domingo

Lema Orante Semanal

 

DEPENDEMOS “ABSOLUTAMENTE” DEL MISTERIO CREADOR

4 de marzo de 2024

    Sí. Somos habitantes del universo, el cual no conocemos.

    Habitamos en una casa grande –muy grande-... en la que no sabemos qué es lo que se hace o no hace; pero lo poco que nos dejan ver, se nos muestra… –según nuestra consciencia- aparente.

    “Aparente”, porque no tenemos referencias de otras consciencias; o las que tenemos –y que llamamos “consciencias”- son inferiores.

¡Habitantes... del Universo!...

Parece importante. Sí, pero…

    Y el “pero” no es una queja, es constatar que el Misterio Creador nos ha situado con unas determinadas condiciones, en un lugar, espacio…

    Bueno, dicho sea de paso, estas palabras, ideas o conceptos son absolutamente sectarios. Sí, porque pertenecen a esta unidad de habitantes, pero como no sabemos nada del resto de… no nos atreveríamos a decir “habitantes”, pero del resto de la actividad de la gran casa...

    Bueno, es importante el admitir que las condiciones en las que estamos, como habitantes, son condiciones, bueno… –¡ay!, qué palabras, ¡qué cortas se quedan!- ¿restrictivas?, ¿condicionales?

    No nos vamos a preguntar por qué, pero apenas si saltamos un poco de este espacio, y volvemos a él. Diríamos casi que nos tienen atrapados a todos los vivientes.

Esto no suele gustar, pero ¡es tan evidente!…

¿Seremos... seremos acaso juguetes de una gran… –¡ufff!- una gran…? Sí...

    Y llegamos a creernos que... –y esto hay que pensarlo, ¿eh?- llegamos a creernos que somos –¡uf!- ¿libres?

    Sí. En determinadas condiciones muy, muy, muy cerradas podemos hacer lo que queramos.

Pero es muy pobre, ¿no?

    Es como si le decimos, al animalito del laboratorio, que es libre de hacer lo que quiera en su jaula. Ya lleva muchas generaciones allí y para él eso es... lo mejor. No tiene tampoco forma de comparar. No se atrevería a salir de la jaula, aunque la abrieran, puesto que ¡quién sabe qué hay fuera!

    Sí. El pobre –objeto del experimento- depende “absolutamente”... –esa palabra está bien- “absolutamente”, de quien le estudia, quien le alimenta, quien le…

    ¡Ah! Si eso lo aplicamos –en esa buena palabra: “absolutamente”- a los habitantes, en este caso humanos, que habitan –valga la redundancia- en el Universo, pues… ¿qué decir? ¿Qué decir? Que dependemos “absolutamente” de… de…; no sabemos de quién, pero…

    “El Misterio Creador”, lo apodamos, por nuestra ignorancia acerca de ello. Y “Creador”, por lo poco que vemos de lo que llamamos galaxias, novas, supernovas, enanas marrones, quarks… Una nomenclatura que cambia, claro; que nos apropiamos de ella y le damos una explicación –que también cambia hasta que llega otra explicación-. Realmente, no… No.

    Tampoco está muy clara la palabra “absolutamente”, puesto que, en nuestra configuración, nos rechina esa posición: “que dependemos absolutamente del Misterio Creador”. ¡Nosotros!, que somos capaces de cultivar la tierra, de… de... de…

Pero, claro, hace falta que llueva y hace falta que haya luz.

    Sí. Claro, tenemos que aclarar si lo de “absolutamente” es –¿cómo diríamos?- esclavista, y no nos deja hacer nada, o es un “absolutamente” absoluto –lo cual es no decir nada-.

    A estos momentos y alturas no hemos aclarado nada. Lo único que parece evidente es que nuestra presencia como habitantes del Universo está condicionada por la Creación del mismo –del mismo Universo-, totalmente.

.- ¡Ah! Entonces, todos estos… “contubernios” –vamos a llamarlos- de saber, conocer, entender, sentir… ¿todo esto es producto de –digamos- del laboratorio?, ¿de la vida en el laboratorio?

.- Ehhhh... sí.

.- Ya. O sea, algo virtual o... –¿cómo se podría decir?- algo “aparente”.

    Aunque nos dijeron –o nos dijimos- que éramos “a imagen y semejanza” del Misterio Creador.

    Y si una imagen vale más que mil palabras, cuando contemplamos nuestra imagen, puff, resulta difícil encontrar las mil palabras para definirnos. ¡Mil? ¿Tantas? Claro, no vale decir: cabeza, tronco y extremidades. No. Hay que ser más profundo.

¿Qué es ser más profundo...? Una vanidad.

    Quizás la Llamada Orante, hoy, nos advierte de que todos esos –y esto puede ser trascendental, sí- todos esos… –¿qué palabra sería buena?- “mejunjes” que se hace el ser humano, de: me gusta, no me gusta, que quiero, que no quiero, que esto es bueno, que esto es malo, que tengo celos, que no me llevo bien con éste, me llevo bien con aquello, me gustan las ardillas, a mí no, los elefantes…. Todo eso es mejunje.

    Y el peor mejunje que podemos tener en la Llamada Orante es el sentirnos… que no nos han dado lo que nos hemos merecido, que no nos han valorado lo que valemos, que no… Otros como nosotros. Si nuestra referencia es nosotros mismos..., suena un poco ególatra ¿no? ¡Un poco!, ¡un poco!

    O sea que, según esto, somos un “mejunje”. Es una nueva definición del ser humano: un mejunje.

    “Mejunje” dícese de aquel producto que lleva, eso: como cuando alguien se pone a hacer una cosa y, según va encontrando cosas, lo va echando. Lo va mezclando, lo va mezclando, lo va mezclando… y no se sabe qué es, pero está bien.

    Pero… ¿no se han dado cuenta –así, a nivel mundano- no se han dado cuenta de que todo ese afán..., que no, que no, ¡que no!… que no tiene que ver nada con ser un habitante del Universo? O sea, al decir “que no tiene que ver nada”, queremos decir que es un demérito estar así: “¡Ay!, que siento… ¡ay!, que no sé qué. Y este impacto, y esta… Y esto me ha hecho polvo...”.

    Y todo ese lenguaje –¿no?- barroco-roco-rocoso: “Y, claro, porque mi familia, porque… claro, si a mí me hubieran enseñado sueco sería distinto, pero solo sé alemán y euskera. Y entonces, claro, se me hace difícil compaginar, pero…”.

    ¿Ustedes se dan cuenta? ¿Ustedes se dan cuenta de todo este mejunje que nos comemos diariamente? Y claro, nos hace estar reflexivos, pensativos… y reservados. Y, además, lo más curioso del caso es que cada uno se siente “a very special person”. Se siente una persona especial, ¿no?

    ¡Hombre! Así, aparentemente, a veces… distinto, pero, por así dentro, pues los mejunjes son muy, muy, muy, muy parecidos.

“¡Ale!, ¡a mejunjear!” –parece decir la especie, ¿no?-. Y ves a uno así con cara seria, y ves a otro riéndose y tal...

.- ¿Y tú, de qué te ríes?

Dice:

.- No sé.

Y el otro:

.- ¿Por qué estás serio?

.- Ah, verás tú, es que me ha pasado esto, y estoy muy preocupado porque mi esternocleidomastoideo me da ligeras dolencias y fasciculaciones.

.- Yo, no. Yo estoy preocupado porque, claro, el tráfico y… no sé… no sé, no veo muy bien a mi hijo y a mi hija. No sé, no sé, no sé si… Pero… también.

.- También ¿qué?

.- Que también… no sé. Eso: que no sé.

Mejunjes…

    Esta Llamada Orante nos da un alivio inmenso. Sí, porque si nos… –no digo ya creer, no, no, no- pero si nos sensibilizamos ante todo esto, pues le quitamos hierro a todas las especulaciones personales, posesivas, superlativas…; a todas esas verdades que cada uno afirma. Al considerarlo “mejunjes”, pues no, no tienen… no tienen mucho valor.

¡Ah! Y nos preguntaríamos:

.- Entonces, ¿cuál es nuestro valor?

.- ¡Pero usted cree que alguien nos va a comprar? ¿De verdad? ¿Usted cree –de verdad, en serio- que alguien de la gran casa universal va a venir a comprarnos?

.- Se supone que tenemos un valor, ¿no?

.- ¿Quién nos va a comprar? Si entre todos los extraterrestres que hay –porque todo el mundo conoce extraterrestres y tal- ninguno… ni nos ataca ni nada. Nada, o sea… ¿Qué valor?

    ¿Ven cómo se cuelan las vanidades? ¡Nos damos valor!: “¿Qué valor tenemos en la Creación?”. Parece ser que, el Misterio Creador, de lo único que está pendiente es de nosotros. Sí.

        Y que nos cuida, por supuesto, descuidadamente. Porque, como dice el refrán: “Nunca llueve a gusto de todos”. ¡Con lo bien que se estaría ahora en la cama, calentito! Y ahora, sentados ahí como… ¡como mejunjes! ¡De verdad!...

    Claro, desde el punto de vista estrictamente humano –humano-: “No. No, no, no. Yo soy yo, y tengo mi genoma y tengo cultura y tengo tal”.

    Bien. Es así como habitualmente se vive: como mejunjes entreverados, entremezclados, revueltos.

    Pero, cuando nos llaman a orar y nos sitúan en esa posición, la sensación es muy liberadora. Sí. Porque a lo mejor –“a lo mejor”-, después de esta ducha de agua fría, nos quitamos importancia, valor, vanidad, seguridad, ¡certeza!...“Estoy seguro de que…”. ¡O no!

    No. No hemos entrado en la palabra “Misterio”. No. Se nos rebela nuestra mejúnjica composición. Nos molesta mucho:

.- ¿Por qué yo no puedo saber eso? Con el tiempo yo lo sabré. Con el tiempo, mejoraré tanto, tanto, tanto, que…

.- ¡Qué!

.- Que, bueno… que ya veremos.

.- ¡Ah! Bien.

    Pero imaginemos por un momento –así nos lo permite la Llamada Orante, para asumir el Misterio- que nos acercamos –y no es difícil, no, no es difícil- a un gran espectáculo de magia. Sí. Pero ¡grande!, ¿eh? Grande, grande. Y empiezan a suceder cosas: las cabezas ruedan, los pies piensan, el abdomen se ríe, la espalda se convierte en collar y nos quedamos blanditos… Empieza el espectáculo, e intentamos ver dónde está el truco, dónde está la trampa. Y no hay manera, no hay manera. Es un Misterio.

    Pero fíjense –siguiendo con el espectáculo-: cuando estamos ahí, y nos reímos, y nos sorprende, y ya abandonamos la idea de explicarnos cómo lo ha hecho, qué ha hecho, finalmente quedamos totalmente –totalmente- sometidos al Misterio. ¡Voilà!

O sea que…

.- Sí, ¡pero había truco!

.- Bueno, pero usted no ha visto ningún truco.

.- ¡Pero tenía que haber truco!

.- Digamos que sí. Ahora, extrapole esto a su espacio, a su concepto de habitante del Universo. ¿Qué? ¿Cómo asume el Misterio? Estar inmerso en materias oscuras, en energías oscuras y en una pizca de luz visible. ¡Una pizca! O sea, usted es la pizca. Y está viendo el Misterio –o sea, el espectáculo- y no sabe nada, pero ocurre: se expande, se modifica, se… ¡buf!

    Sí. Si contemplamos el Misterio –para que no nos resulte vanidosamente atragantador- como la Gran Magia de la Creación, estaremos transfigurados y transformados para que, a todo lo que vaya a ocurrir o suceder, le demos ese tinte de Misterio… Creador.

    Y es así que, todo lo que nos ocurre como habitantes de la Creación, lo referimos a ese Misterio Creador. Todo. ¡Todo!

Ya no vale decir:

.- ¿Y yo, qué?

.- ¿Cómo que “yo qué”?... ¡Anda! Hazte un “yóquey” y móntate a caballo. O, si prefieres, conviértete en un joker, y haz reír o asusta.

    ¡Voilà, voilà, voilà! [1]“¡Balones fuera!”. Balones de esos, pinchados, que nos aferrarnos en golpear y no… no vuelan.

    Y es así como, al sentirnos ¡vivos!... en el seno de un Misterio Creador, y en consecuencia, nuestra procedencia, nuestra esencia no nos pertenece –como se ha dicho en otras ocasiones: “no soy de mí, no me pertenezco”-, me debo. Me debo a ese Misterio Creador y trato de sintonizarme con Él. Porque Él sí está conectado completamente conmigo; porque si no, no existiría. Pero mi nivel de Creación me da para… orar, me da para acudir a la llamada y descubrir lo que me dicen, e incorporarlo. Y ver, bajo esa óptica, cómo transcurren los aconteceres –cómo transcurren los aconteceres-… ¡sin que yo los produzca! Pero a la vez estoy inmerso en ellos.

    Otra imagen sería la de ser una pieza del tablero del ajedrez, pero no tengo capacidad, como peón, ni como caballo, ni como reina, ni como rey, para decidir hacia dónde voy. ¡No! Para eso está el jugador. Yo soy la pieza.

.- ¿Y quién es el jugador?

.- Ese Misterio Creador. Él lleva las blancas y las negras. Las dos.

    ¡Y ora y ora y ora y ora!, hasta que llega el jaque... –que no es mate-; el jaque de aviso primero, el jaque de advertencia: y ocurre esto, y ahora te pasa aquello, y ahora ocurre lo de más allá… ¿Ves? Tienes que ir hilando, hilando. Y cuando llega el jaque mate, no, ¡no te van a matar! Te vas a enfrentar a la claridad luminosa. Vas a descubrir que, mires hacia donde mires, con el Misterio Creador te vas a encontrar. Por fin tu corazón será liberado.

    Y fíjate, fíate todo lo que ha pasado mientras tanto: ansioso iba el peón buscando coronar, pero… ¡ay! Había un alfil atravesado que no lo dejaba pasar.

    ¡Ay!, ¡qué sacrificados caballos! ¡Ay!, ¡qué sacrificada dama!, que decidió desaparecer con otra dama. ¡O no!

    Sí; se amplifican las posibilidades. Por eso nos es válida la comparación.

    Y claro, pensando, pensando, pensando como pieza, pieza, pieza, si soy caballo, o alfil de dama, o alfil de rey –¡obispo!-, estaré preocupado en la posición en que estoy y estaré atento a la estrategia que hacen sobre mí. Y me ponen ahí, y me ponen allá, y me quitan de aquí, y me quitan de allá, y a veces me sacan del juego –peón por peón-, ¡y ya no estoy!

.- ¿Y dónde estoy?

.- Ya no estás. Sí. Ya no estás en ese ambiente, en ese lugar, en esa situación. Han decidido colocarte en un sitio donde puedes desayunar, comer y cenar, y tener cobija y tener calefacción, ropa y distracción.

.- Pero...

.- Sí, sí. A aquel otro… se lo comió un caballo y vive en el desierto, no tiene tienda y, comer-comer, lo que se dice comer, no. ¿Beber? Lo imprescindible. ¿Frio? Mucho por la noche. ¿Calor? Muchísimo, por el día.

.- Pero...

.- ¿Cuál es el “pero”?

    No sabríamos decir cuál es el “pero”. Es un Misterio. Como ese gran espectáculo que montaron, en que nos hacían ver cosas increíbles. Pero juraríamos ante cualquiera que las hemos visto, y que son así.

    La Llamada Orante nos llama a librarnos de nuestra egocéntrica y egolátrica y vanidosa importancia personal. Nos llama a sentirnos, eso: habitantes de un Misterio Creador. Sí. Nos llama a no tener esos secretos y misterios que luego, con vanidad insondable, el ser dice “llevarse a la tumba” –y frases parecidas-, como queriendo ser transcendente. Como si las tumbas existieran o como si a las tumbas les importara guardar secretos. Si, total, llegará un historiador y contará lo que quiera. ¡Voilà!

    Sí. Se podría decir, a estas alturas, que yo era algo y alguien antes de orar, y después no soy nada. ¡Ah! Bienvenida, bienvenido a la Creación, porque ésta se hace de la Nada.

    Es un mago. La Llamada Orante es mágica.

    Repetimos la secuencia: “Y yo llegué siendo algo o alguien ocupado, interesado, y ahora, después de orar, resulta que soy Nada”.

Y la Nada nos dice:

.- ¡Bienvenidos! ¡Bienvenidos a la Nada!, porque a partir de ahí se crea todo. Y puedes crear…

.- ¿Crear...?

.- Y puedes crear, bajo ese estado de consciencia, otras realidades. Y puedes cambiar.

.- ¿Cambiar?

.- Sí. Y puedes vivir.

.- ¿Vivir-vivir?

.- ¡Sí! De otra manera. Como eres “Nada”, puedes modificar, dentro del compartimento en el que te encuentras, del Universo... Es… verás, verás: llegabas lleno de todo, y ahora tienes Nada. Es como si te hubieran abierto una ventana, y vieras algo más que el cielo gris, azul, amarillo o verde… y vieras algo más.

    La gran ocasión, la gran oportunidad de diluir todos los afanes, preocupaciones, prejuicios… y sentirme “Nada”, ¡sin estar triste!, sin estar lloroso, sin estar desposeído. ¡No! Estás en Nada.

    ¿Y no escuchaste decir que Dios creó todo el mundo, todo el Universo, de la Nada?

    Así que todo tu microcosmos puede reestructurarse de otra manera, puede remodelarse. Abandona la idea fija de lo que eres, porque en realidad eres Nada.

    Pero, claro, si lo contemplas bajo la óptica de tener, querer, poseer… ¡ah!, ¡no! No, no. Es ¡todo lo contrario!: “Estoy en condiciones –bajo el estatus de Nada- de crear”.

    Es como si, de repente, como animal de laboratorio, al acercarse Asdrúbal o Geroncio para darme la comida, le dijera: “Mira, hoy no tengo hambre. Si no te importa, voy a hacer ayuno intermitente”. Nos imaginamos el susto del cuidador, cuando no el desmayo o la locura, o callarse y no decir nada porque si lo cuenta nadie le va a creer. Hasta que, de repente, todos los animalitos empiezan a hablar.

    Es que estaban en la oración y se han descubierto que son Nada, y a partir de ahí han empezado a crear una forma de comunicarse con sus captores y manipuladores.

    Se acabó el laboratorio. Todo el mundo fuera.

    Liberados de ser experimentos, nos encontramos en el infinito Universo, en el que no tienen valor nuestros valores, en el que se nos retrotrae hacia la Nada para que hagamos, de nuestra presencia, un estar liberador, amante de vivir…¡en bondades permanentes!

***

[1]Comúnmente se utiliza la expresión“echar balones fuera” para eludir una situación, no hacerse cargo, evitar ser claros, evadir una respuesta o no asumir los errores.