Descubrirse en el ejercicio de la eternidad
20 de octubre de 2025
Transcurre el futuro, sin freno, y lo humano se empeña en retenerlo en presentes fraccionados o en pasados estancados.
Va como en desespero, el futuro, no se sabe hacia dónde. Y lo humano lo interpreta como un final… Porque con sus recuerdos, con sus pasados, ha elaborado un frágil momento de presente. Y cuando quiere asumir lo futuro, lo hace con tanta fragilidad que vuelve a caer en lo pasado.
Y es así como las historias se repiten…
Con diferentes protagonistas, diferentes matices, pero… se repiten.
En principio, el pasado serviría para aprender…; para poder abordar el futuro sin esa pesada carga del prejuicio, que nos hace ver cualquier situación bajo ese prisma.
El presente es un transcurso que, nada más empezar, ya es futuro.
Por eso, cuando se afirma que hay que vivir el presente, no se está exento de inexactitud; inexacto. Y más bien se está más cerca de “lo pasado” que de “lo que está por venir”.
Cuando la Llamada Orante nos sitúa en estos planos, es inevitable preguntarse si el Misterio Creador es pasado, presente o futuro; o… eterno, con lo cual no está sujeto a tiempos.
En consecuencia, si nos referenciamos con el Misterio Creador en torno a la oración, debemos emular a ese Misterio como procedentes de Él mismo, y despojarnos de los radicalismos pasados: traumas, impactos, recuerdos…
Y a este respecto, “recuerdos”, pareciera que fueran inútiles, en consecuencia; mas no es así. El recuerdo es la referencia de futuro. ¡Claro! Es lo que nos permite saber que no hay repetición.
En cambio, cuando nos quedamos en “pasados”, repetimos.
La finalidad del pasado es acrecentar el futuro. Y de hecho, una serie de acontecimientos se van instaurando como nuevos futuros, partiendo de evaluaciones de pasado –menos de los que podíamos pensar-.
Verán. El pasado tiene el poder del saber, tiene la fuerza del conocer, tiene la hegemonía del protagonismo. Se envalentona con lo ocurrido, enarbola sus experiencias como dogmas y, en definitiva, es lo que permite al ser hacerse –según su ego-idolatría- inmortal: es el que hace estatuas, mausoleos…; centros de recuerdos en los que el protagonismo está asegurado.
En cambio, en el futuro… la Llamada Orante no nos garantiza nada, no nos asegura nada. No nos augura ser “pasados inmortales”, sino más bien transeúntes peregrinos que saben que después de cada bocado ya viene otro inesperado.
Que no hay pisada presente, sino zancada futura.
Y ahí sí sintonizamos con la infinitud, la eternidad, que es lo más cercano –dentro de nuestra capacidad cognitiva- al Misterio Creador.
Y al decir: “y mañana, ¿qué?”, contestar: “Dios dirá”.
En consecuencia, el recuerdo nos sirve como el recurso de algo que ya no es, pero que lo precisamos para referencia de lo que no pueda volver a ser. ¡Ahhhh!
Y si hoy he tenido rabia y la guardo un mes, dos, tres, cuatro… ¿Hasta cuándo?
Has tenido rabia para saber que ese no es el camino; esa no es la respuesta.
Has tenido envidia, para saber que no… no es la posición.
Has sido vanidoso, y te han enseñado que de poco sirve tu protagonismo cuando se le somete a una universalidad.
Y así sucesivamente podemos recoger los recuerdos, que son tropiezos que nos ayudan para continuar.
Y así, el abordaje del futuro se hace bajo la creatividad, bajo el Misterio Creador; se hace bajo la improvisación, la creatividad del momento, la demanda de las circunstancias.
Cuando llueve, las gotas no saben dónde van a ir a parar. Cuando el viento sopla, desconoce qué dirección tomará. Cuando amanece, la luz se da, pero no tiene ninguna pretensión; sólo despertar, sólo ser el vínculo-vehículo de ama-necer.
Pero ese empeño humano de almacenar, de tener, de poseer, de retener, para… –obviamente- dominar, controlar y asegurar, es una propuesta huraña… de baja estima.
En una convivencia de especie como la humana, en la que ahora toca aspirar a ser el número uno –en definitiva, un equivalente a Dios, a lo divino, al amo, al dueño-, el estudio del pasado es muy interesante, porque te permite “disecar” gran parte de la esencia de los otros y, en base a ello, poder minar sus posibilidades y acrecentar las tuyas.
Ese obcecado y pertinaz empeño de enumerarse como el principal, no es más que un endiosado proceder. Y cada uno lo intenta de una manera: en su estar, en su hacer, en su disposición…
Cuando se está en la disposición de “lo que tenga que ocurrir” en base a una entrega generosa –dejémoslo así-, la propuesta, creatividad, sugerencia va a ser novedosa, va a ser distinta, va a incitar al diálogo, va a disolver el liderazgo para filiarse en lo referencial, que variará de acuerdo a lo que haya de transcurrir.
El dios del pasado nos llevó a las guerras religiosas, a los dogmatismos creyentes, a la adoración de ídolos…; y aún continúa.
El dios del presente nos colocó en la autonomía del poder; en suplantar –bajo el nombre de lo divino- la acción de la Creación.
Y el dios del futuro… no está en ese plano. Está en las infinitas posibilidades y vías en las que el ser se puede desarrollar, en las que cada uno puede entregarse con verdadera dignidad, en las que cada ser es servidor permanente de entrega y dignidad.
El dios del futuro no tiene imagen, ¡no es un fetiche!
Es un impulso permanente que nos llama constantemente para… empujarnos, para aclararnos, para animarnos, para mantenernos.
Y así, cada vez que el futuro se presente –y está constantemente, porque es lo que es-, pero acuda de inmediato en nuestra ayuda, el pasado, démonos otra oportunidad. Que el ser tenga la humildad de salir del trauma del pasado… y se fije en que, lo que aparece “parecido” a lo que ocurrió, tiene otro tipo de respuesta y tiene otra forma de evaluación.
Y se hace así, el futuro, como una llama viva de un cometa que lleva por cola un presente y que deja la estela de un pasado.
Quien crea que conoce, sabe y que es docto en algo, no tiene sitio en el futuro.
Quien condiciona sus acciones, su actitud y su desarrollo, en base a sus querencias, a sus limitaciones (sic), a sus comodidades, no tiene… no tiene futuro.
Estará siempre enganchado a sus dolencias, quejas, derechos, rabias…
De poco le sirve orar. Lo hace hacia un dolmen o monolito o imagen.
La vida se nos presenta como un acontecer incondicional. En la medida en que lo condicionamos por nuestras llamadas creencias, dolencias, gustos, comodidades, derechos… –y un largo etcétera de retahílas, de amarres-, poco… poco pueden aportar los seres que están bajo esa dimensión. Testimonian sus pasados, sus dolores, sus incomodidades, en el fondo, para reclamar ayuda, compasión, benevolencia, caridad…
¡Eso no es vida!
Sí. Y la característica es la incondicionalidad, porque nos permite respirar con bocanadas pequeñas, cortas, largas… Nos permite abrir y cerrar los ojos, escuchar o no escuchar, comer o no comer, dormir o no dormir.
Nos da un sentido libertario.
Y no por ello “caótico”, que es la propaganda que se da a la improvisación, a la creatividad, al imprevisto, a lo inesperado… No. No, no, no. Los caminos, vericuetos, senderos y demás formaciones de futuro están ahí y las tenemos que recorrer, que subir, que bajar, que esperar… a sabiendas de que en ello está la Creación, esa que día tras día es diferente. Y sí, recuerda a… Recuerda. Está bien. Pero tendré que adaptarme a lo diferente, ¿no?: “Adaptación Creativa Complaciente”. ¿O voy a seguir repitiendo el mismo error, con los mismos patrones?
¿De nuevo me voy a enganchar a las bridas del bocado, y a ser de nuevo clavado con los cascos, y ya no poder galopar sin frenos…, domesticado?
Porque sí, llega a un punto –importante- en el que se abandona el don de la importancia personal, el futuro deja de existir y “el refugio” es el álbum de fotos familiar… y alguna anécdota ocurrente. Y a esperar a que… ¿a qué? Eso: a que llegue el final de algo que nunca se proyectó que tuviera final.
Sí. Esa inmensidad de masa de humanidad, que es llevada, traída, manifestada, manipulada, pagada –y un largo etcétera-, que es la que ya ha sucumbido a la importancia, ya no tiene futuro… y le queda el recuerdo del panfleto.
Una humanidad crónica.
Pensarlo por un momento: una humanidad crónica. Es ¡el horror!, ¡es el terror de la vida!...
¡No nos han traído a este lugar del universo para testimoniar una agonía, sino para anunciar una alegría!
Y eso hay que tenerlo claro: “No he venido ni me han traído para anunciar agonías, sino para transmitir alegrías”.
E igual que se graban los recuerdos de desastres y terrores y dramas, comunes o individuales, ¿por qué no grabar esto otro?
¡No soy portador de desastres!
¡No soy un ejemplo de dolor!
Soy una muestra de esperanza…; una pequeña muestra de esperanza. Que no busca el acomodo. Que no se conforma con ser bulto manejable y manipulable. Que asume ser una voz de servicio, una voz de claridad, una actitud de dignidad.
Nos llaman para recordarnos nuestra especial temporalidad, que es lo más cercano a la inmortalidad, a la eternidad, a la infinitud… Pero hay que ejercerlo, ¿mmm?
Sí. Tenemos la gran masa conformista, la selecta numerología triunfalista. Y los futuribles se hacen de rogar, cierto. Pero cuando, en orar, nos sitúan en la dimensión de nuestro origen, las dificultades dejan de ser obstáculo para convertirse en trampolines.
Qué diferente, ¿no?
De ser un obstáculo, una reja, una costumbre, un impedimento… a ser algo a superar… ¡y superable!, porque está ahí para que lo superemos.
¡Abandonemos ese protagonismo de “no puedo”! Es un protagonismo de lo más cómodo y vanidoso, que reclama siervos y esclavos alrededor.
Y no se trata de ser héroes, no se trata de desafiar, no. Se trata de testimoniar, de descubrirse en el ejercicio de la eternidad.
Sí. “De descubrirse en el ejercicio de la eternidad”.
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Discover oneself in the exercise of eternity
2025-10-20
The future unfolds, unstoppable, while humanity strives to hold it back in fragmented presents or stagnant pasts.
The future, as if in despair, goes, it is not known where to. And humanity interprets it as an ending... For with its memories, with its past, it has woven a fragile moment of the present. And when it wants to embrace the future, it does so with such fragility that it falls once more into the past.
And that's how stories repeat themselves...
With different protagonists, different shades, and yet... they repeat themselves.
In principle, the past would serve to learn...; to approach the future without that heavy burden of prejudice, which makes us see any situation through that lens.
The present is a passage that, as soon as it begins, is already the past.
That is why, when it is said that we must live in the present, the statement is not entirely accurate; it is imprecise. And in truth, it brings us closer to "what is past" than to "what is yet to come".
When the Prayerful Call places us on these planes, it is inevitable to wonder whether the Creator Mystery is past, present or future; or... eternal, thus not subject to time.
Consequently, if we refer to the Creator Mystery in prayer, we must emulate that Mystery as coming from Him, and rid ourselves of past radicalisms: traumas, shocks, memories...
And in this regard, "memories" might seem useless, but that’s not the case. Memory is the reference for the future. Of course! It is what allows us to know that there is no repetition.
On the other hand, when we remain in the "past", we repeat.
The purpose of the past is to enhance the future. And in fact, a series of events are being established as new futures, based on evaluations of the past –fewer than we might think.
You see, the past has the power of knowledge, it has the strength of knowing, it has the hegemony of self-importance. It grows bold through what has happened, it hoists its experiences as dogmas and, ultimately, it is what allows the being to become –according to its ego-idolatry- immortal: it is the one who makes statues, mausoleums...; centres of memories in which prominence is assured.
In the future, however... the Praying Call guarantees us nothing, assures us nothing. It does not promise us to be "immortal pasts", but rather pilgrim wanderers who know that after every bite comes another unexpected one.
That there is no present footstep, but a future stride.
And there we do tune in to infinity, to eternity, which is the closest thing –within our cognitive capacity- to the Creative Mystery.
And when we say: "and what about tomorrow?", we answer: "God will say".
Consequently, the memory serves us as a resource of something that no longer is, but that we need it as a reference for what can never be again. Ahhhh!
And if today I have had anger and I keep it for a month, two, three, four... Until when?
You have had anger to know that this is not the way; this is not the answer.
You've been envious, to know that it's not... it's not the position.
You have been vain, and you have been taught that your prominence is of little use when it is subjected to universality.
And so on and so forth we can collect the memories, which are stumbling blocks that help us to continue.
And so, the approach to the future is done under creativity, under the Creative Mystery; it is done under improvisation, the creativity of the moment, the demand of the circumstances.
When it rains, the drops don't know where they are going to end up. When the wind blows, it does not know which direction it will take. When dawn breaks, the light is given, but it has no pretensions; only to awaken, only to be the link-vehicle of loving-dawn.
But this human endeavour to store, to have, to possess, to hold, in order to… –obviously- dominate, control and secure, is a sullen proposition... of low esteem.
In a species coexistence like the human one, in which we now have to aspire to be number one–in short, an equivalent to God, to the divine, to the master, to the owner-, the study of the past is very interesting, because it allows you to "dissect" much of the essence of others and, based on this, to be able to undermine their possibilities and increase your own.
This stubborn and obstinate determination to list oneself as the main one is nothing more than a deified procedure. And everyone tries it in a different way: in their being, in their doing, in their disposition...
When one is in the disposition for "whatever has to happen" based on a generous dedication –let's put it this way-, the proposal, creativity, suggestion will be novel, different, it will incite dialogue, it will dissolve leadership to become affiliated with the referential, which will vary according to what has to happen.
The god of the past led us to religious wars, to dogmatic beliefs, to the worship of idols...; and it still continues.
The god of the present has placed us in the autonomy of power, in supplanting –under the name of the divine- the action of Creation.
And the god of the future... is not on that plane. It is in the infinite possibilities and paths in which the being can develop, in which each one can give himself or herself with true dignity, in which each being is a permanent servant of self-dedication and dignity.
The god of the future has no image, it is not a fetish!
It is a permanent impulse that constantly calls us to... push us, to enlighten us, to encourage us, to sustain us.
And so, every time the future presents itself –and it is constantly there, because it is what it is- but the past immediately comes to our aid, let us give ourselves another chance. May the human being have the humility to move beyond the trauma of the past... and notice that what appears "similar" to what happened, has another kind of response and a different way of evaluation.
And so, the future is made, like a living flame of a comet that carries a present as its tail and leaves the trail of a past.
Anyone who thinks they know, understand, and are learned in something, has no place in the future.
Anyone who conditions their actions, attitudes and development, based on their preferences, limitations (sic), comforts, has... no future.
They will always be hooked on their ailments, complaints, rights, anger....
Praying is of little use to them. It is done towards a dolmen or monolith or image.
Life is presented to us as an unconditional event. To the extent that we condition it by our so-called beliefs, ailments, tastes, comforts, rights… –and a long list of etcetera and other strings, ties-, the beings in that dimension little can contribute... little. They bear witness to their pasts, their pains, their discomforts, in the end, to call for help, compassion, benevolence, charity…
That is not life!
Yes, and the characteristic is unconditionality, because it allows us to breathe in small, short, long breaths... It allows us to open and close our eyes, to listen or not to listen, to eat or not to eat, to sleep or not to sleep.
It gives us a libertarian sense.
And not for this reason "chaotic", which is the propaganda given to improvisation, creativity, the unforeseen, the unexpected... No. No, no, no. The paths, twists and turns, trails and other formations of the future are there and we have to walk them, to climb them, to descend them, to wait for them... knowing that Creation is within them, that which is different day after day. And yes, it reminds me of... It reminds me. It's all right. But I'll have to adapt to what is different, right?: "Complaisant Creative Adaptation". Or am I going to keep repeating the same mistake, with the same patterns?
Am I to be harnessed again to the reins of the bit, and one more nailed by my hooves, unable to gallop unbridled..., tamed again?
Because, after all, there comes a point –important one- when the trait of personal importance is abandoned, the future ceases to exist and "the refuge" is the family photo album... and some witty anecdote. And then to wait for… what for? Yes: for the end of something that was never meant to end.
Yes. That immense mass of humanity, which is carried, brought, manifested, manipulated, paid for –and a long etcetera-, which is the one that has already succumbed to importance, no longer has a future... and is left with the memory of the pamphlet.
A chronic humanity.
Think about it for a moment: a chronic humanity. It is the horror!, it is the terror of life!...
We have not been brought to this place in the universe to bear witness to an agony, but to announce joy!
And we must be clear about this: "I have not come and I have not been brought here to announce agony, but to transmit joys".
And just as memories of disasters and terrors and dramas, whether common or individual, are recorded, why not record this other one?
I am not a bearer of disasters!
I am not an example of pain!
I am a sample of hope...; a small sample of hope. One that does not seek comfort. That is not content to be a manageable and manipulable lump. That assumes to be a voice of service, a voice of clarity, an attitude of dignity.
We are called to be reminded of our special temporality, which is the closest thing to immortality, to eternity, to infinity... But it must be exercised, hmmm?
Yes, we have the great conformist mass, the select triumphalist numerology. And the futurist ones are a long time coming, it is true. But when, in prayer, we are placed in the dimension of our origin, difficulties cease to be obstacles and become springboards.
How different, isn't it?
From being an obstacle, a fence, a habit, an impediment... to being something to overcome... and surmountable, because it is there for us to overcome.
Let's abandon this "I can't" self-importance! It is a most comfortable and vain self-importance, which calls for servants and slaves all around us.
And it's not about being heroes, it's not about defying, no. It's about bearing testimony, about discovering oneself in the exercise of eternity.
Yes, "to discover oneself in the exercise of eternity".
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