lunes

Lema Orante Semanal

Orando en la Consciencia de Universo
30 de octubre de 2017
Y en el camino de ánimo, del ánima, del alma… se descubre la ascendencia del Espíritu; la expresión de lo Creador, de lo Misterioso.
Y en esa proporción se expresa el ser que se siente… creado. Y no se hace creído, sino humildemente servidor, con el gozo que supone el albergue del Misterio… de divinas proporciones infinitas, ¡eternas!…
Este plan, que bien puede ser –es- “el plan”, a lo largo de experiencias capaces de la inteligencia humana, ha ido siendo sustituido poco a poco por el “razonable” efecto de la lógica, de la causa, del efecto.
Sucede así que la humanidad se excluye –hasta qué punto, ¿no?- se excluye del Universo, se excluye de la Creación, y se refugia en el reducto de sus dominios; cada cual con su dominio propio, que podrá compartir, o no, con otros dominios.
Se hace, el ser, dominador. Se secuestra a sí mismo, ante los resultados de su contundente razón; que, aunque en ese estado de consciencia sea mayormente probable que así sean, fuera de ese secuestro no tienen ningún valor.
Y es así como, el secuestrado, establece con el secuestrador un vínculo de afecto, de atracción, de admiración… puesto que ha excluido todos los elementos de Universo, y se ha quedado en el secuestrado recipiente.
Ahí, ahí establece sus vínculos afectivos –raquíticos-, emocionales –anémicos-, intelectuales –¡poderosos!-, de incapaz transformación.
¡Ay!...
El secuestrador secuestrado… se siente ¡asegurado! Y como mucho, como mucho, se ejercita en un libertinaje de agresión, insulto, rencor, odio…
Y afirma:
-¡Yo soy libre de sentir y de hacer lo que quiera!
-Siempre y cuando permanezcas secuestrado… o seas un secuestrador; la verdad es que parece que hay mucha diferencia, pero… no la hay.
Y establece una dependencia de uno con otro, como la ley, con el orden; el orden, con la ley; como el padre, con los hijos; los hijos, con los padres; el colegio, con el alumno; la universidad, con el universitario; el alcalde, con el pueblo; el Estado, con el ciudadano…
Secuestradores y secuestrados unos a otros, se hacen cadenas de nudos, de ataduras. ¡Y tantos y tantos!, que se hace difícil ‘des-nudar’, desanudar, ya que el miedo a ¡perder! –¿a perder?- las ataduras, se hace inmediatamente presente cuando alguien quiere desligarse, desanudarse, ‘des-nudarse’.

El Sentido Orante nos advierte de esta perspectiva en la que se ejercita en la actualidad la especie; y, como una sombra, como una nube sin agua, seca nuestros anhelos, nuestras fantasías.
El Sentido Orante, en su advertencia, nos coloca en el humor necesario para darse cuenta de que no podemos ser “viables” estando secuestrados, ¡siendo secuestradores!... abducidos por razones de peso, por ciencias infalibles que contornean –como una gran serpiente- nuestras verdaderas capacitaciones: aquellas propias del artista; aquellas propias de… ¡la embriagadora belleza! Y, sin ellas, quedamos constreñidos por esa envoltura serpenteante ¡que parece querer abrazarnos!, pero que ¡aprieta... con sus prejuicios, con sus juicios, con sus condenas!
¡Ay!...
Hay demasiada escoria esparcida. En otros tiempos hubo barro que impedía el caminar. Ahora es la escoria de “la seguridad”, las crepitantes “razones”, las que nos sujetan como virutas de metal que, a manera de grilletes, nos impiden caminar.

Y así se gesta la actitud de producir y producir, consumir y consumir, reciclar y reciclar… y no moverse del espacio que, llamado “cultural”, impone sus criterios e impide investigar.
¡Y aprieta y aprieta, eso que llaman “sociedad”! –¿suciedad…?- para imponer su orden de… un llamado “miedo ancestral”, que dícese que existía y existe, hacia la Divina Potestad.
Suciedades… sociedades de renqueante mensaje. Mensajes de cuidados, con miedos; de arrogancias… con petulantes posiciones.

Y pudiera parecer que es un momento agudo de… ¡No, no! Es una crónica de cronicidad. Es la crónica cotidiana que el periódico da. Es la crónica de siglos… que se ha fraguado para ser eficaz.
Sí. Es la crónica de crónicos procesos que no quieren salir de su redil de secuestro.
Y aunque avisos hay, aunque advertencias se producen, aunque evidencias se muestran… de muy diferente proporción, dimensión y referencias, parece que no importara. No solamente “parece”, es que no… no llegan a resquebrajar el caparazón del secuestro.

“Orando en la Consciencia de Universo”; en el verso que se ve, en el verso que nos ve… como un producto, como un proceso, como un acontecer de Amor que se enamora de todo lo creado… y se ejercita en su materialidad con la elegancia, la sutileza, el detalle, el humor… del perfume del sándalo que no cesa, con su humeante silueta… que se disuelve en su entorno.

Se configura, así, una materialidad del ser, transfigurada… de la que el mismo ser se sorprende, sorprende a su entorno, e impresiona en su creatividad.

¡Ay!... ¡Ay!, que generaciones y generaciones ¡nos cierran la puerta!... y se guardan la llave. ¡Y nos dicen que eso es lo que hay!
Y en ese “lo que hay”, la única –¡la única!- propuesta… es mirar por el ojo de la cerradura, y adivinar lo que en miniatura se ve. Agradecer, incluso, que se hayan guardado la llave, porque si la hubieran dejado puesta… nada se vería.
¡Sí!, ¡sí! ¡Hay algo al otro lado del cerco opresor! ¡Sí! El ojo avizor nos avisa de que, aunque la visión sea estática, hay otra dimensión.
¡Apresurémonos! ¡Apresurémonos a fabricar una llave!
“Ya”... para “ver” ya-ve”- ¡y podamos decir que ya vemos!

¡Ahhh! Parecen cerraduras seguras. “Parecen”. Parecen cerraduras de armaduras que no permiten aberturas. “Parece”.
¡Pregúntale… pregúntale a tus anhelos! ¡Pregúntale a tus ensueños!…
¡Eh, tú, el secuestrado! ¡Pregúntale!...
Pregúntale… ¡a tus manos!...
Husmea en tu entorno... y ve descubriendo instrumentos y recursos...
Fabrica tu llave.
Sí, sí, ¡claro! Hay miedo a que se abra la puerta, y quedarse en el rellano por el miedo a qué habrá ahí, qué habrá después...
Aire fresco... Sonidos ilimitados... Versos complejos que nunca acaban, y te llevan. ¡Vamos! ¡Apresúrate a hacer tu llave! ¡Ya ves! Ya ves. El saber que tienes que hacerla… ya despierta tu imaginación.
¡Apresúrate!... Que la cerradura se oxida, se ¡dificulta!

¡Sí! ¿Por qué no? ¡Prueba!: una cuchara, un tenedor, un papel, un cartón…
¡Prueba!…
Y en cada prueba, tu mente se hace imaginación. Y en cada prueba te haces sofisticación. Y en cada prueba, algo suena.
La cerradura empieza a ser… ¡tu aliada! Admite moverse sin su dueño: el secuestrador.
¡Vamos! ¡No decaigas! Si apenas lo estás intentando, y siglos llevas aguardando a ver qué hace tu secuestrador.
¿Y si fueras tú mismo el que te has secuestrado... y hubieras olvidado tu llave por tanto guardarla?
Pero no hay momento para buscarla; es momento para crearla.
Que se haga [1]“maestra”, porque no sólo esa puerta ha de abrir, sino otras muchas que aguardan detrás de ésa.
Moldea, modula, imagina… el entresijo de la cerradura, sus entrantes y salientes internos que, como un amante perfecto, implora su singladura, su… ¡comunión!
Ya ves lo que te aguarda. Ya ves lo que precisas...
No hay –no, no, no- no hay motivo de rendición. ¡Menos aún, de desánimo! Tienes ¡todo el tiempo que quieras! Pero ¡apresúrate!
-Moldéate…
-¡Eso!: ¡un molde! ¡Claro! ¡Era fácil!
-Sí, ¡un molde! Busca un molde, y replica…
-¡Un molde! ¿Un modelo?
-Algo blando que se impregne de la intimidad de la cerradura, y que con ello tenga una referencia…
-¿¡Una referencia!…?
-Un molde, un modelo.
-¡Eso! Necesito un modelo, un molde. Y que no solamente me servirá para abrir, para realizar la “ya-ve”, sino que sea “maestra”.
-Sí: un molde, un modelo, una referencia...

Partiendo de la blandura; siguiendo con la adaptación; ¡haciéndome complaciente ante el error!; dándome unas continuas oportunidades… y unas constantes de compromiso.
Cantos de esperanza y... certezas de no se sabe qué. No importa.
¡Un molde! Un molde que ya suena, que ya suena; que ya suena a una equivalencia.
Y con el molde surge la llave...

Ahora, ¡atrévete a probar!... ¡Sin miedo! Despacio...
Escucha cómo los engranajes de lo que era seguro, empiezan a moverse. ¡Observa cómo el pestillo se desplaza!... hasta llegar al tope. ¡Abierta! ¡Abierta está la puerta!...
¡Retira!, retira con suavidad la llave. Es maestra. ¡Es tu molde, tu modelo, tu referencia!
¡No, no, no, no! ¡No recojas nada! Abre de par en par la puerta… ¡Sal! Sal, y entórnala... Entorna la puerta, no la cierres.
¡Ah!, sí: la tentación de correr… ¡No! Paso a paso. Escaleras arriba, escaleras abajo...
El portal parece imponente, inabordable. Usa tu llave maestra, y verás que se abre.
¡Estás fuera! ¡¡Estás ahí, allí, allá!!... ¡Empieza a darte cuenta de quién eres!...
¡No! No eras el que estaba prejuicioso, minucioso, angustiado… y merced al secuestro. No... Ese no eras tú.
Eres el que ahora olfatea, siente las texturas…
¡Siente!... los sonidos, los sabores. ¡Olfatea el universo de la vida!...
¡No era, la vida, esa casa cerrada, esa habitación clausurada en la que te debatías con obsesiones, temores, prejuicios, juicios!... ¡No!
¿Ves? Ya ves… La vida es Universo.
No intentes ir a ninguna parte. Te llevarán. En la vida de Universo, el quererla dominar es un absurdo. Te llevarán ¡con tanto tino!… que siempre será una sorpresa.
Que te llevarán con tanto afecto, que siempre tendrás ternuras...
Vida de Universo, ¡aventuras aseguradas!…
Liberados eventos... que ya se hacen ¡irreversibles!
Ten cuidado, no te distraiga ninguna vanidad…
No te arrogues ninguna posesión…
¡No caigas en ninguna importancia!...

¡Disponte!... disponible… dispuesto.

***





[1] “Llave maestra”.