lunes

Lema orante semanal

PRODUCIR, PROVIDENCIA, PROPIEDAD

16 de agosto de 2010

Y a una gran velocidad, el producir se ha convertido en el motor de desarrollo de la especie. “Producir” como un mecanismo de control, manipulación y distribución de los bienes producidos.
Si la producción no fuera de carácter de “propiedad”, lo producido rebosaría las necesidades de la especie.
La obsesión productiva se ha convertido en el mayor bien de la especie.
El valor de la calidad, se ha sustituido por el valor de la cantidad –producción-.
No hay un sentido de “producir según necesidades” sino que hay un sentido de producir según rentabilidades. Y así, el llamado “Producto Interior Bruto” o el “Índice Per Cápita”, se convierten en los medidores de la calidad de vida de una comunidad. La valía del ser social, está en razón directa a su producción. Además, la producción se puede medir, se puede contar, se puede almacenar, se puede evaluar…
El nivel de producción se ha convertido en uno de los principales poderes que se desarrollan en las sociedades actuales.
El producto, la producción y el valor que se le dé, va estableciendo grupos humanos diferentes, en razón a su capacidad de adquirir el producto.
En estas circunstancias, la capacidad de producir coloca a el ánima del hombre en una posición creadora.
El hombre, como productor, se coloca en hacedor de sus destinos.

El producir alcanza su máxima expresión cuando se convierte en el producto que engendra, que posibilita y que mantiene la vida. Y así, no se produce en base a necesidades sino en base a poderes, en base a dominios.
En la medida en que el ser descubre que él es capaz de producir más allá de lo que necesita, el valor de
la Providencia se esfuma, se diluye, desaparece.

La Providencia, como el conjunto de acontecimientos -ajenos a el control humano- que hacen posible la generación de la vida, está en desuso como idea, como consciencia, y ha sido sustituido por la producción de la vida.
El sentido orante nos remite a darnos cuenta de que, a través de lo imprevisible, de lo inesperado, de lo afortunado, de lo azaroso, surgen recursos, ideas, propuestas, que hacen posible el desarrollo de la vida según las posibilidades de ésta.
Se debe recordar que las posibilidades de las partículas de la vida no surgieron en este lugar del Universo sino que vinieron, providencialmente, desde el Universo. En este lugar del Universo, esas posibilidades particulares que llamamos vida, encontraron la posibilidad providencial de desarrollarse. Y de hacerlo -y de hacerlo- con un sentido inteligentemente complejo.
No fue producto de ningún ser humano. Los que no albergan en su mente la palabra “Creación”, le llaman a este proceso: “El azar”, “La suerte”. Seguramente, es otro de los nombres de Dios.
Y así, con mucha, mucha suerte, providencialmente, se fueron reuniendo los vectores que hicieron posible un solidario mapa, capaz de generar lo que necesitaban en base al lugar donde asentaban: este planeta.
Cada providencia viva era -es- un elemento, una función que se necesita para otra, y ésta para otra… y así forman como bucles, como burbujas, como espirales que se generan, se entretienen y se mantienen unas a otras.

Si tenemos en cuenta -no solamente como idea sino como consciencia- que la suerte nos ha acompañado desde hace cuatro mil millones de años, providencialmente, probablemente sepamos darnos cuenta de que no somos un producto, no somos productores; somos una propuesta de la Creación.
Hemo
s ido surgiendo y hemos sido colocados en diferentes puestos, providencialmente. La fuerza del “azar”, de la “suerte”, de Dios, ha… ha querido y ha dispuesto que seamos una propuesta cargada de probabilidades y de posibilidades. Pero no somos un producto.
Somos el reflejo consecuente de una propuesta de Amor que, hoy por hoy, nos desborda y nos seguirá desbordando, porque carece del interés de producirnos para algún beneficio.
Si podemos intuir esa Fuerza, estaremos en condiciones de saber qué apuesta hay hacia nosotros.
Somos “propuesta” a la que apuestan por que desarrollemos una serie de capacidades, de probabilidades, de posibilidades.
Con estas coordenadas providenciales, la arrogancia de el momento, la importancia personal de cada día, no tiene sentido. Y es costosísima y cansadísima.

El dicho popular: “Dios proveerá”, se… se hace eco en el desarrollo de la vida, con objeto de que aparezcan -por suerte, por casualidad, inesperadamente- acontecimientos que cuidan, promueven y desarrollan, a nivel de Creación, las opciones de la vida.

La vivencia en lo Providencial, nos libera de la obligatoria productividad.
Nos sitúa en la disponibilidad.
Nos promueve hacia la vocación.
Nos orienta hacia el hacer fervoroso de lo que se siente, y en lo que cada cual está dotado. Así no hay error. Y los seres ocupan la posición que les corresponde.
La dinámica interactiva permite recursos y remedios para todas las variables. Dejamos de ser responsables y manipuladores de la vida, para ser cuidadores, custodios y vividores de la vida.

La propiedad, como elemento posesivo, supone un agotamiento progresivo de las opciones de cada ser.
Al ser propiedad, su generosidad es limitada y selectiva.
Al ser propiedad, siempre tendrá un nivel de envidia.
Al ser propiedad, será necesario el empleo de una defensa, no vaya a ser que sea raptada, que sea violada, que sea usurpada.
El drama de la propiedad, es que se convierte en un secuestro permanente de las condiciones de vida. Y, probablemente, todo surgió al darse cuenta -el ser- de que era capaz de producir algo en base a las “propiedades”, es decir, características que le adornaban. Y, en vez de ejercerlas al servicio de las necesidades, las convirtió en propiedades. Es decir, en posesiones.
Cada ser de humanidad tiene unas propiedades, es decir, características que les diferencian a unos de otros. Pero esas características no nos pertenecen, no son propiedad privada, no hemos hecho nada para ser de esa forma. Son características, propiedades, que sólo tienen la intención de ser una propuesta útil para el desarrollo de
la Creación.
D
e ahí que, sería bueno cambiar el verbo: “Porque yo tengo… porque tengo… porque tú tienes una serie de cosas… porque tú tienes…” El tener, como signo de posesión, es -sin duda- la forma de anular una idea providencial y la forma de generar continuamente poderes propios que, sin duda, combatirán con otros.
YO NO TENGO. SOY UN ADORNO DE PROBABILIDADES. Unas campanillas que, a veces, suenan si sopla el viento, o están en silencio si hay calma.
No hay algo que me pertenezca sino que me sirvo de lo que hay.
No he sido gestado por mí mismo sino que la vida me ha ido moldeando como el orfebre moldea su pieza.
Soy un aspirante a la bondad. Quizás por eso respiro.
Haciendo de mi vida un “azar”, una “suerte”, podré -por momentos- notar cómo me mueven, cómo me encuentran, cómo me promueven.

NO SOY DUEÑO.
NO SOY UN PRODUCTO.
SOY UN REFLEJO DE
LA FUERZA CREADORA, QUE ME DEJA ESTAR.
SIN DUDA, SIN DUDA, SOY UN PRIVILEGIO.

Ámen.

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