jueves

Lema orante semanal



El Cerco Se Ciñe Y Aprieta A Humanidades…
1º de mayo de 2017

El cerco se ciñe, y aprieta a humanidades, a grupos, a personas…

Un cerco vestido de logros y propuestas; un cerco de… ¡fuego!, con miedo a quemarse.

Un cerco que se hace… ¡normal consciencia y exigencia vengadora!

Y el cerco se ciñe como una cinta en el pelo.

Aprieta y aprieta. Y entre aprietos y apretados, se consideran afortunados. Y practican el aprieto, haciendo círculos de influencia y de poder sobre otros.

¡Sí! El círculo se ciñe sobre la consciencia, la hace ordinaria… y la convierte en ¡cómplice!

Replica el ser en ese modelo, ¡que le parece justo!, que le parece moral, que le parece correcto.

¡No hay nada más!



.- ¡Eh, eh, eh!... Que, fuera del círculo, ¡hay una inmensidad!...

.- ¿Fuera del círculo…? Sólo está el círculo.

.- ¡No!... No. El círculo es ficción de miedo. Atraviésalo. Quizás te quemes, pero… ¡corre y rebózate fuera de él!, y recupera la consciencia enamorada de vivir, encantada de conocer, alegre de compartir, jubilosa de ser corregida en el error y poder perseverar en la virtud.

.- ¡No! Eso es muy complicado; es peligroso. No puedo hacer lo que quiera.

.- ¿Y es que acaso ahí, ceñido en la falsa luz, puedes hacer lo que quieras?

.- ¡Pero estoy “seguro”!...

.- ¿”Seguro”…? ¡De qué!

.- No sé. ¡Hay peligros!...

.- ¿Peligros…? ¿Acaso tú, antes de caer en ese círculo que te constriñe, no estabas elucubrando, admirando, ¡impresionándote de lo que descubrías!?

.- Sí, pero… es ya pasado.

.- ¿Pasado?

.- Bueno, no sé… ¡Pero no era seguro! ¡No era como yo quería!

.- Es que el mundo no es como tú quieres. Ni lo vas a hacer como tú quieres.



Lo que llamas “el mundo” es un conjunto de infinitas posiciones, que se cimbrea en torno a cada ser… aplaudiendo sus liberaciones, animando sus planes, dispuesto a un Eterno Auxilio, para que cada ser se despoje de los prejuicios, de las condenas; para que cada ser se haga “¡amable!”.



Pero… ¡parece que te vino grande! O alguien “te dijo que…”, y tú lo escuchaste. Alguien “te advirtió de que…”, y tú obedeciste. Alguien “te amenazó con que…”, y tú lo creíste.

Y caíste en la condena, en la defensa, en el ataque… sin darte cuenta de que el cerco vulgar de la prisión del alma, te constreñía; te hacía exigente y ¡altivo!; te hacía demandante y… aparentemente humilde; te hacía intransigente y continuo revisor de los errores ajenos. ¡Y te hacía pensar que “es que es así”, ¡que eres así!, que ¡el mundo es así!!

 Creíste más en los bulos, en los comentarios, en tus demonios; creíste más en ellos, que en las evidencias, que en los sabios, que en los guías, que en los amores…

Creíste más en las miserias, donde podías dominar y podías ganar; donde podías controlar.

¡Atiende! ¡Atiende bien!... Aún puedes atravesar ese cerco de falsa luz que te convierte en “seguro de tu designio”, en operador de tu albedrío, en jerarca de tu personalidad. ¡Una ruina con miedo!

Porque, a pesar de esa situación, el mundo –como se suele decir- sigue ahí, ¡y estás en el mundo! En ese mundo de Universos. En ese mundo de fantasías. ¡Con errores!, pero no con horrores, que son los que a ti te mortifican y te amedrantan, y a la vez te hacen soberbio baluarte.

Sí. Aún… aún se puede salir corriendo de ese cerco… a aspirar el aire fresco que no se vende ni se compra; a sentir la ilusión, que antes era preocupación; a aspirar al entusiasmo, que antes era prevención y cuidado.

¡Ay, desgraciado! Aún estás a tiempo de ser un “des-graciado”. ¡Un dador de gracias! No deseches tus gracias y las consumas en la preocupación y en el miedo.

¡Atiende! ¡Atiende a tu origen de Universo! ¡Atiende a los que te auxilian! ¡No prestes atención a los que aplauden tus grandezas y tus soberbias! Atiende más bien a los que te consuelan, a los que te animan, a los que te proponen…

¡No los mires como errores! ¡No los contemples como traidores, hipócritas o vengadores! ¡No! ¡No lo son! Son “posibilitadores”, con sus menguantes procesos, con sus incipientes derrotas, con sus feos modales… Pero no son cercos de fuego que constriñen, que ¡comprimen!



No ores por ti, como hacen los ególatras. Hazlo por los otros; por los que no conoces. Ya ora por ti la Creación, al custodiarte, al cuidarte, ¡al dejar que permanezcas!... creyendo en tu cumplimiento; creyendo en tus capacidades.

¡Deja de creer en ti!, y permite que los demás ¡crean en ti!

Sentirás el vigor de la comunión; sentirás la entusiasmada presencia solidaria; descubrirás realmente cuál es “tu misión”.



Amanece otra vez como… como si nada; como si tuviera la obligación de hacerlo.

Empieza otra vigilia… como una más; como si tuviera la imposición de ofrecernos su luz.

¡Y empieza todo otra vez!, para darnos la ocasión de rectificar.

Y empieza una nueva oración, para darnos la ocasión de ¡escuchar!

Nos llaman para orientarnos. Nos llaman para… cortejar el camino.

¡Nos llaman para contemplar la confianza de los pétalos del corazón!

Nos llaman para recoger el idilio… ¡sin tiempo!, que se ha vivido; que se vive, aunque ya no se vea.

¡Nos llaman para ser equivalentes y representantes de esa universalidad!, ¡de ese reclamo que hace lo vivo!... para perseverar en su liberación.



No es un día más. No hay más ni menos. Es… momento excepcional. Y como excepcional que es, cada ser, ¡en la excepcionalidad ha de vibrar!... con sus recursos, sus condiciones, sus situaciones…

Que no se enturbie la luz. Que se disipen las oscuridades. Que cada ser encienda sus habilidades y las ponga a servir. Y se dará cuenta de lo muy servido que está.



Y mientras –¡siempre!, ¡en Eternidad!-, el Misterio nos corteja y nos alienta. Nos testa, nos comprueba, nos alimenta, ¡nos cobija!, nos acuna… para que permanentemente estemos naciendo; para que constantemente tengamos la consciencia de ello. ¡Sin miedos ni sospechas! Sin dudas ni lamentos.



¡No hay prisa! –pero sí premura- por responder a la llamada; a la llamada orante que nos ¡convoca!... para ser conscientes de las nuevas dimensiones en las que se ha de ejercer, en las que se ha de estar, en estos tiempos de cerco de fuego, de presión, ¡de miedo!; de egolatría autosuficiente…



¡Sí, sí! Suenan las lágrimas de dolor, pero también los cánticos de fusión, las corales de fantasía, las comuniones de ilusión.

Si te apagas en tu luminaria y confías en el cerco del fuego, pronto te quemarás, te consumirás… Aunque lo harás, diciendo: “Es que ésta es la vida. Es que así es la vida”. ¡Convencido!

“Con-vencido”.



Escucha el silencio una vez más. Ese silencio de eco, que acoge y no constriñe. Que se abre y se abre cada vez más.

¡Hazte eco de él!...













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