domingo

Lema orante semanal

LLAMADA ORANTE
29 de agosto de 2011


La preocupación, ¡el miedo!, la angustia, la ansiedad, la tristeza, ¡la melancolía!, el desespero…
Palabras que muestran estancias habituales en las que se mueve el ser, como si fueran movimientos de su naturaleza, y no… situaciones de desadaptación ante entornos violentos; ¡falsos!; ¡manipuladores!; ¡provocativos!...

¡Y a duras penas!... –es decir: con penas duras- el ser ¡sobrevive... vive y deambula!
¡No! No es el destino de la vida, éste; ése. ¡No! ¡No es el transcurrir habitual! ¡No! ¡No es el precio que hay que pagar para alcanzar!... ¿¡qué!?
¡No! Todo es consecuencia de una forma de estar; de una manera de ¡relacionarse!; de una forma de… ¡pensar! En cuanto varíe ese pensar, ese estar y ese hacer, la supervivencia deja de ser un mecanismo ¡diario! Pasa a ser un mecanismo excepcional. Y ¡vivir en complacencia!… pasa a ser lo habitual.

Y es importante apercibirse, ¡orando!, de esta situación. ¡Porque fácilmente nuestro ser se conturba! Si no sabemos ¡qué somos en verdad!, ¡si no conocemos nuestra verdadera posición!, quedamos atrapados en que…“¡Así es!”… “¡No hay remedio!”… “¡Qué le vamos a hacer!”
Y ciertamente, con esas conclusiones, ni la mejor ayuda puede llegar; porque el planteamiento ya es… ¡fatal! Es el fin de la tragedia. Es el fin del drama.
De ahí que podamos deducir… cuando lleguen esos momentos de penar, ¡pesar!, ¡recordar de inmediato el orar!, y situarse en este momento en el que sabemos que no es nuestro destino sobrevivir, sino ¡vivir!... ¡No es nuestro destino penar... sino gozar!; ¡complacer! No es nuestro destino ¡pelear!... ¡sino compartir! ¡No es nuestro destino combatir, sino… conciliar!...
Si así se procede, ¡la oración, de inmediato, se hace fuerte!... en nuestro pecho, ¡en nuestra mente!, en nuestra alma, en nuestro espíritu. Y se es capaz, entonces, de ¡dar!... nuestro destino; la palabra adecuada, la actitud precisa, ¡la vocación clara!... Sin justificación; ¡sin derechos! Con solvencia; ¡con liberación!; con transparencia.
¡Sí! ¡La oración nos muestra nuestro “verdadero” destino!
¡Y no solo es eso, sino… todo lo excepcional que con ello se puede generar!: La excepción del descubrimiento; la excepción del gusto; la excepcionalidad de lo creativo; la excepcionalidad del poema; la excepcionalidad de la sonrisa; la excepcionalidad de la alegría; ¡la excepcionalidad de la vocación!; ¡la excepcionalidad de la entrega!; la excepcionalidad del servicio.
¡Y no solo eso!, sino… el milagro de la espera; ¡el milagro de la sanación!; el milagro de la ¡creencia!; ¡el milagro de la pasión!; el milagro de… ¡el amor!; ¡el milagro de la Fe!; el milagro… ¡del testimonio!; el milagro de la clarividencia; ¡el milagro de la convicción!
¡Y no solo eso!... sino también… ¡LA INTENCIÓN DE ETERNIDAD! ¡LA INTENCIÓN DE INMORTALIDAD!, ¡LA INTENCIÓN DE RESURRECCIÓN PERMANENTE!, LA INTENCIÓN DE SENTIRSE UNO EN TODOS, LA INTENCIÓN DE SABERSE DEPOSITARIO DE TODA LA CREACIÓN, LA INTENCIÓN DE SABER… que todo está en cada uno, y cada uno está en todos.
¡Y no solo eso!, sino –además- la continua expansión y la continua habilidad de recrearnos… ¡y recrearnos y recrearnos!... en cualquier actividad.
Que nunca exista un “No lo sé”. Que nunca exista un “No puedo”. Que nunca exista un “¡Qué vamos a hacer!”.
¡Y no solo eso!, sino –¡además!-... la consciencia y constancia ¡de Dios vivo!... en nosotros, ¡entre nosotros!, hacia nosotros, ¡por nosotros!
¡Y no solo eso!, sino un gran matraz de… ¡NADA!, que continuamente se vacía, y se recrea en la vacuidad y en una renovación incesante.

¡Ay! ¡Ay, ay, ay, ay! Hay recursos de destino… ¡inmensamente incesantes!, ¡suficientes para disolver el destino que nos quieren imponer las soberbias egoístas y egocéntricas por las que el hombre se ha desviado.
¡Sí! Hay destinos… ¡Y además, y además y además y además!…. Por ello, el orante, ¡el creyente!, no puede sucumbir al destino vulgar, ¡nunca!
¡Siempre! –siempre: una palabra ¡algo más que eterna!, algo más que ilimitada, ¡algo más que infinita!, algo más que inmortal-…. siempre tendrá, el orante, la palabra precisa para crear, ¡en un drama!, una sonrisa; en una tragedia, una ilusión; en una vulgaridad, una flor.
¡Siempre!

La grandeza de Dios es infinita. ¡Siempre!
No lo olviden… nunca. ¡Nunca!

El Amor de lo Eterno “envuelve” nuestras presencias…
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