martes

Lema Orante Semanal

Vaivenes, posesiones e indiferencias
6 de noviembre de 2017

Entre vaivenes, posesiones e indiferencias… se suelen mover las consciencias, en diferentes tiempos, en diferentes edades, con preponderancia de una u otra. Podríamos, incluso, abarcar tiempos generacionales.
“Va-i-venes”… que ahora parece que van, pero luego vienen; ahora parece que , pero luego es un tibio no; ahora se entusiasman, pero mañana no.
El indeciso y certero péndulo que marca los segundos –tic-tac, tic-tac-, parece ir hacia algún sitio, pero… vuelve; se desplaza, pero… en realidad permanece quieto.

A raíz de ejercitar la violencia y el poder, poseer era un paso obligado; poseer y retener y conservar y guardar y heredar… etcétera.
Esto, ni que decir tiene que condiciona una permanente situación de guerra; porque hay que defender la posesión; porque si se posee es porque se ha conseguido… por diferentes formas o métodos –sin entrar en catalogaciones morales-.
Así que todo aquello o aquel que merodee por la posesión que uno tiene o cree tener, será rechazado, atacado o mal mirado.

Indiferentes… Sí. Indiferentes surgen los que llegaron, pero luego volvieron… y permanecen desilusionados.
Esperaban “que”… y se encontraron “con”
La tibieza les hace, en su indiferencia, inclinarse a… cualquier opción; con justificación, claro.

El Sentido Orante nos ‘practifica’ tres modelos de actuación, preponderantes, que nos inhabilitan hacia estados de consciencia liberadores; que nos incapacitan para ¡escuchar!; que nos inutilizan para ejercitarse el ser en el Misterio del Universo, en el Misterio Creacional:
Demasiado pendientes de su vaivén.
Muy cercanos a la posesión que los mantiene.
E indiferentes a las llamadas y a las posibilidades.

Porque cierto es que estas tres escenificaciones no son de manera absoluta, sino que se combinan hábilmente. Y decimos “hábilmente”, porque es la actitud que la humanidad asume, como forma de importancia personal, como manera de seducción, como actitud de mando y orden…

Sin duda, las decisiones “sin dudas”, con el compromiso consiguiente; sin duda, la custodia de lo que corresponde; sin duda, lo animoso, el ánimo hacia lo que transcurre… disuelven ese vaivén, esa posesión, esa indiferencia.

En esa trinidad de vaivenes, posesiones e indiferencias, es difícil –no digamos “imposible”- es difícil que emerja una actitud singular de independencia ¡solidaria!, de alegría exponencial, de sintonía de opuestos. Difícil.
¡Es tanto y tanto lo que ocupan el vaivén, la posesión y la indiferencia!, ¡es tanto lo que ocupan y lo que preocupan!... que no hay tiempo, no hay espacio, no hay ocasión, no hay oportunidad para… otra actitud.

No es difícil descubrir alguna fracción de estas opciones, en el comportarse diario. Y es ahí donde debemos recordar y ejercitar nuestra labor liberadora de ese vaivén, de esa posesión, de esa indiferencia. No hay que esperar al gran acontecimiento o a la gran dificultad, sino que es en el estar, el ser y el hacer de cada momento, cuando podemos alertarnos y modificar el comportamiento.

Es frecuente, en esa situación trinitaria, que… en el pensar, no se sea ni posesivo, ni de vaivén, ni indiferente; pero en el hacer, en el comportarse, en el sentir –con comportamiento o sin él- se puede dar, y se da, alguna de estas situaciones.
Era lógico esperar esa situación, ya que el pensar está en un nivel, el sentir está en otro, y el hacer en otro. Y se buscan –sí, se buscan-, pero no acaban de encontrarse.
Porque el pensar viene condicionado por toda una cultura, una religión, una estructura social, un aprendizaje, un estudio: “el intelecto”…
El sentir –¡ay!- va por su cuenta. Sí. No tiene un criterio condicionado –aunque se le puede condicionar, claro; todo hoy parece domesticable-.
Y el hacer se vuelve, si no se está atento, “irremediable; un hacer irremediable, en un sentido: el que demanda la situación, el momento…
Ahora –así, con esto- la trama se hace más compleja. Hay, ahora, seis elementos. Se hace una pequeña cerca… que nos cerca, que acorrala.
Presos en la indiferencia afectiva o en la indiferencia del pensar…; presos en el hacer…; presos en el sentir, porque la posesión aprieta y la indecisión no decide…
¡Uf! ¡Cuántas posibilidades!

Una brújula indecisa que no se imanta hacia el Norte. Y como se suele decir: “He perdido el Norte”. En cuyo caso, no se tiene la referencia, no se tiene la orientación, y el ser no se orienta. Se desorienta y –como la brújula- empieza a moverse indeciso a un lado y a otro, y a girar…

¡Ay!... ¡Sí! Sí habito en un lugar desconocido. “Ahí”, nada me pertenece; ni siquiera yo mismo.
¡Hay que tomar un rumbo!… que no procede de mí; que un aliento me lleva… a través de mi sentir.

¡Sí! ¡Es más seguro!, es más seguro estar preso. Es más segura la cárcel, que estar fuera. ¡Ay, “fuera”!...
Quizás, prisionero del pensar, el sentir y el hacer, sin estar alineados, a veces sería un alivio estar entre barrotes, y que otros decidieran el menú, la salida, la entrada…
¡Increíble!… a qué punto se llega.

Es imprescindible colocarse a otro nivel.
El estar en la tormenta, conmociona. El estar debajo de la tormenta, anega. El estar encima de la tormenta, calma: “perspectiva”, “infinitud”, “Creación”, “creativo”…

 Asumir el consenso de otras dimensiones… a través de la escucha de la Creación, promocionada por la palabra, constituye una vía hacia esa otra nivelación.
Sólo requiere escuchar, incorporar, asumir; “asumir”, de sumar: de sumar peldaños por encima de la tormenta.
 Y, así, ir abandonando las viejas carcasas que encarcelan…
Son ciertamente peores las cárceles del alma, que las cárceles de barrotes.

La brisa desplaza a las nubes, las embelesa con sus palabras, y la tormenta cesa.
Pero el agua sigue su curso… sin estruendos convulsos.
Y nos purifica…; nos alimenta…; nos dignifica.
                                                              




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