miércoles

Lema orante semanal

CON BURBUJAS, SIN BURBUJAS, EN INFUSIÓN                                                                                       
22 de noviembre de 2010

Con burbujas, sin burbujas, en infusión.
Se les descubre en una burbuja enorme, tan grande o más grande que una pompa de jabón o como un globo de un chicle bien masticado.
Mientras estás dentro de la burbuja, depende, si es chicle te pegas, si es jabón te lavas y si es gas, te perfumas.
¡Ay! ¡Pom! La burbuja se ¿rompe?, ¿o se deshace?, ¿o se va?
Cuando es sin burbujas… ¡Oy! son ríos, riachuelos, lluvias, cascadas, cataratas, pozos y mares. Sin burbujas te abruman, necesitas nadar. ¿Nadar? ¿En dónde? ¿En la Nada o…? ¡Oh!, en el agua.
Sin burbujas. Por momentos se hace vertiginoso, en otros instantes se hace calma en un meandro reticulado que se abre, como las patas de una araña, y ahí estás tranquilo. Ahí piensas que tu fe te ha salvado. Dura poco. Pronto vienen las lluvias y los meandros se disuelven y las riadas aparecen, con sus intimidades rotas y sus secretos al descubierto.
No, no da tiempo a aburrirse, ni siquiera los burros permanecen tranquilos. Cuando en agua -sin burbujas- está, hasta en la sequedad notas su presencia, es decir, su ausencia.
¡Ah! A veces, no se entiende nada. Pero hay desiertos con cactus y conviene pincharse, para darse cuenta de que, ciertamente, sin burbujas es apasionante. Porque tiene ¡tantas posibilidades!: Puedes morir de sed o puedes morir ahogado y, entre medias, puedes disfrutar de un baño o nadar un rato -un rato-. Te puede devorar un tiburón o puedes perecer por la muerte de una hélice intempestiva que no te vio. ¡Mala suerte! Te tocó.
¡Ay, cuando Él te toca con el agua!, te hinchas, pero flotas por un tiempo.
En infusión, calentito… No, pero hierve, hierve con rabia, ¡con mucha rabia!, hierve y se hacen pompas de agua muy caliente. Hierve, hierve, se hace vapor y, en cuanto te descuidas, creías que estaba y ya no está.
Hay que tomarlo bien caliente, aún a riesgo de quemarte.
¡Ay!, cuando está en infusiones… ¡Espectacular!, ¡espectacular! Parece el monstruo de los mil dedos, y todas las cosas te empiezan a pasar, desde la calvicie a la retina, pasando por la garganta, siguiendo por el pulmón, continuando con la vejiga, con la próstata o el ovario y -¿por qué no?- unas varices -que lucen mucho mejor-. ¡Te ha visto en infusión! ¡Eres una infusión sumergida en sus versatilidades! ¡Ah, muy versátil la infusión! Ninguna pompa que hierve -¿hierve?- te hace hervir.
Sí, uno sabe que tiene cierta temperatura, pero… si sube mucho te quemas. ¡Oh sí!, te puede quemar en un delirio paranoide, y fallecer rezando. Si alguien te ve y tienes suerte… eres santo; si no, nadie se enterara, sólo Él. 
Siempre -cuando está su presentación en infusión- siempre quema algo, algo. Luego, si así lo decide, te deja calentito, de momento.
¡Ay! ¿Por qué vicisitudes tenemos que pasar? ¡Cuántos estadios nos hace recorrer, a veces ciegos, otras a veces sordos, otras veces mudos!
¡Ay! ¿Y qué decir cuando en burbujas explota, como el champagne?
De momento casi te rebosa, pálido y lánguidamente amarillo, chispeante y coquetón en el paladar. ¡Ah! ¡Me ha elegido! -dices por un momento- y bebes y bebes –como los peces que nunca beben agua y enseguida se emborrachan-.
¿Te emborrachas? Sí, con sus finas astucias y sus acontecimientos de aquí y de allá, te embauca y te… ¡Ah! Te hace decir tu secreto -y los de los demás-. Burbujeante, te hace pasear con traspiés, y siempre con suerte, aunque te caigas, no te pasa nada.
¡Ay! Pero ya sabes… Y si no, escucha: Al día siguiente: dolor de cabeza, nauseas, vómito, diarrea, malestar, quebrantamiento general. ¿No querías estar con Él? Sí, sí, sí, sí, ya se ha oído muchas veces:
“hay que tomarlo con prudencia, en su justa medida”, pero con el tiempo te das cuenta de que mejor es darle un gran sorbetón, a ver si así hace más efecto. Eso de dejar la botella medio vacía o medio llena, con una cucharita dentro para que no se vayan las pompas, es mentira.
Claro que los que, en poca fe andan, siempre tienen la sidra… que dicen que es muy rica y que sienta mejor, es más dulce, pero su amargor, cuando llega, te sorprende.
¿Pero no eras dulce y con burbujas?
Sí -pareces escuchar-, pero recuerda que estoy hecho de manzanas.
¡Ah! ¡Manzanas paradisíacas! Que las vuelves a tomar en forma de sidra natural y sin darte cuenta pecas… y tú no querías pecar…
¡No!, yo tan solo quería saborear en tus burbujas, pobres, sí, pero naturales.
Así que hay burbujas pobres y burbujas ricas. O sea, que está para los ricos y para los pobres.
Y a veces… y a veces se camufla, entre burbujas y no burbujas, y en licores espirituosos introduce agujas, sí, sí. Viene en solución de agujas y, cuando lo tomas, parece clavarse en los carrillos por dentro, y enseguida sube a tu cabeza como una pequeña alucinación y con campanas en la sien que anuncian un tremendo dolor.
Sí, sí, algunos se hacen navegantes al ver que, inevitablemente, allí está. Navegan por sus aguas, aparentemente tranquilas… ¿Quién dijo que estaban tranquilas? Cuando menos te lo esperas, una ola te cimbrea y te sientes un microbio en el fondo de una arenal.
Tú, tan seguro en tu catamarán o en tu trasatlántico, te ves… ¡ay! que al fondo vas a parar. Pero ¡qué bonito, no importa! Hay pececillos, hay algas, caracolas, almejas, gambas. Te puedes ahogar comiendo.
A veces, a veces se te presenta en infusión, como un caldito caliente. ¡Ohhhh!, de esos que resucitan a los muertos, con una yema dentro, por si hay duda, y un chorrito -¡ah!- de alcohol, para la fuerza, no se sabe de qué.
Eso te pone fuerte para lo que tiene que venir luego: El fracaso, la desilusión, el desamor, la pelea, la rabia, la injusticia… ¡Qué bien te sentó el ponche! ¡Qué maravilla! ¡Menos mal que lo tomaste!, si no, hubieras sucumbido en uno de esos incidentes.

-¡Toma hijo, toma otro ponche!
-No.
-Calentito en la cama y con una bufanda en el cuello y unos calcetines de piel.
-¿De piel?
-Sí, de piel. Teniendo la garantita caliente como una infusión, y los pies ardiendo como un prisionero, el resto del cuerpo, quieras o no, se mantiene estable.
¡Ah!, y te das cuenta de que te tiene agarrado por el cuello y por los pies, como un recién nacido.
Curiosamente no puedes elegir, tan pronto te ves en una infusión, como te ves en riadas inmensas, o en burbujas, en pompas… ¡mientras no sean fúnebres!
-¡Claro, por eso las llaman pompas fúnebres!
- ¡Qué mal gusto!
-¡No! ¡Te anuncian el más allá!
¿Qué?
-Es un suponer…
-¡Ah!...
-¿Y allá-no es posible evitar la pregunta-y allá cómo será? ¿También habrá burbujas, sin burbujas, en infusión? ¿ O será “on the rocks”?, o… ¿o en vapor?
-O en nada…
-¿Nada?
¡Ay qué extraña sensación! Se me ha quedado un vacío de repente… en mi tronco ¿Nada? ¡Tanta infusión, tanto sin gas, tanto con gas! y luego… ¿Nada?
-Bueno… es un estado.
¿Un estado?
Si es frío… se debe de pasar mal. Si es vapor o gas… te puede dar alergia. Habrá que ir preparado, con máscara de gas, con algo para llegar a llenar la Nada y… y con un poco de paciencia para que se disuelvan los cubitos de hielo.
Así que… a partir de ahora, a partir de ahora te enterrarás con un infiernillo para diluir el hielo; con una máscara para poder respirar; y con muchas baratijas para llenar la Nada.
Per
o, ¿por qué?, ¿por qué juegas así con nosotros día a día?
¿Por qué cuando tan a gusto se está limpiándose uno en la burbuja, o endulzándose la vida, de repente se evapora? ¿Por qué duras tan poco que enseguida se Te olvida?
¿Con gas, sin gas, en infusión? Y luego quizás en hielo, en vapor, o en Nada.
-¡Ja!
-¡Ja! ¿Qué?
-Bueno… nada.
Pareciera, sí, que hubiera descubierto algo, pero… la verdad, la verdad es que si tuviera que decir algo de estos estados, diría que nos embaraza permanentemente. Nos embaraza de burbujas o nos embaraza sin burbujas y nos encharca y…  o bien, nos quema por dentro.
Bueno… y es inevitable también decir:
-¿Y yo qué?
-¿Y qué?
-¿Y yo qué?
-Ah, yo, tú, él, nosotros, vosotros, ellos… ¿Qué, de qué?
-Sí, que qué pintamos en todo esto.
-Sin brocha ni pintura difícilmente podéis manchar algo.
-¡Ah!, entonces somos como juguetes rotos que se reparten entre la población, una muñeca coja, un muñeco sin pelo… nunca nos toca un juguete nuevo. ¿Somos del gettho o qué?
-Bueno, a veces eres del ghetto  y otras veces eres del “o qué”.
Cuando estás en el ghetto estás más tranquilo, porque hay las normas y costumbres de la hora de comer, de la hora de cenar, de la hora de merendar, de la hora de rezar, de la hora de dormir. Cuando estás en el “o qué” puede ser un “ok” ahora, un “ok” más tarde. Un “ok” con el dedo hacia arriba, y otro “ok” con el dedo horizontal u otro “ok” con el dedo hacia abajo.
-Aaaa(sonido como de inspirar)
-Es decir, no sabes dónde estás.
Oh, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí… la estructura natural del ser establece que, en conciencia, en razón y en lógica, tiene un perfil para actuar y para declararse independiente en la inmensidad del océano.
Bla, bla, bla, bla… ¡Ja! Hasta que llega un inocente virus y, por el aire, por una tos, o por un beso -¿quién lo iba a decir?- te haces mono nucleótico infeccioso.
-Ay, qué asco, qué largo. Mono-nucleótico infeccioso. ¡Qué mal suena!
-¿Cómo puede tener el beso una enfermedad? ¡Qué nos van a dejar!
-Tranquilo, no hay que desesperarse. Hay que recordar la copla de que “la española cuando besa, es que besa de verdad y a ninguna le interesa besar con frivolidad”.
-Ah, qué decentes…
-Sí.
-Bueno… procuraré que la chica hable español, al menos…
A los amantes de las burbujas hay que decirles que, cuando se disuelve una, hay más. ¡Hay más, hay más!
Sí… porque cuando vos estás en una burbuja y ésta se disuelve, pensás que se ha acabado el mundo, tan egoísta te vuelves que piensas que no hay más burbujas.
Y no es cierto. Él es una fábrica de burbujas, siempre tendrás otra.
Pero entonces, y si te toca sin burbujas, ¿qué vas a facer con tanta lluvia, con tanto río y con tanto mar?, te encharcas y luego no sabes si hay que remar hacia arriba o hacia abajo.
No hay que preocuparse, no hay que preocuparse, no hay que preocuparse.
-¿Y eso quién lo dice?
-El que se preocupa.
-¡Vaya consuelo!
-A mí de toda la vida, donde esté la infusión que se quite cualquier cosa.
-¿Sí? Te van a salir sapos en la barriga y enredaderas en el culo.
-¿Enredaderas en el culo?
Sí, de tanta infusión -como te gustan-, o bien te puedes te puedes convertir en una inmensa cebolla de capas y capas y capas, que es muy buena para esto y para esto y para esto. Si se ha dicho de toda la vida
“nos hemos curado y cuidado con infusiones de esto, de aquello y de lo demás allá”. Y si te sientan mal es por tu culpa, porque no estás bien diseñado.
-¡Ah! Ya.
¡Ahhh!, pero es increíble contemplar como todo esto es un mercado, un inmenso mercado donde se infusiona, se gasean, o sin gas, te arrastran; y cada uno cree que sabe.
-Ah, porque yo vi una vez un pajarito volar…
Y se piensa que todos los pajaritos vuelan. Pues no.
-Pues yo vi una vez un pez nadar.
Y se piensa que todos los peces nadan. Tampoco.
-Pues yo vi una vez un volcán que exhalaba gases burbujeantes, ardientes, géiser.
Pues no, todo no es así, sería demasiado incómodo.
Todos saben, ¡tanto!, que tan sólo pueden esbozar críticas a todo lo que hacen los demás. Fácil, rápido.
¡Qué increíble confusión -y conclusión- decir que se sabe de Él, de ello, de aquello, sin… sin al menos tener un recurso de amparo! Sí. Notar que alguien te ampara en tus palabras de vendedor, de “justiciador”, de entendedor; te conviertes fácilmente dado tu entendimiento en tenedor. Y pinchas aquí y pinchas allá, y clavas allí y clavas allá. Siempre con:
“Perdón, disculpe, no entendí, yo no dije, me pareció, creí, yo tan sólo intentaba…” ¡Ooohhh!
El que dice saber tanto, se apodera y bombardea. Se quiere sentir como Dios.

-¿Cómo qué?
-Bueno, como Ése…
-¡Ah! Había entendido otra cosa…
-No… como ése… como eso…
-Pero dígame sinceramente: ¿cómo lo prefiere? ¿En infusión, una, dos o tres veces al día?, ¿en natural?, ¿en manantial, río, pozo, riachuelo, catarata, mar? ¿O lo prefiere en forma de burbujas, de jabón, de chicle o de champagne?
-Bueno… depende, ¿sabe usted?, depende.
-¿De qué depende?
-Bueno de cómo te encuentres.
-¡Ah!, ja, ja, ja, ja. ¡Qué gracioso! Te has creído que puedes elegir. Has caído en la vulgar pregunta de que “yo soy dueño de mis actos y puedo decidir si tomo champagne o bebo agua, o ingiero infusión gratificante”. Nooo. Nooo.
-¿No puedo elegir? ¿No?
-Noooo.
-Pero…
-Noooo.
-¿Y si no me gusta la infusión?
-Tres veces. Recuerda aquella canción: “Como se que te gusta el arroz con leche, por debajo de la puerta te meto siete”. ¿No te gustaba? ¡Toma! ¡Toma! ¡Toma!
-¡Qué barbaridad! No puedo elegir.
-No.
-Pero… si soy un elegido.
-Por eso. Ya te han elegido, tú no puedes elegir.
-Pero si me han elegido, es que me han dado la capacidad, la potestad, la fuerza y el poder para elegir.
-No.
-¿Pero así de tajante?
-Bueno… Creo que no, me parece que no. Para mí que va a ser que no. ¿Te gusta más así? Esto es la tajada con aceite de oliva, suave pero contundente.
¡Ay! ¡Pero qué radical se vuelve el ser cuando está en un estado de infusión, con gas o sin gas!, ¡qué razones esgrime -de peso- mientras hace pucheros con el pecho y emite lágrimas de pasión, en cualquier momento puedes caer en la tentación de creerle como una bella flor, mas no es así.
¡Ay!, aquellos que creen conocer la infusión, o lo que no tiene gas, o lo que tiene gas, en sidra, champagne, chicle o en jabón, se equivoca, pero aprietan. Déjalos, déjalos que se hagan famosos. Déjalos.
Dejarse… -¡ay!- embargar por lo que han elegido para ti, puede ser una experiencia interesante. Es más, te va a dar una suave tranquilidad. Pero… no te confíes, eres un pajarito que vuela y se posa con vigor por el viento y las rocas, ¡no por tu capacidad! Porque si no hubiera viento, no  podrías volar; y si no hubiera rocas, no podrías posarte. Es fácil de entender.
El aposento no es de infusiones hervidas, no es de torrente sin gas, no es de burbujas chispeantes. El aposento es residuo, y el radicalismo es anuncio de final.
¡Ay! ¡Cómo nos tratas! Como… ¿polillas? Sí, como polillas. No, no, no, no, no, no, es una queja, no, ni muchísimo menos, es una imagen. Hay que tener un cuidado… un cuidado… si queremos realmente saber en qué estado estamos y a dónde nos han llevado, porque te puedes fácilmente equivocar.
Como cada cual, además, trata de impresionar al otro con su verdad:
“Pues es mejor la infusión…”
“No me explico como te pones en la burbuja…”
“A mí me parece fatal, eso te va a sentar muy mal”
“No, pues para mí lo que es el aire libre y fluido y sin burbujas mucho mejor…”
Un cuchicheo de Universo insoportable, que nos lleva al aislamiento, claro.
Muy probablemente, aunque seas de infusión, te llevarán a burbujas o te traerán al fluir libre, o de repente un cubito de hielo caerá sobre tu cabeza, o un vapor de niebla nublará tus pensamientos, los hará confusos y, de repente, estarás en la Nada. ¿Quién sabe? ¿Quién sabe? ¿Para qué preguntarse “quién sabe” si nadie lo sabe? Una egolatría tonta más.
¡Pero tú tranquilo!, no te desesperes, que hay mucho más. Esto tan sólo es un estado, dos estados, tres estados y algunos subgrupos más.
Pero para que te vayas haciendo… Sí… Para que vayas viendo que las cosas, más o menos, van así. Para que no te hagas el valiente, la valiente. No vaya a ser que pierdas todas las batallas, todas las batallas con las que nadie ha querido guerrear.
¡Oh sí!, tendrás batallas de tu clase o de tu calaña, pero esas no te orientarán a la verdad, más bien te harán sentirte culpable. Si ganas, porque ganas; y si pierdes, porque pierdes. Y si te retiras… por cobarde. ¡Ja!
Entre los humanos no hay ¡piedad!

Ten Piedad.

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