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Lema Orante Semanal

 

La Llamada Orante nos orienta hacia la evasión creativa

4 de diciembre de 2023

 

Y en la medida en que la humanidad, como materia viviente, se apodera, controla y domina su entorno, y a la vez... –y a la vez- controla y domina el entorno de su propia comunidad, se convierte, el global de la convivencia, en un estado... esclavista. Tanto se hacen esclavos los que dependen del poderoso, como el poderoso se hace esclavo de su propio poder, que se le muestra insaciable... y que no quiere perder.

 

Esa es la vibración que produce esta humanidad.

Y es bajo ese... “lluvioso” e insistente sistema esclavista, esclavizado por tantas leyes, normas, morales, costumbres, religiones, ganancias, pérdidas, que –por la desesperada situación puntual, circunstancial, temporal, larga, semi-larga, corta...- busca la evasión.

Esa evasión que suponga situarse simplemente en otra posición, no tiene fuerza para combatir, oponerse o negarse a lo instaurado, a la esclavitud cotidiana.

Pero sí subyace –y ésta es la incidencia de la Llamada Orante- ese pulso, ese latido de evasión. Una evasión que, ahora, se centra en drogas, guerras, violencias sin sentido, transgresiones circunstanciales o parciales del entorno... Esa evasión que, ahora, se hace puramente desespero.

 

Probablemente, no sea del todo consciente, el ser de humanidad, no sea del todo consciente de su esclavismo cultural, social, político, económico, moral... Y quizá por ello no se enfrenta y no genera otros modelos... y se mueve en ese molde ya establecido, ya estipulado, ya ordenado.

Y quizá por eso su evasión se queda ahí: en lo oculto, en lo escondido, en lo secreto, en lo prohibido.

Y quizá por eso, a la hora de plantear –en esa evasión- otro modelo de vivir, de estar, de proseguir en una estancia conversora, convertida, sin el recuelo de lo que habitualmente hay, habitualmente se ofrece, se dice, se ordena, se manda...

Esa nueva... –y se queda corta la palabra-, quizás esa conversión, sin residuos de “el ahora”, sin residuos esclavistas... suponga, en su renuncia a lo conocido, un entusiasmo, por una parte; una ilusión, por otra. Sí. Pero contaba con... los esfuerzos a realizar; contaba con las renuncias a vivir.

Renuncias conversoras, que no recuerdan: “¡Ah! ¡Yo me sacrifiqué por esto!, y ahora...”.

No. Mal sistema. Eso es parte del sistema esclavista: pasar las facturas; pasárselas a sí mismo.

La Llamada Orante nos orienta hacia esa evasión creativa, a esa evasión que no echa en falta la esclava posición. Pero no la echa en falta cuando está en el creer, el creer que esa evasión es conversora, transfigurada y posible, además de imprescindible y necesaria.

Que, muchas veces, por desconocer hacia dónde nos lleva la liberación, el ser se prefiere esclavo de lo que conoce, de lo que domina, de a quien esclaviza, de a quien manipula, de a quien domina.

 

Y claro está que... los recursos instaurados, establecidos, son muy poderosos. Muy. Y ellos también buscan sus evasiones. Son especie humanidad. No son... materia extraña.

Pero sí ha sido el camino que se ha recorrido y el que se recorre. Y claro está: condena –desde su esclavitud, como es lógico- cualquier evasión, aunque a la vez la promueve para que se pueda soportar la esclavitud.

Resulta casi macabro, ¿no? “Casi”. Lo que falta para “totalmente macabro” es... la esperanza. Y eso hace que no sea totalmente macabro.

 

Y esa esclavitud... parece estar llegando a sus límites más ambiciosos.

 

Y para mantener esa tensión y desespero, las evasiones se hacen progresivamente más anuladoras: sí, que anulan la idea, proyecto o entusiasmo que se pueda percibir, sentir o iniciar. Es muy fuerte el grillete familiar, cultural, social... y un largo etcétera.

 

Y así es que, el ser, salta de vez en cuando a evadirse: un año, dos, tres meses, diez años... Sí. Pero... salvo las excepciones –sí, excepciones-, salvo esas excepciones, el cepo –sí, el cepo-, la trampa, el asedio y el círculo que se cierra, de la esclavitud, llama una y otra vez.

Y al inicio de la duda, el ser empieza a pensar a propósito de las ventajas de la esclavitud: una pensión adecuada..., una diversión ocasional...

Y la coletilla de “y es que así es la vida”: un pasillo largo e inmenso, costeado a ambos lados por habitaciones... que se cierran o se abren al pasillo.

 

Y el ser no se da cuenta de que le han quitado las estrellas, le han quitado el amanecer, le han quitado el anochecer, le han quitado el canto libre, le han quitado el reírse, le han quitado el enamorarse, le han quitado todo lo que podría representar una innovación, un descubrimiento, una novedad, un “extraordinario”, un ¡“excepcional”!...

 

No hay lugar donde acudir a protestar.

Y con el paso de lo esclavo, ¿de qué te vas a quejar?... si no hay una nueva oportunidad.

 

La Llamada Orante nos sitúa en un “mundo”... –mantengamos esa palabra esclava- en un mundo en el que el dominio de lo humano es total, y en el que cada cual es un pequeño dios encarnado, esclavizado a uno más grande; y el más grande, a otro... y así sucesivamente.

Y aunque bajo ese panorama todo parece ¡perdido!, no, la Llamada Orante no se pierde. No. Puede estar silenciosa, puede estar breve, puede ser calurosa o ¡apasionada o dramática!, pero tiene ese punto de saber ver, de saber ver y transmitir –por eso nos llaman a orar- que, ante ese panorama que podría llamarse “des-solador” –como si le hubieran quitado el sol-, estamos en el precipicio para saltar a otra dimensión.

Sí... sí. Ya las imágenes terribles se agotan, porque es difícil superarlas. Ya el peso de la ley, el peso de la moral y el peso de la costumbre, no pueden apretar más. Y asumen el deterioro inevitable. Martillean la muerte diariamente, para así recordar un camino sin esperanzas.

Y eso precisamente es lo que hace que lo orante se rebele. Una rebelión de ánima, una rebelión de nacer.

Sí. Se ha llevado a la humanidad, ¡la propia humanidad!, hacia esa ego-idolatría asfixiante. Y entonces, solo la muerte es el recurso... especial. Y es ahí donde surge la rebelión: a bordo de nuestra alma. Nuestra alma: esa que está tocada por el espíritu primordial; esa que se sintoniza, al acudir a orar, con el Misterio Creador; esa que ¡no se deja engañar... por el poderío de lo esclavo!

 

La Especie Vida, que se desarrolla en este lugar, ¡y en otros!, del Universo, es una trayectoria infinita, salpicada de innovaciones, de sorpresas, de... descubrir y aprender.

Es un viaje... ¡sin fronteras!

Ese que anida por momentos en la esclavitud, cuando el ser sufre un rapto enamorado; que, habitualmente, rápidamente es clasificado, ordenado, casado, condenado...

Pero ese rapto de rebelión, cuando se percibe...

Y ahora estamos en ese momento del viaje peregrino, para apartar de nosotros –nos dice la Llamada Orante-, para apartar de nosotros el: “Bueno, ¿y qué será de ti mañana o pasado?, ¿qué será de ti si haces esto?, ¿qué será...?”, ese sermón esclavista que pretende y ¡enciende y convence! –¡claro!- de que todo se tenga que saber, que “tengo que saber”. Y porque saber es dominio, es poder.

 

En el viaje estelar de la Especie Vida, el saber se compone de sorpresas, suertes, imprevistos, inesperados, fe, fidelidad, entrega...

Otro lenguaje que ya ha sido... ya ha sido condenado en el esclavismo reinante.

¡Otro lenguaje que, ciertamente, es difícil!... –por el estado de esclavitud- difícil de ejercitar. ¡Pero!... esa dificultad, cuando se está en esa rebelión, lo que hace es impulsar más la decidida decisión de entrar en otra dimensión que no conozco: esa del peregrino que no sabe –pero le llevan- cuál es el lugar de peregrinación; hacia dónde.

No lo domina, no lo controla.

 

Partículas, pizcas de Universo que somos, aparentemente vagando por lo Innombrable.

En su seno estamos.

En su seno somos vagabundos... cuidados; que, a poco que despertemos, nos damos cuenta de cómo lo Innombrable ha ido poniendo esos garbancitos pequeños que nos indican hacia dónde está la liberación, ¡hacia dónde “llamea” la rebelión!, ¡hacia dónde llama la transfiguración!, ¡hacia dónde nos reclama la transparencia!

Y cuando en esa frecuencia se está, ¡ay!..., la poderosa esclavitud no tiene audiencia ni anuencia. Cuando se está en esa trayectoria, no hay error. Y la tentación ‘desa-parece’. Sabemos que está, sí, pero ya no es la indecisa posición de qué hacer, qué no hacer, con qué me quedo, con qué... Esa ¡horrible travesura a través del filo de la navaja!, en la que inevitablemente el ser se corta.

 

La Llamada Orante nos señala... –sí, porque se escucha ahora- nos señala, nos orienta en esos pequeños signos. Grandes, ¡enormes!, bajo la óptica de la Creación. Pequeños para nosotros, porque la esclava visión no nos deja ver... esos planes infinitos, Creadores.

Y sólo, sólo cuando nos rendimos de exigir nuestro albedrío, nuestro poder, nuestra poseída personalidad, y dejamos que el viento las convierta en aire, y empecemos a respirar de otra manera..., así, toda dificultad que aparezca nos pondrá de manifiesto cuáles son nuestras necesidades; y si necesitamos esto o aquello, esto o aquello, mágicamente, aparecerá.

Luego le buscaremos explicaciones y razones... ¡Ah!, ¡sí, sí! Pero hemos de saber, como seres orantes, que eso, ese detalle, ese acontecer que ha sucedido, no es producto... de mis esclavas procedencias. No. No es producto de mis culminantes capacidades y saberes. No. Es producto de un misterio, de una magia, de un milagro.

Y es así como nos hacemos peregrinos amantes, peregrinos del amor.

 

Y nos quitamos el lastre... de nuestra capacidad y decisión. “Y nos quitamos el lastre de nuestra capacidad y decisión”.

Y escuchamos...; escuchamos las casualidades, esos imprevistos e inesperados que nos dan un flash... y que nos damos cuenta de que es extraordinario, excepcional, único...

Señal de que estamos transitando en el peregrinaje, en la luz, hacia la luz... y en su contemplación permanente.

 

Aaaa-Men.

 

 

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