancia, con belleza, con estilo- “hacer el cometido para el que se está preparado”.

¡Por momentos, la visión personal…! ¡Queda atrapado… el ser!, en sus propiedades mentales, en sus exclusivas alegorías, y no parece escuchar “el llamado”.

Y cada cultura tiene sus momentos de anuncio.
Y así, en este tiempo, un ángel ¡anunció!, a lo femenino, para que fuera el matraz de distinción… de un “elegido”.
Igual sucede con el anuncio de “su” presencia –de “tu” presencia-. Pero el hombre parece hacer oídos sordos, y no se lo cree. Cree que eso les ocurre ¡a otros! Recurre a su personalidad y a su forma de ser, para argumentar su… “desmarque”. Su desmarque a un anuncio ¡de Él! que, en gratuidad, la Creación ofrece, para que todos se sensibilicen, se den cuenta, se nutran… y se escuchen los: “¡Te necesito!... Te necesito, te necesito, te necesito…”.

Un enjambre de incompletos es el brotar de la vida; ¡enjambre de incompletos!, que se van completando con nuevos recursos, ¡con nuevas llegadas! Siempre incompleto. ¡Para que la impronta de lo Divino tenga siempre un lugar… en donde vibrar!, en donde cantar, en donde recordar; en donde insinuar.
Y… ¡SÍ!... el vivir y la llegada ilusiona, estimula, promueve, pero ¡pronto!... los esfuerzos se piden; lo ¡solidario, se necesita!; lo convivencial es preciso.
Y como cada ser ha sido minuciosamente elegido, parece “sólo” escuchar que ¡él! es un elegido, y los demás son… –“son”; ¡ya es algo!-.

Y, al pensar cada uno que “así es”, el ser se retrae en su mismidad, en su identidad; se egolatriza, se espiraliza hacia su ombligo.
De ahí que, en su evolución, cada cual confíe en su potencial, ¡mas desconfíe!... de los otros; los ponga en cuarentena: “¡No vaya a ser que…!”

Pocos atrevidos asumen la ¡evidencia!... de que, aquel otro, es también elegido.
Y, en la medida en que eso ocurre, las “sondas” solidarias, las “ondas” vibrantes, se sintonizan.
El ser se esponja, se abre, se recrea, se… “universaliza”.
Fuera quedan los momentos de obsesiones, de pertenencias y de razones.
Y así, el ser empieza a saltar a la comba con Dios:

”Al pasar la calle…
me dijo el barquero…
¡las niñas bonitas…
no pagan dinero!…”
El desarrollo de ¡la cualidad bella y transparente, no cuesta! ¡Es gratis!
Es un motivo de satisfacción; de complacencia.
Pero, sin duda, hay que ponerle la ilusión, ¡la pasión!, ¡las “ganas”!; ¡el “ímpetu”! de la sagrada perfección: ésa que está ahí… como un espejo, para que nos miremos; ¡para que escuchemos nuestra canción!, y no la demos por buena cuando está en “disintonía”; que seamos capaces de ver la distorsión, para así… –para así- recogernos ¡en arrebato!, y poder volver al encanto de cantarla en perfección. Que la culminante nota sea el destilado sublime que queda como vivencia permanente; “in-olvidable”.


¡Sí!, ya lo sabemos: que, en tu caminar, Divino proceder, vas dejando miguitas de pan para que… sigamos la ruta. ¡Pero es tan frecuente… que se quiera el pan entero!, que se desprecia la miga.
¡Ay! Si no soy aún digno, ¿cómo voy a despreciar la miga? ¡No sabría qué hacer!… con el pan entero. Terminaría siendo ¡pasto de alimañas!

Sin ser dignos, la palabra gravita…; la semilla vuela…; la miga de pan aguarda a que un mínimo de humildad… despierte; a que un sentido solidario… se abra; a que un compartir… se ejercite.
Bastará para sanar… ¡y hacerse digno!... y estar en el pan.
Estar en el pan, y ser bebido… como “vino” –porque vinimos y nos trajeron, de redención-.

¡Estos deberes de amor nos aguardan en el transcurrir del vivir!, para disfrute, gozo y complacencia de todos.
Ámen.




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