miércoles

Lema Orante Semanal

Imponente
16 de enero de 2017

Imponente se muestra… el amanecer.
Imponente se muestra… el invierno.
¡Imponente! se muestra… la mar.

Y al decir “Imponente”, en estos simples aconteceres…
.- ¿Simples?... ¡Complejos! Es que no distinguen…
.- Si son tan complejos, ¿por qué no distinguen si es fiesta, puente, Navidad, primavera, frío, calor…? ¿Por qué hay esa distancia tan abisal entre las componendas que hace la humanidad, con sus fiestas, sus ritos… –¡componendas!-, y lo imponente con lo que se configura lo que llamamos “naturaleza”? Que parece –en su inmensa complejidad- no preocuparle mucho si estamos en Adviento, en Pascua… ¡No!

Así que da la sensación de que habitamos en un… espacio ajeno.
Pero ¿quién es el ajeno?... Evidentemente, nosotros; que hemos conformado sectorialmente la vida, a nuestro apaño, a nuestro convenir, pero dándole la espalda a ¡lo imponente!: defendiéndose de ello o… negándolo, o simplemente adaptándose… “de aquellas maneras”.
Y por eso, cuando pasa lo establecido y lo organizado por la cultura, la costumbre…, cuando pasa, queda como un pequeño gran vacío… “Porque no ha tocado la lotería, porque el turrón ha sido escaso... Y ahora, ¿qué será de nosotros?”.
¡Como si nosotros hubiéramos creado la vida, las estrellas, las galaxias…!

El Sentido Orante nos advierte del imponente lugar donde habitamos.
Y que en la medida en que sabemos darnos cuenta de su imponencia –tanto en el sentido de que “se impone”, como en el sentido de “impresionante”, ¡enormemente complejo!-…
Pareciera como si, desde el punto de vista humano, los ciclos del sol, las estrellas o cualquier otro complejo celestial más o menos conocido, fueran una casualidad de no se sabe qué orden.
Hace poco nos decían los astrónomos, astrofísicos, que han descubierto dos nuevos agujeros negros ¡inmensos!, que antes no se veían, y que están aquí en nuestra galaxia.
No sabemos muy bien por qué no se veían y ahora sí se ven, y qué complejidad supone.
La pequeña conclusión, bajo el sentido orante, es…
.- Viendo esto así, tan imponente, y sabiendo de nuestra inteligencia, ¿será que ese complejo imponente es inteligente…? ¡Si yo creía que estaba ahí sin más!, y no sabía ni lo que hacía ni por qué, ni... Bueno, ¡que estaba ahí!…
.- ¿Inteligente?
.- Sí, ¡como una lechuga!
.- ¡Como una lechuga…? ¡No, hombre, no! Las lechugas no son inteligentes.
.- ¡Que no?
.- No.
.- ¿Podemos afirmar tajantemente que la lechuga no es inteligente? Dando pie a que la inteligencia no solamente es del estilo humano, sino que hay otros estilos.

O sea que podría ser que, en el imponente marco de la vida –y ésta, dentro de un Universo-, podría ser que nuestra “ego-potencialidad” fuera realmente –¡pufff!, a ver qué palabra así, que no ofenda mucho-… fuera “muy corriente”.
.- Pero ¡si dominamos a las mariposas!, si hacemos sedas con los capullos, si… si tenemos satélites... Si, ¡vamos!, si…
.- ¿Qué más?
.- ¡Ah!, sí. Si tenemos robots, aviones, submarinos… y ¡bombas!
.- ¡Aahh! ¿Y todo eso lo tienen ustedes ordenado, inteligentemente configurado…?
.- Bueno… No exactamente. No.
.- ¿No lo tienen inteligentemente dispuesto: la producción, el consumo, el equilibrio, la igualdad, la generosidad, la convivencia…?
.- Aaah… baaa…. Ssss… ¡No! No, no… O sea, nos falta un poquito. Un poco, ¿eh?
.- ¡Ah! Y, una cosa: ¿Cómo pueden vivir –es curioso; una pregunta capciosa-… cómo pueden vivir con esas deficiencias inteligentes… de injusticia, desorden, malestar, rabias…? ¿Cómo pueden vivir en un magma ¡tan imponente!, tan complejamente inteligente? ¿Qué… qué gracia tienen, ante esa imponencia, para permanecer?
.- ¡Vaya pregunta a esta ahora! No sabría… no sabría contestar con precisión. ¿Que qué gracia tenemos como para estar o permanecer, y pensar que estamos y permanecemos por nuestras propias capacidades, en un imponente Universo, más allá de cualquier nivel de inteligencia conocido por nosotros?
.- Sí. Porque además, los demás… –“los demás”, quiero decir: los microbios, las bacterias, los virus, los gusanos, las mariposas, los ciempiés, el rinoceronte y tal- están organizados; tienen una inteligencia organizativa.
Pero ustedes, los humanos, no solamente no están organizados sino que están perjudicando, con su creíble inteligencia superior –“perjudicando”… bueno, “incomodando”- a la compleja e imponente inteligencia del Universo en el que habitan.

Y vuelve la pregunta: ¡Cómo se les consiente?
De ahí… de ahí seguramente venían los presagios apocalípticos… como castigos de Dios a propósito del desastre de convivencia y de equilibrio entre nuestra especie y las demás, y entre nosotros mismos.
De ahí vendría la idea de… de ¡cómo es posible que nos consientan! Y entonces, claro, el sistema que nos soporta, por momentos nos incomoda… con algún terremoto, maremoto, ciclón, volcán… –por poner cosas así muy cercanas-.
Pero… ¿no habrá también más situaciones que nos ocurren, que no son específicamente por nuestro estar, ser, convivir y compartir?

El sentido orante se inclina a decir que “sí”.
Y lo repetimos otra vez por si no se ha entendido.
Sí. Habitualmente, cuando se conversa sobre: [1]“¿Y por qué tú eres así, si el alma entera te di, y te burlarse tranquilamente de mi pasión?” –Es un bolero, ¿no?-… Entonces, al preguntar por qué tú eres así, por qué te comportas así, por qué, por qué…, normalmente se hace un análisis científico inteligente, y se llega a la conclusión de que:
.- Bueno, fue una infancia infeliz; un tío abusó de ella –o de él-; en el colegio le llamaban bajito y cabezón y eso le traumatizó… Entonces, luego encontró una novia –o novio- que le engañaba con su mejor amigo. Y entonces, claro, desde entonces tiene altibajos en el ánimo, en el humor… y, bueno, insomnio…, necesita afecto…, está ligeramente alicorado por momentos y… ¡Bueno!, pero es buena gente, es buena persona, y… y por eso está… por eso está así.
.- ¡Aahh!

Este análisis, que puede ser de otro tipo:
.- Tuvo una infancia feliz, fue a un colegio Marista y lo trataron bien, tuvo buenos amigos y… y era un gran estudiante. La verdad es que hizo una carrera brillante, de ingeniero de canales, puertos y montañas, y se casó con una mujer encantadora          –¡encantadora!, un ama de casa excelente-, tuvo tres hijos maravillosos… y, ¡hombre!, luego tuvo un poco de reuma y codo de tenis –porque le gustaba mucho el deporte-. Y bueno, tenía… la verdad es que tenía un humor así duro, fuerte, ¿no? Pero yo creo que eso se lo dio su paso por FENOSA –un empresa de electricidad-, y ahí… ahí debió de recibir alguna corriente o algo. Pero, bueno, luego descubrió que él había vivido todo el día… –o mucho tiempo- en un armario, y salió del armario. Y entonces, pues bueno… Pero como salió del armario en Europa, pues nada, se hizo un armatoste; digo no… un… bueno, ¡lo que sea! Y la explicación de todo ello lo tiene la evolución natural de la sexualidad y el aburrimiento consustancial con mujeres excesivamente maternales.
.- ¡Guau! ¡Qué dos historias, che!
 Y ahora viene la pregunta otra vez, incómoda:
¿Esta explicación inteligente, coherente –para nuestra coherencia y nuestra inteligencia- es… es realmente así, o han intervenido otras instancias imponentes, que a veces llaman “dioses”, “ángeles”, “arcángeles”, “querubines”, “serafines”, “tronos”, “potestades”, “diosecillos”, “diosas”…? ¡Buff!, lo llaman a veces así-
¡Eso!: ¿Por qué tú eres así? ¿Por cómo te educaron y cómo tal? ¿O además –sin menospreciar eso, claro-… o además, algo más incidió… imponentemente en tu vida, y en la de aquel, y en la del otro, y en la del otro, para que os dierais cuenta de algo; y, producto de esa imponente intervención, probablemente “vos sos así”?
.- Bueno, pero eso es una especulación, eso es una hipótesis, eso es una teoría.
.- ¡Bah!, sí, emplea el léxico que quieras; el que quieras. Es válido para una consciencia humana. Pero si nos atrevemos a pensar en que existe –por las evidencias nada más- una Consciencia Creadora de Universo, aunque no se pueda demostrar bajo nuestra corriente inteligencia, ¿eso explicaría –pregunta; ¡qué preguntones estamos esta mañana!- eso implicaría que no tenemos ese libre albedrío y tal y cual, sino que en un momento determinado, como si nada hubiera pasado, intervienen, e interviene esa Creación, y nos promueve en ver algo, sentir algo, ocurrir algo?; que nosotros, como humanidad, enseguida –insisto- lo metabolizamos según nuestra inteligencia y decimos: “Sí; por esto, por esto, y por esto y por esto”.
.- ¡Aaahhh!

Debería –nos advierte el sentido orante-… debería ser consustancial con la creencia, la creencia en una Misteriosa... –más allá de la inteligencia- Misteriosa Creación; debería ser consustancial con el creyente, esa intervención en nuestros asuntos propios –que de propios no tienen nada-.
Y que quizás esa intervención ha marcado nuestra posición.
Y fijémonos bien: Si asimilamos y asumimos –desde la creencia- esa opción, que la tenemos teórica y “sí, sí, será lo que Dios quiera”, pero… en la práctica no es así –salvo en el desespero para quejarse-, ¿será que, si lleváramos como se debe llevar –y para eso está el Auxilio Orante- nuestra creencia, hacia la verdadera naturaleza del Misterio, resultaría que nuestros interpretativos métodos de lo que ocurre quedarían muy en el aire… ante la imponente intervención de “Quien nos acoge”?

Entonces sí tendría sentido ese dicho de “Que sea lo que Dios quiera”.
.- No es que “sea” lo que Dios quiera, es que “ES”.
.- ¿Y no tienen en cuenta mi opinión?, ¿no tienen en cuenta mi criterio?
.- Eeehh… Es difícil de contestar esa pregunta, pero el que haya seguido la dinámica de esta oración podría decir que “a lo mejor no”.
.- ¿No me tienen en cuenta a mí?
.- A lo mejor no.
.- Entonces, ¿de qué vale que yo piense y deduzca e interprete…?
.- ¡Hombre!, para usted, así, ¡de mucho! Vale de mucho. Para el enjambre en donde está situado, carece de valor; es falso.
.- ¡Falso?

Claro, solemos compararnos, inteligentemente, con entidades vivas que no dan muestras de nuestro tipo de inteligencia; y entonces nos sentimos superiores.
Nos damos explicaciones más o menos convencibles de alguna serie de fenómenos… digamos extraordinarios, como la velocidad de traslación, de rotación de la Tierra, o los cambios que se producen en las tormentas solares y… bueno, hablamos de eso.
.- ¿Y qué ocurriría –es una pregunta de prospección- qué ocurriría si tomáramos en serio –en serio, así, como hace el ser humano: “Así, en serio. ¡Tómate en serio esto, por favor!”-… si tomáramos en serio que hay una intervención imponente, ¡constante!, sobre nuestras capacitaciones, y que nuestros sistemas de decisión y de realización, como que son demasiado simples como para justificar nuestros estados actuales? ¿Qué pasaría si se acepta eso?
.- ¡Es que eso no se puede aceptar!
.- ¡Ya!, pero… hagamos una prospección, una imaginación. ¿Qué pasaría?
.- Pues pasaría que… que sí: además de menospreciar nuestras capacidades, intentaríamos entender qué omnipotente, qué imponente fuerza nos…
.- ¡Aaahh!
.- Dejaríamos de poner miles y miles de pantallas para ver si recogemos señales de vida extraterrestre.
Ahora han cogido una señal de radio que está a 23.000 millones de años luz, de una estrella que estaba emitiendo protones o alguna cosa, y que acaban de llegar por aquí. Y al principio sospechaban que era una señal inteligente. Lo han desechado y han dicho simplemente que era una estrella “emisora”.
Si nos fijamos, también cuando exploramos el Universo cercano –o lejano, depende de cómo se conceptualice-, esperamos que, de haber algo o alguien, ¡tiene que ser como nosotros! ¿¡Cómo va a ser!?

Podríamos asumir, a la hora de orar… que, además de nuestras capacitaciones, llegan a nosotros influencias imponentes, omnipresentes, de una Creación de Misterio y de absoluta incomprensión por nuestra parte.
Pero que, en la medida en que asumo cotidianamente –no en los momentos de euforia o desespero; “cotidianamente”-, la influencia imponente, omnipotente, del Misterio Creador, sobre cada uno de nosotros…
¡Podría ser hoy que se empiece con ese sistema! Y entonces, además de poder darnos cuenta de que eso es así, en la medida en que lo admito, ¡aahh!… ¿qué vería en los demás? ¿Qué vería en todo lo que me rodea?
La intervención omnipotente imponente… del Misterio Creador.

Sí, evidentemente, eso bajaría mi importancia personal.
Pero vería en los otros –“en los otros”, entendiéndose en este caso, ahora, como los de mi propia especie-, vería en los demás humanos, en las demás personas, vería… –hasta cierto punto, claro- esa intervención.
¡Sería impresionante!

¡ES impresionante!

.- El caso es que todo parece… ¡todo parece responsabilidad y acontecer humano!
Sí. Desde la óptica humana, todo parece que depende de nosotros. Pero ¿acaso la madre y el padre –por poner un ejemplo simple- no hace poco a poco ver, al niño o a la niña, que todo depende de ella?
¿Sabe algo, el niño y la niña, de nuestro trabajo, de nuestro esfuerzo, de nuestros cuidados…? Seguramente no, ¿verdad?
¿Sabe algo de lo que costó la casa, la hipoteca?
¿Sabe algo de la historia de la familia y de la genómica transferencia que le hemos dado?
¿Qué sabe?
Pero le hacemos saber… que sabe.
Y crea su mundo de muñecas, de soldados, de rifles… Y lo vamos acostumbrando a que sea como nosotros.
Pues podría ser que algo así nos ocurriera como especie. Y no nos damos cuenta… de que “Lo imponente impresionante”, actúa.
Tomemos en cuenta, bajo el sentido de las creencias –al menos en aquellos momentos, no “críticos”, pero sí de significación, que significan algo para nosotros-… tomemos en cuenta que no sólo nosotros tenemos la respuesta, la intervención, la idea, sino que probablemente estamos recibiendo, imponente e impresionantemente, una influencia que permite que nos modulemos de una manera.
Y que si eso lo tenemos en cuenta, probablemente nuestras capacidades adquieran otras dimensiones.

(2 minutos de silencio)







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[1] Entonando el bolero