lunes

Lema Orante Semanal


NAVEGANTES DE UNIVERSO
27 de agosto de 2018

A lo largo del transcurrir de los cambios, en cada uno de ellos, la especie humanidad navega por mares diferentes.
Su permanencia en ellos puede considerarse corta o larga, rápida o lenta.
Ahora, navegamos en el imponente océano del Poder… que tiene sus ramificaciones cotidianas, manifiestas socialmente en la economía…; el Poder, en la fuerza; el Poder, en la violencia; el Poder, en el imponente desafío de la persecución, del castigo, de la razón.
Y así podríamos diversificar las diferentes aguas en las que navegamos.
Hay –sí- momentos de… ¿calma? Sí. Pero casi siempre marcan una llegada de nuevos… –¿nuevos?- aconteceres poderosos.
Podemos preguntarnos, desde el Sentido Orante, si navegar por estos mares es algo inevitable, o podemos huir a otros mares más beatíficos, más calmos, más generosos, más tranquilos, más serenos….
El caso es que siempre que se huye en un sitio redondo, se vuelve al mismo sitio.
Pero… cabe preguntarse:
¿Esas aguas de ese océano, que nos permiten navegar, son por naturaleza violentas, poderosas? ¿O son generadoras, regeneradoras, alimenticias, bondadosas, bellas…?
¿Cómo es que se han vuelto –como vida- tan… impositoras? ¿Habrán sido los navegantes, los que han contagiado sus disputas?
Probablemente.
Y esto nos permite –bajo el Sentido Orante- albergar la idea de que el origen es… vitalmente sereno, generosamente solidario, sonrientemente complaciente...
Ese es el caldo de cultivo en el que aparecen los seres; en el que navegan las especies…; en el que está nuestra especie.

Y ocurre que cada cual, en su nave, en su peregrinaje, se siente… el mejor navegante; se siente el más importante; se siente el más culto, el más poderoso. Y he aquí que –cada cual, en su navegación- inevitablemente tienen que encontrarse unos a otros. Y he aquí que hacen grandes naves para poder juntarse y adquirir más capacidad de Poder. Y he aquí que, como cada uno venía con su razón imponente, impositora, razonablemente… ¡la mejor!, se creó el conflicto.
Conflicto de… competencias, de mando y poder.
Sólo –ante esos recursos- quedaba “la guerra de purificación”.
Las naves se hicieron insoportables. Se hacen incompetentes.
Aparece la muerte como una buena solución; es más: inevitable situación.
Todo ello contamina las aguas y no permite que el razonable, inteligente y culto navegante se dé cuenta de… “sobre dónde está”; “en dónde está”.
Se pierde en sus cuitas cercanas, inmediatas; en sus guerras personales consigo mismo y con el entorno… Y así, poco a poco se va ahogando…; se va y va naufragando.
No… –lógicamente- no aparece la ayuda de otros razonables sesudos, porque es ley de vida el llegar a la decrepitud, al deterioro y a la descomposición. Así que marchar a la deriva y deteriorarse y estropearse… queda a un lado, y el nuevo navegante no le presta especial atención… salvo que tenga algo de rentable, como por ejemplo una funeraria; y una cercana tienda de flores –de la funeraria-.

¡Ah! Algunos –pocos… pocos.. pocos-… se percatan de que ¡están navegando!, de que están sobre algo verdaderamente sobrecogedor… sobre lo que no se había prestado la debida atención.
¡Sí! Una Mar, un Mar… con el núcleo del Amar, que permite… –sin ello no sería posible-… que permite la vida, y su navegación.
Un Mar y un Amar… que trasciende el océano.
Que, en el lugar en donde habita la especie, las tres cuartas partes son océanos, como una representación, como un equivalente de ese Universo abrumador, insólito ¡espectacular!
Todo eso es océano.
Y esos “algunos” –pocos- se aperciben de esa situación… y hacen de su razón un sentir; de su poder, una caricia; de su violencia, un consuelo; de su combate, una solidaridad.
Pocos. Muy pocos.

¿Y por qué pocos y muy pocos? Porque han sido advertidos, han sido tocados… por esa Creación de ese océano insondable.
Y “tocados” implica sentirse amados por esa Creación. Dar gracias continuadas por ese vivir… Y al estar, y al estar prácticamente rodeado de otro estilo de vivir, tener aún todavía más claro –“tener aún todavía más claro”- que esa peculiaridad de ver y de sentirse amado en el Océano Creador, es la verdadera dimensión de nuestra especie.
Y en esa verdadera dimensión de nuestra especie, se gesta la oración: el vínculo que nos permite… una navegación diferente; que nos da la ocasión de gestar, generar, actuar, producirse… de una manera distinta, con la convicción de que estamos asistidos por esa Gran Fuente, por ese Misterio.
Si se está en esa frecuencia, no hacen falta pruebas ni razonamientos ni explicaciones. Actuaciones. Realizaciones.
Ya se dijo: “Por sus actos los conoceréis”.
Y al oír todo esto, es posible que los que navegan en el despilfarro, en el culto a su voluntad, la huida del conflicto permanente… –el estilo típico de ganar-, al oír todo esto puedan pensar: “¡Ah! ¿Hay otra forma? ¿Hay otra manera?”.
Sí. En la mayoría de la mayoría de la mayoría de las veces, lo dirán, lo observarán y, por su exigua minoría, lo despreciarán.
Habrá excepciones, sí, cierto… Pocas. Muy pocas.

Y los pocos no echarán de menos “la mayoría”. Y los pocos no envidiarán la grandilocuencia. Y los pocos no podrán ser tentados, porque su naturaleza ha cambiado. Se ha hecho fusión con la Creación.
Y en alguna medida, es un intermediario válido… en el que pueden fijarse, en el que pueden contemplarse, los que balbucean búsquedas, los que no están seguros de su mayoría y de su supremacía.
A través de esos pocos, pocos, pocos… algunos muchos, algunos de los muchos, pueden vivir –gracias a la oración- la experiencia de sentirse navegantes de Universo; navegantes de vivir en la inmensidad, sin quedarse atrapados en la particularidad.

Navegantes de Universo.

Podemos disponernos, como Navegantes de Vida, sea cual sea la posición, podemos disponernos –gracias a la oración- a un estado en el que podamos apercibirnos de ese océano de Amor… que en realidad nos sustenta, nos mantiene y nos entretiene.
Y así… capacitar la posibilidad de ese cambio de dimensión.






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