viernes

Lema orante semanal

Extraordinario. Excepcional. Exquisito

29 de marzo de 2010

La semana que se avecina, el sentido orante de ésta, en la cultura en la que se desarrolla, nos habla de una religiosidad, de una religión, de una ritualidad que, ciertamente, con el paso del tiempo ha cambiado muchísimo, hasta el punto de ser la coartada perfecta para un buen día de playa, o picnic o cualquier otra cosa.

Pero el sentido orante tiene que tomar consciencia y, en ese sentido, lo que puede representar -bajo la perspectiva del soplo Krístico- toda una serie de sucesos o acontecimientos que se referencian en esta semana, nos hablan de lo extraordinario, de lo excepcional, de lo exquisito.

Es, en consecuencia, un tiempo favorable para hacerse excepcional, extraordinario, exquisito. Con independencia de credos, pero teniéndolos en cuenta como vibraciones que están ahí, sabiendo recoger lo virtuoso de cada sugerencia, ya que lo defectuoso sobreabunda y se expande, y es motivo, obviamente, de interminables conflictos.

A través de lo virtuoso, de cualquier posición, encontramos ciertamente la vía extraordinaria: fuera de lo ordinario, excepcional: fuera de lo corriente, fuera de la regla, la excepción que confirma la regla, y exquisito, como algo que tiene una delicada y frágil presencia y, en consecuencia, una gran fuerza.

Hay elementos en la cultura que nos pueden resultar familiares en esta semana: La traición, el prendimiento, la pasión, la muerte. Y ya, como detalle exquisito, la resurrección.
Por lo menos -por lo menos-, habrán oído de “traiciones” alguna vez… oído. Y en otros casos, la habrán vivido, por cuenta propia o ajena.
También habrán oído o habrán vivido como han sido “aprendidos”, en cuanto a mínimamente toque de atención y de amenazas o miedos. También por cuenta propia o ajena.

“Pasión” como sufrires, dolores y más. De seguro que también lo habrán escuchado o, probablemente, lo hayan vivenciado o lo hayan provocado.
¿Y la “resurrección”? ¡Oh! Pareciera a primera vista que eso nos pilla muy lejos. Ciertamente es lejano. Pero, fíjense bien, cuando el ser se recupera de la traición, cuando el ser se rehace del aprendimiento, cuando se aprende del sufrir, de lo doliente, lo que queda es una eterna resurrección. Es decir, lo que queda es un ser nuevo, si no se ha perdido en el intento.

Un ser nuevo que ya no está sujeto a miedos de dolores o sufrires, o ataques… ataques verbales o físicos, o ya no es vehículo de traición. Y no es que se esté a vueltas “de”, sino que ya eso pasó. Y si se está atento a ese aprendizaje, a ese saber pasar el trago sin atragantarse, ciertamente se resucita, se es otro. Sin duda una gran culminación: exquisita.

Se es otro y ya no hay, ya no hay, aunque aparentemente acontezca, repetición de la jugada. No. C´est fini. El sentido resureccional viene a transmitir la idea de que, vividas determinadas experiencias y situaciones, el ser tiene capacidad para entrar en un remanso de introspección, de valoración, de visualización, y convertirse en otro ser. Es parte –incluso- de la evolución de las especies.
Somos un diseño de vida que contempla el que el ser resucite. Es decir, que muera a lo ordinario, a lo vulgar, al defecto permanente, a la repetición innecesaria, al daño continuado.

Y, en esa medida, puesto que la eternidad -¡la eternidad!- nos avala, la muerte es un tránsito que nos permite retornar a la vida a través de la resurrección, y ser otro ser: amable, divertido, agradable, virtuoso, soñador, entregado.


Es una idea, o un mensaje de universalidad, apartado -por supuesto- de contextos de religión que tratan de apropiarse y justicializar la verdad. No, extraigamos esa virtud que nos permite ser extraordinarios ante la traición, los falsos testimonios, los ataques; y no responder con la misma actitud. Ser excepcionales ante el sufrir, y no quedarse en buscar en el sufrir el placer, sino aprender de su experiencia para alcanzar un cese del sufrimiento: Excepcional.

Y luego, ese detalle exquisito de diluir todo aquello que se hizo obstáculo y continuar viviendo, pero bajo otras coordenadas, exquisitas, resucitado.
Es el tiempo propicio, es el momento adecuado. Es cuando –ahora-, las posibilidades de lo excepcional, de lo extraordinario y de lo exquisito, se prestan para que se realicen con mayor facilidad. De ahí, de ahí que sabiendo –sabiendo- que
la Creación nos regala extraordinariamente la vida, nos regala excepcionalmente la existencia y exquisitamente nos cuida en este inmenso e infinito universo, en el Nombre de Lo Eterno, tenemos en esta semana orante la opción de hacer, de nuestro estar, una extraordinaria presencia; hacer de nuestro hacer, una excepcional actitud; y culminar sucesivamente y simultáneamente con lo extraordinario y lo excepcional, de una manera exquisita, sin producir dolor ajeno, buscando hacer participe a nuestro entorno de ese sentido resurrecional, de diluir lo vicioso, lo corrupto, lo inadecuado, y dar pie a lo virtuoso, a lo servicial, a lo auténtico.
Todo a la vez, extraordinaria y excepcionalmente exquisito o exquisitamente extraordinario y excepcional, léanlo como lo lean, ahí está la opción y la posibilidad.

Ahí está el rescate de una semana que puede transfigurar la vida de un ser. De un ser que tenía sus planes de vacaciones, de desahogo, y que se le añade una variable: una variable que no le va a destruir nada, pero le va a dar otro sentido a su estar, a su descanso, a su huida, a su posición; va a llenar de contenido algo que estaba programado, ordenado, casi impuesto. Porque se esté donde se esté, ahí puede surgir lo extraordinario, lo excepcional, lo exquisito.
Una llamada orante que nos reencuentra en nuestra genealogía cultural, espiritual.
Una llamada orante que nos permite trascender, se crea o no se crea. Trascender a ser lo que la existencia nos muestra: Permanentes unidades liberadoras que se transforman, que se transfiguran, que evolucionan. Y no que se estancan, que se atascan, se corrompen y se deterioran.
Extraordinario, excepcional, exquisito.


Ámen.

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