miércoles

Lema orante semanal

PALABRAS
22 de febrero de 2010

Las palabras representan la expresión evolutiva de un complejo sistema llamado “lenguaje”… que es especialmente complejo en el ser humano, y que tiene como misión fundamental la relación; la comunicación; la convivencia.
Las palabras, a lo largo de la historia, han edificado miles y miles de castillos… fábricas… casas… Todo fue precedido por palabras, ideologías, puntos de vista, proyectos…
Las palabras han representado lo que cada uno siente, piensa, proyecta… Y lo decimos en pasado porque, poco a poco… la palabra ha ido perdiendo… su vigencia.
La mentira –expresada en palabras- ha ido socavando las verdaderas dimensiones de cada ser... Hasta el punto de que casi se podría decir que el discurso verbal está agotado.
Y se busca un discurso de sentires, de emociones, de percepciones, con pocas… palabras. Como decía el refrán: “A buen entendedor, pocas palabras bastan.”
¿Qué… qué excusa puede presentar quien traiciona sus palabras?
Antes de que eso ocurra, el ser tiene la posibilidad de corregir sus palabras.
Sin dudarlo, si hubiera que buscar una medida… para evaluar a un hombre, ésta sería "el compromiso con sus palabras". No sería el mismo en el caso de una mujer: "el compromiso con sus sentimientos". Pero el hombre que falta a sus palabras… ¡defrauda!
Si… si lo poco que se ha podido hacer y avanzar ha sido en torno a algunas palabras… ¡cómo se destruye por el incumplimiento de ellas! ¡Cómo se menoscaban el amor, los afectos, las relaciones!... por el incumplimiento de las palabras.
¡Es el principal mecanismo destructor, cuando resulta que era el principal mecanismo constructor!
¡Hay una rabia interna en las palabras, que reclaman… su validez!, ¡¡que exigen su cumplimiento!!
¡Palabras!... ¡Vibraciones de Creación! Cuerdas útiles… ¡para unir!
¡Reclaman, las palabras, ¡su posición!!
La palabra es el equivalente de lo Divino. Y como dice también el refrán: “Las palabras se las lleva el viento”. ¡Sí, ciertamente! Se las lleva el viento… a lo Eterno. No se pierden por el camino…
¿Dónde…dónde quedaron… las promesas?
¿En dónde se esconden… los pactos?
¿Dónde están los convenios… los acuerdos… la veracidad de los relatos?
¿Dónde...? ¿Dónde están las declaraciones, ¡los principios!... los juramentos? En el desván… allí, arrinconados. Ahora lo que importa es el rendimiento, la utilidad, el beneficio, el gusto, el placer…


¿Qué fue de aquellos “principios”…? Son ya ¡finales!…
La rebelión de las palabras ¡reclama!… su sitio. ¡El mundo fue hecho con ellas!
¿El mundo… fue hecho… con ellas?
¿Es digno, en consecuencia, que reclamen su posición… para seguir construyendo el mundo? ¿O tienen que asumir que ya no sirven… que ya el mundo está terminado; y que, una vez terminado, se corresponde exterminarlo, agotarlo… ¡pase lo que pase!, se dañe a quien se dañe?
Pero a base de usurpar con la traición, a las palabras, cada uno se quiere tragar el agua del río; no quiere que los demás beban. Aunque se dice que: “Agua que no has de beber, déjala correr”... ¡No!.. ¡no!... ¡Acapárala! ¡Cógela! ¡No importa que sea para otros!, de otros o hacia otros… ¡Ahora es tuya! Como un vulgar celo entre animales, en el que el más poderoso se lleva el triunfo.
No… no… No fueron creadas las palabras para eso…
Son vibraciones de poeta. ¡No han sido creadas para estropear!… y arrasar, engañar, despistar, provocar… desafiar… ¡Increíble! Un desafío en busca de la violencia.
Y a base de palabras se construyó el mundo… ¡¡¿Qué queda de él?!!
Y cada vez que lo Divino encarnaba una palabra… ¡vio… que era buena!
Y fue desgranando, lo Divino, palabras… historias… relatos… para que el hombre aprendiera… hiciera su lenguaje Divino… y, con ello, construyera la Divina Providencia, ¡allá donde estuviera!
Dios no espera; no está sujeto al tiempo ni al espacio.
El hombre espera y, en su espera… se recupera, se rehace de sus destrucciones. Y su espera recupera la dignidad de sus palabras… la autenticidad de sus sentires… ¡claros!... ¡transparentes!
Porque ¡con qué facilidad!... el hombre miente, y con ¡qué dificultad!... corrige...; ¡tarde… mal… o nunca!
Por ello, en la espera, se puede recoger el fruto certero de la palabra; ¡la semilla auténtica… del verso!...; la belleza innata de la flor; ¡el alimento único del fruto!... con cada palabra que sienta el corazón.

Ámen

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