jueves

Lema orante semanal

INTENTO. INTEGRACIÓN. IMPOSICIÓN.

21 de setiembre de 2009
El intento es… una palabra… optimista, y a veces esperanzadora incluso, del hacer cotidiano.
En realidad, el intento es… algo que surge como necesidad de ir ejercitándose en el poder… ¡Y no solamente eso!, sino que, además, ejercitándose en la derrota.
Como culminación, el intento, implica el obsesivo y permanente deseo de hacer… la propia voluntad.
Las palabras, son consecuencia de un estilo de vivir; de una manera de concebir nuestra presencia en este lugar del Universo; de una actitud ante lo que nos rodea.
Se plantea, el intento, como ese afán de voluntad, de insistencia, de perseverancia… que, al final, consigue… ¡lo que quería!
Un acontecimiento muy propio en las interrelaciones humanas, en que unos y otros “intentan”, sobre éste o sobre aquel, o sobre el otro, conseguir, lograr, tener, hacer… Y se crea el famoso refrán: “Que el que la sigue, ¡la consigue!”
¡No es así… como se expresa la Creación!
Los acontecimientos y los sucesos se expresan en lo que son, sin el afán de… intentar, si no con la manera, clara, de hacer.
Es frecuente también, escuchar esa frase de: “¡Lo he intentado todo, y no he conseguido nada, con esta persona!”
El intento se transforma así en un deseo, que quiere cumplirse, y que busca la manera de… ¡imponerse!
Quizás sea sutil la diferencia entre intentarlo… y hacerlo.
Pero, en el intento, está la vocación y la intención de lograr, conseguir, alcanzar.
En el hacer está la intención de expresarse, de mostrarse, de realizarse. No hay un objetivo “sobre”…, “por encima de”…
En el intento está el éxito y el fracaso; el ganador y el perdedor.
En el hacer, en el expresarse, no hay éxito, no hay fracaso, no hay ganador, no hay perdedor.
La integración, quizás, hoy, con el espíritu individualista… y el sentido sectario que, cada ser, ¡habitualmente! hace –salvo excepciones-, pensar en una integración, puede ser ¡prácticamente inútil!
Porque, o bien… “el nuevo”, trata de incorporar todo lo que ocurre –aún yendo en contra de sus criterios-; o bien, el grupo que le recibe, le impone unas condiciones.
Sin duda, en la medida en que, excepcionalmente, los elementos de un conjunto se integran, adquieren una naturaleza, una personalidad y una fuerza… ¡realmente significativas!
Es un tiempo de estabilidad, de progreso y de seguridad.
Pero sucede también que, los elementos que se tratan de integrar, lo hacen, bajo la condición de que se incorpore su individualidad... En cuyo caso, se produce perturbación, confusión, lucha, combate.
Lo propio, sin duda, es… el que, ante un posible conjunto, los elementos, aporten sus virtudes; aparten sus defectos; ¡conjuguen! sus virtudes; y desarrollen un sentir común.
De tal forma que, un sistema integrativo, debería de contemplar las cualidades individuales y el sentido corporativo, para, así, dar cauce a… lo excepcional y lo habitual.
Es posible, sin duda, la integración. Y, para eso están las comunidades, para buscar sistemas integrativos, que respondan al unísono. Como esas bandadas de pájaros, que se configuran uno a uno y forman otra figura distinta; y se mueven como si fueran un nuevo organismo. Igual pasa con determinadas especies de peces.
De la misma forma, en la especie de humanidad, cuando hay una catástrofe, un drama, es frecuente –muy frecuente- que, la ayuda, el aporte, la colaboración, sea casi inmediata. Es como un reflejo de especie. Y, cada uno… El bombero, es bombero; el policía, es policía; el carpintero, es carpintero… Y todos se integran, según la necesidad que requiera la catástrofe.
¡No es que siempre ocurra así, eh! Porque a veces es ¡otra catástrofe!, la que se instala después de una catástrofe; pretendiendo controlar, manejar o manipular la catástrofe.
Ocurre también que se desarrollan diferentes sistemas de integración que ¡compiten! entre sí. Lo cual, nos indica que son integraciones… sectarias –también llamadas nacionalistas o radicales-, que no tienen en cuenta el entorno… lo suficientemente amplio, como para pensar “humanidad”. Si no que, tan sólo tienen el entorno mediato e inmediato, para pensar en “combatividad”.
Imposición…
Es la forma habitual del comportamiento humano hoy, en el siglo veintiuno.
Es un ¡pulso permanente de fuerza!, para mostrar… el más fuerte.
Es, sin duda, un comportamiento guerrero… disimulado; pero de combate. Unos, lo hacen con una cierta elegancia; otros, con una cierta diplomacia; y, otros, con una cierta vulgaridad.
El asunto es tan claro en el pensamiento actual, que, como cada cual piensa que lo suyo, su concepción, su idea, ¡es la mejor!... pues, ¿qué más forma natural, que imponer la mejor idea?... ¡Los que no tengan esas ideas son infieles!
Como ven, este proceso es muy antiguo. Y la imposición se va haciendo, cada vez, más y más extensa; y más “propio-efectiva”, es decir, más incluida en el organigrama de el ser.
Hay situaciones, sin duda, de excepción… en las que existen sujetos o grupos que, ni imponen… ¡ni se dejan imponer!
Es un difícil equilibrio. Porque, también eso, implica una… forma de integración, pero… muy lábil. Y un hacer, ¡que, no siempre, es bien interpretado!
Así que, el modelo actual es la figura del “intentador permanente”, de “el desintegrado rebelde”, y del “impositor obstinado”…
¡Es el nuevo héroe!… Aquel que lo intenta y, ¡finalmente, lo consigue! Aquel, que se integra, ¡pero desintegra!, en donde se integra. Y aquel que, impone su voluntad porque, en realidad, “la verdad”, la encarna él….
Así, a ciencia cierta, no se conoce ningún intento de Dios para mejorar la humanidad.
Sí se sabe que, en la humanidad, la idea de lo Divino, está integrada plenamente.
Tampoco se tiene conocimiento de Imposiciones Divinas a los seres… Si no, más bien, imaginaciones de Divinidad, que tienen los seres.
La imposición, es un duro yugo espiritual, mental y anímico, en el que se educa habitualmente al sujeto, para decirle que, sin su fuerza impositiva, no será viable su existencia.
La interacción entre la materia viva, no tiene porqué ser necesariamente impositiva… Es más, creemos que es el peor camino, que se puede elegir. Porque, con él, se trae la destrucción, el desorden, el deterioro y la desaparición.
La vía del intercambio, la vía del compartir, la vía del ¡escuchar!…, la vía de ofrecer, la vía de servir… ¡no son!, habitualmente, impositivas.
En consecuencia, ¡sí hay! otras formas de relacionarse –la materia viva-, que no sea… en base a la imposición.
Se podría ensayar un comportarse sin intentos; un comportarse integrado; un comportarse… sin imposición.
Un ensayo, como el que va un día a la playa, a pasearse por la costa… Sin ninguna otra perspectiva, que no sea, “el cambiar de aires”.
¡Recojamos el sentido Divino del servicio, en lugar de la imposición!
¡Recojamos el sentido… ¡trascendente! de lo cotidiano, en lugar de la desintegración!
¡Recojamos el hacer silencioso…, gratificante…, sin el intento ganador!

Ámen.
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