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Lema Orante Semanal

 

SINTONÍA CON UNO MISMO, SINTONÍA CON LO SEXUADO, SINTONÍA CON LO TRASCENDENTE

1º de abril de 2024

    La Llamada Orante nos promueve hacia una sintonía con toda la materia viviente.

    Y en un inicio –sin que exista tal inicio, pero para forma de comprensión-, esa sintonía se hace en la propia especie, para luego descubrir la evidente, necesaria e imprescindible sintonía con el entorno, que abarca lo que no es estrictamente humano.

    Sintonizar implica entrar en un sentir común. Un sentir común de... apoyo, ayuda, solidaridad, auxilio, amparo... y ese largo etcétera que supone una con-vivencia.

    Y seguramente, en ese estado de sintonía al que nos lleva la Llamada Orante –y a la escucha-, en teoría hay acuerdo: se está de acuerdo en que sea así. Pero también se está en evidencia de que así no se está produciendo, sino que, más bien por el contrario, cada ser busca su sintonía con algún que otro ser –o con más-, pero rechaza, se opone, combate con otros que no son de su estirpe, localidad, costumbres, religiones, etcétera.

    Quizás… quizás nos equivocamos a la hora de ese sentir común.

    Y si partiéramos de Caín y Abel, evidentemente no... no había un sentir común, ni en el Paraíso ni después, sino más bien todo lo contrario.

    Pero, no obstante, el hecho de que la especie –materia viviente humana- sea social, y se precisen los unos a los otros, aunque establezcan diferencias importantes, insolidarias, sin sentido común, podría ser un mecanismo o un proceso evolutivo.

    “Podría”. Pero se hace... –para esta materia viviente humana- muy largo.

    Y el equivalente de un segundo insolidario, despectivo y prejuicioso, puede equivaler a cientos de años de su eliminación.

    Así que, por una parte, está lo “intelectualmente correcto”, por nuestras capacidades, y está lo sentimentalmente sectario, por otra.

    Y como ejemplo universal, sería, ese intelectualmente correcto, “Ley de Derechos Humanos” –en el cual existen los derechos humanos-. Pero, sentimentalmente, los derechos están torcidos: “los torcidos humanos”.

Y no hace falta demostrarlo; es... ¡tan evidente!

Pero a la vez, la intelectualidad trata de lograr, de mejorar.

    En realidad, es un proceso de acercamiento entre lo sentido y lo intelectual, entre el querer y el amar, entre el sentir y el pensar. Podemos encontrar la dualidad con mucha facilidad.

    Esa dualidad nos lleva a un racismo que va desde lo más –diríamos- “primario”, que es el racismo de especie: de especie masculina, con un racismo hacia la especie femenina.

Que tampoco hay que demostrar. Es evidente.

Y pareciera que uno piensa, y la otra siente.

    Aunque en realidad los dos piensan y sienten, pero el predominio de una facción sobre otra, en los inicios de una especie sexuada, hace más difícil aún la sintonía, la reconciliación.

    Y dada esa desproporción, lo sentido busca lo mental: desarrollarse en lo mental; y renunciando, en parte, a “lo sentido”. Y lo mental de lo masculino se hace más potente, y coloca a “lo sentido” en el espacio del esclavismo; de un esclavismo disimulado, ¡claro!, ligado fundamentalmente a la reproducción, que es –y se utiliza luego- como otra forma de dominio. Y ligado también al divertimento o al placer.

Eso está ahí.

    Y la Llamada Orante nos reclama en ese primer punto que habitualmente se evita o se supone que está resuelto, y se pasa a otros puntos como... la laboriosidad, la equiparación, la igualdad… ¡Pero si lo anterior no está resuelto! ¿Cómo vamos a sintonizarnos con el entorno, si no hay sintonía, no hay sentir solidario en la propia materia viviente humana? Y más aún, para abarcar esta situación y entrar en otras perspectivas. Otras perspectivas de sintonía como las que se dan en lo orante...; que la especie, a través del tiempo, ha establecido en forma de religiones.

    Y, en consecuencia, un nuevo sectarismo. Porque cada religión va a establecer una forma o vínculo de sintonía con lo Innombrable; y de más está decir todas las guerras y dramas que se han ido creando y que se crean bajo esa... señal.

    Y para muestras actuales, más que actuales, está el momento de ese dramático conflicto entre el islam y el judaísmo. Y fíjense: la sintonía de cada uno está ahora condicionando un momento de calma, un momento de alto al fuego, por la llegada del tiempo del Rahmadán.

    La tantas veces proclamada por nosotros “necesidad de una sintonía orante entre religiones”, como proceso imprescindible para trascender a nuestro sectarismo, es el motivo de que se planteen posibilidades, ahora, de un alto al fuego... un cambio de prisioneros por secuestrados... Bien. Lo que en propaganda sabemos.

    Luego sí hay una influencia significativa en consciencia política, social, costumbrista...; llamémosle como queramos, pero que está ahí y que, en alguna medida, dentro de su torpeza, nos insinúa la necesidad sentimental de trascender a nuestras convicciones y dejarlas en un cotidiano y flexible proceder. Y no convertirlas en mazo y castigo, persecución y drama.

    Y posiblemente –en la lógica racional- en el comienzo de esta forma llamada “humana”, sapiencial, el ser trataba de sintonizar con lo invisible, con lo intangible: que daba el milagro de la siembra, la caza, el respirar, el descansar, el capacitarnos para realizar...

    Podemos recurrir a estudios de paleontología, antropología... y demás “logias” de sabiduría, para afirmar que eso fue así.

    Pero, ¿por qué no permaneció esa trascendencia? Aunque se supiera que la luz produce fotosíntesis, la luz son fotones que... bla, bla, bla, bla. Eso... ¿por qué eso debía anular la sintonía con el Misterio, con el Misterio Creador? Si eso, esa explicación de cualquier fenómeno que teóricamente conozcamos, depende de otros estadíos invisibles, como es la mera presencia de nuestro planeta en un lugar, sometido a influencias que desconocemos.

    Así que, si fuéramos consecuentes con la búsqueda de esa sintonía de sentires, de misterios, de sintonía de especie –de especie sexuada-, sin predominio, y con lo que tanto se cacarea ahora, de igualdad...

Otro error.

    El Misterio Creador nos hizo, a cada uno, diferentes. Y la magia de la vida estriba en la sintonía de los diferentes, en el sincronismo de uno y otro, no ¡en la igualdad! La atracción se elabora entre los diferentes. La creación de nuevas perspectivas se elabora entre diferentes. El descubrimiento se instaura a través de los diferentes. Y, en consecuencia, los diferentes no tienen por qué enfrentarse, sino que tienen que encontrar el sincronismo que los une. Y así se genera una biodiversidad infinita.

    Si, en cambio, entramos en esa perspectiva de que todo es igual, de que todos son iguales...

    Ya no como reclamo. Ya no como reclamo de especie, sino como sentencia: “No, es que todos son iguales, todos van a por lo mismo, todos van a ganar, todos van a aprovecharse, todos van…”. No.

    Ese igualitarismo de especie nos lleva a la vulgaridad y nos aparta de lo excepcional.

    Y nos fuerza a repetir lo posible, y nos quita la vocación de vivir lo imposible, que es lo extraordinario, lo excepcional, lo singular.

    Podríamos decir que en nuestra sentida vocación sintónica está la sintonía con uno mismo, la sintonía con lo sexuado, la sintonía con lo trascendente, lo invisible, como a manera –a nivel didáctico- de aprendizaje y de descubrimiento de una trinidad... la cual nos permite abandonar la dualidad competitiva.

Sí; ese es uno de los elementos prácticos del Misterio del Tres, de lo trinitario.

    Sí. En la medida en que se introduce lo trascendente en este caso –lo “más allá de la razón y del sentir”, lo “trascendido”-, lo dual se diluye. Ya, pierde su sentido; su sentido en cuanto a hacia dónde y cómo se desarrolla. Y hace que los sentires y las razones se reconcilien en una unidad trascendente.

    ¡Quizás todo esto pueda quedar en palabras bien ordenadas y bien ensambladas!... razón por la cual hay que asimilarlo al instante o repetírselo varias veces, mucho tiempo, para doblegar esa tendencia de “así es... esto es así...”.

    Ese trino que acompaña a todas las creencias, no suele practificarse como ahora lo escuchamos, que es el que disuelve el salto al Tres. Como ya decía Lao-Tsé: “Uno crea al otro, y el otro crea… y es todo lo que existe”.

    Podría decirse al revés:“Todo lo que existe se expresa en la dualidad y en cada ser. Y eso no implica confrontación, sino que supone diversidad, diferenciación”.

    La Llamada Orante nos promueve, nos propulsa hacia esa vivencia trinitaria en que lo sentido y lo pensado no compiten; se funden en una trascendencia, al sentirse necesitados, quizás guiados por esa invisible presencia.

    Quizás ahora, ahora que “nos avisamos” de que [1]estamos a segundos de desaparecer, como la amenaza de las amenazas –que, por otra parte, aunque puedan parecer lejanas y los segundos sean cientos de años, están ahí-, sintamos y vivamos que queremos proseguir, que nuestra naturaleza nos invita... nos invita a proseguir, no a desaparecer, aunque en ese transcurrir, importantes seres se borran de ese trayecto, quizás porque no han sabido confluirse en esas dualidades; porque no han sabido sintonizarse en ese Misterio.

    Podríamos decir orantemente –y con ello, íntimamente- que si estamos a segundos de desaparecer bajo la cruel ofensa de nosotros mismos, estamos a “infinitos” de desarrollar la sintonía con la Eternidad, con el Misterio Creador, con estados de consciencia que nos lleven a otras dimensiones.

    Quizás por eso decimos que “está todo por hacer”: porque lo que se hace tiende a la desaparición, a la destrucción.

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[1]En 2024, la Junta del Boletín de Científicos Atómicos –creadora en 1947 del Doomsday Clock-ha situado a la humanidad a 90 segundos del “apocalipsis”.