martes

Lema Orante Semanal


ES TIEMPO DE QUE EL SER AHONDE EN SU NATURALEZA
5 de agosto de 2019

Y creerás, al mover tu mano, que es la fuerza de tu voluntad; y no te darás cuenta del vacío que hay para que eso ocurra.
Y pensarás que lo más adecuado para ti, y para aquél y para el otro, es lo que has deducido en base a tu saber e inteligencia; y no te darás cuenta de que esa facultad no te corresponde; que eres tan solo… un altavoz.
Y ocurrirá que… decisiones, opiniones, condenas y éxitos, tendrán sus ganancias o pérdidas; y pensarás que son producto de la iniquidad o de la habilidad… o de la suerte.
Y he aquí que… ¡nada ocurre!... sin la aquiescencia del Misterio.

Y creerás que tus ocurrencias son… producto de tu inteligente proceder. Más no verás que, a través del aliento que respiras, te dan la idea, la palabra…
¡Y pensarás que sabes!, que conoces y que aprendes.
Y, ¡ay!, ¡ay!, si un día ¿algo?, ¿alguien?... te mostrara tu infinita ignorancia, y tú lo descubrieras… ¡bendito serías!

Pero cierto es que cada uno se siente poderoso, controlador, dominador… y con las reglas aprendidas; con las reglas… de otros que manejaron el camino recto, sin darse cuenta de que el tiempo del viento le envolvía.
¡Y crearon reglas, cartabones y compases!... y pensaron que todo lo tenían.
Y un día un volcán, otro día un terremoto, otro día un ciclón… Y se decía y se dice: “¡Cosas de la naturaleza!”.
Todo lo aprendido volaba o se debilitaba… o se seguía ese antiguo parámetro: “¡Cuando te caes, te levantas!”. ¡Je! Lo grave es que te levantas para hacer lo mismo.

¿Te levantas… o ¡te levantan!?
¡Ay! ¡Qué… qué penar de los Cielos!, ¡qué pesar de la Creación!, el descubrirse anónima. El no verse representada. El ver que sus productos, dotados de capacidades, no reconocen, ni ven, ¡ni sienten!... la mano invisible que les permite respirar, latir su corazón, ilusionarse, emocionarse, impresionarse… y hasta enamorarse.
¡Ay!...
Y en ese enamorarse, los seres se apoderan…, se aferran a sus enamoradas ideas y, sobre todo, apreciadísimas razones.
Se casan con ellas. Y reproducen fielmente inquisiciones que reparten y se reparten… porque dicen que “el mundo está lleno de razones”. Ciertamente.

¿Cabría, cabría preguntarse, a cada ser… preguntarle, sí, a cada ser: ¿de qué te sirve el azul… de eso que llamas “cielo”? ¿De qué te sirve?
¿De qué te sirven… esas luminarias nocturnas?
¿De qué te sirven… los incandescentes amaneceres? ¡Ja!...
¿De qué te sirven las tierras fecundas…?
¡Oh! Quizás de poco, te sirve todo eso. Quizás, la tierra, algo. Pero, ¿te has fijado en que sólo te sirves a ti...? ¿Que consideras un bello adorno –poético, en el mejor de los casos- un arcoíris, una estrella fugaz, una tormenta, una nevada?…
Y se ha creado un mundo de… “personal”. Sí, de “personal”: cada persona… bate su mundo…

Y pareciera que los sentidos… no existieran… Porque cada uno, con su mundo batido, sólo se sirve y se mira a sí mismo.
Un historiador reciente… recorrió los lugares –¡tantos!- en donde recientemente, en los últimos cien años, habían ocurrido barbaries: Cambodia, Vietnam, Ruanda, Congo, Balcanes…; innumerables guerras civiles. Y en cada lugar al que iba, cuando se atrevía a comparar la desdicha de unos, con la desdicha de otros, siempre se encontraba con la misma respuesta: “Es que aquí es diferente. Esto no es igual”.
Justo lo que hemos dicho antes.
Pero sí, ¡sí fueron iguales los cuellos cortados! ¡Sí fueron iguales las tumbas comunes!, ¡sí fueron iguales los fusilamientos!, sí fueron iguales… las hambres y las miserias. ¿Qué había de particular?
.- No, es que aquí es distinto.
.- ¡Ah!, ¿sí?

El historiador carga ahora con la difícil tarea de demostrar que no son distintos; que es la barbarie humana la que impone, domina y somete a su propia especie. Y como cada uno se cree que es “el único”, distinto…
Y ciertamente lo es, pero… mientras no descubra que existe “el otro”… de nada le sirve su “distinción”.

¡Ay!, ¡qué fácil se reprende y se corrige!; se premia y se castiga; se oculta y se calla; se esconde y se porfía.

No es una especie “bendita”. ¡Que fue creada con todas las bendiciones! Quizás por ello… se fue volviendo “maldita”.
Pero Lo Creador… no está sujeto a nuestras cuitas, y a nuestras razones, y a nuestras explicaciones, y a nuestras lógicas… ¡Pobres ensayos!, ¡miserables ensayos de sustituir… a Lo Infinito, a Lo Eterno!

¡Ay! Benditos los que se sienten llevados… y saben que las huellas de sus pisadas no son de sus pies, sino… de “aquello” que le lleva en brazos.
¡Ay! Benditos aquellos que… sienten amar y ¡no cuestionan!...
Sienten promesas, y nunca desfallecen. ¡Y saben que todo su acontecer!… es bendito.

Y cuando se logra sentir a… el otro, a los otros, ¡a alguien que no sea uno mismo!..., puede suceder que ahí se dé la magia de la entrega, ¡la disponibilidad permanente!: esa, esa, esa que nos hace decir lo oportuno; nos permite el vaivén sin razones; esa que cuida de nuestras lógicas explicaciones, pero que sabe que son cárceles que se ponen, ¡que se ponen a las ilusiones!

¡Ay! El sentir que siento al otro… ¡Y no hay juicio ni condena, sino premio y gozo!... al descubrir que, la soledad que tanto cultivé, era una cárcel que yo mismo me creé.

Y la inteligencia –¡ay!- ¡no se hizo entrañas!, no se hizo órgano ni líquidos intersticiales, ni músculos ni tendones ni huesos; se hizo cálculo, se hizo número, se hicieron datos…
Las vísceras latían y gritaban y pedían su… ¡su estrado!; ¡su estrado, para decir… “la voz de su Creación”!
¡Ah! Pero fueron sometidas por la cultura, el aprendizaje…
¡La cultura?... ¡El aprendizaje?... ¿De quién?
¡Ah! Pregunta incómoda:
Pero fueron aprendiendo y culturizándose… ¿de quién?
Del último déspota que oprimió, castigó e institucionalizó… lo bueno, lo malo, lo regular, lo adecuado, lo no adecuado…

¡¿Dónde?!... ¡¿dónde se encontraba, entre tanta sapiencia y tantos doctos e interminables eruditos... –dónde se encontraba, entre todos ellos-, la cultura Creadora, la cultura Divina?!

Rápidamente, ¡claro!, la encerraron en mezquitas, en templos, en iglesias, en sarcófagos, en mitos, en leyendas… ¡En cualquier cosa que fuera manejable y que sirviera para manipular… cualquier sentimiento, cualquier emoción! ¡Cualquier locura de Amor!...
¡Para eso están las leyes! ¡Para eso está el derecho romano y el canónico! El natural… ¡quién sabe qué es lo natural!: ¿Darwin, Lamarck, Venter…? ¿Los guisantes del monje Mendel? ¿Eso es lo natural?

¡Oh!, ¡sí!... Parece un Sentido Orante que desprecia ¡todo lo obtenido!, ¡todo lo logrado!... por nuestra especie. ¡La oración contra la especie!
No. El Sentido Orante no necesita ir “contra”; no tiene oposiciones.

¡Sí! ¡No tiene oposición!
¡Oh, sí! Tendrán opiniones, claro. ¡Claro, claro!…

¿Han visto alguna vez a un ejército, luchar contra la erupción de un volcán? Seguramente no. O ¿contra la ola gigante de un tsunami?

El Sentido Orante no busca “ir en contra”. Insisto: no la tiene. Pertenece a la Creación. Y ante ella, ni todas las generaciones habidas, ni las que vengan, podrán hacer “algo”… que no sea lo que la Creación decida.
Contra, no.
¡Siempre a favor!
Pero, ¿acaso, acaso el padre o la madre no corrigen al niño cuando su torpeza le lleva a hacer esto o aquello? ¿Acaso le agrada al niño esa corrección? ¿Acaso no piensan los padres que están haciendo una buena educación?
¡Ah! ¡Educación!...

Salvando las infinitas distancias, el Sentido Orante va en ese misterioso vibrar.
La humanidad, torpemente trata de imitar –sin darse cuenta de que imita-, pensando que es “su creatividad”. Y lo que es peor: pensando que es “su creación”.

Y a base de culturas y culturas, educaciones y educaciones, el ser se va colapsando en sus ladrillos de costumbres, normas y leyes. Ya se ha dado sus explicaciones, y ya ha aceptado las imposiciones de siglos… No se ha tomado la molestia de revisarlas, claro.

Es tiempo –nos reclama el Sentido Orante, la Llamada Orante- de que el ser ahonde en su naturaleza, desprovisto de normas, reglas, culturas, educaciones… que han emanado sistemáticamente de poderes que buscaban y buscan… la hegemonía de la esclavitud.
Buscaban y buscan la hegemonía de la esclavitud.

Es tiempo de descubrir el vacío… que se ha creado para que tengamos el sitio adecuado.
Es tiempo para darse cuenta de que el amor enamorado no tiene condiciones ni preceptos…; sólo tiene trascendencia de sentidos y… ¡asombro por lo ocurrido, por lo que ocurre!...
Sentirse realmente en las manos de la Creación.

Es tiempo de desterrar los miedos… y dejar de dar miedos.
Es tiempo de corregir los rumbos que nos van llevando paulatinamente al desquicio, ¡a la insensata inseguridad de cada uno!, a las seguridades que se buscan y a las manías que ¡se imponen!
Es tiempo… de dejar el slogan: “¡Es que soy así!”. ¡Ni siquiera una migaja se le ofrece al Misterio Creador!
“¡Soy así!”: como si se hubiera emergido de la nada.
Y así, enjuiciados unos con otros, se reparten las violencias, porque cada uno se cree con la verdad.
¡Intratables!

¡La Creación nunca fue objetiva! Jamás fue racional. ¡Ninguno de los atributos que podamos achacarnos!...
Bien dicho: son achaques…
Los atributos Creadores sólo se perciben, en los humanos, cuando se dejan descubrir amando. Y eso, cada vez menos ocurre. Y cada vez más se analiza. Y, en consecuencia, cada vez más se destruye.

La luz del amanecer vuelve a sonreír. No es por nosotros; es para nosotros.




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