viernes

Lema orante semanal

PESAR, CONFIAR, ESPERANZAR
27 de julio de 2009

PESAR, ese estado… de ánimo en el que todo adquiere un volumen, un peso específico, un… una llenura que se hace dura, difícil, incómoda.
A veces pareciera –pareciera- que somos un gran vacío que, a lo largo de la vida, se va llenando y va pesando cada vez más. Empezó ligero y fluido y luego se fue haciendo denso y espeso. Quizás por no saber digerir, por no saber guardar… algo no se sabrá hacer bien para que el vacío fructífero, la vacuidad creadora, evite que el ser se convierta en un cúmulo de pesares.
También, sin duda, tiene que ver el criterio, el concepto que cada cual se hace de una situación. En la medida en que las cosas transcurren según esas coordenadas, todo va bien, no hay pesar. Pero, en la medida en que alguna de las coordenadas fallan, se hacen diferentes, no están bien… aparece el pesar.
También el pesar constituye, en ocasiones, un momento desesperado. Un momento de incapacidad para… para actuar, para estar, para colaborar, para…
También los pesares se gestan en ocasiones con largo recorrido. Posturas ante la vida que… que sólo contemplan el lado denso, el lado inexplicable, el lado desagradable.
En la medida en que los pesares se hacen espacio, se asientan y se repiten, e invitan a otros, en esa medida se va arrinconando, se le van secuestrando a la esperanza sus capacidades de volar, de la fe, del que sabe esperar. Y, poco a poco con más frecuencia, ese pesar termina por hacerse, preferentemente, el más revulsivo de todos.
Las esperanzas se vuelven tenues, tímidas, lánguidas. Parece, a veces, que nunca existieron. Y, en ocasiones, el pesar es tan contundente que pareciera que hubieran exterminado a la esperanza.
La esperanza es como el gran reclamo, que puede ser conturbado, puede ser golpeado, puede ser insultado, incluso. Pero, cuando está, cuando es, nada de eso aminora su fuerza. La fuerza de la esperanza es la que habilita al ser hacia otras fuerzas, hacia la referencia de otras referencias, hacia la posibilidad de encuentro con capacidades propias, que haga del pesar una ofensa, una ofensa que se puede aclarar, que se puede conversar, que se puede indagar, que se puede investigar.
El confiar es la parte más pragmática, más ejercitante de la esperanza, que es la nube global que anuncia la lluvia, mientras que la confianza es el disfrute concreto del hecho, de la lluvia y su utilidad.
Ese confiar, es como… el regalo que da la vida, que nos fía. Tenemos una deuda que saldar, y la vida nos la fía. Sabe esperar, aguarda a que podamos devolver.
Estamos en tiempos de esa palabra enorme: de “crisis”, que todo se hace pesar, todo tiende a hacerse pesado. Y todo parece indicar que tenemos que llevar la carga, más allá de la que podemos soportar.
No es así. Pero en el desespero, todo se puede ver con ópticas destrozantes.
Hay pérdida de confianza al consumidor, hay pérdida de esperanza para el futuro… Todo se hace pérdida menos las ganancias de los pesares, que ganan y ganan y ganan espacio. Y se anulan, se anulan y se anulan, en la búsqueda de soluciones. O se aguarda y se aguarda, y se aumenta el pesar esperando que alguien solucione.
También existe un mecanismo según el cual -no es habitual- según el cual, al aparecer el pesar, se triplica la esperanza y… y se ejercita y se pragmatiza la confianza.
La vida se gesta en diferentes niveles del universo. Es un signo de esperanza permanente. Es una muestra de confianza de Lo Eterno.
Los pesares, son gestos, gesticulaciones que elaboran las filosofías del hombre, cuando tratan sistemáticamente de cambiar los designios, las decisiones, las imprevisibilidades de la Creación. Ahí se puede producir una fractura importante, que hace del hombre un ser desesperado, desesperanzado, desconfiado…. Más o menos como camina hoy en día.
Somos seres de constitución esperanzadora. Y la prueba de ello es el afán que se pone en cada día.
No somos pesares andantes. Sí, sí se es una especie que tiene que ganarse más confianza dentro del espacio vital.
Generar la suficiente confianza y elaborar las suficientes ideas como para seguir cimentando y retroalimentando la esperanza, y haciendo del pesar, un mero tránsito ocasional.