domingo

Lema orante semanal

CONSEGUIR, CONSERVAR, COMPARAR.

2010-08-30

Se suele querer conseguir esto o aquello por necesidades reales o por consumo, cuidado, consumir lo propagandeado.
El conseguir se plantea como un fenómeno de caza. Caza y captura de un título, una persona, un animal, una piedra… Conseguir.
Sin duda para conseguir hay que llevar un método y seguir unas instrucciones.
Conseguir es, habitualmente, un mérito.

Ahora bien, ¿podría plantearse el vivir sin la obsesión de con-seguir? Y, simplemente, que el ser se… se hiciera cada día, se promocionara cada día -como ser viviente- en aquello que… que conoce, que aprende, que descubre, que siente, que le agrada, que le ‘vocaciona’, sin… sin la pretensión de conseguir como un logro ‘propietarista’, como un trozo de escalera.
Sobre el papel parece posible el desarrollarse con calidad sin necesidad de conseguir. Habría que -también- considerar que el conseguir representa un proceso de importancia personal, de categoría, de demostración de capacitación y de solvencia. Son las reglas imperantes.
¿Se podría mostrar la calidad de la realización de un ser, sin mostrar logros conseguidos?

Todo parece indicar que la vida se ha programado como una ascensión, consecutiva y consecuente, para conseguir alcanzar la cima de la pirámide.
Muchas veces el conservar implica un sistema de seguridad en torno a lo que se ha conseguido. Y hay que conservar el estatus, hay que conservar el prestigio, hay que conservar el buen nombre, hay que conservar… Hay que conservarse, finalmente, en una lata de sardinas, como el mecanismo y el sitio más seguro para que no se puedan descubrir los logros conseguidos. Aunque, por otra parte, los logros y las consecuciones se suelen airear para mostrar lo importante que es Eleuterio o Sinforosa…
La conservación se emplea para muchos aspectos, por ejemplo, a partir de cierta edad el saludo más habitual es:
“¡Qué bien te conservas!”… “¡Ay, qué bien te conservas!”… Da la sensación que el sujeto se ha quedado ‘apergaminado’. O sea, con telarañas y todo. Y dice:“Es la misma telaraña del año pasado… Y la misma araña mordida y dormida que reside en la fosa nasal derecha”. “Te conservas muy bien”… “¡Qué bien te conservas!”
La verdad es que eso parece ser como una especie de cariño de la especie. Como una especie de detalle que tiene la especie de unos hacia otros. Otras veces el piropo va más allá y dice:
“¿Y cuál es el secreto de tu conservación? Formol, botox, acupuntura… ¿cuál?” “Ya me dirás cómo te conservas…”
Conservar representa -también- ese mecanismo de miedo que conserva -conserva- todos los abalorios o… o cosas que piensa que puede necesitar en algún momento determinado, y por miedo no se desprende de ellos, o… o les da cauce “por si acaso” -por si acaso-.
Igualmente se suele conservar, como retener, como guardar, como sinónimo de… de no desprenderse “de”. Se conserva la vajilla de la bisabuela, el plato de Luis XIV, el videt de la Pompadour o cualquier otra cosa. ¿Mmm? Casi, casi, en las civilizaciones más poderosas, las casas o los lugares de habitabilidad se suelen convertir en casi, casi, casi, museos. El primer clavo, el primer martillo, la primera camiseta, el primer calzoncillo, y así se puede conservar, pues, pues, pues casi todo lo de una persona y luego el segundo, luego el tercer calzoncillo que se puso, eh…
También es cierto que las conservas, o sea, el hacer conservas, permite tener un alimento de reserva o en otras formas de presentación, que puede tener una utilidad -y la tiene- para determinados momentos imprevistos o inesperados. Por ejemplo, aquí en Tian es importante tener conservas con que -conservamos poco, ¿verdad?-… eh, eh, porque, por ejemplo, llega un… un día y dice:
“A ver, ¿cuántos se van a quedar a cenar?” Y te dicen, ochenta -preguntas, eh, a las personas- y luego llegan a la cena ciento treinta. ¿Eso debe ser alguna cosa mental o… o es que no conservan la memoria inmediata?” –es que si te acabo de preguntar si te vas a quedar a cenar o no y dices que no, y luego te veo en la cena, ¿cómo es que… cómo es eso? Entonces, para eso hay que conservar; y vamos a dar una serie de tickets… Sí; sí, sí, sí, para el año que viene va a haber tickets. Sí. Es una cosa muy común. Usted empieza un seminario de cinco días: cinco tickets, para la comida y para la cena, ¿no? ¿Que no tiene usted tickets…? No puede cenar, no puede comer; le recomendaremos los restaurantes de la zona. Que tiene usted dos tickets: puede cenar dos veces. Pero ya no sirve preguntar… ¡Noooo, no, no! Porque te pueden contestar cualquier cosa y luego, si te habían dicho que era para ochenta, tú habías preparado ochenta huevos, pero si vienen ciento treinta -de ochenta a ciento treinta-, parece que faltan huevos. Ahí es cuando entran a funcionar las conservas. Y te dice: “¡Saca las conservas!”
También, conservar, se habla y se dice de el empleo de esta palabra cuando -cuando- hay que conservar una actitud, hay que conservar una dignidad, hay que conservar una… posición, hay que conservar una dinámica o una actitud “equis”, “y” o “zeta”, según las necesidades de… del momento o de la época o de la era, o del país.
Por el hecho de ser, “CON-SER”, en la medida en que el ser sea lo que es, ya conserva, conserva una característica, una visión ante sí mismo y ante los demás, que le identifica, que le muestra. Cuando la conservación va camino de aumentar las reservas o incrementar la posición de cara a mayor prestigio y poder, el hombre pierde naturaleza. Se desnaturaliza.

El conseguir y el conseguir y el conseguir, puede despertar en el ser de este siglo -y del pasado; y de otros pasados también- una característica muy… muy humana. ¿Humana? La conquista. Existe la conquista del Oeste, existe la conquista de América, existe la conquista de Asia, existe la conquista de Oceanía, existe la conquista de Alaska, existe la conquista del polo, existe la conquista del Everest, existe la conquista de Ambrosia, existe la conquista de Hidalgo, existe la conquista de Roberto, existe la conquista de Ciro sin pena, existe la… o sea, la conquista, la conquista, realmente se ha convertido en un… en una nueva religión. “¿Tú qué conquistas? “¿Tú a quién has conquistado?”
-¿Cuántas conquistas tienes?
-Pues he conquistado la copa de las chinches perfectas.
-Bueno, mira, no está mal.
-Sí, he hecho una variación en el código genético de las chinches. Y son chinches perfectas porque… porque se comen la caspa. Es que echas unas pocas chinches en la cabeza y te quedas sin caspa, y cuando ellas se caen hartas de caspa es que ya te has curado.
-Joder. No sabía yo que las chinches…
-Sí, sí, sí, muy eficaces. He conquistado el genoma de la chinche y la he convertido en come-caspas. Entonces, no hay que preocuparse ya por eso.
-Ahh…
Osea, hay conquistas de lo más inverosímiles. Hay domesticadores de caracoles.
-¡Caracoles!... ¿Caracoles, caracoles, de esos que… que… que van con la casa puesta y que tienen cuernos?
-Esos, esos, babosos. Caracol.

¿Dónde fue que surgió el gen conquistador? ¿Fue un gen saltarín? ¿Fue un trasposón? ¿Qué, qué, qué acontecimiento genético -porque claro, ahora todo tiene que tener una explicación genética- tuvo en el ser el afán por conquistar, hacer suyo, poseer –que, insisto, es de atrás no es de ahora, pero como son ustedes ¡tan jóvenes!, hay que hablar de conquistas recientes ¿no?-. EL hombre ha conquistado el espacio, el hombre conquistará los océanos, ha conquistado los ríos… O sea, ese afán de “conquis”, ¿no? Vamos a ponerle ese nombre a ver si se quita un poco esa gana, ¿no?: el “conqui”.¿Tú eres un ‘conqui’?
Oye, a lo mejor, eso, incluso incomoda, ¿no?
-En todo caso, dirás conquistador…
-Es que no… pfff… El “tador” suena feo. “Conquis”.
Hay, hay, hay, comunidades que han sido más conquistadores y conquistados que otras. Por ejemplo, esta zona del planeta donde estamos, es una zona muy conquistadora y muy conquistada. Las dos cosas. Antes de que fuera conquistadora, la conquistaba todo el mundo. Después se convirtió en conquistadora, y ahora, igualmente es conquistada por cualquiera que hable japonés. Por ejemplo, ¿no?
Menos mal, menos mal, ¡vive Dios! que al haber conquistado la copa de fútbol del mundo, hemos vuelto a nuestras “virtudes patrias”, y… y eso nos hace grandes. Esto durará aproximadamente cuatro años. Luego ya veremos… Amén.
“Evidement” -evidentemente-, la mayor conquista que se hace a diario, es la conquista de él sobre ella: “El misionero”. O ella sobre él: “La amazona”. Entonces, se inicia una mutua conquista de carácter religioso y deportivo, muy curioso, ¿no? Porque uno va en plan misionero, de misiones, ¿no?, y ¡aba!, ¡ala, venga, a evangelizar! ¿Verdad? Y ella va en plan, en plan señorita, en plan de montar a caballo. O sea amazona, una amazona, ama-zona. No tiene que ver nada con la Amazonia ni con nada. O sea, es una amazona.
-Oye, ¡qué “conquistación”!
-Eso no existe.
-En Colombia sí existirá la palabra esa: una “conquistación”. O en Uruguay, en Uruguay, quizás, es más frecuente. Una “conquistación” muy… muy así, ¿no?
-¡Uy!

Claro, si nos fijamos, la mezcla de un “misionero” y una “amazona”, puede dar lugar a un heliogábalo. Sí, el heliogábalo es ese ser mitológico que tiene -si no me equivoco- la cabeza y eso de una persona, y el resto de un caballo. Más o menos. Heliogábalo, con hache.
-¿Y qué hará? ¿Qué pasará cuando un misionero se encuentre con una amazona?
-Hombre eso ya… se supone que todo el mundo lo sabe, ¿no? Unas veces hacen la Amazonía y otras veces hacen la conquista del espíritu. ¿Qué pensarán?
El caso es que esa historia, ¿verdad?, así contada, un poquito como “
introduction” en clave de humor, es “el pan nuestro de cada día dánosle hoy”. Pues, la conquista nuestra de cada día dánosla hoy.
Y se han planteado -y esto tiene una trascendencia seria-, se han planteado las relaciones humanas como conquistas. No solamente, en la pareja humana, ¿no?, para la obtención de placer, beneficios, hijos, o lo que sea, sino entre personas, ¿no?:
Voy a ver si conquisto a este hombre para nuestra causa…
La conquista supone la demostración de poderío y de todas las características y rasgos atractivos para que el conquistado -o el que pueda llegar a ser conquistado- se rinda a tus pies, y te reconozca, no solamente como poderoso señor o señora, sino como alguien al que adorar, al que… cul… rendir culto; a quien tengas que temerle. Es importante, muy importante en la conquista que el conquistador genere suficiente miedo y tenga suficiente poder como para que el conquistado, la conquistada, siga las reglas del conquistador.
Ciertamente, la especie tiene una, una larga experiencia en conquistas y… una larga experiencia, tanto en ser conquistado como en ser conquistador. Quizás ha sido una de las lacras biológicas más dramáticas que tiene el ser humano hoy en día. Puede parecer una exageración, pero si, si cada momento se plantea como una conquista. Si ir a… a sacar el papel “
36” del registro de la propiedad individual e intelectual, puede llevar días, meses o… o, o segundos… Es una conquista, porque no sabes…
¡Claro! La palabra conquista también suele utilizarse -en menor grado- para indicar la habilidad del conquistador: “
Ha conquistado el Everest”. Y la montaña está ahí, sucia por cierto, muy sucia. Recientemente van hacer una ascensión de limpieza, ¡imagínense!, ¿no? ¡Una ascensión de limpieza…! Van dejando todo lo que van usando y tirando por ahí. La limpieza del Everest.
El conquistador suele ser un poco descuidado.
Vivir -por otra parte- conquistando todo el día, es un poco agotador; tengas caballo o no, da igual. Porque, claro, también la imagen del conquistador a caballo parece que es más cómoda, pero vamos… o sea, todo el día montado a caballo… como que ssss… resulta… ¿no? ¿O no? Pues parece ser que sí. ¿No?
Se solía decir que al hombre se le conquista por el estómago, y a la mujer por una piedra… preciosa, quiero decir. No vayan a pensar que se ha devaluado ahora, ¿no?
¡Qué cosa!, ¿no? Te hacen unas croquetas, unas empanadillas, y una tortilla y ¡ala!, ya te conquistan. ¡Jo!, de verdad, ¡que barato está la conquista ahora!
¡Ala! Le compras un topacio a la chica y la chica se rinde a tus pies. Si ninguno de los dos sabe lo que es un topacio. No importa. Ha costado mucho dinero. ¡Ah!

¿Podría vivirse algo de la vida sin necesidad de con-quistar? Porque si se fijan la con- quista lleva implícito el desarrollo de un quiste: Con-quiste. Con-quisté, conquisté, son quistes ya más serios. ¿No?
Casi es una enfermedad.
¿Se puede vivir sin conquistar…?
No es fácil ¡eh! Porque, porque como diría el famoso filósofo “Porky”, de Walt Disney, el entorno, el entorno te pide, te pide, te pide:
-Conquístame anda, conquístame un poco…
- Pero, pero, pero es que… no sé.
-Pues, ¡aprende! Léete el “Manual de la conquista chica sencilla”. ¡Vamos! ¡Léetelo!
-“Manual de la conquista de la chica sencilla…”
-Sí, sí, léetelo.

Hay ya una costumbre:
Usted tiene que conquistar otros peldaños en su nivel de competencia en la fábrica, en la empresa.
¿No es suficiente con hacer lo que tengo que hacer bien, y esmerarse en mejorar sin afán de conquistar?
Es que luego hay que conservar la conquista ¿sabe?
Y para conservar una conquista tiene que conquistar todos los días un poco. Un poco.
El ser conquistado se vuelve enormemente exigente. No se conforma con una ‘conquistilla’ ahí, sin más, no, no, no. Pide más conquista. Diferentes formas.

Realmente, si por un momento, nos imaginamos -imaginar ¡eh!-, nos imaginamos no ser conquistadores, nos imaginamos que… no hay algo especial que conservar, y que conseguir… nos quedaríamos sólo con “seguir”, hay que seguir porque hay una Fuerza que nos induce a seguir, pero no con la idea de conseguir.
O sea, que podríamos decir, imaginando mucho, que se puede vivir sin conseguir, sin conservar, y sin conquistar.
Podría ser interesante ejercitarse durante unos días en no ser un conquistador. Aunque hay personas que lo tienen difícil porque… les sale. Les sale conquistar lo que sea. Lo llevan en la sangre, en el busto, en la espalda. Pero, ¿y si un día no conquistan? O la actitud, simplemente, en vez de ser de conquistador, una actitud de realización.
¿Y si en vez de conservar y conservar, con “ser” es suficiente?
¿Y si en vez de plantearse siempre, conseguir y conseguir y conseguir, se ejercita uno un poco en… en “seguir”? Sigo en lo que conozco, sigo buscando, sigo descubriendo, sigo aprendiendo, sigo, pero no persigo “conseguir”... Podría ser una experiencia interesante.
Sobre todo podría mostrar una faceta desconocida, porque el hombre del presente está codificado en CONSEGUIR, en CONSERVAR y en CONQUISTAR. Como un sello de la naturaleza. No lo es, ciertamente.
Ahora bien, el hombre -en su desarrollo- lo ha tipificado como “lo propio”.
Pero la calidad que nos debemos imponer, no como una obligación, sino como una necesidad, nos hace ver que, cualquiera de las palabras y, en consecuencia, actitudes que se desarrollan en el humano proceder actual, deben ser evaluadas, reevaluadas y, probablemente, descubramos en esa evaluación otras perspectivas, que aún no hemos ensayado... Y se pueda vivir sin el esfuerzo continuo de conquistar, sin el afán ansioso por conservar, y sin el ego enaltecido por conseguir.

***