lunes

Lema Orante Semanal

 

Se precisa una identidad de entrega

18 de marzo de 2024

    Transcurre nuestra humanidad en muy diversas vías, desde las personales hasta las grupales. Pero se podría hacer una visión –lo más sintética y práctica a la vez- que nos permitiera posicionarnos de la manera adecuada.

    Y así, está esa tendencia hedonista, particularista, egocéntrica, que se cuida y cuida a los cercanos, pero se hace racista a lo que no es de su ideario.

    Por otra parte, hay afanes intensos de paliar... lo desamparado, lo necesitado, lo urgente.

    Y ese afán se cumple de manera intermitente, de tal forma que la situación se vuelve crónica.

    Y las necesidades, las carencias, permanecen... y aumentan.

    La Llamada Orante nos recuerda... nos recuerda el lugar de nuestra residencia: el Universo. Y, en ese sentido, nos advierte del equilibrio, nos avisa de los ritmos, nos advierte de la evolución.

    Y de una manera general, nos hace que recabemos en lo sereno, en lo constante, en lo perseverante… que va desde el amanecer al anochecer, a la posición de las estrellas, al ritmo de las mareas, a lo cíclico de las estaciones...

    Suficientes referencias para replicar en esas coordenadas, y no caer en la sobreprotección de nuestros elegidos. No caer en el olvido de los necesitados.

Es decir, evitar extremismos y saber posicionarse.

    Saber posicionarse como ser intermediario que trae, tiene y debe ejercitar los recursos que la Creación le ha otorgado.

    Y eso implica conocerse, descubrirse; no radicalizarse, subjetivizarse y relativizarse a la hora de optar por una posición y tener una actitud.

    Pero ocurre –aunque pueda ser un tópico- que cada cual trata –trata- de hacer el mundo a su medida. Y, claro, nunca se consigue. Parcialmente puede pensar o puede pensarse que sí. Pero, en realidad, parece ser que lo que llamamos “mundo” es el que define nuestra presencia, capacita nuestros recursos y posibilita nuestras realizaciones.

    De ello podemos deducir que cualquier disposición o tendencia debe partir de la posibilidad de nuestra identidad como universo; de nuestro microcosmos como reflejo equivalente, similar, parecido o semejante... a ese macro Universo inabordable, pero en el que estamos inmersos.

    Y cada unidad –de cualquier característica- que aparezca en este, en estos, en todos los universos, replica en ese sentido de ser una expresión de un Misterio Creador.

    Porque, Lo Que Crea, lo hace “a su imagen y semejanza” como tantas veces nos han dicho, pero que no se le ha prestado la suficiente atención.

    Se reconoce a un artista –por ejemplo- por su obra, por su colorido, por su ritmo, por su tamaño, por su producción, por sus tendencias. Y podemos decir:“¡Ah! Este cuadro es de Fulano, esta música es de Mengano, este…”.

¿Podríamos... podríamos decir, de nosotros, como pertenecientes a una Creación, que somos el reflejo de ésta? –de esta Creación-.

    Al igual que el artista se identifica, si nos miramos, ¿podemos decir que somos una réplica de una Misteriosa Creación? ¿O, por el contrario, diríamos:“No sé quién soy”?

    Sí. Habitualmente no nos hacen esa pregunta. Además, ¿quién nos la puede hacer?

    Realmente, quien nos la puede hacer es la Creación, el Misterio; preguntarnos:“¿Quién eres?”.

Nos ponen en un aprieto. A lo mejor podemos contestar:

.- No sé. Es que no me han dotado de recursos para saber quién soy.

.- ¿No? ¿Seguro...?

    Quizás la obsesión esa de “conócete a ti mismo”, ya caduca en la cultura general dominante, sea necesario rescatarla.

    Y en la medida en que nos reconocemos como unidades de Universo, unidades de universos –de “universos”-, en esa medida nos disponemos a aceptar, compartir, convivir, asumir... lo que vaya aconteciendo. Y simultáneamente, proponer, dotar, ejercitar…; mostrarnos en lo que sabemos que... tenemos tendencia, tenemos capacidad, tenemos gracia.

    Sí. Cada uno tiene su gracia. “Gracia”, como la tilde de un acento en el que se marca una diferencia con respecto a otras palabras, a otros acentos.

    Con estas coordenadas podemos sentirnos en lo que somos, e irlo descubriendo, a la vez que el entorno nos lo va diciendo.

    Y esta disposición no debe –no debe- precisar aprendizajes, estrategias, conocimientos, investigaciones... No. Son manifestaciones de evidencia, que luego, sí, se pueden adornar con números, con saberes, con ciencias, con estadísticas… Sí. Pero la materia prima que debe estar activa es la que se corresponde con una réplica –en cierta medida- de toda la Creación.

    En estas desproporciones evolutivas marcadas al principio –desde el proteccionismo más alienante hasta el olvido más absoluto-, es en el terreno en el que, para permanecer, para ser testimonios de nuestros orígenes, debemos aportar nuestros dones y gracias... para que florezca nuestra memoria de Universo, para que permitamos la liberación de nuestro transcurrir... sin proteccionismos ni culpabilidades, sino con enterezas de compartir. “Enterezas de compartir”.

    Y así, a la hora de mostrar nuestras raigambres, nuestras infinitas procedencias, seamos capaces de transmitir...; transmitir lo que descubrimos que somos, transmitir lo que descubrimos de nuestro entorno, transmitir lo que somos capaces de capacitarnos.

    De tal forma y manera que se pueda compartir, que pueda ser un descubrir solidario... para así disminuir –o quitar- los estandartes de las clasificaciones, las distancias de los saberes, el racismo del conocimiento.

    La localización de nuestra posición supone una renuncia al hedonismo cotidiano, al racismo convivencial, y nos abre las puertas del compartir solidario. Que supone un respeto, un cuidado sin proteccionismos, permitiendo así la garantía de “cada uno en lo que es”, y no suplantando lo que cada cual debe alcanzar a ser.

    Se acrecientan y se acrecientan los tiempos de destrucción, incomprensión, división, alejamiento, dogmatismos personales... Todo ello cultivado, desde hace tiempo, por la vanidad del saber, por la egolatría del conseguir y la ficción del “tener, controlar y dominar”.

    Y es así que ahora podemos visionar que nos acercamos a ser dinamita que estalla, a ser gritos que pelean, a ser injustos repartidores de dones.

    Y todo esto se viene anunciando de una u otra forma. Y también con insinuaciones de compostura, de arreglos, pero que hoy por hoy encierran intereses, ventajas o rentas.

    Desde el Sentido Orante, nuestra actitud y disposición ha de ser plena en cuanto a nuestros dones y nuestras capacidades. No caer en el dogmatismo de la importancia personal y de la razón de “mi ser”, para justificar posiciones sectarias.

    Hacerse riguroso Universo: aquel que tiene ritmo, flexibilidad, respeto, ternura, ¡capacidad de escucha!, necesidad de equilibrio.

    Ese rigor de la serenidad, que no por ello renuncia al gozo, al disfrute, a la alegría. Pero para ello precisa de una entrega.

No vale un rato. No sirve un momento.

Se precisa una identidad de entrega. “Se precisa una identidad de entrega”.

    Así como el amanecer no nos abandona, el anochecer con las estrellas, tampoco, ¿qué sentido tiene que abandonemos nuestra identidad, que renunciemos a nuestras capacidades, que nos sometamos al dominio, al control?

    Procedemos de la grandiosidad de lo Infinito. No nos hagamos miseria finita que escudriña en los sedimentos de los basureros; de esos basureros de la razón, como conocimiento de dominio, como expectativas de poder.

    La grandiosidad de la Especie Vida, en la materia viviente humana, debe ser decorosa, elegante, amable, ¡no rencorosa!, sociable; ¡entregada a propagar la belleza!, a ser un mini testimonio de nuestra procedencia...

    Y al sentir la piedad que nos adorna, la misericordia que nos custodia, poder expresar, con la sencillez de la inocencia, nuestra presencia liberadora.

    Es preciso reclamarnos honestidad. Es preciso reclamarnos transparencia. Es preciso reclamarnos aceptación.

    Es preciso reclamarnos una bondad sin reservas, y apartarnos de esa obsesiva seguridad de pertenencia, de control, dominio.

Los momentos han llegado. No hay que esperar.

    No hay que esperar para germinar y brotar en nuestra entrega. No hay que esperar a la próxima estación, y a la próxima...

    Ya estamos en la necesaria acción. Ya estamos en el punto de dar el salto hacia la liberación.

    La Llamada Orante nos sitúa y nos alerta... para que dejemos de armarnos, y nos hagamos almados, amados –“dejemos de armarnos, y nos hagamos almados, amados”-.

Y no por ello vamos a perder, ni vamos a ceder, ni nos van a… No.

    Saber dónde estamos: en un Universo creador permanente. Y que somos expresión del mismo. Y, en consecuencia, llevamos la herencia creadora, y así nos hacemos creativos.

El día no combate con la noche. La noche no combate con el día.

Se admiran mutuamente.

 

***