miércoles

PACTAR, RECONOCER, RE-HABILITAR
8 de febrero de 2010

Pactar suele ser un recurso que pretende, entre las partes que pactan, sacar un beneficio, una ganancia, en base a… a unos intereses comunes. Ha habido, quizás, tantos pactos como personas. Lo cual significa que casi siempre se han roto.
Podemos decir que pactar es fácil: “Chico guapo busca chica guapa”. Se encuentran. Luego, siempre hay un guapo o una guapa mejor. Se rompen.
“Pacto fácil”, como “futbol fácil”. Pacto ser fácil, hablar indígena, mejor entender. Reconocer: ser difícil, bastante.
¿Que alguien reconozca que...? puffffff. Lo puede reconocer, a lo mejor, de parábola –digo, de palabra-, ¿verdad?, pero luego, de facto, así “in side”, o sea, ¿desde dentro...? Hay que verlo.
¿Rehabilitarse? Bueno, depende de qué.
No sabemos todavía si el señor Tiger Woods se ha rehabilitado de su afición al sexo, por ejemplo. Tampoco nos preocupa mucho. ¿Eh? Creo que a ustedes tampoco, porque no llegaríamos nunca a sus niveles, porque para ser un gran forofo del sexo, también, hay que tener otras cosas.
-Mnnnn (Alguien carraspea)
-Mnnnnn ( El Maestro carraspea).
Mejorando lo presente, se suele decir.
Hay qué ver: ¿curar una adicción al sexo? Rarísimo ¿no? En teoría, todos deberíamos ser adictos ¿no? Por eso somos tantos.
Pero como el hombre se ha empeñado en hacer el mundo a su imagen y semejanza, pues, voila.



Él, que es- siguiendo con Tiger Woods-, que es moreno, se podía fijar en el presidente de Sudáfrica; que él no tiene problemas de adicción al sexo, tiene varias esposas y acaba de tener su vigésimo hijo. Y es presidente, ¿Oye? Y no es vasco.
Hay que ver. Lo que en un sitio es pecado, drama, terror, horror… en otro, es normalidad, vigorosidad, elegancia, alegría... ¡Yupi! Cada uno puede elegir pecar dónde quiera y ser absuelto dónde le guste. (Según el criterio humano, claro).
Siempre se ha hablado ¿verdad?, sí, sí, siempre se ha hablado del pacto con el demonio ¿verdad?: “Es que ha hecho un pacto con el diablo, es que ha hecho un pacto con el demonio”. Pero se habla muy poco de los pactos con Dios ¿Qué pasa? ¿Qué son más light? ¿Son más... son más blandos? ¿Son más... no sé, son más gelatinosos o pringosos o babosos? Y, en cambio, los pactos con el diablo son más vigorosos, más fuertes, más destructores, más malévolos –sí, claro, tienen que ser malévolos-, más..., más..., más..., más. En cambio, los pactos con Dios son como que... menos, menos, menos. Es decir, los pactos con Dios se notan poco; los pactos con el diablo se notan mucho.
A todo esto, a todo esto... fíjate si es difícil descubrir si has hecho un pacto con quien o con K.
-¿Con K?
-Sí, con quien o con K. Con quien, es uno; y con K, es otro.
Bueno, esto no hace falta que lo entiendan.


Pareciera que realmente pactar -que es, en definitiva, un acto de paz-, es un...una acción, por así decirlo, transitoria, del momento: pactamos la no agresión. Bien, hasta que... hasta que me interese agredirte, ¿verdad? De esos ejemplos hay millones, millones. Y este país pacta con éste y...y esta empresa pacta con ésta, y este amigo pacta con éste y...
En el sentido orante –pregunta- ¿se podría, se podría pactar con Dios? ¿Cómo, cómo sería…? –porque con el diablo sabe todo el mundo cómo pactar-; entonces, ¿cómo sería un pacto con Dios? ¿Co… co… cómo sería? ¿Sería, por ejemplo: “pacto contigo ¡oh Dios! que no voy a quitarle la pensión a los pensionistas”? ¿“Pacto contigo ¡Oh Dios! que no voy a volver a rezar con el desayuno en la boca”? “Pacto contigo...” O sea… qué cosa, ¿no?, cómo desayunan los yankees, con el desayuno en la boca, con el croissant, y con el jugo de naranja y se ponen a rezar y comer y rezar y comer...
Y luego, dicen que nuestras oraciones son raras. ¡Joder! Si nosotros somos raros, ¿estos?... Ahí todos en el hotel poniéndose ciegos en el desayuno y mientras otro va rezando y el otro va tomándose el jugo de naranja y la mermelada con, con la “toast”, con “toast”. ¡Menos mal que son cristianos integristas! ¡Joo!
Además, si ustedes se fijan, Cristo nunca desayuno. O sea, quiero decir, que nunca hizo así ninguna oración desayunando. Así, las comidas que se le conocen famosas, bueno, la última cena… que bueno, debió de estar bien; y luego, los peces y los panes, pero eso es porque había mucha hambre; y luego, según algunos, el vino, en la Bodas de Canaán, pero eso no era por la mañana. Entonces, nunca –que se conozca, que se conozca- se reunió con los apóstoles y las multitudes por la mañana temprano y dijo: “desayunemos y oremos”. Vamos, esos sí que son raros, y son cristianos.
Pero bueno, esto es una maniobra de distracción, para, para, para ver cómo se le ocurre a uno pactar con Dios. Y qué, qué, qué puedo pactar, yo, con Dios, si no le conozco. Porque claro, normalmente, cuando uno pacta con alguien es que...
-Bueno, a ver qué voy a ganar yo, qué vas a ganar tú, qué beneficios vas a tener tú, que beneficios voy a tener yo, vamos a llevarnos bien, tal y cual...
Aquí en este caso, como que estamos en desventaja.


Esto es lo más importante para establecer un pacto con Dios. Estás en absoluta desventaja.
Esto parece una bobería, parece una tontería, pero claro, en los pactos, en los pactos humanos, normalmente pues se tienen recursos:
-Oye, pero si me haces esto, te hago lo otro; no se te ocurra... ¿eh?...porque, entonces, yo... ¡oh!, ¿verdad?
Pero aquí, no. Aquí es: una de las partes contratantes, lo Divino, te pone un papel en blanco y te dice:
-¡Firma!
-Jajajaja.
-¡Firma!, ahí están mis condiciones -y todo esto sin decir ni una palabra-.
¡Ayyyyy! y tú dices:
- Pero, dime algo...
-¡Firma!
Tú ¿no?, oyes que te dicen: firma. Y tú sabes, por otra parte, que si tú empiezas a decir:
-Bueno, me tratarás bien, ¿no? ¿No me mandaras ninguna enfermedad? Por favor, no, no te metas con los míos, que son míos (mis hijos, mi mujer, mi marido –ahora, como se puede tener mujer y marido, pues se puede pedir por los dos, ¿verdad?). No se te ocurrirá que tengamos ningún percance ¿verdad?; ni que entremos en crisis, porque si no, no pacto.
Y a todo esto:
-¡Firma!
Y te da una cosa, de un no sé qué, que qué sé yo, que todo lo que estás diciendo –que no quieres que te ocurra- parece como si estuvieran tomando nota para que te ocurriera. ¡Uuuuuyy! Como diría aquel refrán: “que no mientes las soga en la casa del ahorcado”.
Pues, recordar ciertas cosas en ciertos pactos, no conviene, no conviene, no convine, se le da pistas al contrario. Pero es que además, en este caso, en este caso no es el contrario.
Es que es difícil, fíjense, es difícil porque claro, vas a pactar: y hace un pacto con Dios como podría hacer, por ejemplo, un sacerdote, de… del culto que sea. Entonces se consagra -es un pacto, se con-sagra- a Dios para ser diacono, sub-diacono, sub-inspector, inspector, cardenal, obispo, arzobispo, ffffff....yo qué sé, un pacto. Luego, pasa: “Una morena y una rubia...” y hacer puñetas el pacto.
¡Qué bárbaro, qué rápido! ¿Ven? ¿Ven lo frágiles que son los pactos? Entonces, hay que dejar muy claras las cosas, antes, para que no se estropeen sino que mejoren.


Entonces, es un buen momento -es un buen momento, porque estamos en febrero loco… febrero es un mes de fiebre, de cortedad, de intensidad, de imprevisibilidad, de sorpresas-, es un buen momento para pactar, porque te pilla desprevenido y luego ya no te puedes echar atrás. Claro, porque el que se echa atrás, casi siempre es el humano ¿verdad?
-Tengo que pactar con Dios que me voy a llevar bien con los demás, porque a Él...no puedo decir que me voy a llevar bien con Dios, porque sería colocar a Dios en la misma estancia que yo y ése no es el Dios. ¡Qué lio! Dios... a ver, vamos a ver como lo planteamos:
-Bueno, voy a pactar con Dios que lo voy a tener presente. Por ejemplo. Presente.
- ¿Y qué es eso?
- Pues, por ejemplo, puede ser que todos los días -every day-, todos los días voy a decir: “¡Aquí estoy!” Nada más. Quizá sea una de las oraciones más breves que existen. Ya está nada más decir: ¡Aquí estoy! Haciendo referencia a Dios. ¡Aquí estoy!... Quizá no llega a dos segundos.
¡No me digan que es un esfuerzo grande!
¡Aquí estoy! Eso significa, simplemente, que aquí estoy porque tengo un pacto contigo. No sé de qué naturaleza, porque yo he firmado en blanco… Tú sabrás, ¿verdad?, pero aquí estoy. Tampoco te voy a decir la chorrada esa de “cuenta conmigo”, porque cuenta conmigo cuando le da la gana. Y siempre cuenta conmigo. O bien sea para arrinconarme, o bien sea para aplaudirme, o bien sea para matarme, o bien sea para ocultarme o bien sea para lo que sea. Vale.


Entonces, es absurdo decir: “Cuenta conmigo” o “Yo te ayudaré, Señor…” ¡Donde vas, dónde vas… Alfonso XIII! Dónde vas, dónde vas… cuenta conmigo… ¿Pero que de qué, pa’ qué?
Entonces, en el pacto deben ir incluidas estas cosas, que son verdaderas atrocidades humanas con respecto a Dios: “Cuenta conmigo, estoy a tu disposición, haz de mí lo que quieras…” ¡Si es que lo va a hacer! No hace falta que lo digas, ca… ¡capullo!
Si hay algo evidente –si es que se puede llamar evidente, yo creo que es tras-evidente-, es que la Fuerza de lo Divino es absolutamente implacable.
“Absolutamente” es absoluto. Nosotros no conocemos lo absoluto.
E “implacable”, no significa que sea malo sino que… que tiene una placa que nosotros no podemos moldear, modificar, cambiar… “¡Ay!, hoy, Dios me quería castigar, pero me porté bien e hice la mayonesa y no se me cortó y entonces me ha premiado con un bombón helado…” No, no hay trato.
Eso son diosecillos que cada uno se crea en su mente y en su imagen… y bueno, como jugar con la “Barbi”, ¿verdad? Pues unos juegan con la Barbi, otros juegan con su camión… y bueno, tú te crees que llevas un camión de 20 toneladas y la otra se cree que tiene una chica espeluznante e impresionante… y bueno, en ese estadío está bien, pero… pero no.
Implacable. Impresionante.
-O sea, ¿que no le podemos impresionar con nuestras heroicidades, con tomar la cota 1000 y coger la bandera y clavarla y ponerla en la luna y dar saltitos como las ranas…? ¿No le impresiona eso a Dios?
-No.
-¿Y por qué sabe usted que no?
-Porque hubiera aplaudido.
O sea, que “aquí estoy”.
Si quieren, para ponerle el sentido del humor, añadan: “Deséame suerte”. Pero, como dicen los toreros cuando empiezan el paseíllo, cuando salen a la plaza, se dicen unos a otros: “Que Dios reparta suerte”. Porque no sabes cómo vas a salir de la plaza: si a hombros, a almohadillazos, o a la enfermería o al tanatorio. No lo sabes. Entonces, Dios va repartiendo la suerte según esté la afición.
-¡Ah!, entonces, ¿Dios se encarga de la suerte?
-También. ¿Es que hay algo de lo que no se encargue Dios?
Para un creyente, no puede haber algo que no tenga que ver con Dios. No puede decir, el creyente, “Esto son cosas mías, y otras cosas son las de Dios”. Eso no es creer, seamos serios…
Entonces, sería mejor -en vez de decirle “Que Dios reparta suerte, deséanos suerte”…- “Aquí estoy, ya sabes”, por si quieren hacerlo más largo. “Ya sabes” significa, efectivamente, que Él sabe lo que nos tiene preparado. “Aquí estoy, ya sabes”
O, si quieren ponerle una disciplina “militaroide”, pues digan “Aquí estoy, a la orden”.
Parece que no, parece que no, ¿saben?, pero el hecho de reconocer todos los días, así, en un instante, que todo lo que va a trascurrir es un juego mágico, trascendente, increíble, de la vida, que la rige la Creación, cuando se le da esa perspectiva, sin duda nuestra actitud es de otra manera. Y por momentos –por momentos, vive Dios que es cierto-, por momentos le descubrimos entre rendijas, entre luces, entre jugadas, entre ocasiones, entre casualidades, entre sorpresas, entre suertes… “Te he visto, te noto, estás ahí”. Hasta sentir un manto inmenso que se pliega sobre cada vida, y que hace nuestro perfil, inmenso.
Cuando reconocemos esa posición de pacto, que es –permitamos el juego de palabras- que es el pasto para una buena cosecha, para un buen alimento, nos hace reconocibles a nosotros mismos, reconocernos. Sin llegar a la trascendente frase de: “Conócete a ti mismo”… Nunca llegas. Pero reconocer tus estrategias, tus pensamientos, tus planes, tus proyectos. Y, en ese reconocer, reconocer lo que te comentan, lo que te dicen. Hacer un esfuerzo por entender, comprender, escuchar al otro. Que es como hacer un esfuerzo por ver la virtud divina que hay en el otro.
Esforzarse… ¡sin prejuicios!, en ver la virtud del otro; y se disuelven sus defectos. No sólo la mirada ajena sino, también, el que se siente reconocido en sus virtudes, se ejercita automáticamente en la disolución de sus defectos.
Y en ese reconocerse… se va habilitando, se van rehabilitando unas funciones que estaban dañadas, que estaban olvidadas, que estaban escondidas...
Habilitar el trastero donde hay tantos proyectos, recuerdos, planes.
Rehabilitar ¡nuevas! Habilidades, que están ahí pendientes y que nos reclaman, que nos llaman.
La rehabilitación no se agota en la pérdida, en recuperarla, sino que se amplifica en ¡nuevas! habilidades. No se trata de estar como antes, se trata de ser diferente a “antes”.
Y en ese pacto “en blanco” -para que cada color impregne la presencia del Divino-, en ese reconocer, conocemos y conocemos más de lo propio y lo ajeno, y culminamos reconociendo, sin que haya ajenos -todo sea… unitario-, ¡todo! Porque, en la medida en que haya “propios y ajenos”, hay ya una semilla de controversia, de enfrentamiento.
El reconocer, el creer… el creer en esa página en blanco…
“¡Aquí estoy!”


Se… se disuelve la queja, la rabia, la controversia.
Se disuelve la obcecación de que… “¡mis planes son los mejores! “.
Se busca la rehabilitación de ¡todas las funciones!
Cualquier detalle es transcendente.
¡Ay! , ay, qué locura, la que cura, que puede llevarnos de la mano con un pacto de creencia, en un reconocerse, reconociendo en ese “todo”, y habilitándose y rehabilitándonos en esos… “pendientes” que hay aquí y allí, allá.
“Y esto está pendiente, y esto está pendiente, y esto también…” “Y esto lo dejamos para luego, esto para más tarde, esto para el año que viene, esto, bueno… ¡ya veremos!”
Quizás, sea una buena oportunidad en este Febrero -¡loco!-, rehabilitar esos pendientes, habilitarnos en esas llamadas que sabemos que necesitamos, y que nos negamos por pereza, por cansancio… siempre hay una justificación, pero ¡nos llaman!
El conocer a los otros y darse cuenta que… ¡somos todos!, implica la “sorprendente maravilla” de escuchar y… y de hablar, y de poderse convertir en transparente… para que, sobre nuestra transparencia, puedan mirar al otro lado.
¡Ay!, y no seamos opacos y oscuras presencias que dificultan el trascurrir de los demás… ¡Eso es reconocer!
¡Pactos vivos! de cada día. “¡Aquí estoy!”, obedeciendo… la obediencia de vida.
Y en cada esquina, cuando nos aceche la Creación y nos impresione por el acontecer, sepamos leer entre líneas, seguramente un discurso que nada tiene que ver con las letras de la noticia.
¡Pacto en Divino!, ¡vivo!
¡Reconozco en haceres creadores!
Rehabilito, los pendientes olvidados,
y salto al vacío hacia las llamadas de lo ¡nuevo!
No hay caída, ni golpe…
¡Hay regazo complaciente!


¡AY!