domingo

Lema Orante Semanal

 

RESPUESTAS SIN RAZÓN

5 de octubre de 2020

 

¿Quién mueve la marea en su bamboleo…?

¿Quién anima a… el viento…?

O ¿quién es el que derrama la gota de rocío…?

¿De dónde vienen las claridades… y las oscuridades, que parecen ser del mismo signo?

¿Quién trae las casualidades?

Ante todo ordenado… ¿por qué sucede lo imprevisto?

¿Cómo esperar… lo sorprendente?

¿A dónde van…?, ¿existe el santuario de las plumas de los pájaros? ¿Se puede, con ellas, rehacer un nuevo vuelo?

 

¿Quién decora el color de las flores? ¿Cómo se gesta la elegancia de un estambre? ¿O cómo se construye el salto de una rana?

¿Quién diseña la textura de… una tela de araña?

¿Dónde reside el Misterio que… habla con silencios?

¿Qué hace, qué hace deambulando el humano, restringido en un lugar perdido?

¿Quién le induce a sus ocurrencias?

¿Quién… quién manda las sequías… o los torrentes cenagosos?

¿Se asusta la humanidad, desde su exilio en este lugar del Universo?

Más bien parece que se recluye en sus erróneos conceptos de saberes.

Más bien cree que construyó la tierra que pisa. Más bien cree que horadó los volcanes y que gestó las montañas.

 

Consciencia dan desde el Misterio, a los seres de humanidad, para que incentiven su imaginación, acrecienten su capacitación, sean fieles devotos de sus naturalezas, cada uno…, y que cada cual se promueva en sus capacidades, que son las dotes que ha ofrecido la vida.

 

¿Quién… quién conoce el espacio? ¿Es acaso un lugar medido? Sí; lo podemos domesticar aquí, y hablar de metros, kilómetros… ¿Y si nos situamos allí?

Y si el espacio se crea y se crea sin límites, y nos da la infinitud… ¿acaso haría falta el tiempo? ¿Alguien ha aislado el tiempo…?

Y así, en el mundo de los límites –que se los marca la humanidad porque está en un orbe limitador, aparentemente-, la luz es lo más veloz, a pesar de que la luz constituye un pequeño porcentaje de Universo.

¿Se creó la luz para que corriera?, ¿para que se precipitara… y fuera dejando una estela de oscuridades…?

 

Las preguntas orantes son respuestas clarificantes.

Sí, porque nos llevan a otro dimensionado espacio-tiempo-velocidad, sin que nada de eso exista.

Así que… –así que-… ¿hay algo que exista?

Y no son dudas… como pompas de jabón. Son preguntas con respuestas sin razón, para entrar en otra dimensión.

 

¿Cuál es el mejor sonido? ¿El gruñido lamentoso y quebrado del maullar de un gato o… el canto del delfín, que se inmiscuye con las aguas? ¿Son las aguas las que cantan, o el delfín?

¿¡Tanta!, ¡tanta distancia hay entre la Creación y nosotros!, que nada podemos entender ni responder? ¿A dónde nos quiere llevar?

Cuando el ser se dispone a orar sin texto, sin boceto, sin preámbulos, sin un plan…

¿Un plan…? ¿Acaso hay un plan divino…? ¿Acaso necesita el Misterio Creador un plan…?

Pero el hombre coquetea con su mística razonable. Y habla de los “planes divinos” como si estuvieran, primero, existentes, o como si estuvieran al alcance de una consciencia exaltada.

 

Más allá de las palabras y de los divinos procederes, ¡más allá!… envuelven los Misterios a eso que se dice “Todo”, sin saber qué es Todo.

El Divino, intermediario del Gran Misterio, nos reclama incesantemente… para que la humanidad no se ahogue en sus petulancias, en sus exigencias, en sus mandatos, en sus obligaciones, en sus deberes, en sus promesas, en sus cuadrados espacios… con esquinas y dientes.

 

¡Ansiosos!… ansiosos se muestran los que se sienten ansiados por lo Divino. Tan pronto desprendidos de todo lo humano, como abandonados a sus especulaciones… de construcciones –¡que ni siquiera son imaginarias!- a propósito de la Creación. Llegan a esgrimir un gran disparo… o llegan a grabar las palabras de lo Creador. Y ahí se debaten entre partículas y sub-partículas… y ancianos legados escritos…

¡Ay!... ¿No había suficiente con el sonido, que hubo que escribirlo para ¡atraparlo!?

Es semejante a secuestrar el aire por donde ha de volar un pájaro.

 

Y mientras la humanidad se ensalza con sus logros, sus dominios, sus poderes, sus importancias personales…, el agua, imprescindible para este estilo de vida, transcurre indolente. No se aplaude en su recorrido, ni festeja sus lluvias, ni hace ceremonias en sus fuentes… No… no enciende una vela en el medio del lago.

Y el invisible respirar de ese prana –que se le pone nombre… para dominar-, no festeja el aire en sus revoloteados giros de idas y venidas. Parece un felino enjaulado, que no encuentra la vía de salida y de escape de este pintado azul.

 

El reclamo orante… es el eco de lo que nunca sonó, de lo que nunca se dijo…

Es emanación… ¡sin origen!

La Eternidad no se origina.

 

¡Ay! ¡Cuánto exige la humanidad a la Creación, para que le cuente y le diga qué es lo bueno o lo malo! Parece mentira, cuando la sapiencia se enorgullece de conocerlo todo. Pero en el fondo… sabe que es vanidad. Y más al fondo, aguarda el milagro de una sorprendente… sí, de una sorprendente y misteriosa acción.

Late, sí, late en el corazón de cada ser… el poder presenciar y vivir el milagro del secuestro desde lo Eterno; ser abducidos desde este… “color”, para llevarnos a la inmensidad del Misterio.

Se aguarda –en diferentes niveles- permanentemente el Milagro.

¡Y lo cierto es que está!, pero no a gusto de lo humano. Por eso no lo cata, no lo huele, no lo saborea, no lo toca. Hay demasiada soberbia para admitir que hay otra… lo que realmente hay: otra perspectiva, otra naturaleza.

 

Lo Divino es ¡inmediato! Lo que le antecede no precisa acción.

 

Y es así que el Sentido Orante nos pregunta:

En consecuencia, ¿por qué aferrarse a las razones? ¿Por qué… amilanarse ante situaciones? ¿Por qué infravalorarse o supravalorarse? ¿Qué sentido tiene el dominar, el controlar…? ¿No es acaso un insulto… a la excepcionalidad de la vida?

Desde la visión increíblemente misteriosa, se plasma un instante que se llama “vida”. Porque El Que Ve, hace posible lo que está.

Porque El Que Ve, hace posible lo que está.

 

Sí es posible –nos expresa el Sentido Orante- estar con la consciencia de que somos visionados… y que por eso estamos.

Ciertamente, el más mínimo de nuestros actos o pensamientos… se ve.

El que oculta, se hace un flaco favor… porque más en evidencia se pone su inutilidad.

Quien visiona… y produce el estar, no puede ser traicionado. De ahí que orantemente se pueda… ejercitar un estar transparente; un estar visible.

Y por ello, un estar bajo… –¡sin que sea sometimiento!- bajo la visión trascendente. Y así, cualquier hacer se vuelve… bello, misterioso, sorprendente, son-riente.

 

En la sintonía de visiones, se va…

Se va estando… sin permanecer en ningún lugar.

 

Así…

 

 

***