miércoles

Lema orante semanal

TENTACIONES, JUSTIFICACIONES Y REFERENCIAS
1º de febrero de 2010


Las tentaciones, cuando -en el álgido momento de las religiones- estaban ligadas a las leyes religiosas, constituían, sin duda, una pesada carga que nos inhabilitaba, nos coartaba y nos encerraba en un chiquero, como si fuéramos proscritos. Todo era tentación y, por supuesto, caías en la tentación. Y, a veces, ¿para qué levantarse, si era tan buena?
Lo cierto es que... la palabra “tentación” siempre ha estado ligada a procesos más bien malévolos, más bien tiránicos, más bien apetitosos y atractivos, pero, pero, pero delictivos o...o ilegales, diera o fuera cual fuera la época en que se analicen. Pero, realmente, si les quitamos esa falsa “religación”, esa... esa “tropelería” de leyes y de reglas, existen condicionantes que nos pueden hacer cambiar el rumbo de… hacia dónde se piensa que se debe ir; existen condicionantes y circunstancias que fácilmente nos reclaman la ganancia fácil, el trabajo fácil, la importancia fácil...



Existen tentaciones como expresión de cambiar el rumbo y quedarse atrapado -porque la tentación siempre atrapa-, quedarse atrapado a una servidumbre que no nos dejará.
El soplo Krístico nos describe muy bien los tres niveles “tentacionales”: Lo estrictamente material: “no sólo de pan vive el hombre”; lo “tentacional” de poseer y dominar el mundo; y la gran tentación: tentar, que uno tiente a lo Divino, a la Creación, usando los elementos que Ella nos ha dado.
Cierto es que está el pan ahí, y está rico, sí. Pero no somos unos seres devoradores de pan, no somos devoradores de materia. Al revés, más bien, una vez encarnados, nuestro oficio como vida consiste en… en deshilacharnos, en diluirnos. En perdernos -valga la palabra poética-, perdernos con una idea cuando llegue la tarde.
Pero, ciertamente, es atractiva la materia. Es, también, necesaria. Pero cuando supera la necesidad, entonces el ser se confina a una época -que ahora es muy clara-, a consumirse, se consume. Se consume detrás de cada objeto, detrás de cada novedad… no hay límite, la materia te busca, y te llama, y te clama, y te ofrece, y te promete, y… y está tan bien presentada, está tan bien embalada, se puede pagar en tan cómodos plazos...Parece que casi te la regalan.
Pero... cuando parece que todo era tan inocente y el consumidor lo consume, queda consumido.
Se hace él, se convierte él en tentación para otros. Porque el consumidor consumible consumido, difícilmente reconoce su posición. Es una adicción, como las imágenes que nos servían ahora, con motivo de las rebajas de enero. Es un correr, un devorarse por un calcetín, por un par de zapatos, un comprar inútil de… cosas inútiles -claro, ahí está- porque están baratas. Es un engaño que trata de hacer uno al otro y el otro cree que lo ha engañado. Los dos se creen vencedores: uno porque ha comprado muy barato y el otro porque ha conseguido que pique.
Eso es la imagen a gran escala. Pero, a pequeña escala, siempre está ahí el material nuevo, el material que ocupa espacio, tiempo, lugar, y que –obviamente- nos retiene, nos consume. Y nos impide volar, porque empezamos a pesar más.


E insisto, necesitándolo por el estadío en que se está, la clave para no ser un cuerpo “tentacional” es mantenerlo en la justa medida.Sin duda no es fácil, más bien es, francamente, difícil.
Mas si la vía del espíritu está en actividad. Más si la vía orante está a la expectativa de perseverar, de continuar, de “ir a...” sabremos evaluar la... la imagen de la materia, y sabremos tratarla con... ¡con la dignidad que se merece! Porque no podemos caer tampoco en... en el juicio fatal de que la materia es un “horror universal”. Es un estadio más... Pero, un tránsito en nuestra “evaporación” que nos puede atrapar.
¿Será -es una pregunta al vuelo-, será que… que por eso... se muere?... ¿Porque es la única forma eficaz de diluirse y evaporarse, y continuar? ¿Será que si el hombre sabe evaluar el hálito de la materia, no precisa morirse porque con ella se sublimará…?
Habrá que tenerlo en cuenta. Y claro está, cuando el ser se da cuenta de que... lo material le atrapa, el dinero le persigue, el acreedor también, y tantos y tantos que, que acaban con su vida por no poder acceder a mantener su… su materialidad y hacen de ello todo un quehacer permanente… ¡y así va la mayoría de la humanidad!
Hay que justificarlo. Sí. Viene el sistema de justificaciones.
Pero fíjense en una cosa para no caer en la tentación justificativa: ¿necesita alguna justificación la bondad? ¿Necesita alguna justificación lo bien hecho? ¿Necesita alguna justificación la pureza? ¿Necesita alguna justificación la pulcritud? ¿Necesita alguna justificación la limpieza…?


Resulta que aquellas acciones, actividades o procesos que nos… que nos exaltan, que nos colocan en una posición de una alegría interna, de un sonrisa -¡vertical, horizontal, oblicua, ascendente, descendente y de todos los sitios!-… ésas no necesitan justificaciones. Cuando se realizan y se hacen no precisan justificarse. Pero fíjense, en cambio todo aquello que no va en ese sentido, necesita justificación. Moraleja, moraleja: cuando te justifiques de algo es que estás fuera de base. Estás fuera de onda.
Quizás no sea así tan radical, quizá, quizá y hay alguna excepción. Pero como entretenimiento del espíritu es... muy eficaz: Si tengo que justificar, es que tengo que implicar como responsables a “otros”, tengo que implicar como culpables a “otros”, tengo que implicar como inductores a “otros”… a otros o a otras circunstancias para justificar...
“Es que claro, no me pagaban bien y por eso robaba”.
“Es que claro, me insultaban y por eso le pegué…”.
“Es que claro...”
Siempre encontraremos justificaciones.


-¿Te corresponde custodiar ese lugar, esa casa, ese… niño?
-Sí.
-¿Tienes que justificarlo de alguna manera?
-No.
Pero, cuando es viceversa y no te corresponde...
-Sí, pero es que... lo ví sólo, ¿sabes? Lo vi solo entre los escombros y dije: Pues, mira: ahora que no tengo niños me lo llevo a casa. ¿Sabes? Porque estaba solito, pobrecito, qué le vas hacer, ¡hombre!
-Pero, es que te lo llevaste a tu casa… y lo inscribiste en el registro… y, en fin… no buscaste a alguien que lo pudiera reclamar, no aguardaste...
-Bueno, hombre comprende que en esos momentos… todo se te hace un lío, ¿no?...
-Bueno pero no, no... más que un lío, lo hiciste con premeditación, alevosía y nocturnidad.
-¡A ver!, ¿si no es por mí, de qué ese niño podría vivir?
-¡Oooh, el señor de la vida y de la muerte...! ¡Oooh, gran hombre!, ¿tú eres el amo de la vida y de la muerte? Si no es por ti, ¡pobre negrito!, se habría muerto… ¿Seguro?
-¡Sí! porque yo le daré de comer, le daré de estudiar, le daré...
-¿Le darás? ¿Tendrás tiempo para dárselo? ¿Estás seguro de que él aguantará todo eso?
Porque “si no fuera por mí”… ¡Ay!, frase tremenda de justificación. “Si no fuera por mí” de qué habría… “Si no fuera por mí...” uauu… peligro... Aparecen los gatos, los “mimís”. Antes eran titís, ahora vienen los “mimís”: “Porque ¡mi! presencia...” “Gracias a ¡mi! colaboración...” “Porque ¡mi! actitud fue...”
¡Uy! ¡Uy! ¡Uy!...
¡Miau, miau, tranquilo! Tranquilo, miau, miau, miau. Cambia, cambia, cambia… cambia el verso por favor. Cambia el verso, cambia el verso. Ya sé que tú eres muy importante; ya sé que tú eres fundamental; ya sé que tú eres trascendente; ya sé tú eres ¡vamos, vamos, vamos... vamos, vamos, vamos, la mejor leche de Suiza!
Pero… pero, si te ejercitas en esa “mismidad”, la justificación más dramática no podía ser. Que otros vean en ti tu participación, tu acción, tu actividad, igual que tú ves en otros. Pero, esa justificación permanente para... beneficio, para... trasgredir, para... lograr, para conquistar, para dominar.


Justificaciones de odios, rencores… Justificaciones en persecuciones, en castigos…
Se vive en un mundo justificativo que, en la medida que hay un justificante, ¡todo va bien! Fíjense bien en eso:
-¿Tiene usted un justificante que acredite que es usted?
-Sí, sí, aquí tiene mi DNI.
- ¡Ah! Un justificante... Usted... sí, sí.
-¿Tiene usted un justificante de haber pagado?
-Sí, sí aquí está mi justificante.
-¿Puede usted justificar estos gastos?
-Sí, sí. Aquí están los recibos.
-¿Puede usted justificar que... esta persona es su mujer?
-Sí, sí aquí están las actas de matrimonio.
-Aaah...
Los justificantes han formado y forman ya parte, absolutamente trascendente en nuestra vida y eso no podemos permitirlo. ¡¿Cuántos cajones de papeles y justificantes, tendrá cada uno es su casa, ¿eh?! Que se guardan por lo menos un año, ¡dos, tres, cuatro!, y a veces cinco. Y es que a veces te dan los justificantes y te dicen:
-Guárdelo por lo menos cinco años.
-¿Por qué?
-Porque pueden pedírselo. Y no le podemos dar otro justificante.
-Ahhh…
¡Dios, por favor...!
Recientemente -para que vean los justificantes-, un… una persona terminó sus estudios universitarios de grado superior, y cuando… cuando fue a retirar su diploma le dijeron que “No, que faltaban las notas del bachillerato”.


Manda… mándale, ¿eh? Mándale... Mandalé. Ponte a buscarlas, ¿eh?... Que quede algún profesor vivo... que hay testigos, y que exista el colegio ése... mmmm… Para saber si ha aprobado o no...
-¿Cómo? Entonces cómo cree usted que yo llegué aquí a la... Pero si ya soy doctor, soy “dotor”, ¡soy “dotor”!, en cirugía y en medicina y todo… tido. ¿Cómo cree usted que, que, que he podido… y que ustedes me han dado todos estos aprobados, notables, sobresalientes...?
-Bueno no te pases...
-Bueno, aprobados...
Se supone que... Se supone, ¿verdad?
No. No. Búscate... empiézate a buscar. ¡Y que asignaturas cursó...! No vaya a ser que su bachillerato no esté convalidado aquí...
¡¡Ay!! Macarena, Macarena, no puede ser, no puede ser... Pues sí, sí… siglo XXI, aquí...
Pues, búscatelas, búscatelas las buena ventura. Si Dios te la da, si te pica la mosca, ráscatela. Pues, así...
Y hubo afortunadamente fortuna, y las notas aparecieron y el certificado también. Y valió, y vio Dios que era bueno… Porque vamos, sino llega a ser bueno es para suicidarte.
El certificado. La justificación. El justificante.
¡Ah!, tiene usted el justificante… Sí, sí, sí. Y si tiene la apostilla de la Haya, mejor.
Ustedes a partir de ahora, a partir de hoy, de hoy, yo les doy -no un consejo- una, una indicación jurídica que es la primera vez que la voy a dar, entonces, no sé si son afortunados por eso, o no, pero… ustedes, cualquier justificante que tengan, pónganle la apostilla de la Haya. De verdad que no sé exactamente qué es. De verdad, ¿eh?, no lo sé. Pero, sí sé que cada justificante que llevas a cualquier sitio, finalmente cuando todo está bien, dicen: “¿pero lleva la apostilla de la Haya?” La Haya no es, “allá en el Rancho grande”… La Haya es el país ése, allí, allí, allá. La Haya. La apostilla. La apostilla. Es como “la costra”, “La costra Nostra”.
Entonces, ¿que a ustedes le dan un justificante de haber pagado la luz?: llévenlo a la Haya, que le pongan la apostilla. Si le dicen:
-No la necesita.
-Bueno, usted lo dirá, que no la necesito. Yo sí creo que la necesito. Usted póngale la apostilla.
De verdad ¡qué persecución!


Evidentemente, es todo un negocio lucrativo, ¿verdad? Pero, pero, ¡ay de ti como no lleves el justificante! Claro, con tanto justificante, el ser difícilmente se resiste a no justificar, a su vez, sus comportamientos, sus actitudes. Fácil, ¿no? Hemos… Han… Se ha creado una comunión justificativa. Una humanidad cargada de justificantes. Con lo cual, todo está justificado.
Eso permite al que gana -al ganador- obviamente, emplear cualquier recurso. Está justificado. Como ese pecadillo “de nada”, que dijimos a propósito de Hiroshima y Nagasaki. Está justificado. Era la forma de acabar con la guerra. Hoy sabemos fehacientemente que es falso; que la guerra ya había acabado. Ya se había rendido Japón. Habían acordado hasta en dónde firmar el armisticio. Igual que se sabía que iban a bombardear Pearl Harbor y pusieron los barcos más viejos… y ninguno de los jefes cayó en el bombardeo. Era la justificación… “Oh, un justificante, mira”… para entrar en la guerra y ganarla.
Pero, ¡ay!, las justificaciones y los justificantes se pueden volver en contra… Fíjate. Porque si pierdes, aparecerán justificantes que te incriminan en todo. ¡En todo! Puedes llegar a ser la reencarnación del cuerno de “Islero”, el toro que mató a Manolete. Y haber justificantes… O sea que, también, la alerta del espíritu, del ánima, está ahí atenta a… a que la justificación no te lleve al éxito; porque entonces tendrás que justificar el éxito como triunfo, como ganador, como poderoso. Y te será viable y rentable. Pero, ¡cuidado!, que si eres el perdedor, todos los justificantes -por perder-, se volverán en contra.
Para ello, es fundamental “la referencia”. Una referencia que nos dé la orientación de hacia dónde sopla el viento; hacia dónde se expresa lo Divino; en dónde puedo sentirlo. De qué manera puedo acercarme a… a su ternura, a su bondad…
Cuando las tentaciones se acrecientan hasta el punto de desafiar a lo Divino, si la referencia está orientada, no harán falta justificaciones. Porque detrás de cada justificación hay una justicia que impone.


Si la orientación es adecuada, no harán falta tentaciones, ¡y superarlas!, ¡y evitarlas! y ¡evadirlas! Porque estaremos en la dirección hacia donde va el viento. Iremos hacia el sentido en donde se diluye la nieve. Estaremos… justo en el centro de la semilla. Seremos la huella de la arena del desierto que se diluye cuando sopla el aire.
Cuando la referencia es lo creativo, lo renovado, lo impredecible, lo inesperado, ¡LO IMPROVISADO!, estamos… estamos en el área de la Creación. Estamos en ese caos inteligente, infinito… Cualquier palabra más, ya sobra.
Cuando la referencia va en la búsqueda de la virtud, que se… se personifica en el servicio, y que luego se distribuye en multitud de otras facetas, estamos en la vibrante sintonía de lo Eterno. Cuando no es prioridad destacar el defecto, cuando no es perentorio buscar el fallo. Cuando se sabe esperar a “la paciencia”… Esperar a la paciencia… No hay error. No hay terror. No hay temor.


La oración nos sitúa, desde la sola intención de orar, en esas referencias -en la sola intención de orar-. Pero aún hay que estar en la materia, en el cuerpo, en las justificaciones, en las tentaciones, para -y retomando de nuevo el “Soplo Krístico”- poder, no como poder, sino, superar esas situaciones, con oraciones. Pero, basta la intención orante -como “basta una sola palabra”…- para que se ponga en marcha todo el mecanismo de referencia que nos religa, que nos une. Que nos hace uno… uno con TODO. Que somos TODO y UNO, sin dejar de ser cada cual quién es.
Referencias…
Sí, instantes de certeza.
Sí, instante de certeza que nos da la fuerza -que no es nuestra- para des-justificarnos, para entrar en esa vía de transformarnos, de contemplar… de estar en el perdón… En esas referencias que nos permiten… Que han sido “la referencia”, pero que han precisado multitud de argumentos y elementos para que la referencia hacia el Misterio, hacia la Providencia, hacia lo Eterno, hacia lo Infinito, pueda tener… pueda tener cuerpo, cabida y… y acción en el corazón que late sin cesar, como ansiosas bocanadas del poeta que quiere ensalzar la belleza de “Lo que Ama”. Porque nos ama en abundancia. Sin límite.



Ámen.