martes

Lema orante semanal

DUDAS, DEUDAS, RESOLUCIONES
12 de setiembre de 2011
Y mientras transcurre el vivir, el ser se va cargando de deudas; y, a la vez, aparecen las dudas; y algo… algo difícil de definir, en su interior, reclama resoluciones, como si para seguir viviendo se necesitara la carga adecuada, ya que si se está con deudas, dudas… y sin resoluciones, la contradicción, la irritabilidad y el desespero… se instauran, y aparecen las imágenes de derrota, las imágenes de destrucción, las imágenes de “no puedo”
Afloran todas las quejas, entre dramas y tragedias.

La “deu-da” más universal… –y que tiende a suplantar a la supervivencia, a la voluntad, al entusiasmo- es la mentira; ya sea por omisión, por silencio, por trabalenguas, por interés, por… por… Un “por” que no multiplica en el sentido de creación, sino que ¡resta!, ¡y resta!, ¡y resta!…
Las dudas surgen –inevitablemente- en ese contraste entre ‘las deudas a través de mentira’, y lo que podríamos considerar verdad... sinceridad…
Poco a poco, el mundo ficticio va ganando espacio, y genera confort, bienestar; ¡o guerra!, ¡batalla!, ¡combate! –muy propio del drama y la tragedia, darle intensidad a la vida buscando el conflicto y el enfrentamiento a través de verdades y sinceridades a medias-. ¡Voilà! “La duda está servida”. Con lo cual –al dudar- el ser trata de mostrar sus diferentes caras –según circunstancias-.
La necesidad de resolver esa situación, que se hace difícil por momentos –por muchos momentos-, con deudas y dudas…
Se hace difícil, aunque se tiende a buscar algún rincón del alma en donde se tenga una cierta consciencia de cómo… o qué es lo que se debe o no se debe hacer; cómo se debe o no se debe estar…
Resolución, como expresión de una unidad que salva el conflicto que genera la duda, la deuda, y la combinación de deudas y dudas.
Todo esto sucede a la vez.
El conflicto está… servido. Empieza a ser el alimento más habitual.

Cuando vemos las “deu-das”, la sola palabra nos expresa cuál es el inicio de la resolución: “dé”; “das”. En la medida en que el ser se da, no precisa el empleo habitual, sistemático y… ¡frecuente-frecuente!, de la verdad a medias, la ocultación parcial, el “sí, pero no”, “ya pasará”, “no tiene importancia”...
Esas deudas son acúmulos permanentes de bloqueos, estancamientos, contradicciones, ¡culpas!...
No permiten la espontaneidad. No dejan que aflore lo ¡genuino!... Porque el ser no se da en la dimensión de sus recursos, de sus medios, de sus gracias, sino que lo dosifica según intereses… según beneficios...
¡Ay!... ¡Con todo lo que a él le han dado! ¡Ay! ¡Con todo lo que la Creación ha derramado!, ha apostado, ha invertido, ¡ha confiado!...

Pero no se suele ver. No se quiere entrar en esa dimensión a la que la oración nos lleva. ¡Es más manejable el endeudamiento cotidiano! ¡Es más fácil de olvidar! Y parece que no tiene tanta responsabilidad. Pero es como si –“es como si”-, en cada asalto de deuda, fuéramos agotando, una y otra vez, todos los dones, todas las gracias, todos los beneficios,
¡todas las oportunidades!, ¡todas las ocasiones!... que se nos han brindado. ¡Todos los recursos! ¡Todo lo que se nos ha dicho!
Y así, aparece la dureza y la intransigencia. ¡Lo voluble!

¡Ah! ¡Ah! Se decía –y se puede seguir diciendo-: “la duda… ofende” –“la duda ofende”-. ¡Sí! Cuando el ser empieza a dudar –de entrada, hacia sí mismo-, se está ofendiendo; se está agrediendo; se está dañando; se está engañando...
Perturba su estancia; y, como inevitable vibración de comunión de especie, perturba a todo lo demás.
Mientras no se sabe –o no se sabía-, cualquiera puede decir: “¡Bueno, esto se queda aquí, y de aquí no pasa! ¡Esto es algo mío y personal y…!”
¡No! Ya, ese argumento no sirve. ¡Nunca sirvió! Pero, en la ignorancia y el atrevimiento, podría valer. “Hoy, tus deudas y tus dudas… ¡salpican!... ¡estés donde estés!”.

Toda la Creación se conmueve –se con-mueve- con cualquier movimiento, ejercicio, ¡realización!… que hace el ser. ¡No hay rincón que no se aperciba de ello! ¡Quizás, la exigencia razonable de ello no la tengamos aún! ¡Quizás! Pero, la evidencia, sí está.
La Creación está presente, se desplace, se quede, suba o baje… lo creado. Y se resiente –¡no en el plano humano, sino en el plano creacional!-. Y como decía el título de aquella película: “Con él llegó el escándalo”.
¡Y llega! Y “llegar” significa que, se esté donde se esté, en la medida en que el sujeto esté con deudas y dudas, sin resoluciones, va a seguir repercutiendo… de donde venía, a donde iba, y adonde seguirá.

Decía también otro refrán, que “muerto el perro se acabó la rabia”…
¡Ja! ¿Y los que quedaron infectados… –que aún no han muerto y siguen mordiendo-? Se suele llamar “contagio”, en medicina. ¡Qué cosa!

Y, la duda, no solamente ofende… autoagrede al ser, sino que agrede a los demás. De nuevo aparece la vibración que “consuena” con otros.
A partir de la razón de “la duda razonable”, fue la excelente coartada para ¡cortar!... Fue ¡y es! –¡es!- el bisturí elegante ¡del doctor que opera!
¡Dudas y más dudas! Mientras que las deudas menoscaban, ¡las dudas! –las dudas- consiguen que el ser deje de creer. La duda se apodera, ¿y en qué cree? ¡Termina haciéndose un mundo de “nadas”, sin saber nada de “la Nada”! Sus dudas no le permiten reconocer las palabras.

De nuevo, el darse en lo que se cree…
Creer es un salto… ¡de Amor! Quizás sea el salto de amor más hermoso que se puede dar bajo estas circunstancias. ¡No hay dudas! –ni razonables, ni irrazonables-.
“¡Creo!”. Y creer es ese acontecer de amor, que ensalza, que ilumina, que… que es el sentido de vivir.

Ese reclamo a “re-solver”, ese reclamo hacia la resolución –desde el sentido orante- constituye la ¡Fe!...
¡Y, con esa fe, se van apareciendo recursos, medios, ideas, proyectos!… ¡que van generando pequeñas alegrías, pequeños entusiasmos! Pequeñas pompas de colores. No importa que estallen: aparece otra, y luego otra, y luego otra…
Resuelve. ¡Sí! Y resuelve porque, en la medida en que el sentido orante nos proyecta en la fe, la mentira va teniendo “incomodidades” para instaurarse, la duda se va haciendo débil, y la creencia aumenta –¡porque la fe la incrementa!-.
Sí. La clave de cualquier resolución –en el sentido orante- es la Fe.
L
a clave –en el sentido orante- para la duda, es creer.
La clave –en el sentido orante- para la deuda, es ¡darse!
¡Podría decirse: “Darse en la creencia de la fe”! O “La fe nos hace creer… en que darse es el sentido”. O “Creer implica fe, y supone darse”. ¡Léanlo como quieran!
“¡Fe!”: ¡esa confianza!, ¡esa convicción!, ¡esa certeza de sabernos permanentemente asistidos!

¿Recuerdan… aquella frase?: “¿Por qué dudáis, hombres de poca fe?”.
Malamente se ejercita la vida, sin fe, sin creencia, sin entrega. “Dura” se hace –muy dura- la estancia de vivir.
¡Y se transmite!, ¡se contagia!… con una gran facilidad. Y lo que eran pompas de colores, ¡se hacen piedras duras! Lo que era creer, ¡crecer!, se convierte en… ¡imposibles!; en “la cruda realidad”. Lo que era estar “al contado” –¡sin deudas!-, se convierte en una hipoteca… ¡que nunca se acaba!

Nos asisten permanentemente.
En el transcurrir del vivir, ¡nos esperan!… continuamente...
La fuerza vibrante y espiral, de la vida, nos suministra las casuales circunstancias para ejercitarnos en la fe, en la creencia y en el darse.
La oración nos ¡proyecta!… hacia estas perspectivas que son realizables… ¡ahora! ¡Son ejercitables… cotidianamente!

El drama, la tragedia, la queja ¡continua!, esa deuda y esa duda, han ido creando un pensamiento, según el cual, ¡es imposible!… vivir en la fe, en la creencia y en la entrega. Ha abandonado la idea de sentirse ¡asistido!, y descubrir –en la casualidad, en la intuición, en la imprevisibilidad, ¡en la suerte!-, el lenguaje oculto… de lo Divino.
Se nos ha planteado una razón, una lógica y una ciencia, que buscan el beneficio propio o circunstancial de grupo, ¡y que hace imposible la realización de los planes de Universo, de Creación! Y parece que es costoso –¡difícil!- mantener la fe; ¡imposible!, estar vibrando en la creencia; inútil, intentar ser sincero.

Una vez más… ¡falso! La fe no precisa límites. La fe no necesita voluntad… ¡ni razón! El creer ¡no supone desgaste! Disuelve la dualidad. ¡Resuelve la continua sospecha! El darse supone un renovarse continuo.
Nunca se agota el pozo de la bondad.

Que se abandone esa idea de imposibilidad de ejercitarse en lo orante, en lo… ¡practicable!; porque es precisamente en esa “practicabilidad” en donde el hombre se siente Universo, se siente ese microcosmos que representa el Gran… Cosmos.
Abrir los ojos en la oscuridad, y dejar que ésta… nos ilumine.



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