lunes

Lema Orante

ESPERAR. LLEGAR. CONTINUAR.
13 de abril de 2009


Bien se podría hablar del arte de la espera. Habitualmente desespera. En cuyo caso, el arte se destroza. Quizás la clave de la espera es: Esperar.
Y si la clave es esperar, todo va llegando, todo va ocurriendo.
Si espero a que anochezca, porque tengo ansiedad por la llegada de la noche, probablemente se me haga muy larga la tarde. La noche llegará inexorablemente.
El arte de esperar, quizás sea la espera, pero esa espera que no aguarda resultados, premios.
El arte de la espera hace que todo se consiga sin pretender conseguir. No es un juego de palabras, es una posición de “estar”.
¡Espero que las cosas cambien!
¡Tranquilo van a cambiar!
Es semejante al ejemplo anterior de la noche. No por correr mucho hacia la oscuridad vamos hacer que anochezca pronto.
A veces se piensa que se ha llegado, cuando en realidad se está de nuevo esperando. Llegar es una posición virtual. Son metas que, en el mundo limitado, se marca el ser para que se le haga más corta la espera.
Por tanto, cuando se siente que se ha llegado, es que empieza un nuevo ritmo de esperas.
Y de igual forma continuar. ¿Hacia dónde se continua? ¿Qué es continuar?
La espera no es quedarse quieto. No es permanecer inmóvil, ni en el pensamiento, ni en el cuerpo, ni en el movimiento. Más bien todo lo contrario, es contemplar como todo se mueve.
La espera es más bien todo lo contrario. Es contemplar como todo se mueve, incluso el que contempla. Así la espera no se hace desesperada. Se hace esperanzada.
Cuando desde la espera contemplamos cómo todo se mueve, todo transita, cualquier elemento, por pequeño que sea, se modifica con ritmos diferentes. Y el contemplador también lo esta haciendo.
La esperanza en la espera, se hace habitual. Y cuando es un hábito la esperanza en la espera, el desespero no tiene espacio para desarrollarse.
A la vez, cuando todo se mueve -incluso el contemplador-, todo llega y la llegada es una parte de la espera; y el continuar también.
Se van viendo diferentes perspectivas, diferentes niveles de movimientos-esperas, de movimientos, esperas, esperanzas.
Así que la secuencia de la espera sería contemplar: cómo se mueven, cómo me muevo, cómo llegamos, cómo seguimos… en una permanente espera que tiene el carácter de esperanza.
Y en contemplar, hacemos, pensamos, sentimos, sufrimos, alegramos, pero no desesperamos. He ahí el arte de la espera:
Saber que, contemplando, todo se mueve, se modifica, se cambia. Que a la vez, el contemplador lo hace, en cuyo caso la espera tiene un sentido. En realidad la espera es el vacío en el que nacemos, en el que brotamos, en el que crecemos . Si no hay espera, no hay vacío; si no hay vacío, no hay vida.
Y en ese contemplar del cambio que se mueve a nuestro alrededor y nosotros con ello, observamos nuestras propias modificaciones, contemplamos nuestros propios cambios, y así modificamos nuestros niveles de consciencia, modulamos nuestras creencias, crecemos en la expansión de este infinito universo, gracias a la vacuidad de la espera.
La llegada, quizás en ese o en esa ficción, sea como un impacto mayor en la contemplación. Pero enseguida prosigue, continúa.
El arte de saber esperar nos advierte de cuándo vamos a ejercitar nuestro movimiento, cuándo vamos a realizar nuestro cambio, en base a la contemplación de cómo cambia y se mueve todo.
Nos hace y nos advierte del vacío en el que estamos. Y, en base a ese vacío particular de cada momento, gestamos la idea, proyecto…
Habitualmente unos esperan de otros, multitud, multitud de hechos. El padre espera que el hijo llegue a… El hijo espera que el padre alcance el… La mujer espera que el hombre llegue… El hombre espera que la mujer aguante… etc, etc, etc.
La espera se hace así interminable, desasosegada, francamente insoportable. Es la espera de los que quieren imponer sus criterios, sus objeciones, que corren detrás del tiempo, y que cuentan el tiempo de la espera. Cuando se cuenta el tiempo de la espera, el desespero está siempre presente, la esperanza se diluye. Para unos es mucho esperar cinco minutos, para otros es mucho esperar una hora, para otros es muchísimo, simplemente esperar.
En la espera con arte y sin desespero, se sabe descubrir el vacío para dar el oportuno cambio, el momento del salto en el que no haya error, en el que todo se confabule para que se alcance el sitio adecuado.
La espera, además, nos brinda la perspectiva, la visión amplificada de lo que ocurre y, en base a ello, nos movemos con arte; en base a ello tenemos recursos, pruebas, evidencias.
Que la espera permita que no hace falta -o que no haga falta- que te empujen para moverte. Que el arte de la espera permita que nada se altere para que no seas un estorbo. El arte de la espera te permite anticiparte. Y así, salvaguardas tu identidad y a la vez exaltas a los demás. Promueves tu virtud y haces evidente la virtud de los otros.
Podría ser un buen momento que, a título de prueba, en esta sugerencia orante de la espera, se tratara -en la práctica de vivir- de hacer de la espera un arte y no de esperar, en concreto, nada. Así, todo lo que llegue será una fiesta; así todo lo que acontezca será una curiosidad; así todo lo que pase, será una novedad. Porque la espera codificada, la espera exigente, no es una espera, es una demanda, con razón o sin razón, con lógica o sin lógica, pero es una demanda.
La espera, desde el vacío contemplador, es un arte; y como arte improvisa; y como improvisador, sabe cuál es el momento y en qué circunstancia se debe cambiar.
Y así, se vive con la permanente esperanza, no con el agobiante desespero del que espera que se cumplan todos sus deseos, sus planes, y que se desespera en la medida en que estos no ocurren.
Hasta llegar al lema de este año –orante- el desespero, en el que cada ser se siente desesperado porque no alcanza lo que desea; porque ni siquiera sabe lo que desea. Porque no sabe esperar. Porque no le ha dado la categoría de arte y no ha sabido contemplar. Porque no se ha dado cuenta de que está en un vacío prolífico. Porque quiere llegar y nunca se llega.
Así que podríamos cambiar el refrán de que “el que espera desespera”, por “el que espera genera esperanza, cuando nada espera”.
Ámen.