domingo

Lema Orante Semanal

 

La claridad progresiva de la consciencia

22 de enero de 2024

 

La Llamada Orante nos advierte de la necesidad de una progresiva claridad de nuestra consciencia.



En una comunidad humana poblada de discursos, competencias, ganancias, triunfos, fracasos..., es fácil que el afán de la consciencia, al clarificarse, ponga en evidencia lo oscuro, lo dramático, lo inadecuado; enarbole la queja y la rabia ante cualquier desmán o cualquier... “evidente” trasgresión, según las normas imperantes.



Esta actitud de queja, de crítica, de desencanto, cuando se hace grande –y se suele hacer-, deja de lado la claridad de la propia consciencia. Se entrega de lleno al debate “contra”, “anti”...

Debate que, por otra parte, es contestado por el entorno, el ambiente, la ley, la norma, la costumbre... y no progresa. Hay pequeños ejemplos o excepciones, pero el poder establecido, con sus normas, sus leyes, sus costumbres, su economía, su religiosidad, su razón, es enormemente poderoso.

A lo largo de su conocida trayectoria –globalmente hablando- se ha intentado, tanto desde dentro, teóricamente –y han terminado engullidos por ese poder, ese establishment- como desde fuera, en las llamadas “revoluciones” o “protestas” o...



Y visto desde la óptica de las proporciones, ese poder –genéricamente hablando-, que son potencias o potencialidades que se unen –religiosas, políticas, espirituales, económicas, costumbristas, etc.- y forman un conglomerado, como un tablero que establece qué es lo bueno, lo malo, lo regular, que condena, que persigue, ese poder es, en concreto, minoritario.

Pero ocurre que su potencialidad sobre la consciencia de la comunidad humana es enorme. Y la mayoría –por su incultura, por su pobreza, por su comodidad- termina acatando la norma, la ley, la costumbre, porque... promete seguridad, estabilidad, bienestar. Y si te esfuerzas y trabajas duro –¡duro!- podrás llegar a la felicidad.

Es un patrón que se ha extendido. Perteneciente a una minoría, insisto, pero que tiene en su poder los medios de producción, los medios de almacenamiento, los medios de violencia, los medios de conocimiento, los medios tecnológicos.

Se han concentrado tantas partículas que han creado un estilo de vivir. Y ese estilo no permite la claridad progresiva de la consciencia. Es más, ese estilo procura que la consciencia del ser esté como el conejo detrás de la zanahoria: que la ve tan cerca... Pero es un cebo para que corra a por ella, y nunca la alcanzará.



El poder en cascada –como un tsunami que arrasa- de un modelo, de un estilo de vivir, se va derramando sobre todas las escalas de configuración humana.

Y es por ello que va generando adicciones: a comprarme la casa, a beber Pepsi Cola, a viajar una vez al año, a hacer turismo, a consumir comida basura, a la vida –entre comillas- “fácil”...; el consumo y consumo, el insulto como método de relación, el espionaje continuado y continuo, la denuncia entre unos y otros...



Entonces, es fácil no darse cuenta de que las actitudes –en general, ¿eh?- de crítica, de rebelión, no colaboran a la claridad de nuestra consciencia, porque no modifican los patrones –salvo excepciones-... no modifican los patrones de convivencia.

El yoísmo se instala con fuerza. El propietarismo se debate ferozmente, y es casi una ley universal.

Sí: hasta se habla de “leyes universales”, como si el Universo necesitara leyes. ¡Increíble!

Es como decir que la comunidad humana, en su minoría poderosa, se ha apoderado del Universo.

¡Vaya! ¿Tanta fuerza tiene?

En las últimas generaciones –últimas, ¿eh?- es evidente que sí. Y se acrecienta con el paso de las nuevas, que imitan, que siguen.

La Llamada Orante nos advierte de esa posición: que si bien debemos tener el criterio, la observancia, la característica de lo que transcurre, de lo que está, de lo que hay, sí, pero preferenciar –“preferenciar”- la claridad de nuestra consciencia progresiva, que es el desarrollo de nuestros dones, que es la solidaridad de nuestra convivencia, que es la claridad de nuestras palabras, que es la posición de equilibrio, que es la comprensión, que es la bondad, que es la posición servicial, que es la solidaria ayuda... ¡y muchos epígrafes más! que, en alguna medida, cada uno sabe; intuye, al menos.

No esperar a las ofertas. Generar nuestros recursos idealistas, sentimentales: los que nos den una visión clara de nuestras posiciones, de nuestras disposiciones a ser... ventura, a ser bienaventurados, a ser testigos de nuestra presencia.

Hemos venido a testificar. Hemos venido –porque nos han traído- a testificar nuestra naturaleza transparente.





Y esta testificación, por supuesto, es de cada ser. Que tiene su intimidad; que sabe respetar; que no promueve la intromisión, sino que se dispone a la liberación.



Y en ese respeto de intimidades sabe compartir diferentes opiniones. “Compartir” diferentes opiniones, diferentes ópticas. Pero se sabe... –en esta testificación- se sabe que hay una comunión entre las naturalezas de humanidad, aunque se dispongan en diferentes posiciones.

Y eso nos permite admirarnos.



Y con esa respetuosa intimidad admirativa podemos compartir, solidariamente, proyectos claros de consciencia, que se amplifican...; búsquedas de nuevos rayos que iluminen los caminos.



Siempre –claro- sabiendo que está ahí esa minoría abrumadora que nos vigila, que nos controla, que nos clasifica, que nos condena.



A la oscuridad –como a la materia oscura y la energía oscura- le resulta atractiva y simpática la luz visible. No la ataca. Al revés: sin ella no podría haber esa luz visible.

Es semejante al silencio, que no combate a la palabra. Al revés: prepara el escenario para que irrumpa la palabra.



En consecuencia, si el Universo se presenta así, cualquier modelo que el hombre de poder ejercite aquí, hace de la oscuridad una represión, una sustracción, un dominio, un control, mientras la claridad se debate en si podrá existir o no. Y, por momentos, el desespero puede llegar al abandono; al abandono de nuestra testimoniante presencia.

Y es porque muchas veces nos hemos contagiado de ese modelo imperativo dominante, y al ver que no somos similares o semejantes a ello, el desánimo aparece, y el desespero por no alcanzar el deseado privilegio... hace que, evidentemente, la mayoría ceda su espacio creativo, ceda su claridad, ceda su evolución a los mandatos que establezca esa minoría poderosa, en sus leyes, en sus normas, en sus dictámenes, en sus sentencias, en sus amenazas.



Como testigos orantes de “Llamada Orante”, debemos reclamar nuestra posición progresiva de claridad en evolución; nuestra posición de pertenencia universal, que no depende del poder particular, ¡ni siquiera del propio!, que ya es como una norma, que es un gran elemento contaminante: el poder que tiene cada uno. ¡Vanidades!

No nos han traído para poder, nos han traído para servir.

Para servir de testimonio de la grandeza de la Creación, del Misterio Creador.

Y ese es el amparo que tenemos. Que gravita sobre nosotros. No es el amparo del poder político, económico, judicial. No. Pero sí tenemos que tenerlo en cuenta, claro. Estamos interactuando en una evolución de humanidad. ¡Claro que lo tenemos en cuenta!

Pero ¿cuál es la posición y la actitud que tiene el ser ante todo ello? ¿Cuál es el idealismo inspirador que cada uno profesa en base a la inspiración que cada ser tiene por su procedencia?

Eso es prioritario. Eso es la esencia de nuestro ser. Es lo que nos lleva a ser únicos, irrepetibles, singulares.

No hay mayor garantía que la que se tiene con la consciencia de saberse... trascendido, inmanente y procedente del Misterio Creador.




Se ha valido, esa minoría poderosa, de una ancestral consciencia, según la cual, el Misterio Creador nos persigue, nos castiga.

Y “el miedo”. El miedo se ha hecho la cumbre de la primera acción del poder. Y así aparece miedo a expresarse, miedo a mostrarse, miedo a decir, miedo a tener, miedo... a cualquier situación que no sea la establecida, la impositiva, la generada por el dominio.



Y en alguna medida –fíjense bien-, en alguna medida, ese poder genérico –religioso, político, económico, etc.- suplanta la idea antigua de que Dios castigaba con sequías, con tormentas, con diluvios… ¡Un perseguidor de comportamientos! Nos castigaba con enfermedades, con pestes…

Es la misma corriente: el gran usurpador –Poder- asume las posiciones divinas, y el ser, en su herencia epigenética de tantos siglos de condicionantes, es fácil que caiga en esa tendencia. Y el miedo le haga mentir, y el miedo le haga ocultar, y el miedo le haga engañar, y el miedo le haga corrupción. El miedo…



Si nuestra referencia es el Misterio Creador y somos testigos testimoniales, ¡testificamos!, es porque, debido a nuestra procedencia, a ese amanecer...

Que nacemos por el Amar del Misterio Creador. No nos aman con la dosis de miedo, con la advertencia de castigo. Nos aman con la benevolencia, con la generosidad, con la misericordia, con el amparo, con la ayuda, con el auxilio.



El castigo, o cualquier castigo, sería... –aunque parece muy fácil no ha sido así, claro- sería como una infinita contradicción: que el Misterio Creador se castigara o castigara su obra; o viera que fuera defectuosa o deficiente; o tuviera el libre albedrío para competir con los designios de la Creación.

Pero así, claro, nos lo ha dado el poder para, en alguna medida, sentirnos poderosos y, con nuestro libre albedrío, poder desafiar cualquier evidencia que en nuestro vivir hubiéramos aceptado y desarrollado. Dejamos de hacerlo por... la norma, el medio, la orden, el castigo, el miedo.





Es hora de aclarar, de clarificar... progresivamente, evolutivamente.

No es necesario poner pancartas ni hacer anuncios.

Es el estar.



Hay que estar despierto, sí. Porque si no se está despierto, difícil que la claridad abra nuestros párpados.

Y estar despierto implica escucha, actitud, posición, alerta, atención.



“Llamada Orante”: una llamada hacia nuestra consciencia, para que atendamos a nuestra naturaleza, para que no nos durmamos en nuestra consciencia.

Y hacer de ella –de nuestra consciencia- un resplandor... creativo, novedoso, sorprendente, admirable, en lo extraordinario y en lo excepcional.







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