jueves

Lema Orante Semanal

Asumirse, adecuarse, conformarse, adaptarse, transfigurarse
12 de junio de 2017

“Aceptarse”… “Conformarse”… “Adaptarse”… “Transfigurarse”…
Procesos que, como peldaños de una escalera, nos llevan hacia consciencias amplificadas… en el sentido de realizarse según la naturaleza de la vida; sin limitaciones, sin obstáculos.
El Sentido Orante nos promueve a… aceptarnos; dejar la lucha con uno mismo. Aceptarnos en compasión, complacientemente.
Desde ahí, adecuarse: adquirir cualidades que permitan descubrir nuestro espacio.
Adaptarse, en la medida en que tenemos en cuenta nuestro entorno… y las diferentes variables que se adecúan a nuestra aceptación.
Y en ese proceso nos conformamos, no en el sentido conformista del término, del que no aspira, sino en el sentido mayor de adaptación. Asumimos formas, actitudes, gestos, expresiones… que dan muestra de nuestra procedencia; de nuestra estancia.

Aceptados, adecuados, adaptados, conformados y… transfigurados.
¿Qué implica este peldaño, de los infinitos que hay?
Implica que… nuestros poros de consciencia se han abierto. Implica que nuestra evolución se ha hecho universal. Implica que tenemos consciencia de Universo. Implica que nacemos permanentemente. Implica que somos… ¡no solamente lo que aspirábamos!, sino lo que inspiraba la Creación.

Es similar o semejante… Como aquel que, estando enfermo, recupera su salud, y lo vemos brillante, lo vemos activo, ágil, sonriente…
Su figura se ha transfigurado. Y de la penuria del dolor, del sufrimiento, del drama, ha pasado al gozo de vivir, de distraer, de agradecer… y dar gracias.

Ciertamente, estas características que nos recuerda el Sentido Orante no son primero ésta, luego ésta, luego ésta… Pueden servir como medio didáctico, pero todas ellas se fraguan simultáneamente.
Y, ¡claro está!, no culminamos ‘transfiguradamente’. Ese es un punto álgido que tendrá a su vez sus diferentes posiciones. Pero sí conviene adecuarse, adaptarse, aceptarse… de algunas maneras o formas, para que esa transfiguración se pueda ir fraguando.
Todo ocurre a la vez.
¡Se ha creado un sentido de consciencia de suma… o de resta, o de multiplicación, o de división! Son ¡falsos! A la vez que como, respiro, y se producen los ritmos hormonales… y la sensibilidad está despierta, y veo y oigo…; y llueve y anochece y amanece…
¡Sí! Hay… –es cierto- hay procesos que se pueden configurar en… empieza la semilla, luego brota, luego las hojas, luego…
Sí, pero… eso es aparente. Estamos hablando ahí de “ritmos”, pero la musicalidad es global, es simultánea. Simultáneamente a que la semilla germina, se están gestando los pétalos de la flor; pero llevan su ritmo.
Si adecuamos nuestra consciencia a lo simultáneo, nos liberaremos del yugo del sumar, ser más, ser menos…; de restar; de multiplicar… e ir a gran velocidad; de dividir, y repartirnos, partirnos.

Somos integración, dispersa a la vez, con un sentido de universo viajero.
“Somos integración, dispersos a la vez… en un universo viajero”.

Lo aparente nos puede confundir hasta el punto de considerarnos exclusiva materia; des-almarnos y des-amarnos, y amarrarnos… amarrarnos a un poste que nos sujeta. ¡Amarrarnos a esas dependencias de costumbres, de reglas, de normas!... incapaces de lo excepcional; inútiles en lo creativo.

En la Creación, en los Universos, somos, cada uno de nosotros, partículas elementales. Igual que configuramos la estructura de la materia en partículas elementales, en esa misma proporción –y más, pero para entenderlo ahora- se está con respecto a la Creación y a los Universos. Y esas partículas elementales, simultáneamente, sin latencia de tiempo, cuando una adopta una posición, la otra adopta la contraria… para mantener un equilibrio y una estabilidad.
Desde “aquí”, no se conoce físicamente cómo ocurre y por qué… Pero ocurre.
De la misma manera, cuando nuestra realización establece una variación, y se adecúa, se asume, se acepta, se adapta, se conforma, se transfigura, esa variable configura inmediatamente, a la vez –cualquiera de ellas-, a las otras. Y lo que es aún más: cada vez que nos realizamos en una adecuación, en una adaptación, o en cualquier parcela de las que sintéticamente hemos escuchado, esta señal ¡no se queda aquí!; esa señal, inmediatamente, sin tiempo, sin velocidad… reconstruye la totalidad del ser e incide en todas las estructuras que configuran la Creación.
¡Sí! Es indemostrable, claro. Lo de “claro” es que… es propio de lo orante. Lo orante no pretende demostrar, pretende mostrar. Y, el orante, escuchar y asumir y metabolizar lo que percibe.
Pero lo orante nos da modelos a partir de lo poco que sabemos… para que podamos desarrollarnos en la inmensidad de donde estamos. Que, visto desde la inmensidad de las inmensidades, no estamos. En cambio, visto desde la inmediatez de lo material, ¡uhhh!, somos importantes, somos famosos, somos desconocidos, somos…

¡Y no se trata de asumir una óptica u otra! No se asume orantemente la dualidad. Es una trampa de confrontación, de lucha. Las variables no combaten; se adaptan, se acomodan, se reestructuran, se asumen.

Para aproximarse más a estas proporciones… podríamos decir, ante la visión de una noche estrellada: “Y todo eso, ¿para qué?”. Y si cogiéramos un telescopio potente, todavía diríamos con mayor énfasis: “Y ¡todo eso!, ¿para qué?”. En nuestra egolatría diríamos: “Todo eso es para que nosotros existamos aquí, en este lugar del Universo”.
No es así.
Y si ampliamos y ampliamos más… todo eso, asumimos el Misterio. Y podríamos, aun asumiendo el Misterio, decir: “¡Aquí sobran muchas cosas!”
Es como si juntamos a todos los peces del mar… y vemos la cantidad de agua que hay. ¡Sobra agua! Pero… ¡una inmensidad de agua!...
No es así. En nuestra visión particular, material, que mide, pesa… sí. Sobra.
Pero cuando trascendemos, cuando transfiguradamente trascendemos, la sensación… –sensación- es que “nada sobra”. Podríamos admitir que la abundancia es desbordante. Podríamos admitirlo, por aquello de conservar aún “cantidades”. “La abundancia es desbordante”. Pero si aumentamos un peldaño más nuestra consciencia, tendríamos que decir ignorantemente –como debe ser-, ante este Misterio de abundancia exorbitante: “Sin duda, si hago esta apreciación es desde mi punto de vista. Pero, sin duda, todo ello, desbordante y sobrante, obedece a una necesidad de Creación que desconozco, que me envuelve en su Misterio”.

 Si se logra ir asumiendo esa simultaneidad y esa misteriosa abundancia, cuando nos particularizamos en el vaivén de cada día, si todo lo anterior gravita sobre nosotros, probablemente el vaivén de cada día sea… enormemente ligero, insignificantemente poco importante… y trascendentalmente significativo.
“Poco importante y significativamente trascendente”.
Y he aquí que, bajo esa configuración –¡ay!-... los apegos, justificaciones, convicciones y ratificaciones… se disuelven; ¡dejan de ser un yugo!...
Y me hago ¡agua!... Me hago agua que todo lo acepta, y no deja de ser agua.
Me hago aire y todo lo llevo, y no dejo de ser aire.
Me hago luz, y todo ilumino.
Me hago oscuridad, y en ella reposo.
Todo, simultáneamente.

¡Me hago melodía danzante!... y melodía de escucha.
Me hago perfume que poliniza… que adorna…
Me hago esencia… y me siento tan disperso… que pareciera que todo lo puedo abrazar.

Asumirse, adecuarse, conformarse, adaptarse, transfigurarse; ‘convivenciarse’ con el agua, el viento, la luz y la oscuridad…
Ir abandonando esas señas de identidad, de carácter, de rigidez, de imposición, de defensa, de ataque…
De “razón”…

“Aliento”.
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