sábado

Lema orante semanal

ILUSIONES
22 de agosto de 2011

El poeta decía: ”Anoche, cuando dormía, soñé… –bendita ilusión- que una fontana fluía dentro de mi corazón”.
¿Es la ilusión un acontecimiento… bendito? ¿O hay ilusiones que son benditas, por su transparencia, por su imaginación?
¿Cuántas ilusiones han pasado a lo largo de la historia de la humanidad, y…?
¿Es, la ilusión, un estado de tránsito hacia lo concreto? ¿O la ilusión es un estado de vibrante posición, que transmite esa vibración a cualquier otra relación; a cualquier otro nivel?
Es muy probable que la ilusión sea el comodín que entra en lo material, en lo circunstancial, en lo ambiental, en lo familiar, en lo afectivo…
También tenemos que tener en cuenta que “el ilusionismo” es aquel arte de magia que, con hábiles trucos, consigue mostrarnos una realidad sorprendente; ¡impresionante!
Tampoco podemos dejar de pensar en… en el mundo ilusorio: aquél en el que, en la medida en que se desarrolla la evolución espiritual, aparecen acontecimientos que son… ilusiones.
Es decir, ¡no son vibraciones auténticas de ilusión!, sino que son “trampas”. “Trampas” como expresión –entiéndase bien- de dificultades que hay que superar.
En cualquier caso, hoy –siglo XXI de la era cristiana-, la ilusión no tiene mucho cartel. El materialismo –cada vez más concreto, más hormigonado-, con el propietarismo a ultranza, el individualismo radical, los radicalismos religiosos, no hacen fácil… la ilusión.
¡No obstante!, sigue existiendo el dicho de que... “La ilusión es lo último que se pierde”.
A veces se confunde con “la esperanza”. ¡No es lo mismo!
Pero permitamos… ¡otra variable!
En el mundo de la estructura íntima de la materia –de la mecánica cuántica, de la física cuántica-, se concibe la idea –y es algo asegurable- de que el observador influye… ¡en lo observado!
Y esto le hace ver “variables”.
Es decir que, si yo estoy observando algo, ¡estoy influyendo en eso que estoy observando!, ¡y ya no es!... lo mismo que antes –que no lo observaba-.
¡Es tremendo, eso!
Albert Einstein se reveló ¡enormemente!… contra esa idea. Dijo: “¿Es posible que la observación de un ratón modifique una realidad?”.
Rápidamente, el cuántico contestó: “La realidad modifica… al ratón, en cuanto éste la observa”.
Mmmm…
Parece que estamos con el huevo y la gallina. Pero, ciertamente –ciertamente-, en el momento en que aparece el observador, la interpretación del hecho varía. Luego es muy probable que se den ¡las dos circunstancias a la vez!
Mientras el hecho está ahí y no se observa, es de una naturaleza. Cuando se observa, el hecho en sí impacta de tal forma al observador, que le hace ver “algo”. Y, a su vez, el observador –por la actitud que tiene al observar- modifica el hecho.
Esto… ¿qué tiene que ver con la ilusión? Pues mucho.
Si contemplo mi aproximación a la realidad cotidiana, con actitud de ilusión –no “ilusoria”; con actitud de ilusión-, como ya sé que incido y modifico lo que está ocurriendo, con mi actitud –por el hecho de ser observador-, muy probablemente, si mi nivel de vibración es “ilusionante”, lo que vea y… ¡lo que sea!, incidirá en mí de manera diferente que si mantengo una actitud crítica, o una actitud extremadamente seria, o una actitud jocosa, o una actitud de chiste…
Pero si es “de ilusión”…
¡Ahhh, claro! También se puede decir que…“La ilusión es muy frágil. Y… ¿y si luego no es como tú te lo habías imaginado?”.
Pero, ¡cuidado! ¡No confundir tampoco la imaginación con la ilusión! ¡Son palabras que… se rozan mucho!

Hemos –por así decirlo- definido “la ilusión” como ese estado de aleteo o vibración que… ¡imagina!; que le pone un impulso especial. Y quizás eso ocurra permanentemente, ¡pero no se le llame así! ¡Tenga diferentes nombres! Pero es indudable que, si no tuviéramos ese impulso vital que nos hace seguir –y que bien podríamos llamarle “ilusión”-, no haríamos gran parte de las cosas que cotidianamente realizamos.
¡Pero queremos recuperar el sentido de ilusión! Ese que, sin saber cuántica –pero ahora, sabiéndolo-, modifica lo que hay… al ponerle ilusión.
Y… ¡alerta! ¡Atento! No es una ilusión que busca que luego ocurra… que eso se convierta en una moto o en un vehículo… ¡No, no, no, no, no!
“¡Tengo ilusión de tener un coche!”.
¡Ah! ¡Eso es una cosa!
Y otra cosa es lo que estamos intentando aclarar, de forma orante. Es:
“Tengo ilusión. Pero… así: “ilusión”. Me ilusiono con… ¡lo que hay!, con lo que me encuentro, con lo que observo, con lo que contemplo. Pero no para conseguir. Ese es otro tipo de ilusión”.
Y en el sentido orante, ¿que podríamos decir?
¡Aaaahhhh!... ¡Ilusión!...
¿Le ilusiona a usted… Dios? ¿Prefiere que le llamemos “La Creación”? ¿Le ilusiona a usted… El Misterio?
También hay un apelativo despectivo de la ilusión: “el iluso”. “¡Es usted un iluso!”. Es decir, aquél que se hace ilusiones de que es así o asao, o de que aquello es de una manera o de otra, y no es.
“¡Ah! ¡Qué iluso! ¡Qué bobo!”.
Tampoco hablamos de eso.
El sentirme “ilusión”… implica sentirme luz que ilumina…
¡Implica!… ser expresión del Misterio que sostiene; que mantiene…
Implica dejarse sorprender; aceptar un continuo descubrimiento y un permanente asombro; estar en disposición a lo imprevisible; saberse depositario de la sabiduría de La Creación; saber –también- que la vida fue, es, y será… una ilusión de Dios.
La vida fue, es, y será… una ilusión de Dios. ¡Por eso le pone tanto empeño! Por eso… la vida ¡resiste! Se adapta. Se pleomorfiza. ¡Se pliega! ¡Se flexibiliza!...
¡Entre los ladrillos, y desde los escombros!, nacen las plantas.
¡Ay!... Ciertamente: “Anoche, cuando dormía, soñé…”. ¡Bendita ilusión!
Quizá –¡quizá!- asumiendo que la vida es… una ilusión de Dios, el estar en vibración ilusionante es estar bajo un sentido ¡bendito! Es estar bajo la sintonía de Lo Divino.

¡Ilusiónate! No ¡para conseguir! No para lograr. No para alcanzar. ¡Para vivir!... Que eso es la vida. Aunque, ¡se ha trastocado tanto!, que… te pueden llamar “ilusorio”, te puedes encontrar con obstáculos de ilusión, de irrealidad, de trucos…
¡Sí!
¿Pero, acaso, cuando te enamoras, no es el predominio de la ilusión lo que aflora?
“Acaso, cuando te enamoras, ¿no es el predominio de la ilusión… lo que aflora?”.
“Ilu-si-ón”: casi como decir que “la luz… es lo que es, y está siempre encendida”.
Yes, Sir…
¡Ámen!
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